16 octubre 2005

Homenaje

Arturo Benedetti MichelangeliVeo en las novedades discográficas el (re)lanzamiento del Debussy de Arturo Benedetti Michelangeli, imagino que debe ser porque se cumple el décimo aniversario de su muerte, porque esos discos -míticos- nunca han dejado de estar en las estanterías de las tiendas, que yo sepa.

Arturo Benedetti Michelangeli era un tipo raro. Mira que hay tipos raros, bueno pues éste más. Fue aviador hasta que un día aterrizó en las sala de conciertos tocando el piano y dejando tras de sí un reguero de leyendas. Dicen que le acompañaba un afinador mudo, como si la ausencia de palabras le hiciera agudizar el sentido del oído permitiéndole oir la última vibración de un armónico al borde de la extinción. También dicen que vivía en un castillo y que una vez, Martha Argerich llamó a la puerta (¡alto, quién va!) porque quería aprender del genio. Le condujeron a sus aposentos y, amablemente, le pidieron que esperara al maestro. Dicen que la espera duró unos meses. Dicen éstas y muchas cosas y todas muy raras. A saber.

Lo que sí es cierto es que sus directos -tan contados- eran prodigiosos y que en el estudio era el terror de los técnicos de grabación. Y es que lo de Bendetti era una búsqueda de la perfección que empezaba allí donde para otros terminaba. Es decir, que él daba por sentado el no fallar una nota, la ausencia del desliz; a partir de ahí empezaba la construcción impecable e implacable de un paisaje sonoro exclusivo, la búsqueda incesante del matiz justo, el estudio exacto de los planos sonoros y todo lo que hiciera falta para dar con el estremecimiento preciso de una minúscula disonancia perdida entre la frondosidad de un acorde, como ocurre varias veces en sus "Reflejos en el agua", del primer cuaderno de "Imágenes" de Debussy. Aunque para ello tuviera que desmontar pieza a pieza su piano de gran cola, que llevaba por todo el mundo, o pusiera un empeño enfermizo en que la sala tuviera una temperatura determinada e invariable, al punto de desalojarla para que recuperara su punto justo.

Benedetti Michelangeli mostró un Debussy nuevo, polémico. Escuchas a Arrau tocar "Pagodas" y el sonido del piano parece flotar entre brumas tan densas como el sol naciente en el cuadro de Monet mientras que en los "Reflejos" de Benedetti reverbera la bravura de Liszt. Benedetti le quitó las brumas impresionistas al impresionista Debussy. Pero no hay que dejarse engañar por las apariencias. Bajo la piel siempre hay una sorpresa aguardando, un estremecimiento esperándote. A mí, Benedetti Michelangeli me robó el corazón cuando le escuché su "Homenaje a Rameau", título tramposo porque será homenaje, pero desde luego no a Rameau, a mí que no me digan otra cosa.

Lo de Debussy y los títulos daría para mucho. Sólo quien tiene delante la partitura sabe, por ejemplo, que el título de sus Preludios no figura en el encabezado, como sería lo lógico, sino justo al final, cuando la música ha terminado, y precedido por unos puntos suspensivos. Vamos, que tocas un preludio y cuando lo terminas te encuentras con ésto (...la Catedral sumergida) como si con ello constatara de qué iba la cosa a la vez que ha evitado condicionarte con cualquier alusión previa. Pues algo parecido es lo que pasa en el "Homenaje a Rameau", que ya se me había ido el santo al cielo, homenaje que parece que lo es para despistar y que se supone, además, que es una "Imagen", dentro del cuaderno de ese nombre está, al menos.

El "Homenaje a Rameau" es un encantamiento, un hechizo; con su modalismo modélico, su arcaísmo que lo envuelve todo en una atmósfera de arcano misterioso; nocturno y lunar. Una de las partituras más bellas y misteriosas del siempre misterioso y bello Debussy. Lo que ya no sé es el papel que representa Benedetti en esta hermosura, lo que añade. O lo que quita. Que muchas veces quitando hojarasca llegas al corazón de las cosas, que es un abismo insondable e infinito donde este hombre nos aguarda.

Poco antes de que se le parara el corazón, Benedetti Michelangeli dio uno de sus escasos conciertos públicos. La primera parte la dedicaba a Beethoven. Le salió tan bién que cuando la prolongada y sonora ovación cesó se dirigió inesperadamente a la audiencia para decir: "Muchas gracias a todos; como me siento incapaz de mejorarlo, lo voy a dejar aquí y no voy a tocar la segunda parte del concierto". Nadie protestó.


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Descubría Benedetti Michelangeli en un programa de la televisión alemana. En él intgerpretaba el Concierto "Emperador" de Beethoven con la "Sínfónica de Viena" y dirigida por Carlo María Giulini. Creo recordar que el concierto tuvo lugar en el año 1975. También a mí me robó el corazón Michelangeli con este concierto. Nunca había escuchado una versión tan perfecta, sin una sola nota falsa. Elegante, preciso, una interpretación realmente fantástica, hasta el punto de que no puedo imaginar una versión mejor.

8:42 p. m.  

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