20 noviembre 2005

Rastro



Observemos lo que ocurre en este pentagrama. Muestra una misma escala de notas que, progresivamente, se va haciendo más larga. En el primer compás ocupa dos tiempos; en el segundo, tres; después necesita cuatro y hasta cinco al final. Es el rastro de migas de pan que Pulgarcito deja a su paso conforme se adentra en el bosque encantado de Ravel.

Mientras va desprendiéndose de los trocitos que más tarde le señalarán el camino de vuelta a casa, Pulgarcito tararea una larga melodía para ahuyentar los temores que le inspira ese lugar tan extraño sin saber que allá arriba, hay alguien que lo observa en silencio: son los pájaros, dispuestos a dejarse caer sobre el apetitoso rastro interminable. Que no se extrañe nadie entonces si la melodía anterior vuelve a sonar, íntegra, esta vez en el registro agudo. Es la manera que tiene el cuentacuentos de mostrarnos a los pajarillos dando cuenta del festín que, en forma de sendero, ha dejado el infeliz de Pulgarcito momentos antes. Que no se extrañe nadie, tampoco, si de pronto empiezan a faltar notas y los espacios vacíos empiezan a ocupar en el papel pautado los lugares que antes estaban ocupados. Cuando llegue la hora de regresar, Pulgarcito volverá a situarse al principio del pentagrama que encabeza este post, pero se quedará con las ganas. Mala suerte.

A mí, que Pulgarcito se quede para siempre perdido en el bosque me da pena pero, si tengo que ser sincero, me preocupa más buscar la manera de contar ese cuento con cuatro manos, en lugar de con palabras. Ayer, en el ensayo de "Ma Mère l´Oye" nos dimos cuenta de lo difícil que nos lo pone Ravel. Qué puñetero. Andamos sobre el teclado siguiendo el rastro de migas y las manos del uno tropiezan o molestan a las del otro. Yo le digo a Javier, mi pareja en esta aventura pianística, que eso pasa porque Ravel nos hace ir muy juntitos para que no pasemos miedo en ese lugar tan extraño y él me dice, resignado, que tendremos que irnos acostumbrando. Hemos quedado para el miércoles pero yo llevo un buen rato de domingo dejando caer migas para ir practicando.


4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tendréis que seguir el sabio consejo de Mastropiero (Les Luthiers): «Allegro Pericoloso: conserve su mano al cruzar». ;-)

9:06 p. m.  
Blogger Magda Díaz Morales said...

Cuando leo lo que es escribes sobre música, me doy cuenta, una vez más, que el arte no tiene ftonteras. Esto que narras tiene a la literatura y la música totalmente unidas. ¡Me gusta!

Un beso, Mariano.

5:08 a. m.  
Blogger emejota said...

Sabio consejo, Jam! Se lo comunicaré a mis otras dos manos :D

Un abrazo

4:16 p. m.  
Blogger emejota said...

Hola Magda, es cierto: van de la mano. Y Ravel lo hace con ese detallismo suyo tan elegante y, al mismo tiempo, tan delicado. Es una preciosidad.

Un abrazo

4:19 p. m.  

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