12 julio 2005

Dibujo

Yo tenía 11 años cuando mi padre murió de repente pero antes de irse me dibujó una pantera rosa a tamaño natural en la pared del pasillo. Suena a ficción a lo "Big Fish" pero no es así. La historia es real.

Mi padre era delineante y trazaba planos con tinta a plumilla en el papel vegetal en una época -mediados de los 70- en la que no existía el pc, el autocad o el plotter para venir a echar una mano. Tenía la oficina instalada un piso más abajo de nuestra casa y ocupaba dos habitaciones: un despacho para recibir las visitas y la habitación de dibujar, que tenía una enorme mesa-tablero inclinada hacia delante. El resto del piso estaba vacío. Allí pasaba horas y horas sin un horario establecido y en los descansos del trabajo estiraba las piernas a lo largo de dos pasillos paralelos que se comunicaban por sendas puertas abiertas en el tabique, de tal forma que podías recorrer la casa infinitamente mientras echabas un vistazo a aquellas habitaciones vacías y blancas.

Un día mi padre tuvo la ocurrencia de empezar a vestir aquellas paredes frías dibujando a color en ellas. Se trataba de ocupar los ratos de descanso de la dura y lenta tarea de elaborar los planos con una actividad que tenía mucho de mecanismo compensatorio: frente al trazo áspero de la plumilla de tinta negra en el papel vegetal, el suave deslizamiento del pincel de color en el enorme lienzo blanco de la pared. Se puso a la tarea con entusiasmo.

Visto ahora, la situación tenía un punto surrealista, sobre todo porque invertía las tornas: en ocasiones oigo a la vecina de enfrente gritar porque su hijo de 3 años ha vuelto a embadurnar las paredes del salón con sus pinturas de cera y, sin embargo, yo pasé muchas tardes de mi infancia rellenando cuadernillos de caligrafía Rubio en la oficina de mi padre mientras él estaba subido a una escalera pintando constelaciones de colores en el firmamento de gotelé.

Con el tiempo, aquellas paredes se poblaron de expresiones de estupor en caras que emergían de la pared elástica, superficies de ladrillos viejos que mostraban falsos muros descarnados, manos, ojos -ojos inquietantes-, abstractas geometrías de colores y amplios bancos de nubes que yo contemplaba feliz con la boca abierta y mi madre con las manos en la cabeza, alarmada. Finalmente, el contorno de una antigua fuga de agua al fondo de un pasillo fue aprovechado y estilizado convenientemente para convertirse en una pantera rosa imponente, de casi dos metros de altura, que te saludaba cuando llegabas del colegio por las tardes y bajabas a verla con la merienda en la mano. Luego la tinta negra del infarto lo manchó todo y al poco tiempo nos mudamos de casa. El piso donde mi padre tenía su oficina fue ocupado por un bufette de abogados. Muchas veces he pensado en la cara que debieron poner al llegar allí por primera vez y también muchas veces me he preguntado por la suerte de aquellos dibujos. Esto fue hace más de 25 años.

Hace tres veranos fui invitado a asistir a una cena en casa de unos amigos. Allí me presentaron a una señora de mediana edad y fuerte acento extranjero que pasaba las vacaciones de verano en la ciudad y que, según me dijeron con pasmosa naturalidad, era vidente. Me resultó de lo más exótico y original oir eso. Al estrechar su mano me miró a los ojos y me preguntó de sopetón si yo creía en la existencia de algo parecido a un ángel de la guarda que vela por nosotros. No sé qué contesté ni si tuve tiempo para hacerlo porque entonces se me acercó más y me preguntó: ¿quién es el hombre que dibuja en la pared?. Alguien dijo entonces que la cena estaba lista y se oyó un rumor de sillas y cubiertos pero no soy capaz de recordar si hubo ensalada para cenar.


5 Comments:

Blogger Antonio Bricio-Hernández said...

Hermoso relato, emejota. Tan elegante como siempre.

Me has hecho recordar una anécdota similar que será un buen post en mi blog.

Solo quisiera tener la elegancia que tienes para escribir.

¡Bravo!

9:37 p. m.  
Blogger Josep Peig said...

Una vez más te felicito. A mi me gustan los blogs con un cierto aire intimista, más enfocado en lo subjetivo o lírico. Este blog es modelico en ese sentido y yo intento hacer en mi blog algo similar.

Cuando has mencionado lo del cuadernillo rubio de caligrafia me han venido algunas imagenes del pasado;).

Saludos

11:38 a. m.  
Blogger Diana Carolina said...

Saludos emejota!

Disfruté mucho de la elegancia de tu relato, como dice Antonio.

Esa metáfora que usas, tan exquisita que encierra los sentimientos más puros y vívidos como el primer instante.

Nos compartiste del tesoro de tu recuerdo y a la vez nos despertaste a buscar en la cajita de los nuestros. Relucieron los seres queridos que siempre están ahí presentes en el corazón, pero que se ocultan un poco entre tanta bruma cotidiana que en ratos nos aborda.

Buen día!.

4:53 p. m.  
Blogger emejota said...

Antonio y Diana: me alegro que el post haya despertado en vosotros recuerdos queridos. Gracias por vuestras palabras.

José: gracias a tí también. La "tonalidad" del blog (lo de tonalidad no es un juego de palabras de músico) es algo que tengo presente siempre porque me resulta un aspecto importante.

La caligrafía Rubio, con aquellas tapas de papel verde tan pálido, es uno de esos objetos que te mantiene vinculado al universo de la infancia de una manera increíble.

Un saludo a todos!

6:22 p. m.  
Blogger Unknown said...

Cuando me lo contaste delante de un café ( el mío, cortado y sin azúcar) y un botellín de agua ( esa vez no era cocacola) un escalofrío me recorrió la espalda. Son esas historias que te hacen reflexionar sobre algo que no es lo que podemos palpar. Hoy la he leído y el mismo escalofrío ha vuelto a mi espalda. Un temor infantil, mezclado con una media sonrisa de curiosidad, con cierto toque de nebulosa correspondiente a todo recuerdo y la alegría de saber que tienes un recuerdo tan bonito de tu padre.



P:D: Alguien me puede decir cómo añado a msi comentarios mi imagen :/??

11:25 p. m.  

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