06 junio 2005

El tiempo suspendido



Fotograma de "Pauline en la playa" (Eric Rohmer, 1983)

Hay películas de Eric Rohmer que son unos maravillosos lugares para veranear. Por ejemplo, "Pauline en la playa". O "La rodilla de Claire". O también "La coleccionista" y -ay- "El rayo verde". Te instalas en ellas durante un tiempo y te olvidas de todo lo demás.

Estoy con Rohmer porque acabo de leer una cita suya en la que se sirve de términos musicales para explicar conceptos cinematográficos. No es la primera vez que lo hace y es un tema que me llama la atención y que me interesa mucho. Rohmer también ha transitado el camino inverso al escribir el insólito "Ensayo sobre la noción de profundidad en la música: de Mozart en Beethoven" donde se propone "aplicar al campo de la música, en el que soy novato, el método que elaboré en el curso de mi reflexión sobre el arte cinematográfico".

Llegar al cine desde la música, y a la música desde el cine. Curioso. No es de extrañar que Rohmer haya dicho en ocasiones que "no se puede pretender una aproximación al cine, la pintura, la música, la literatura o la arquitectura sin haber profundizado un mínimo en cada una de las otras disciplinas".

Confieso que, movido por lo que considero un juego estimulante, alguna vez he sentido la tentación de efectuar mi propia incursión desde lo musical al cine... de Rohmer. Pero reconozco que me es del todo imposible: cuando miro una película de Rohmer caigo en una especie de trance hipnótico, de embeleso bobo que me impide hacer otra cosa que no sea entregarme al peculiar universo poético que se despliega en la pantalla.

Hace un par de noches tuve oportunidad de ver y escuchar con sumo interés al difunto Néstor Almendros, poeta de la luz, materializado en el blanco y negro televisivo de una de aquellas entrevistas míticas de Joaquín Soler Serrano que ahora recupera felizmente el dvd. El blanco y negro de vídeo de la tele antigua es cruel; los focos estallan en los reflejos de los relojes de pulsera y queman la imagen. Sin embargo, Almendros puso delicada y sabia luz a algunas de estas películas (las iluminó en el sentido literal y en el figurado) y en la entrevista responde pausadamente y a media voz a las preguntas que le formula el locutor con voz de No-Do. Habla de un Rohmer culto, minucioso (termina de rodar a las 5 de la tarde, se pone a preparar un té para los actores y el equipo y pasa la escoba por el escenario de rodaje) e introvertido, que opera mediante sustracción, al punto de traspasar la frontera del amateurismo, para alcanzar la esencia de las cosas. Por algo se le llama el cineasta de la transparencia.

Conservo intacta la honda experiencia estética y emocional del primer visionado de esas películas de Rohmer (por cierto, en verano). Historias que se agrupan en ciclos cerrados en sí mismos ("Cuentos morales", "Comedias y proverbios", "Cuentos de las 4 estaciones") cuyos personajes, frágiles y vulnerables, hablan de sus conflictos morales y afectivos ante una cámara que parece tender a mirar menos al que habla que al que escucha. Personajes casi siempre inmersos en lo que alguién denominó, con acierto poético, un tiempo suspendido: una noche -"Mi noche con Maud"-, o unas vacaciones, como las antes citadas "El Rayo verde", "La coleccionista", "Pauline en la playa" o "La rodilla de Claire", inolvidable y hermosa película que transcurre entre el 29 de Junio y el 29 de Julio, el tiempo ácido de las cerezas.

Mira.


5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mariano,
Creo que todo cineasta de vocación, tiene mucho de ese espíritu multidisciplinar del Renacimiento.
Hacer una película es muy complicado (así lo creo yo), y sentir el proceso creativo en el cine pasa obligatoriamente por acercarse a todas las artes, o a muchas de las artes, desde luego a la música, a la pintura y a la arquitectura.
Hay que ser un genio para despojarse de la complejidad del proceso cinematográfico y hacer que la vida fluya en una pantalla. Y Rohmer lo consiguió (no sé si lo conseguirá más, está muy mayor el hombre) en todas esas películas que citas.
Cuando yo descubrí a Rohmer durante un caluroso verano en la Filmoteca de Zaragoza, a la salida de cada sesión me preguntaba cómo demonios se podía meter la esencia de la vida en una película de manera tan sencillamente genial. Quizás ahora tú (y Néstor Almendros) me dais la clave con la anécdota del té de las cinco. Quizás Rohmer vive como sus películas, quizás sus películas vivan como él. Sencillamente genial.

8:42 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Una amiga común me dio esta dirección. Me parece muy interesante tu perspectiva del cine de Rohmer (aunque debo confesar que no está entre mis predilectos). En cuanto a lo de calificar a Almendros como "poeta de la luz", totalmente de acuerdo, no me extraña que Meryl Streep pidiera ser siempre fotografiada por él.
Si te apetece comentar algo sobre "la fábrica de sueños"(y de pesádillas) estás invitado a nuestra WeBé (WeBé, sí, no Web....la parimos y fue niña :) )
Según el tiempo disponible, o la inspiración, tienes a tu disposición el libro de Visitas, el Foro, o el e-mail de contacto de la WeBé, ya sea para un saludo, un tema en el Foro o una crítica más extensa.
Un saludo.

9:33 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

mmmm
lo soñé o no puse la dire de la WeBé?
ahí va:
www.HVcineclub.tk
(aún estamos en periodo postparto )

9:40 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

De nuevo un saludo.
Y un agradecimiemto por comparitr con nosotros tus artículos cinéfilos.
Ya los puedes ver en nuestra web , www.HVcineclub.tk
, en la sección de "Nervio Öptico" (críticas) ,hemos puesto la dire de tu blog al final.
Esperamos que sea de tu agrado.
Nos leemos.

8:55 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Acabo de ver "Cuento de verano" y me ha gustado como todas las películas de Rohmer que he visto hasta el momento.
Buscare el libro del que hablas o alguna novela de las que creo que ha escrito Rohmer.

7:38 p. m.  

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