07 mayo 2007

Debutante

Con la voz temblorosa, el aliento entrecortado y reconociendo unos nervios de debutante. A estas alturas. Así ha vuelto a los micrófonos de la radio Carlos Llamas, voz confortable de la hora de la cena. Ha vuelto escapándose del zulo en el que hace nueve meses lo encerró un cáncer y la emoción se le ha anudado en la garganta. "A este hombre le va a dar algo", ha dicho mi madre. Eso parecía, desde luego. Los nervios de Carlos Llamas esta noche han sido de los de quien viene de donde viene, de quien ha visto de cerca lo que ha visto y, sobre todo, de quien siente la necesidad de confesar y lo hace. Porque como bien ha dicho Carlos Llamas, hay otro cáncer muy extendido, un tipo de enfermedad social: la enfermedad culposa. Tiene razón. Toda la razón.

Existen enfermedades culposas, muchas, y es que hay gente a la que le da vergüenza recononocer que está enferma y se comporta como si tuviera que esconder a toda costa un delito inconfesable. Parece como si no tuvieran bastante con lo que el azar les ha deparado como para complicarse más la vida. Y a mí eso me pone malo, valga la redundancia y por duro que suene. Respétalos, me dice muchas veces mi madre cuando surge (frecuentemente) el tema. Pues que me respeten a mí, respondo siempre; porque esa gente que disimula o esconde su enfermedad como algo deshonroso, qué pensará de mí? Yo estoy enfermo como quien es rubio: algo que tienes y que forma parte de tí. Lo que eres. A mí me preguntan y respondo: padezco una enfermedad progresiva degenerativa y, por lo demás, creo que calzo un 40, siempre escucho lo mismo en el iPod y el mejor restaurante chino de la ciudad es el de la madre de Shuyi. Por ejemplo. Pero hay quien sale de la consulta con un diagnóstico en la mano y en la cabeza pone en marcha esa palurda y medieval costumbre de asociar la enfermedad con la deshonra sin alcanzar a comprender que, por muchos esfuerzos que hagas, más pronto o más tarde tu cuerpo te delatará y quizá entonces habrás empleado tantas energías inútilmente que ya no podrás soportarlo.

Yo comprendo la emoción de Carlos Llamas. Porque después ya nada es igual, ni siquiera vivir. Bienvenido.


2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Fue muy emocionante volver a escucharle ayer, con la voz entrecortada. Espero que tengamos Carlos Llamas para rato, seguro que sí.
Un saludo.

8:01 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Y al acabar Hora 25, la tremenda entrevista que le hizo Jose Ramón de la Morena y en la que dijo desde la silla de entrevistado todo lo que no pudo decir desde la de entrevistador. Sin complejos ni tapujos ni medias tintas. Si no la escuchaste, recomendabilísimo bajarsela al podcast.

Un fuerte abrazo de un asiduo lector, que no comentarista.

9:35 a. m.  

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