27 junio 2006

Personaje

Uno de los documentos más queridos que conservo en mi videoteca es la filmación en 1987 de las sesiones de grabación del Concierto para piano nº 23 en La Mayor de W.A. Mozart por el mítico e inolvidable Vladimir Horowitz, aquí ya octogenario y en una de sus últimas apariciones, acompañado por la felliniana Orquesta del Teatro de La Scala dirigida por el recientemente desaparecido Carlo Maria Giulini.

El documento no tiene desperdicio tanto por su valor histórico como por el juego que dan al espectador la cantidad de detalles interesantes que la filmación revela y que no están presentes en el disco que se comercializó posteriormente. Todos esos jugosos detalles darían para hablar largo y tendido. Entre ellos destaca con luz propia la aparición de un personaje por el que siento especial debilidad, la incomparable Wanda Toscanini Horowitz, esposa del pianista e hija del legendario director de orquesta, Arturo Toscanini. Wanda Toscanini Horowitz, que no Wanda Horowitz Toscanini, repárese en el detalle, era una mujer de fuerte carácter y arrolladora personalidad, cualidades sin duda heredadas de su padre (qué miedo daba Toscanini cuando ponía a parir a sus violinistas en los ensayos, escuchas sus gritos y se te ponen los pelos de punta!). Tal era la personalidad de esta mujer que en el documental merece su propio título de crédito sin que desempeñe un papel protagonista en el transcurso del mismo:



Wanda siempre estaba ahí, cerca, por si acaso, diciendo lo que le parecía bien y lo que no, con ese gesto de la mano que parece decir: "ese piano tiene que estar un poco más a la izquierda". Y siempre estaba acompañada por una corte de señoras indescriptibles, como salidas de otro tiempo, que sólo estaban allí para hacer bulto, mención especial a la señora de rojo, a la derecha de la imagen.

Siempre me fascinó la relación entre Horowitz y su mujer. Él, con su personalidad afable; ella, con su mirada y sus maneras cortantes. Formaban una pareja muy curiosa en la que él parecía desempeñar el papel de hijo más que de marido. Observemos la siguiente secuencia de imágenes: llama mucho la atención que nada más sentarse al piano, la atención de Horowitz se ocupe en buscarla con la mirada, como solicitando su aprobación para empezar a tocar:



Y una de las acompañantes advierte la llamada y lo comunica a Wanda. Casi se puede oir la voz que acompaña a esta imagen: "creo que su marido le llama". Y ella: "¿eh??"



Y tras obtener la atención deseada (mamá me mira), el gesto de Horowitz muestra una evidente satisfacción:



Lo curioso es que, en los descansos, siempre hay una distancia entre ellos. A veces, la señora de rojo hace de muro de separación, demostrando que tiene un cometido que cumplir en el cotarro. Es de alabar la prudencia con la que se inclina hacia atrás, quién sabe si intimidada por la posibilidad de llevarse un mordisco:



Pero otras veces a lo mejor tiene que ir al lavabo a empolvarse la nariz. Da lo mismo, la separación sigue existiendo:



Omnipresente Wanda. En la breve rueda de prensa improvisada en el estudio, Horowitz atiende de manera afable las preguntas de los periodistas y en el momento en que alguien le pregunta su opinión sobre los grandes pianistas de hoy, Wanda deja oir tajante su voz: "siguiente pregunta" sin mover un ápice su pose de perfil entre despreocupado y a punto de sacar el colmillo que la hace tan auténtica.



15 Comments:

Blogger Diana Carolina said...

Hace mucho vi un documental de Horowitz filmado en la sala de su casa.

Recuerdo que la mayor parte de éste, era Wanda la que hablaba y Vladimir asentía complaciente y confiado de lo que su compañera decía, con una sonrisa casi invisible pero satisfecha. Ese lenguaje tan especial que cada pareja tiene.

El KV. 488 es uno de mis tantos preferidos, en especial su adagio tan dulce, tan íntimo.

Un fuerte abrazo, Mariano.
=)

6:47 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hipótesis: Horowitz era afable por sabía que tenía el perro de presa al lado para que nada le molestara. Y con señora de rojo incluida (no Kelly LeBrock, precisamente). ¡Así cualquiera!

Saludos,

Ferre.

PD: En mi oficina ya me gustaría tener a mano una Wanda de vez en cuando para evitar porblemas e imponer un poquito de orden y disciplina. A esta no le chistaba nadie.

8:20 a. m.  
Blogger Unknown said...

Lo ha conseguido. Ya tiene su sitio en el blog. Si es que se veía venir. ¿Alguien sabe todos esos suculentos datos de Wanda sobre su afición al bingo? ¿su adiicón a las trajes de channel? ¿Sus salidas nocturnas?


