02 octubre 2005

Repetición

Me estoy entregando con entusiasmo a la lectura de este ensayo que me he encontrado entre las novedades literarias y que tiene una pinta de lo más interesante y original. Se titula "Yo ya he estado aquí: ficciones de la repetición", de Jordi Balló y Xavier Pérez y pertenece a la Colección Argumentos de Anagrama.

Dicen los autores, para abrir boca, que "en la narrativa contemporánea, reencontrar familiarmente los espacios donde ya hemos estado, seguir las peripecias de héroes ya conocidos, descubrir las pequeñas variaciones de una estructura estable y reiterada constituye una forma de placer". Esa premisa me ha parecido de lo más estimulante dado que soy tan serial y, por tanto, conozco bien ese placer. El libro demuestra su tesis desplegando un abanico de ejemplos tan amplio como pintoresco que va desde Homero a "Twin Peaks" y de Dostoievski a una viñeta de "Corto Maltés".

El caso es que en la segunda página he tenido que dejar de leer porque me he acordado de repente de que Saramago gusta de jugar con los lectores estableciendo conexiones entre sus novelas, de manera que les hace transitar de nuevo territorios y personajes ya conocidos. Fiel a su estilo oral (su prosa cobra sentido al leerla en voz alta) Saramago no utiliza un narrador impersonal en sus novelas. El que las cuenta es él mismo, de tal forma que su voz es fácilmente reconocible, y lo hace como si nos contara cada noche una historia distinta y de vez en cuando nos recordara, en medio de una narración, lo que le sucedió a fulanito en el cuento del otro día. Me encanta esa complicidad que establece con sus lectores/oyentes y que hace que experimentemos un cosquilleo placentero de satisfacción en la nuca cada vez que descubrimos uno de sus guiños.

Uno de los casos de alusión más hermosos (el "Yo ya he estado aquí" en su sentido literal) es el que pone en relación "El año de la muerte de Ricardo Reis" con "La balsa de piedra". Es de destacar que son dos novelas sin ningún tipo de conexión: no sólo están escritas en años distintos, sino que también transcurren en un tiempo literario diferente y cuentan historias que nada tienen que ver una con otra: en la primera, Saramago toma prestado el heterónimo de Pessoa, el doctor Ricardo Reis, médico por vocación y monárquico por convicción, para protagonizar su hermosa novela y traerlo en barco desde su exilio a los funerales del propio Pessoa. En la segunda, asistimos con estupor a la quiebra de la península ibérica que, desprendida del continente, vaga como una gran isla errante.

Vamos al asunto. Cuando en la primera de las historias el doctor Ricardo Reis desembarca en una Lisboa perpetuamente lluviosa, se nos informa que se alojará en el Hotel Bragança, situado en la Rua do Alecrim. Por cierto que el tal hotel existe y puede verse en fotografía si se busca en internet. En su habitación triste y solitaria de horas lentas se le aperece todas las noches el mismísimo Fernando Pessoa para dialogar con él. Las otras cosas que pasan las dejamos en el cajón, que el asunto hoy es otro.

Si el lector se asoma posteriormente a "La balsa de piedra", deberá acompañar en su periplo a dos personajes, Joaquim Sassa y Pedro Orce, que andan los hombres desconcertados intentando saber qué pasa con eso de que la península se ha puesto a vagar por el océano. Sus aventuras les llevan a una Lisboa contemporánea. Uno siente un cierto sobresalto cuando, de pronto, lee lo siguiente: "Los viajeros se instalaron en un modesto hotel, al fondo de la Rua do Alecrim, a mano izquierda, bajando, cuyo nombre no interesa a la inteligencia de este relato, una vez bastó y quizá ésa ni hubiese sido necesaria".

Pero resulta que ambos viajeros están siendo buscados por la prensa, que son chicos muy curiosos y quieren saber, queremos saber, y las pesquisas de uno de ellos le lleva directo al dicho establecimiento. Leemos entonces:

"El astuto periodista estaba consultando el libro de alojados, lee los nombres registrados, y he aquí que dos de ellos movieron sutilmente los engranajes de su memoria, Joaquim Sassa, Pedro Orce, no sería un buen profesional si le hubieran pasado desapercibidos, cosa que quizá le ocurriera con otro nombre, Ricardo Reis, pero el libro donde este nombre fue registrado, hace ya tantos años, está en el archivo de los sótanos, cubierto de polvo, en una página que quizá nunca vuelva a ver la luz del día, y si la ve, ya no se podrá leer el nombre, por estar en blanco la línea, o blanca la página toda, que es ése uno de los efectos del tiempo, borrar."

Interconexiones aparte, en el primer párrafo, Saramago ironiza sobre sí mismo como narrador ("una vez bastó y quizá ésa ni hubiese sido necesaria") mientras que en el segundo despierta en el lector la nostalgia de ese libro precioso, "El año de la muerte de Ricardo Reis", que es todo él un hermoso fado donde, desde la primera página, llueve incesantemente sobre una Lisboa que deja en el ánimo el dulce dolor de la saudade.


4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

"reencontrar familiarmente los espacios donde ya hemos estado...constituye una forma de placer". Eso es muy cierto, sobretodo para alguien tan arraigada en el pasado como yo. La gente como yo, suele aferrarse a la inercia del pasado, y le cuesta mucho admitir que las cosas cambien, por eso me gusta mucho volver a visitar lugares en los que ya he estado y de los que guardo un agradable recuerdo.
¿crees que uno de los efectos del tiempo es borrar, o que simplemente echa tierra sobre las heridas, pero si uno escarba un poco, las heridas vuelven a resurgir, aunque haya pasado mucho tiempo, (no obstante,tal vez no con la misma intensidad)?
Bueno, ahora ya sabes un poco más de este anónimo, que como ya sabes te ha escrito otras :). Poco a poco...al menos, espero seguir aqui, mientras tú sigas ahi :D. (Prometo no volver a sacarte los colores ;D).

7:22 p. m.  
Blogger emejota said...

Pues depende de la cantidad de tiempo que tomemos en consideración. Pero al final, sí, uno de los efectos del tiempo es borrar. Lo que pasa es que algunos, como el doctor Ricardo Reis, tienen suerte: el tiempo habrá borrado su paso por el hotel Bragança y sus coqueteos con Lidia, la asistenta; pero desde que Saramago escribió su novela el asunto sigue tan fresco. Ahora que lo pienso, sigue tan fresco de momento, porque llegará el día en que también el tiempo borre esa novela y todas las novelas y... en fin.

Como dices que te gusta volver a visitar lugares en los que ya has estado, espero que vuelvas por aquí con frecuencia. Y no te importe sacarme los colores, así mi abuela dirá que tengo mejor color que siempre está con eso :D

Un saludo

4:23 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Si...supongo que al final el tiempo lo borra todo, afortunadamente, claro. Porque seria de locos tener siempre frescas todas las experiencias que uno vive :). No obstante, volver por tu blog siempre es una experiencia nueva muy gratificante, asi creo que vas a tener anónimo para rato :). Asi que, puedes estar tranquilo, que procuraré que tu abuela te vea de buen color a menudo ;D.

8:16 p. m.  
Blogger wilson said...

Hace poco estuve en Vetusta. También es un placer descubrir el recuerdo de otros. Tan cambiada está la ciudad que descubrir es la palabra correcta. Los paseos, los edificios, la gente, incluso sabores y olores.

6:23 a. m.  

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