08 marzo 2006

Náufrago

A sus 15 años, la vida le ha dado a Pablo un palo muy gordo y un enorme talento y en estos momentos se encuentra hecho un lío. No es poco para tan breve biografía. Aunque todavía no lo sabe, el teclado del piano es para él la tabla a la que se aferra un náufrago para mantenerse a flote. Lo sé porque llevo varios años sentándome a su lado una vez por semana intentando buscarle mientras del barro sonoro donde proyecta su dispersión surge, cuando menos te lo esperas, un instante luminoso que te conmueve profundamente. Yo intento inculcarle un mínimo sentido de la disciplina que le ayude a centrarse y consiga canalizar adecuadamente lo que lleva dentro y para lo que la música actúa como válvula de escape. También intento con todo el tacto y el cuidado del que soy capaz conseguir que adquiera confianza en sí mismo; que empiece a creer en él. A veces me gustaría decirle que no está solo, aunque no sé si eso servirá de algo. Por si acaso procuro no perderlo de vista en las pleamares y en las bajamares y pongo empeño especial en ello sin que se note (él no va a leer estas líneas) que yo también soy un náufrago de otras tempestades.