(la mirada de Horowitz vale un mundo)

8:30 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Todo un encanto de mujer que puede servir de modelo para las brujas de Disney.
Realmente le tenía secuestrado por algún maleficio terrible e inconfesable.
Por eso tocaba bien, le iba la vida en ello

11:19 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Vaya, nunca había había oido nada acerca de Wanda (bueno si, en algun comentario de este blog, aunque no los entendía). Mariano, ya sabes que soy un poco novel en esto, así que ya te pediré, si no te importa, este video vale?

Un saludo,

David.

4:12 p. m.  
Blogger Diana Carolina said...

Querido Mariano, otra vez yo!

Cuando visites mi blog, escucharás la bienvenida.

Saludos!
=)

6:01 p. m.  
Blogger emejota said...

Hola Diana! El segundo tiempo del Kv 488 es un milagro, un misterio profundo que mueve a silencio y lo conmueve

(escuchada la bienvenida)

Un abrazo fuerte!

11:19 p. m.  
Blogger emejota said...

Ferre: qué razón tienes. A Wanda no le chista nadie y antes de que te des cuenta te pone la oficina firme en compás de 2/4!

La señora de rojo tiene aires de marquesona y algo del personaje de Julieta Serrano en "Mujeres al borde de un ataque de nervios": alguien fuera del tiempo, un cuerpo anacrónico anclado en un pasado rancio.

Un abrazo.

11:24 p. m.  
Blogger emejota said...

Es que no veas lo pesadita que se había puesto con lo de salir en el blog, Raquel, y hoy que era el día que cierra el bingo por descanso semanal ha "sugerido" con una dulce mirada que "quizá" era el momento adecuado.

Wanda no sale por las noches por el reuma. Al bingo va por las tardes. Se lleva una trompetilla de plata para oir bien los números esperando a que salga de una vez el 47 para cantar línea. La trompetilla tiene grabadas sus iniciales. Se toma un par de copazos de anís entre partida y partida y a veces le da un pellizco al camarero al pasar. Esos son mis datos contrastados. Lo demás, son habladurías.

;)

Un abrazo

11:32 p. m.  
Blogger emejota said...

Hola Jose: en el fondo, Wanda tenía su encanto, lo que pasa es que lo tenía un poco oculto. Pero a muchos les ponía contentos el rollo estricta gobernanta que se traía... ;)

Un abrazo.

11:37 p. m.  
Blogger emejota said...

Ya sabes que no me importa nada, David. Horowitz es grande, enorme, legendario (y muy personal, es un pianista hecho a si mismo). Hay que salir al encuentro de Horowitz siempre.

Y a Wanda seguro que tampoco le importa con tal de que si te la encuentras le hagas un poco de caso. Eso le encanta. Te preguntará si vas al bingo. Dile que sí y todo irá bien, ya lo verás.

Un abrazo.

11:44 p. m.  
Blogger TACET - Espía de Mahler said...

Recuerdo haber visto el documental. En referencia a Wanda podríamos afirmar que Horowitz halló una madre substituta (¿y padre a la vez? perfecta. Pero lo que más me sorprendió del reportaje es cuando después d ela grabación una mujer saluda a Horowitz y le alaba la corbata, creo, ¿o quizá era la chaquesta? No recuerdo bien, el caso es que Horowitz le contesta, más o menos: "¿Hablas de mi corbata porque no te gustó mi manera de tocar?"

Me sorprendió esa hipersensiblidad a la opinón de los demás de un pianista consciente de su carácter legendario. Horowitz, un pianista enorme, un niño enorme.

1:09 a. m.  
Blogger emejota said...

Hola Jordi:

Era la corbata. Yo creo que es más un gesto del habitual y amable sentido de la ironía de Horowitz mezclado con algo de coquetería: su colección de pajaritas era también legendaria y estaba muy orgulloso de ellas.

¿Te llamó la atención la incomunicación que parece haber entre Giulini y él aunque las formas sean muy correctas? Me sorprendió mucho y me llamó la atención que la necesidad de comunicación la trasladara Horowitz al chico que le pasaba las páginas de la partitura, a quien no deja de darle conversación y de convertirle en cómplice de lo que acontece. El chaval no sale de su asombro durante toda la grabación (Horowitz me habla!)

Un abrazo.

1:32 a. m.  
Blogger TACET - Espía de Mahler said...

Es verdad. Sí que me sorprendió su relación con Giulini. Por lo poco que recuerdo, -hace tiempo que lo vi en lo que entonces era el canal "Muzzik", y ahora "Mezzo"-. el director parece como ausente. Siempre en segundo plano. Ninguna complicidad.

La anécdota de la corbata como ironía. Bueno, quizá.

Un saludo. Felicidades por el blog. Es estupendo.

10:36 p. m.  
Blogger emejota said...

Es cierto, ninguna complicidad. Hay un momento muy simpático en el que Horowitz se pone a dirigir con énfasis a la orquesta desde el piano aprovechando que Giulini le da la espalda y no le ve.

Muchas gracias por tus felicitaciones. Un abrazo.

1:22 a. m.  

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