13 marzo 2006

Maldad

La encarnación de la maldad tiene forma de hombre de aspecto inofensivo con barba canosa y recortada y si tienes un poco de mala suerte puedes cruzarte con él los domingos por la mañana cuando vas a coger la prensa. En casos así tienes dos opciones: volver sobre tus pasos y marcharte o bien seguir adelante, deslizándote sigilosamente a sus espaldas raudo hacia el fondo, más allá de la sección de librería, donde se acumulan las cajas de cartón y donde conviven amontonadas las novedades literarias que se colocarán el lunes junto con aquellos libros condenados a la devolución. Las personas que llevan dentro un alma podrida emanan una especie de halo que distorsiona el ánimo de todo aquel que entra en su radio de acción. Hay que tomar distancia.

Allí al fondo, yo espero a que este individuo, cuya voz pausada suele elevarse sobre las demás para faltarle al respeto a la dependienta por pura diversión y por los motivos más absurdos, termine lo que ha venido a hacer mientras ojeo libros diversos que, las más de las veces, he cogido del revés. Es lo que pasa cuando te hierve la sangre contemplando escenas así sin poder intervenir. Hoy, al menos, he descubierto entre pilas de libros la reedición de la "Poética musical" de Igor Stravinsky (El acantilado, 13 euros), volumen menudo (y menudo volumen) pero enjundioso, que recoge las conferencias dictadas en su día a los alumnos de la Universidad de Harvard. El libro es imprescindible, justo lo contrario que el individuo que groseramente pone en evidencia sin motivo a la paciente dependienta. Qué oscuridades tiene que haber en el fondo de algunas personas para que necesiten joder al prójimo para sentirse realizados cada día. Tanta oscuridad como para no ver su propia desgracia, quizá.


1 Comments:

Blogger emejota said...

Seguro que es el que piensas, porque mi imaginación no da para tanto y porque no hay dos iguales. Tienes buena vista de lejos ;)

Un abrazo.

12:50 a. m.  

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