02 agosto 2006

Queja

Vamos a intentar una aproximación para buscarle el alma a "Quejas o La Maja y el Ruiseñor", cuarta de la serie de "Goyescas" compuestas para piano por Enrique Granados.

Los aguerridos y pacientes seguidores de este tipo de posts conocen sobradamente mi inclinación por aquellos procesos de construcción musical basados en la progresiva elaboración de una sustancia temática básica. No es ésta una excepción. Granados construye su composición sobre este sencillo diseño:


Click para escuchar. Mp3, 204 k.

que inmediatamente reaparece comprimido en un único compás:


Click para escuchar. Mp3, 95 k.

Al prescindir de lo accesorio, esta reducción nos permite ver el contenido real de la idea musical compuesto por un simple movimiento ascendente entre las notas fa y do y su correspondiente descenso. Gráficamente podríamos representarlo por un arco melódico, un triángulo; metafóricamente podríamos hablar de una respiración (aspirar-exhalar)

Este motivo, que protagoniza la parte introductoria de la obra de manera discreta, reaparece con posterioridad con aire arrebatado convertido sorprendentemente en verdadero corazón de la composición:


Click para escuchar. Mp3, 254 k.

Hechas las presentaciones, vayamos ahora un poco más allá. ¿Dónde está la "queja"? Pues ha estado a la vista desde el primer momento representada por la nota do. Digo bien al decir "a la vista" porque es la nota que sobresale del conjunto, la cumbre de esta montaña melódica flanqueada por sus respectivas laderas a izquierda y derecha.



Pero este do no sería el mismo si no fuera por la nota que le precede o, para ser más precisos, si no fuera por la nota que no le precede. No hay de qué alarmarse, es muy sencillo: echemos de nuevo un vistazo a los ejemplos y descubriremos que la nota do es la única que es alcanzada por salto. Falta un peldaño para acceder suavemente a ella lo cual produce un efecto de acentuación definitivo, echa sobre ella un peso, un suspiro, un "ay". Especialmente significativos, para ilustrar esto, se muestran 2 de los 3 ejemplos que acabamos de ver: el segundo, con esa minúscula notita que parece tropezar y darse de bruces con la nota clave que, por cierto, prolonga su duración a costa de robarles espacio a sus compañeras. Un suspiro necesita aire:



y el tercero: el símbolo de arpegiado rompe el acorde arrojando sus notas hacia el do creando un efecto expresivo notable:



Granados va a sacar conveniente partido de esta nota como lamento, como queja, apareciendo una y otra vez siempre como punzante disonancia del acorde que la acompaña:


Click para escuchar. Mp3, 232 k.

Es inevitable hacer mención especial al clímax de esta sucesión de quejas, que encontramos en los dos últimos compases de este ejemplo: la parte melódica se detiene al mismo tiempo que el acompañamiento se precipita en descenso: contención y abandono que estallan en un último lamento (el acorde representado por la última de las flechitas rojas) deliciosamente desgarrador.

¿Es consciente el intérprete de ésto? ¿debería serlo? Particularmente yo echaría mayor peso en esa última queja. De alguna forma siento que el contexto emocional que se ha creado hasta ese instante así lo reclama. Y una última cuestión: ¿acaso no podemos tomarle el pulso al verso sin emplear un cifrado de acorde, un término técnico? Porque quizá tendemos a echar mano al bisturí con facilidad y al final se nos escapan los trocitos entre los dedos (esto es otra queja)

(En esta última audición podemos escuchar el fragmento analizado en su integridad)
Click para escuchar. Mp3, 1,58 MB.

8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Y yo que creía que tu nos ibas a dar la respuesta... Y nos das la pregunta.

Pero como soy capaz de hablar hasta de lo que no se (es que sino no hablaría de nada), pues no me arrugo y comento algo. Que paeso estamos aqui.

El analisis detallado esta muy bien (por lo menos a mi me ha convencido) pero creo que nunca podemos estar seguros al 100% de lo que quería transmitir el autor. Incluso aunque el mismo autor lo declarase explícitamente.
Lo digo porque he leído analisis de pinturas que se extendian enormemente. Y no creo que el pintor quisiese decir tantas cosas a la vez. Por lo menos conscientemente.
Y gracias a que el nivel del inconsciente es grande muchas veces para interpretar hay que recurrir también al inconsciente.
A parte de que si interpretas quiere decir que tocas como te apetece a ti. Igual que al leer el libro estas teniendo una experiencia bastante distinta y personal, que no es exacta a la intención original del autor. Pero los libros son eso, una experiencia compartida entre escritor y lector. Algo que se pierde bastante en el cine, donde ya te dejan menos libertad de interpretación (aunque tb la hay).
Pues eso, que yo estoy por la libertad del interprete, aunque por otra parte la mayoría de las veces no se alejaría mucho del autor o de un analisis de la obra por parte de un tercero.

9:24 a. m.  
Blogger emejota said...

Lo estimulante de un análisis son las cuestiones que te plantea al paso, José, entre otras cosas porque, como tú dices, nunca podemos estar seguros al 100% de la respuesta final. Una obra se enriquece y nos enriquece cuando la interrogamos y nos interroga. De esa forma lo veo y lo vivo yo.

Cuando dices que no crees que un artista quisiera decir tantas cosas a la vez, estamos completamente seguros? Quiero decir, estamos completamente seguros de que sólo quiso decir eso? que no quiso decir otra cosa? que no quiso decir más (o menos) cosas?

