Herida
Cuando enfermas de niño y te dicen que es para siempre ocurre que aprendes algunas cosas muy pronto y poco a poco y otras muy tarde y de golpe. La maldad, por ejemplo. Yo la descubrí en toda su crudeza a los 35 años. No me afectó a mí directamente sino a mi entorno más cercano; es decir, peor todavía. La vida establece unos mecanismos compensatorios muy extraños: si se te concede el lujo de no oler la podredumbre hasta tan tarde, a cambio te pasa la factura de golpe. Y a golpes.
El otro día salí a dar un paseo al atardecer. Caminaba por una vía de gravilla destinada a los peatones abrigado por una sudadera porque soplaba el viento del Norte. A la derecha los rayos oblicuos de un sol de membrillo iluminaban de un verde deslumbrante la hierba, y a la izquierda mi propia sombra se proyectaba muy larga en el asfalto negro de la carretera por donde los coches dejaban la estela sonora del efecto Doppler. Parece que este párrafo no tiene nada que ver con el anterior y, sin embargo, de repente algún mecanismo se activó en el cerebro, produjo una descarga eléctrica por todo el cuerpo y esta idea apareció escrita en el pensamiento: no lo he superado. Comprendí que la mera resonancia de un eco lejano de todo aquello, concretado en la visión de un rostro, en un recuerdo, en un comentario de pasada (como el escuchado aquella tarde), es suficiente para ejercer sobre mí una fuerza aniquiladora. Fue como cuando eres niño y te caes y te haces una herida en la rodilla y la herida hace una costra con el tiempo y un día te agachas y pruebas a quitártela. Si la herida ha cicatrizado no pasa nada, aunque quede la marca recordándote cuánto y dónde dolió; si la herida no ha cicatrizado vuelve a abrirse y mana la sangre.
Lo peor no fue descubrir la existencia de un trauma profundo y que la herida sigue abierta. Lo peor, lo que me produjo un asco hasta la nausea, como si te hubieran inoculado algún veneno hasta lo más profundo, fue la súbita revelación de que lo que me ocurre pueda venir de allí: viene de allí. Lo sé, me lo dice cada célula de mi cuerpo, cada pesadilla nocturna y cada crisis de ansiedad. Es evidente que hay una clínica objetiva, pero me pregunto si esa pesadilla ahora revivida ha agravado esa clínica, o la ha despertado. Me resulta imposible expresar la angustia que sentí allí parado, agarrotado entre el cesped y la carretera, al revivir fotograma a fotograma cada secuencia sensitiva del espanto con una nitidez portentosa. Y desde entonces ando sumido en un estado de impacto, temeroso de miradas, mudo de palabras, buscando cobijo de una angustia insoportable que se me ha agarrotado en el pecho y que se interroga una y otra vez por el estado real de los míos, mi gente: eso es vital, por favor, por favor. Desencantado de casi todo y casi todos, extraño de mí mismo y extraño entre las calles de esta ciudad de mierda que disimula sus miserias en el gozo indisimulado del dolor ajeno.
Eso fue lo que pasó.
5 Comments:
Con este post has hecho un ejercicio de catarsis, Mariano. Lo has sacado fuera, déjalo ahí, en el arcén. Los tuyos estarán mejor si te ven mejor tú no eres ni más ni menos fuerte pero llevas muchos años con lo que te ha tocado y como te leo y algo se del tema, te has visto obligado desede niño a tomar inmunosupresores y eso son barreras a las defensas naturales del organismo que dejan marca. Estas mas desnudo en eso pero tienes una fuerza interior fuera de toda duda. Escupelo, grita, grita fuerte y luego vuelve a mirar ese verde tan intenso. Tú estas hecho para sobrevolar la nube.
Un beso.
Mariano:
No sé qué decirte; me dejas sin palabras, atónito, estremecido.
Nadie, pero nadie, debe pasar por esos niveles góticos de angustia que tienes... ¿qué podemos (puedo) hacer para ayudar?
Te releo y no cesa mi propia angustia y susto ante esto: ¿qué se puede hacer, amigo? Quizá nop podamos (pueda) hacer algo, hasta que tú no salgas solo de tu propio choque. Lo que sí, es que no olvides que aún si somos muy pocos o podemos hacer muy poco, estamos (estoy) aquí, para lo que haga falta.
