10 marzo 2006

Proyecto

Estoy inmerso en el diseño de un ciclo de charlas sobre Mozart que es mi principal proyecto profesional de este año, tanto por razones obvias (los aniversarios mandan, si no fuera por ellos sería difícil poder colocar un proyecto así) como por la naturaleza del evento (que es lo verdaderamente importante: los aniversarios son un pretexto estupendo para llamar la atención sobre determinados asuntos; lo que hace falta es saber aprovecharlos). El reto me resulta tan estimulante como desasosegante; que yo recuerde, el ciclo Bach del año 2000 no me dio tantos quebraderos de cabeza.

Mientras anoto, medito, deshago, relaciono, escucho, voy al armario de la cocina donde está la tableta de chocolate, toco, busco, espero, hago un paréntesis para tomar distancia y mirar desde lejos y retomo el asunto otra vez anotando, meditando y, en definitiva, las mismas cosas que al principio de la frase pero ahora en gerundio, estoy llevando a cabo una especie de making-of mental. Quiero decir que, por primera vez, estoy reparando en el proceso que empieza desde la nada y que conduce, mediante el procesamiento de una gran cantidad de información convenientemente filtrada, seleccionada, traducida en términos precisos, ensamblada y finalmente afinada, a un resultado cohesionado y estructurado en tres sesiones.

El proceso es el siguiente: al principio ves una nebulosa oscura y espesa; ocasionalmente surge un destello aquí y allá que no termina de concretarse. Llega un instante, cuando menos te lo esperas, motivado por la razón más insospechada, en que sientes el pálpito de que ya lo tienes. En realidad, el "ya lo tienes" es muy vago; puede proceder de una frase, de la asociación de dos conceptos, de una melodía, pero es suficiente para tener la certeza de que con ello has conseguido enhebrar la aguja que te va a permitir realizar el cosido.

En este caso el instante fue un mediodía, mirando por la ventana y el pálpito vino al recordar súbitamente una melodía. Supe entonces que todo iba a derivar de esa melodía. Lo curioso es que, desde ese momento, mientras voy incorporando piezas al puzzle, la melodía en cuestión ha pasado de estar en el encabezamiento de la partitura a ser una idea secundaria. Asumo que entra dentro de lo posible que al final no quede de ella rastro alguno. Es algo parecido al andamiaje que rodea una construcción: al final no queda ni rastro de los andamios pero gracias a ellos se ha conseguido levantar el edificio.

Por otra parte, sigo partiendo de la premisa de que el trabajo va a tener como protagonista y objetivo principal la propia materia sonora, la música. A veces la música parece ser la excusa, la banda sonora de fondo al servicio de palabras que la rodean sin adentrarse en ella. Que la música sea la verdadera protagonista no hace que deje de ser consciente en todo momento de que el público al que va dirigido el ciclo no tiene por qué saber de música, no es un público especializado. Ello no quiere decir que nos quedemos en la superficie. La experiencia me ha llevado a desarrollar una metodología destinada a hacer visibles los detalles y comprensibles aquellos aspectos que revierten en una mejor apreciación y un mayor disfrute de la audición con buenos resultados. Esta vez cobra una importancia decisiva tener cerca un piano. El piano es el banco de pruebas. Tengo claro que va a ser una exposición desde el teclado de donde saldrán los motivos, los fragmentos y las ideas que unas veces validarán lo expuesto en palabras y otras plantearán nuevas cuestiones que requerirán respuesta. Lo dicho, un reto tan estimulante como desasosegante.

Así que esto es todo lo que dispongo en estos momentos: una melodía que va cambiando de lugar, las piezas del puzzle ordenándose por colores, ideas que llaman a la puerta sin horario, pálpitos e incertidumbres a dos voces y a veces, y la presencia de un piano. Lo demás son ráfagas, intuiciones, que poco a poco irán concretándose o sustituyendo a otras o disolviéndose ambas ante la presencia inesperada de un nuevo hilo conductor que nos lleve por la senda que nos acerca al enigma Mozart. También tengo claro que cuando escribo "nos acerca" lo hago sabiendo que esa es la meta porque llegar del todo a Mozart no se puede. Yo al menos no puedo, no sé cómo hacerlo. Quien pretenda llegar al fondo de la cuestión mozartiana se adentra, creo yo, en una aventura destinada siempre al fracaso. Pero esa incapacidad es muy emocionante porque nos da la medida exacta del prodigio.


1 Comments:

Blogger Ronymaru. said...

hay veces en que he llegado a pensar lo mismo.Yo estuve viviendo un buen tiempo en el Norte.

2:51 a. m.  

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