Pareja
"-¿Qué hace que dos personas puedan estar tanto rato sin hablarse?
-El matrimonio"
(Audrey Hepburn y Albert Finney en "Dos en la carretera")
-El matrimonio"
(Audrey Hepburn y Albert Finney en "Dos en la carretera")
Te ajustas el cinturón, accionas el play del mando a distancia y el coche vuelve a arrancar. Son 106 minutos de recorrido en los que a través de la ventanilla desfila el paisaje nostálgico y desencantado del desgaste que sufre una pareja con el paso del tiempo. Son Audrey Hepburn y Albert Finney, "Dos en la carretera" (Stanley Donen, 1967). Las vistas han sido remasterizadas en dvd por lo que el viaje luce aún mejor pero en la radio del coche sigue sonando una y otra vez la misma melodía de Henry Mancini. Sólo Henry Mancini puede permitirse repetir cuarenta veces en una película la misma melodía sin disimular, es decir, sin ornamentar una nota o cambiar el color de la orquestación: tal cual. En otras circunstancias algo así resultaría insoportable pero cuando se trata de Henry Mancini la música se convierte en un elemento imprescindible e inseparable del paisaje emocional y cuando se trata de ponerle música a la presencia de Audrey Hepburn, ángel inolvidable, la melodía se convierte en su aura, su sombra, su aire.
El misterio profundo de la mirada de Audrey Hepburn te lo explica Mancini siempre, aquí, en Tiffany´s o donde sea y entonces cobran hermoso y conmovedor sentido esa sonrisa que parece hacer esfuerzos por no echarse a llorar y esos ojos humedecidos en cuyas pupilas brilla una travesura dulce. En la radio del coche suenan los violines de Mancini pero el volumen está lo suficientemente bajito para poder oir lo que esta pareja se dice, que es mucho y precioso, aunque a veces duela, es lo que tiene un señor guión; y fuera transcurren mientras tanto los lugares y los recuerdos del pasado y las certezas del presente porque el viaje es al mismo tiempo real y simbólico.
Ayer volví a recorrer esas carreteras con la sonrisa puesta y el corazón encogido un poco y cuando el viaje terminó me detuve en el stop del mando a distancia, que no del paso de peatones. En la pantalla del televisor apareció de golpe un señor en primer plano que dijo muy serio que presten atención porque van a presenciar la transformación de Paquita de Mónaco en Audrey Hepburn y entonces se jodió la noche.
5 Comments:
Querido Mariano:
¡Esta es una de mis favoritas!
De hecho, es lo que me trajeron los Reyes el año pasado.
Adoro Dos en la carretera con esa ternura que nos inspira lo que aprendimos a amar en nuestra infancia y a amarlo bien.
Como a Audrey.
Un abrazo post-reyes lleno de cariño y gratitud por los recuerdos.
M
(que celebra un año de leerte)
¿Ves, Miguel? A tí te la trajeron los Reyes y yo me la tuve que comprar... y fuera de las rebajas! Pero no podía esperar, tú me comprendes.
(un año leyéndome sin desfallecer en el intento tiene su mérito, Miguel. Yo creo que los Reyes también lo tendrán en cuenta así que aprovecha y en la próxima carta pide más cosas)
Un abrazo!
Pues no desfallezco, por el contrario, porque las visitas que hago aquí de cotidiano, son algunos de los highlights de mi día, amiguín.
Y da de mi parte las gracias a Pamela Franklin, que fue por su culpa (en Inocencia) que vine a dar al Bosque de Harper.
Los reyes han sido más que generosos. Uno no lo merece.
Mil abrazos,
M (Aslan)
Pues entonces... gracias, Pam :)
Es curioso, Miguel, pero los mp3 de los posts de los días 2 y 4 de diciembre del 2005 correspondientes a la película de Clayton (la melodía inicial y el recitado del poema por el pequeño Miles) siguen siendo solicitados a diario según dice la estadística. Y me alegro porque es una de mis películas referenciales y me gusta compartir lo que me apasiona.
(cuando los reyes son generosos es que uno lo merece, no lo dudes)
Abrazos.
qué tendrá, además de lo obvio, la pequeña Audrey, que nos obliga a sonreir una y otra vez al verla? y el artífice de sus peripecias, un Stalney Donen en estado de genialidad? tienes razón y sólo puede ser el maestro Mancini, que te acompaña casi todo el viaje desde la cama, con las estrellas y la luna pegadas, ahí, en la pared. y luego la conoces a ella, a la chica con nombre de agua, y decides que el resto de tu vida lo quieres pasar a su lado y se lo dices y te dice que sí. y haces una gran fiesta, pero pequeñita, para que no vengan esos que no tienen que venir, y metes el coche en un barco, cruzas ese charco que nos rodea y nos ama cada día, y repites, casí, el viaje de la pantalla. con Mancini en la radio. y tu Audrey de agua a tu lado.
qué bueno.
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