06 febrero 2007

Trazos

La hoja de papel es blanca, sin cuadrícula, y en ella se asientan cifras y signos cuya combinación perseguirá sin duda ciertos propósitos, como lo atestigua finalmente ese conjunto de números y comas encerrados en un marco rectangular de trazado irregular y ligeramente tembloroso, no sabemos si por premura de tiempo, o premura del propio pulso inquieto, o quizá porque la postura en la que se dibujó ese marco no fuera la más apropiada.

Que no sepamos qué quieren decir esas fórmulas y esas cifras, de qué hablan o a quién se dirigen, si dan en la diana o si caen fuera de pista no tiene ninguna importancia. Lo que adquiere verdadera importancia en este instante es que al asomarnos a dicha hoja nos sabemos ocupando materialmente el lugar exacto que habitó quien trazó estos signos y estas cifras, meditándolas hasta que un impulso eléctrico surgido de algún lugar recóndito del pensamiento puso en marcha los pertinentes movimientos del brazo y de la mano y se deslizó a través de ellos hasta materializarse en las líneas que dibujan esta equis cuyas aspas se curvan ligeramente en la base, esa a mayúscula que se pasa la mano dos veces por su costado izquierdo, ese seis que se recoge de manera discreta en su regazo o esas i griegas que nos sorprenden mostrando hasta tres semblantes distintos, como si no terminaran de encontrarse a sí mismas.

Ahora nuestros ojos contemplan el paisaje desde el mismo ángulo en el que otros ojos guiaron los movimientos de la mano sobre el papel y distribuyeron la información en él contenida de manera ordenada, aunque con tendencia a apoyarse en la pared izquierda de la hoja, dejando amplios espacios abiertos en el lado opuesto. Quién sabe las razones que motivarán esta querencia por arrinconarse aquí, dejando allí un pasillo vertical donde resuena un eco blanco. Estos detalles que ahora recorremos una y otra vez con la vista con suma curiosidad envueltos en silencioso recogimiento, como si esperáramos de ellos una revelación en cualquier momento, atestiguan que el joven Malvás habitó esta hoja de papel por unos breves instantes y luego salió. Es probable que ya no recuerde la estancia pero ahora sabemos nosotros que la eme mayúscula la dibuja alta.


3 Comments:

Blogger Unknown said...

(alta, muy alta y recta)

12:54 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

precioso, precioso... Imagínatelo dicho muchas veces muy bajito.
un beso
L.

4:14 p. m.  
Blogger emejota said...

(Sí, Raquel, la "M" apenas tiene valle)

Hola Laura: me lo imagino dicho así. Gracias, gracias.

Otro beso.

Hola muskarias: el joven Malvás habitará otras páginas por más tiempo. Y si no lo hace, recuérdamelo.

De momento sigue siendo mi sombra o yo la suya, ya no lo tengo muy claro. Y el misterio, sí.

Un abrazo

2:26 a. m.  

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