Consulta (II)
En el cardiólogo.
Prosigo mi particular gira por las principales especialidades médicas tras mi reciente visita al urólogo. Cuando yo era muy pequeño, mi médico, que era muy mayor, me decía que no debería preocuparme por mi corazón hasta dentro de muuuuuchos años. Lo decía así, con muchas úes, mientras movía la mano hacia adelante varias veces como si estuviera espantando un mosquito. Yo le preguntaba que cuánto era mucho tiempo más o menos y él decía que hasta que cumpliera 30 o 35. Ya tendrás hijos y todo, decía. Pues bien, no tengo hijos ni nada parecido pero enseguida cumpliré 36. Y el caso es que desde hace un par de años mi tensión arterial se empeña en subir, y que si palpitaciones, que si ansiedades, que si dolores de cabeza. En fin, visitemos al cardiólogo.
Me ha acompañado mi madre. Este es un tema especialmente delicado. Mi madre luchó como una campeona cuando le dieron la noticia de la enfermedad de su hijo (yo era tan pequeño que al principio no fui muy consciente) para llevarme a los mejores médicos y enterarse de los últimos avances. Hace unos años tuve que decirle, con mucho tacto, que ya era mayorcito para ir al médico yo solo, que entiéndelo, mamá, que imagínate que me vean aparecer a mi edad de la mano de mi madre. Ella me dijo que no pasa nada, hijo, pero que de todas formas tampoco es ir de la mano. Es una forma de hablar, mamá. Bueno, pues como quieras, hijo. El caso es que de alguna manera intuyo los mecanismos de la psicología maternal y siento por ellos mucho respeto, así que he alcanzado un pacto que consiste en que unas veces voy solo y otras dejo que venga conmigo. Se queda más tranquila si viene. Así que como al urólogo fuí solo, pues hoy hemos ido juntos al cardiólogo.
Este cardiólogo pertenece a la rara estirpe, me temo que en vías de extinción, de médicos humanistas. Entre otras cosas, publica poesía. Ver a un poeta examinar el corazón a través de la pantalla del ecógrafo es una estampa de lo más curioso. ¿Acaso no es eso lo que hacen los poetas? Eso he pensado mientras estaba tumbado en la camilla, en la sala oscura, con el haz de luz del monitor reflejado en sus gafas (y la sombra silenciosa de mi madre sentada en una silla al fondo). Tras la exploración, el médico-poeta se ha pronunciado con alta retórica:
-A tí lo que te pasa es que te están empezando a pasar factura todas las mierdas que te han hecho tomar.
Enseguida ha puntualizado que ante una situación así no había otro remedio que ese tipo de terapias tan agresivas, pero que seamos sinceros, a la larga, todo eso es pura mierda para las arterias y lo que te faltaba, porque lo tuyo termina siempre por dar problemas coronarios. Al oir eso me he acordado de repente que no le había dicho que soy un neurótico hipocondríaco. Ya sabes que lo digo siempre, lo hice con el urólogo el otro día, lo suelto precisamente para que tengan un poco de tacto que soy muy impresionable y ya ves, por una vez que se me olvida, lo que hay que oir.
-Ya te puedes poner la camiseta.
Ya en el despacho me ha dicho que el corazón estaba bien y las válvulas también, aunque la función de las arterias está un pelín alterada. Pasea todos los días, me ha dicho. Yo le he contestado que doy una larga caminata a diario, aunque me he callado lo de que lo hago para ver si me encuentro a la chica del sobre naranja. Pues pasea más. Y evita alterarte. Y tranquilo. Y dentro de 2 años vuelve. ¿Y has pensado repetir aquella conferencia sobre Saramago? De ésto último he deducido que el cardiólogo-poeta fue a mi conferencia sobre Saramago. (añado: a lo mejor es que no pudo ir en su día)
Mientras bajábamos por el ascensor mi madre ha dicho que se iba tranquila porque pensaba que el médico me iba a encontrar "mucho peor". Tal cual.
Me voy a dar un paseo.
(Esta vez han sido 60 euros)
8 Comments:
Querido emejota, me has hecho pensar un par de cosas, una, lo ingrata que soy, pues nunca he posteado sobre mi médico, que aunque no publica poesía, también es un humanista.
Y dos:que mi hija mayor tiene tu edad y es mucho menos amable que tú. Afortunadamente no tiene ninguna enfermedad, pero cuando se presentó a las oposiciones le dije que si quería que la acompañara. No quiero contarte la mirada asesina que me echó ni el comentario sangriento que me hizo. Así que en nombre de todas las mamás del mundo (uníos, etc.) te doy las gracias y te mando un beso.
Querida Gabriela: yo también saco mi mal humor, no te creas, que no soy un santo :) Sobre todo, mi madre se ha comido solita mis bajones. En los tiempos difíciles yo llegué a rendirme dos veces. Visto ahora en la distancia, pienso que tiene que ser muy duro para una madre oir de su hijo en llanto decir que no puede más. Pero ella sí pudo, pudo coger fuerzas para tirar de mí, por ejemplo.
Las madres sois capaces de obrar cosas increíbles y vuestra generosidad y entrega incondicional sobrepasa mi capacidad de admiración.
Otro beso para tí.
Esta situación que planteas a mi siempre me ha costado trabajo de comprender. ¿Por qué las madr4es no puedsen acompañar a sus hijos cuando deseen hacerlo sin que los hijos repelen o lo vena "inconveniente"? creo que es cultural, aquello de la burla porque "ya no eres nene y te trae tu mami". Yo siempre eché a la basura estos comentarios de los demás, y ahora que mi madre ya no está aqui, pienso: "¡que bien que me importó un rábano lo que dicen los demás!"
Tu médico cardiólogo es un amor, y me da gusto que te citara hasta dentro de dos años, eso quiere decir que estás bien :) Sigue tus caminatas, te serán de mucho beneficio.
Un beso
En realidad, Magda, yo lo hago movido por una actitud que para mí tiene mucho de compensatoria. Después de tantos viajes, trajines, preocupaciones, batallas... es hora de aliviar su carga, no te parece? Los años tamién han pasado para ella.
Sigo mis caminatas. Muchas de las ideas que luego cristalizan en charlas, cursos, artículos, etc han surgido en esas largas caminatas.
Un beso.
Es curioso. A mi me pasan cosas parecidas con mi madre y con mi padre que son muy protectores. Yo tampoco quiero que se tomen demasiadas molestias conmigo y muchas veces discutimos por ello. Supongo que se me olvida que ellos no las ven como molestias. Presiento que algún día, cuando tenga hijos, tendré las mismas discusiones con ellos...
Precisamente porque no las ven como molestias tampoco son muy conscientes de la carga considerable que pueden estar llevando sobre los hombros. De ahí que cuando te haces mayor sientas la necesidad de poner cierto remedio a eso.
Tienes razón, Jeremy, cuando tengas hijos ocurrirá lo mismo. Y en el fondo es hermoso que ocurra eso. El instinto, ya sabes.
Un abrazo
Es genial encontrarse con médicos que no se han olvidado que tratán con personas,ya que en la profesión hay algunos que saben mucho de medicina pero poco de como dar seguridad y confianza al paciente.Niño estas estupendo,y siempre que sigas haciendo las cosas con ese entusiasmo seguiras estandolo.
Muchas gracias! La verdad es que hay médicos que, por el trato que dispensan a los pacientes, podrían perfectamente haber estudiado veterinaria...
Un abrazo.
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