¿Interpretar quiere decir que tocas como te apetece a tí? Depende. Sí y no. Me explico: si es que sí, tengo libertad para "decirme" a través de la obra y por eso en este caso digo en el post que personalmente cargaría las tintas sobre éste o aquel acorde; pero no hay que olvidar que "intérprete" es intermediario, medium. Su aportación estará siempre condicionada o guiada por un contexto dado. En definitiva, se aúnan libertad personal y coherencia con el material. No es otra cosa la que pretende mi análisis, junto con la de plantear cuestiones que el intérprete deberá resolver según su propio criterio.

Un abrazo

9:42 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

hablando de la libertad del intérprete y la fidelidad a la obra, he pensado en Pierre Ménard, un cuento de Borges. Un burdo resumen diría que Pierre Ménard pretende reescribir el Quijote, evidentemente, sin copiarlo (es decir, desde la absoluta libertad creadora). Después de muchos intentos escribe, como no, el Quijote de Cervantes, absolutamente idéntico. La libertad creadora (o del intérprete) no está reñida nunca con la fidelidad (diría más, el mayor reto de libertad está en la aceptación de los límites de esa libertad).

emejota, no dejes de iluminarnos con tus análisis musicales

12:45 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Particularmente esclarecedor me parece el detalle del salto hacia el do. Lo que no-es, ya sea el silencio o el vacío (como en este caso, un vacío interválico), es parte de la obra y este detalle que nos has mostrado es un ejemplo cristalino. Y además no es un intervalo de dimensiones kilométricas, nada de eso, sino una humilde 3ª, pero que en contraposición a los pasitos ascendentes y descendentes que la rodean, brilla de forma especial y supone un cierto esfuerzo para emitir ese quejido, un leve pinchazo en el alma. Gracias por descubrírmelo.

En cuanto a la interpretación que podemos hacer "a toro pasado" respecto de lo que quiere o no quiere decir una obra, me adscribo a lo que comenta Emejota: es una fusión de dos intenciones, la del compositor y la del intérprete.

La intención del compositor permanece siempre entre brumas (unas veces más espesas, otras más ligeras). Más cuando la partitura es un sistema imperfecto de traslación del sonido a lo escrito. Por ello, intentar traer a la luz lo que se pierde en esa traducción es siempre revelador, tanto del compositor, como del intérprete.

Por otra parte, no sólo tenemos que tener en cuenta la interpretación del músico, ya que también existe (quizás en menor medida que la anterior) la propia interpretación del oyente al escuchar la interpretación que un músico hace de obra de un compositor. El oyente tiene una sensibilidad determinada, unos conocimientos determinados y una cultura determinada, por lo que hace su interpretación (suya, no necesariamente trasladable a otra persona). Por poner un ejemplo burdo, un oyente que no conoce lso himnos francés y ruso en la época del compositor ("La Marsellesa" y "Dios salve al Zar") no puede hacer la misma interpretación (aunque sea a nivel inconsciente) de la "Obertura 1812" de Tchaikovsky que la que puede hacer alguien que sí los conoce, pues es ciertamente crucial en esta pieza, tanto a nivel musical como simbólico (ya que entran en confrontación directa)

De modo que al final, el resultado último, la obra es aquello que percibe el oyente, y que ha pasado por las manos de varias personas de diferentes épocas. Estoy convencido de que esta característica de la música que hace posible que tengamos un gran abanico de visiones de una misma obra no hace más que enriquecerla

Saludos,

Ferre

6:47 p. m.  
Blogger emejota said...

Hola rmf: lo de la libertad creadora me ha recordado a Stravinsky cuando dice: "Mi libertad será tanto más grande y profunda cuanto más estrechamente limite mi campo de acción y me imponga más obstáculos. Lo que me libra de una traba me quita una fuerza. Cuanto más se obliga uno, mejor se libera de las cadenas que traban al espíritu (...) Cuando más vigilado se halla el arte, más limitado y trabajado, más libre es".

Gracias por tus palabras.

Un abrazo.

10:14 p. m.  
Blogger emejota said...

No hay de qué, Ferre, es un placer compartir estas cosas. Yo vivo en un sitio pequeño en el que es muy difícil encontrar personas con las que debatir sobre estas cuestiones aparte de los alumnos. Y muchas veces estos alumnos no buscan el detalle, por mucho que en él pueda encontrarse la esencia; van a lo que van: temario puro y duro para un examen determinado, ya sabes, cifrar acordes, marcar frases y periodos con colorines... Yo les dejo hacer el primer día y cuando me muestran satisfechos su trabajo lo corrijo, les doy la aprobación si está bien hecho, y les pregunto: ¿qué te ha aportado tu análisis a la comprensión de la obra? Y terminan reconociendo que nada.

Creo que ya hablamos de algo de esto en su día al citar a Clemens Kühn, autor de un estimulante libro sobre la forma musical quien, por cierto, y al hilo de lo que comentas, afirma que el proceso de la composición lo termina el oyente. Es el compositor el que juega con las expectativas del oyente, satisfaciéndolas, demorándolas o frustrándolas.

Un abrazo.

10:23 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

no conocía las palabras de Stravinsky. ¿Podrías decirme dónde lo dijo?

4:46 p. m.  
Blogger emejota said...

Aparecen en su ciclo de conferencias "Poética musical". Inencontrable durante mucho tiempo, felizmente lo ha reeditado hace poco El Acantilado.

Libro imprescindible.

5:26 p. m.  

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