13 julio 2007

Amarras

Hace 20 días que apagué el móvil y ya no lo he vuelto a encender.

No hay una razón en concreto y eso ya es razón suficiente para justificar apagar el móvil; me refiero a que en ocasiones necesitas desconectar del exterior y conectar con un espacio de soledad para sentir cierto alivio. Por eso llega un día cualquiera y apagas el móvil y ni siquiera empleas tiempo en pensar una razón. Es como si algo desde lo más hondo te dijera "no" y punto. Con todo, estos días he seguido dando esos paseos kilométricos por el extrarradio en compañía del iPod y del viento Norte. Sin el viento Norte no hay paseos kilométricos por el extrarradio en Julio, obviamente.

Pero dentro de casa estoy fuera del mundo.

El momento favorito del día es por la tarde, cuando la luz que entra por las ventanas ilumina la casa de ámbar. Entonces me gusta observar algunos rincones porque es como si los redescubrieras. Simplemente observarlos. Y en el rato de ámbar, en un sillón o ante una mesa o donde sea que me lleve esa excursión contemplativa que te hace tomar verdadera conciencia del lugar como refugio y del hogar como tal, estoy disfrutando lo indecible de la primera novela de Haruki Murakami rescatada felizmente por Anagrama después de muchos años: "La caza del carnero salvaje". El título parece de un documental pero qué va. La habitación se tiñe de ámbar y todo está en silencio y al abrir el libro se apodera de tí, otra vez, el hechizo de Murakami. Desde ayer miro con preocupación las páginas que quedan, que van siendo pocas. Me va a pasar como con "Kafka en la orilla", del cual este carnero es, de alguna manera, embrión: que no voy a querer salir de allí.

Leo con ese placer que sólo te proporciona Murakami de deslizarte suavemente por las frases que te conducen a lugares únicos y de vez en cuando echo un vistazo a la solapa interior de la portada donde hay una foto de Murakami de 1982 muy curiosa. Algún día tengo que hacerle un pìe de foto porque miras esa cara y la parte derecha es de una persona y la izquierda es de otra; la parte derecha parece reflejar una biografía distinta a la de la parte de la izquierda. Suele pasar eso con los rostros porque no son simétricos pero con Murakami parece ocurrir más y decir muchas más cosas.

Leo a Murakami, transito la casa teñida momentáneamente de luz de ámbar y hago la visita al árbol de las siete menos cuarto pero al mismo tiempo hay algo por dentro que dice "no" al teléfono móvil. Al otro también. Estoy tumbado en el sofá mirando al techo con el libro en el regazo y suena el teléfono y no hago nada por cogerlo, ni el más mínimo movimiento; el timbre de las llamadas llega con intermitencias desde el lugar donde está el teléfono y como una serie de ondas concéntricas atraviesa la habitación y pasa por encima de mí: aquí viene, aquí está, allá va. Y cuento los tonos hasta que uno de ellos se quiebra. En ese instante el silencio se vuelve más silencioso. Luego no miro quién ha llamado porque con lo que soy me sentiría culpable por no haber atendido pero como en estos momentos hay algo que viene muy de dentro y que me dice "no" pues he decidido no mirar quién es. A fin de cuentas, si es alguien que te aprecia sabrá comprender y esperar.

Hay que soltar amarras y flotar para sentirse el cuerpo y sentir los sentidos todos. Después me dejo hipnotizar un rato más por Murakami. Murakami consigue ponerme frente al espejo. La otra tarde abrí el blog y empecé a escribir: "Murakami consigue ponerme frente al espejo y en el espejo me miro a mí mismo y reconozco la estancia que está a mis espaldas pero tengo la sensación de que la habitación reflejada vive en un tiempo distinto. Así empieza el post, ahora a ver cómo sigue". Como no sabía qué dirección debía tomar lo archivé y todavía está así. No hay prisa.


6 Comments:

Blogger Unknown said...

Justo en estos dias me debatia entre checar mi lista de libros por comprar o solo dejarme llevar por el azar y seleccionar el primero del estante. No hare ninguna de las dos cosas. Me ha cautivado la descripcion del libro.Murakami es a quien leere esta semana.

2:57 a. m.  
Blogger emejota said...

Te invito a pasarte por el post del 23 de Abril, Erendira. Allí todavía estoy cautivado por su "Kafka en la orilla" (del mar)

3:08 a. m.  
Blogger EFEjota said...

¿apagar el móvil? qué idea tan revolucionaria y tentadora.

Algún día me tocará descubrir a este Murakami.

5:46 p. m.  
Blogger Unknown said...

Voy volando al 23 de abril, le aviso que ya lo reclute en mi blog, un lujo tenerlo y mas si se da una vuelta x alla.

1:22 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Murakami está ahora en la estantería y espera paciente a que le llegue el turno, que será después de Audrey, que tuvo una vida de lo más interesante, a pesar de que la escriba un hombre que, el día que daban gramática en el colegio, no fue a clase. pero tuvo una vida muy interesante. y es bonito saber cómo se rodó vacaciones en Roma o dos en la carretera. y qué sentía ella. y qué sintieron los que la vieron la primera vez. por eso Murakami espera, con Kafka, en la orilla. y yo tengo necesidad de apagar el móvil, pero el código me ha borrado esa funcion y se me ha olvidado cómo se hace. voy a ver si encuentro el libro de instrucciones.

8:27 a. m.  
Blogger emejota said...

En mi caso, es Audrey quien espera en la estantería y Murakami el que está encima de la mesa. Es raro (y quizá hasta descortés) que haga esperar a Audrey, pero cuando leí el Hitchcock que escribió el señor que ahora ha escrito sobre Audrey me pareció maravilloso y me queda la duda de si el libro me pareció maravilloso porque tenía 17 años o porque realmente lo era. Por si acaso me da un poco de miedo, por eso la espera. Creo, vamos.

1:16 p. m.  

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