03 marzo 2007

Electrodos

Ya de vuelta. Al fín he podido averiguar si la cosa era "algo molesta" o "cruenta" y ha resultado ser, menos mal, lo primero. Sin embargo, en el transcurso de las pruebas en el hospital ha surgido una nueva discrepancia semántica: lo que para ellos era "te vamos a estimular" ha resultado ser, en mi opinión, "te vamos a electrocutar". Mi concepto de la estimulación es otro, la verdad.

Había dos neurólogos y una enfermera, los tres muy majos. El neurólogo tenía barba y hablaba como con vergüenza, como si las palabras se le escondieran entre las barbas. La neuróloga hablaba con acento canario, tenía una mirada muy atractiva (y le sonaban las tripas, qué le vamos a hacer). A la enfermera no le sonaban las tripas pero no hacía más que darle al chicle a toda pastilla con la boca abierta diciendo: tú relájate, mi chico, relájate.

Me estaba poniendo negro con el chicle. Relájate así, anda.

Sentado en la camilla y contemplando ese cacharro del que salían infinidad de cablecitos de colores terminados en sendos electrodos que parecían decirme: ven, ven, les he preguntado, ¿de qué va la tortura?. El neurólogo le ha dicho algo a la barba; la neuróloga ha sonreído dulcemente con su sonrisa canaria y ha dicho tranquilo, no te preocupes. La enfermera seguía dándole al chicle compulsivamente. Debe tener una mandíbula de hierro la tía.

Como casi siempre ocurre en mi ya dilatado historial médico, mis experiencias hospitalarias siempre tienen un momento que sacan de mí el Woody Allen que todos llevamos dentro. En esta ocasión me tienes que imaginar primero vestido con una bata blanca, ungido de gel conductor y lleno de cables. Parecía Elsa Lanchester en "La novia de Frankenstein", sobre todo a la descarga número cincuenta y uno en la que se me ha debido poner el pelo igual.

A lo que voy.

Me sientan en una silla (silla eléctrica no, menos mal) y la enfermera y su chicle se acercan por detrás con sigilo, y una mano se posa en tu hombro derecho y la voz y el chicle te dicen en el oído izquierdo: ahora te vamos a dar un golpe seco con una pala en la cabeza.

Eso ha dicho.

Exactamente eso.

Y ha sido decirlo y me ha entrado una risa floja que se ha llevado por delante algún electrodo despegado. ¿De qué te ríes?, ha dicho el neurólogo con extrañeza (su barba también parecía extrañada) Y yo: pues de lo de la pala y el golpe seco. Y él: es que es verdad. Y yo: hombre, pero es que dicho así suena a matanza de Puerto Urraco y me ha entrado tal risa que me he llevado las manos a la cara y se me saltaban las lágrimas no sin cierta preocupación de que la humedad del lacrimal contribuyera a una electrocución accidental. ¿No te pasa que a veces te entra una risa incontrolable? Pues eso. La enfermera se afanaba en recolocar los electrodos caídos dale que te dale al chicle aunque yo creo que a la neuróloga le ha hecho algo de gracia lo de Puerto Urraco. Lo que no sé es si le seguían sonando las tripas. Total que la tal pala era un artilugio plano apoyado sobre el cráneo y el tal golpe seco era el (im)pertinente cable que, a la orden del neurólogo, daba en la diana haciéndote botar en la silla.

La madre que los parió.

Al final me han dicho que me he portado muy bien y que he sido muy bueno y que por eso han tardado media hora menos de lo previsto. Yo he pensado que mejor porque así la neuróloga podía aprovechar para escaparse a la cafetería y comerse un donut o algo. Pero antes de vestirme y de meter en el bolsillo al Woody Allen que todos llevamos dentro he aprovechado para dejar caer una frase muy suya: ¿es benigno?. El neurólogo ha dicho que es normal y que tranquilo y la neuróloga ha vuelto a sonreir y ha dicho que sí con la cabeza. La enfermera seguía ejercitando el maxilar con el chicle, infatigable al desaliento.


6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Jajajaja, si me dices eso y yo soy la neuróloga me pongo también a partirme de risa ahí que ni te puedo hacer la prueba, porque me lo he pasado bomba con el post.
Hay que tener mucho cuidado con lo que le dices a la gente ,sí, a mí me entienden cada cosa..pero la primera que se ríe soy yo, antes que ellos...será la inexperiencia.

Un beso

2:07 a. m.  
Blogger Miguel Cane said...

Ahora que te leo, Mariano (y que siento un cierto alivio) me recuerdo de cuando yo tuve que pasar por mi propio Shock Treatment, en aquél verano del '90.

Recuerdo vagamente, que la sensación no fue cruenta, si no precisamente algo molesta... pero mira, no hay secuelas.

Excepto cuando me paso una mano por el cabello, claro.

;)

Muchos abrazos y cariños.

M

6:26 a. m.  
Blogger Unknown said...

(me alegro) (mucho)

10:55 a. m.  
Blogger El cuenta cosas said...

:) Me alegro de que todo haya ido bien Mariano :)

12:46 p. m.  
Blogger emejota said...

Lo que hay que hacer por la audiencia, crishu! dejarse electrocutar para que te lo pases bomba! :P

Ahora que lo pienso, Miguel, la electricidad residual que queda después quizá sirva para recargar la batería del móvil. De haberlo sabido... :)

(gracias, Raquel)

gracias, Eram.

Un abrazo eléctrico a todos.

1:41 a. m.  
Blogger toni said...

qué bueno despertar el lunes con una sonrisa por haberte encontrado de buen humor. lo del electrocutamiento no es imprescindible, pero le da ese toque Woody Allen. las dos mejores palabras del mundo no son te quiero, sino es benigno. me alegro por los cuatro costados de que vuelvas a saber contar todo eso. por cierto, has probado a acercate a algo metálico? igual te quedas pegado. y a mojar los extremos de las pilas con saliva y luego aguantarlos con las puntas de los dedos, como la niña de i'm a cyborg, but that's ok? que bueno recargar las pilas de las cosas.

8:23 a. m.  

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