Que el viento cambie, para disipar tus brumas.
Un abrazo fuerte,
M
Te entiendo perfectamente, he vivido muy de cerca esa sensación... lo primero que hice fue sumirme en la soledad de mi soledad y después de algun tiempo creo que sin darme cuenta, estoy rodeada de gente pero sigo estando aliada a mi soledad y a un sin fin de preguntas. ¿?
Un abrazo.
Hola.
Yo creo que muchas veces, en situaciones como la que injustamente viviste, sin quererlo porducimos un efecto cadena con los nuestros, con nuestra gente, como el que tan bien relatas. Y que de igual modo se nos revierte de nuestros seres queridos de un modo similar.
"...buscando cobijo de una angustia insoportable que se me ha agarrotado en el pecho y que se interroga una y otra vez por el estado real de los míos, mi gente: eso es vital, por favor..."
Me explico:
De un modo natural todos tendemos a preocuparnos por los seres queridos, a velar por ellos, a mirar por ellos, a preocuparnos
por su bienestar etc... y todo sale de la única forma posible, desde el corazón.
Pero el corazón mismo, muchas veces hace que no nos demos cuenta que nosotros mismos tenemos una grandísima llave para aquello que queremos para los nuestros, esa felicidad o ese lo que sea, y que la misma preocupación (lógica por la gente que amas) hace que no podamos discernila.
Quiero decir que de la misma forma que nosotros lo estamos pasando verdaderamente mal por ellos,
porque no les vemos bien, porque percibimos su malestar, etc puede que ellos también entonces lo perciban en nosotros, y que del mismo modo ellos tb sufran por eso, porque nos ven mal.
Nos olvidamos de algo tan obvio como que de la misma forma que NECESITAMOS sentir su felicidad, ellos también puedan necesitar saber de la nuestra.
Y que seguramente pueda ser lo único que necesiten para sentirse bien y SER FELICES: LA NUESTRA. PORQUE DE LA MISMA FORMA, ELLOS NOS QUIEREN IGUAL.
No hay nada más grande que una persona sienta el bienestar y la felicidad de los suyos. Y cualquier problema, bache de la
vida o accidente en el camino, quedan en un segundo orden si así lo disfrutamos, vemos y sentimos.
Debemos preocuparnos, pero no debemos dejar que el gesto de ella ocasione sin querelo un poco más de peso.
La actitud de nuestra preocupación es clave, porque es lo que en realidad estamos transmitiendo con ese cariño.
Esa situación de impacto que el dolor nos ocasiona con toda su jodienda, es a la pimera que tenemos que coger por los cuernos, la primera que tenemos que sosegar entre nosotros mutuamente y la que debemos cuidar porque única y exclusivamente así y solo así, con ese calor, se acaba derrotando todo. TODO.
Respecto a los que disfrutan y han gozado o gozan de ese dolor ajeno... solo decirte emejota, que, y estoy segurísimo de ello; el secreto está en saber esperar. Esperar y no dejar que en la espera el dolor y el rencor le coma a uno vivo.
Esperar.. la vida da muchas vueltas, y nosotros podemos orientar muchas de ellas. No solo esperar, sino saber esperar.
La vida está llena de espacios y de tiempos para volver a rearmarse uno, caerse y armarse unas cuantas veces más...
Solo hay que saber esperar, en un abrazo con los tuyos y transmitiendo y recibiendo ese sosiego.
Yo soy de la escuela de "No tengas piedad de tus enemigos... porque ellos jamás la van a tener contigo", y entiendo que dicha "filosofía" no será muy compartida, pero solo quiero decir, que hasta esta forma de pensar necesita saber esperar sin que a uno lo consuma el recuerdo y el rencor.
Un sincero abrazo y espero que poco a poco reencuentres el sentido de este Blog, del que todos sentimos un pedacito como nuestro.
Un abrazo,
V.
Cuando algo desencadena esa angustia queremos aferrarnos a algo verdadero que nos de seguridad y parece que uno no es capaz de encontrarlo. Cuando una vivencia así nos ataca sólo se quiere desaparecer y miles de preguntas cruzan a velocidad vertiginosa nuestra cabeza. Y se quiere huir....pero si miras un momento verás las manos tendidas a las que aferrarte.....el lugar es lo de menos, te lo digo por experiencia.
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