06 junio 2007

Plaga

Ayer por la mañana, en la calle, pasó algo muy extraño que parecía una mezcla entre "Los pájaros" de Hitchcock y el "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago porque poco a poco el asunto en cuestión fue afectando a todos los ciudadanos que transitaban la ciudad causando un amago de histeria colectiva. Entre ellos estaba yo, que iba tan ufano a una tienda de informática (en realidad iba de camiseta clara y vaqueros, lo de ufano es porque es lo que se suele poner por escrito tanto en invierno como en verano y siempre queda bien) y en un momento dado unos proyectiles minúsculos, como si fuera ventisca pero en seco, me acribillaron la cara y hasta hubo alguno que se metió en el ojo.

Lo primero que pensé es que alguna marrana había sacudido la alfombra desde un primer piso (los marranos me da que no sacuden alfombras, no sé) pero se me hizo raro que cincuenta metros después pasara lo mismo pero en más. Tanto que la gente se llevaba las manos a la cara o hacía aspavientos con los brazos y decía madre mía, pero esto qué es por Dios y echaban a correr. Al doblar una esquina empecé a sentirme un poco Tippi Hedren cuando todavía no ha echado a correr y mira de reojo a todas partes pero cuando una señora señaló mi camiseta y bajé la vista y la vi llena, pero llena, de un sarampión negro me sentí protagonista anónimo de una de esas pelis de serie B americanas de los 50 sobre invasiones alienígenas en las que los protagonistas son siempre anónimos porque nadie se acuerda luego de cómo se llaman. Cuando al sacudir la camiseta vi que el sarampión negro se movía, y no precisamente en la dirección que debía, por poco me da un patatús pero esta vez no de los efectos secundarios (increíble pero cierto) sino de asco.

Eran bichos.

En un gesto digno del capítulo primero del ensayo de los ciegos de Saramago, me tapé los ojos con una mano y con la otra iba tanteando no fuera a ser que me chocara con el concejal, que ahora que se ha jubilado igual sale a pasear por las mañanas, y cuando llegué a la tienda de informática el de la tienda de informática me miró de arriba a abajo. El de la tienda de informática es un señor que habla de una manera llamativamente lenta y monocorde, es decir, que lo dice todo en recitativo sobre una misma nota, así que mentiría si escribo que dijo: "vaya, parece como una plaga. Hace media hora no estaba" porque no lo dijo así. Sería más exacto poner: "va-ya-pa-re-ce-co-mo-u-na" y demás. En el fondo, esa voz tiene algo de hipnótico. Yo sé imitarla pero con la voz del pensamiento. Con la de fuera no me sale.

Abandoné la tienda de informática como Rod Taylor en "Los pájaros" con la diferencia que él sale en plan hombretón valiente y yo iba sorteando bichos con una grima tal que hasta llevaba un sarpullido en los brazos. Cuando llegué a casa llegué yo y ochocientos cuarenta y dos bichos pegados a la ropa, los brazos, el pelo. Y Mari dijo hay que ver. Siempre dice eso haya bichos o no.

Por la tarde me llamó por teléfono Anabel desde la librería y sin que dijera nada ya me puse la mar de contento porque llevaba esperando una eternidad de 15 días la llegada de lo último de Jean Echenoz, el maestro del detalle, que no se le ha ocurrido otra cosa que escribir "Ravel", así, centrado en la portada con letras en cursiva. Echenoz/Ravel, casi nada. Me decía Anabel durante esta eternidad de 15 días: "sólo falta que ahora no te guste". Y yo: "imposible. Echenoz nunca disgusta", pero me guardaba para mis adentros lo de "...por ahora". Así que cuando llamó Anabel para decirme que acababa de llegarles el libro bajé pitando para allá, cerciorándome de que ya no había bichos, y les dí hasta besos (a Anabel y a la portada del libro). Anabel se reía. El libro no. Justo cuando salía de vuelta para casa empezó a llover de tormenta y tuve que cobijar al libro debajo de la camiseta, que también es casualidad. Nada más pisar el portal dejó de llover. También es casualidad.

"A veces se arrepiente uno de salir del baño". Así empieza el "Ravel" según Echenoz. Al terminar la primera página yo ya estaba dentro del libro, embelesado. Con Echenoz pasa siempre. Ya contaré cuando salga si no hay bichos.


2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Si llego a estar yo allí, te aseguro que perderías tú el protagonismo porque cuando hay un bicho en 6 metros a la redonda suelo comprotarme extrañamente y suelo hacer esfuerzos para no gritar jaja.

Puaaajjjj

1:38 a. m.  
Blogger Unknown said...

Fue horrible crishuuu, claro que a mi la palabra bicho me suena a algo gordo y peludo que vuela y estos eran diminutos diminutos diminutos.Que no sé yo que es mejor, porque luego te pica todo pensando que los llevas aún por ahí correteando.
Por un momento pensé que no llegaba a casa^. Ahora, creo que las golondrinas que sobrevuelan el patio las he visto hoy con más tripilla...

(Ays emejota que se me van a acumular los libros pa leer)

8:35 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home