10 julio 2005

Trac

Al pianoAhora me entero de que esa ansiedad biliosa, esa angustia densa que se te pega al cuerpo momentos antes de salir al escenario se llama trac. Lo dice Jean Echenoz en su última novela, "Al piano" (Anagrama). Habla de un concertista de piano que, a pesar de su veteranía, sufre unos tracs de espanto hasta el punto de precisar de los servicios de una persona encargada de distraerle con algo de conversación, acompañarle a dar un paseo por un parque cercano a la sala de conciertos y, lo que es más importante, responsable de darle el empujón en el instante preciso para que salga a escena: "y de pronto, cuando menos se lo esperaba, Bernie le empujó enérgicamente en la espalda, al otro lado de la cortina, y el oleaje se transformó de inmediato en tempestad. Y allí estaba el piano". Pues "eso" es el trac. Lo dice Echenoz al principio de su novela y dice también -en la primera página!- que su pianista protagonista morirá violentamente en la página 69. Bueno, en realidad no lo dice así, dice exactamente que "morirá violentamente dentro de 22 días", pero es que en el mundo de Echenoz se necesitan 69 páginas para que pasen 22 días.

Cuando me acerco a una novela de Echenoz ("Rubias peligrosas", "Me voy") lo hago con cierta cautela. Me desconcierta. Y por eso me acerco, claro, a ver si no. Tengo la sensación de que esas simpáticas historias de lo cotidiano aderezadas con un punto disparatado las cuenta un tipo con una sonrisa amable que en el último pliegue se vuelve grotesca. Y sospecho que tras la apariencia liviana e ingrávida de su estilo narrativo se esconde un delineante meticuloso de frases y un hábil diseñador de estructuras escuadra en mano. No sé.

El caso es que el pianista de Echenoz muere y aparece en un purgatorio con aspecto de hotel-balneario que responde al aséptico nombre de "El Centro" cuyo largo pasillo es transitado arriba y abajo incansablemente por una enfermera que se parece a Doris Day y que enseguida resulta no parecerse, sino serlo (!). En aquel lugar uno se instala cómodamente y espera hasta ser informado sobre su destino. Hay dos posibilidades, como ya sabemos. Echenoz deja caer enseguida que el paraíso es muy poco interesante literariamente; lo que motiva es ese infierno que no es más que volver a tu lugar cotidiano bajo otra apariencia y sin posibilidad alguna de que alguien te reconozca. Curioso símil el de Echenoz: el infierno era ésto.

(si estás detrás de una cortina a las 8 y media de la tarde y sientes en el estómago una bola de goma negra y blanda, el infierno se llama trac)


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

hola, llegué aquí gracias -y gracias, sí- a un comentario que dejaste a un post que escribí sobre el dolor.

busqué una dirección de email a donde escribirte, pero no la encontré así que te dejo este coemntario breve para decirte que me gustó mucho tu blog.

(te pondré de enlace, espero no te moleste)

saludos.

1:19 a. m.  

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