19 noviembre 2005

Dolor

Esta mañana me ha despertado el dolor. Con el cuerpo completamente rígido, tumbado boca arriba, he recordado por un instante que ya había olvidado lo que se sentía en momentos así, tan distantes en el pasado, diarios entonces, cuando comprobabas que no despertabas de una pesadilla sino que era el sueño el que te despertaba a una de verdad y se desentendía de tí. Como sentía una opresión fuerte en la caja torácica he intentado iniciar un pequeño movimiento que me permitiera girar pero ese diminuto esfuerzo ha supuesto que lo que parecían miles de cristales o alfileres se clavaran en el pecho y en el costado, cortándome la respiración, con lo que he vuelto a quedar boca arriba, con la mirada puesta en el techo, respirando despacio, para evitar más pinchazos.

Desentumecer milimétricamente el cuerpo de cara a preparar el esfuerzo de incorporarte y sentarte en la cama, paso previo a levantarte para acudir a la cocina y buscar el analgésico e inflamatorio correspondiente es una empresa que, en trances así, te parece titánica. Ya ves, considerar una heroicidad imposible algo tan sencillo como incorporarte de la cama, un sencillo movimiento cotidiano tan insignificante que ni le prestamos atención.

Sobra decir lo que ocurre cuando con los ojos cerrados y los dientes apretados decides que ya, que tienes que hacerlo. Luego te quedas unos minutos sentado, esperando a recuperar el aliento, sintiendo que el terremoto que te ha sacudido por dentro se calme. Las fuerzas entonces las tienes que concentrar y proyectar en el siguiente paso: ponerte en pie, valorando que tendrás que afrontar entonces las réplicas del movimiento sísmico, y aún después tendrás ante tí la larga senda hasta la cocina. El reloj marcaba las 7 y 10 y la niebla calaba la acera. Será eso, he pensado en uno de esos engaños que te haces en momentos así, en los que buscamos cualquier agente externo como responsable de lo que te pasa, en lugar de pensar: "a ver si es que está despertando la cosa.".

Lo siguiente es meterte en el cuerpo algo, un par de galletas, cualquier cosa que haga fondo de estómago, a pesar de que vas a tomar el omeprazol para protegerlo. No vaya a ser que por ponerle un parche a un destrozo hagamos un agujero en el estómago. Meterte un par de galletas en momentos así, aunque sean las de chocolate de toda la vida, esas que tanto te gustan, es un suplicio. Ahora viene el proceso inverso: vuelve sobre tus pasos, lentamente, sin girar un milímetro el cuerpo ni a un lado ni a otro; deja caer el cuerpo con cuidado cuando llegues a la cama, siéntate, espera unos minutos y ánimo que viene lo peor pero ya es lo último, tumbarte. Y a esperar.

A las 11 te despiertas. Ya no hay alfileres ni cristales que se te clavan por dentro; lo sabes porque inicias un tímido giro hacia el costado con miedo y no pasa nada, en todo caso un eco dolorido lejano, como una agujeta leve. Te levantas y sientes, a pesar de todo, que el cuerpo ha acusado lo sucedido horas antes. Te mueves con cierta torpeza que no sólo es física; te sientes como si te hubieran dado una mala noticia y no sabes muy bien dónde has puesto la cabeza. La niebla ya se empezaba a levantar.

El pensamiento se anima con la idea de que a media tarde, vuelvo a casa de Javier y Mila con nuestro Ravel a cuatro manos, que bajo ningún concepto se va a suspender, como ya les he dicho por teléfono, que el Voltarén hace milagros. Nos toca sacarle los colores a "La Emperatriz de las Pagodas" y adentrarnos en "El bosque encantado", las piezas de "Ma mère l´oye" que nos faltan por ver. Luego viene la cena y la tertulia al calor de la mesa; que envuelva la niebla la casa si quiere. Cuando uno tiene un despertar como el que he tenido hoy, la felicidad se encuentra en un plan así. Eso es lo que aprendes.


5 Comments:

Blogger Magda Díaz Morales said...

La importancia del aquí y el ahora, Mariano. Yo he aprendido también a intentar percibir el mundo de esta forma. La vida tiene momentos difíciles, pero pasan y que bueno que así sea y que estés recuperado.

¿Para estas circunstancias no te sería conveniente tener una especie de timbre para llamar a un familiar? Disculpa que me entrometa, pero pienso que sería de ayuda.

Muchos saludos.

5:04 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Y a pesar del intenso dolor, son aún más intensas las motivaciones que te impulsan a levantarte por las mañanas. Eso es lo que en realidad merece la pena, a pesar de los muchos obstáculos que tengas que saltar.

3:16 p. m.  
Blogger emejota said...

Querida Magda: en tiempos tenía un "plan de crisis" pàra estos casos. Pero ha pasado tanto de este entonces que me ha pillado desprevenido. Gracias por tus palabras y tu preocupación. Eres una buena persona :)

Un abrazo

4:23 p. m.  
Blogger emejota said...

Querida nadia: a veces las motivaciones se desvanecen, no te creas. Pero no queda otro remedio, supongo.

Gracias y un abrazo

4:24 p. m.  
Blogger Magda Díaz Morales said...

La vida, Mariano, la vida nos muestra tantas cosas... Tengo a mi papá tan enfermo, que he aprendido a vivir el aqui y ahora.

Gracias, creo que más que bondad comprendo muchas cosas, ya un día te contaré...

Un beso.

9:35 p. m.  

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