10 noviembre 2005

Identidad

La persona a la que más he querido en mi vida nunca se percató de mi existencia. No se lo reprocho. Durante varios años la ví pasar puntualmente a través de mi ventana prácticamente a diario. Por supuesto, lo que yo tanto quise fue una recreación personal y ficticia que atribuí a esa imagen adorable como quien pone un traje a alguien, soy consciente de ello; seguramente la realidad de esa persona era muy otra. Pero tengo una teoría según la cual sólo en la distancia puedes apreciar detalles que la proximidad no te permite. Por ejemplo, la casualidad quiso que una tarde, ante mi sorpresa, la persona a la que me refiero acudiera a una cita con un grupo de gente en la esquina enfrente de mi ventana. La ví venir apresuradamente porque llegaba tarde. Al cruzar la calle dio un pequeño traspiés y cuando alcanzó la acera observé una cosa muy curiosa: a su gente le sonreía despreocupadamente pero yo pude ver cómo descargaba la vergüenza de tan tonto desliz propinando con la mano un disimulado golpecito de rabia en el poste de una señal de circulación. Aquel detalle se me quedó grabado. También mantengo que la mejor manera de apreciar cómo es realmente una persona es contemplarla distraída, y eso lo tienes fácil si miras pasar a la gente por la calle.

De todos estos años de observación a través de la ventana, de espera ansiosa, (se retrasa, no viene, qué le habrá sucedido, ay madre) de elucubraciones que iban construyendo una biografía imaginaria (a qué se dedica, a quién conoce, qué le disgusta, por qué llora si es que llora, que alguna vez llorará, deja que te abrace entonces, anda) sólo supe su nombre de pila, que me lo decía a mí mismo mil veces al día por lo bajo como si de un mantra se tratase y una tarde de Mayo, sabedor de sus horarios, metí en un cajón el sentido común y salí a su encuentro. Yo la veía venir y se me aceleraba el pulso pero al final no pude ni mirarla porque en el instante en que pasé a su lado sucedió algo del todo imprevisto: oí su voz. Lo que dijo exactamente fue "... y eso es difícil", con sus puntos suspensivos, como para olvidarlo. Es difícil transmitir las emociones que puede deparar escuchar a alguien decir lo difícil que es algo, aunque no sepas qué es ese algo tan difícil, con lo que me hubiera gustado poder ayudar. Yo lo que supe fue cómo sonaba su voz y ese descubrimiento me dejó fuera de combate por un instante; el hallazgo que, junto a su nombre, fue lo único tangible que me dejó.

Si anoto ésto a estas horas, que a otras horas no sé yo si sería capaz de anotarlo, y a ver mañana cómo queda a la luz del día que si no lo borro, es porque yendo a comprarme unas galletas de chocolate para merendar la he vuelto a ver. Así, de repente. En la misma puerta de la tienda, después de tantos años de ausencia. Empujaba un carrito de niño y le he sujetado la puerta para que pudiera salir. Al pasar a mi lado me ha dado las gracias con el mismo tono con el que una lejanísima tarde de jueves dijo "... y eso es difícil", con puntos suspensivos y todo, pero por un instante brevísimo se me ha quedado mirando como si le sonara de algo, y puedo asegurar que no ha sido una apreciación fruto de mi inventiva. A mí se me ha escapado una sonrisa, aunque tampoco creas que muy amplia.

El encuentro me ha dejado perplejo porque no he sentido nada. A ver, maticemos: nada en relación a las emociones que me recorrían el cuerpo en su día con sólo verla venir a lo lejos. Lo que he sentido ha sido una mezcla entre simpatía y nostalgia tontorrona, como cuando te encuentras con alguien del colegio, de los buenos tiempos, qué se yo. Hubo un tiempo en que la mera posibilidad de tener que sostener una puerta abierta para dejarle paso habría supuesto el mayor de los éxtasis e inmediatamente ese momento pasaría a engrosar la colección de tesoros junto a su nombre y su voz, que son las únicas cosas ciertas que me quedaron de ella. Pero hoy yo me he ido directo a por las galletas de chocolate que, por cierto, no quedaban, qué fastidio. Qué cosas más raras nos pasan.


14 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Aunque pueda parecerte absurdo, te remito a mi cuento 'La mujer que tenia dos corazones'.
Un beso mañanero y lluvioso (el parte meteorológico es una cortesía de la subsección Tiempo y estado de ánimo).

8:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Querido mariano mientras tu la mirabas por la ventana yo a la mia le cantaba,en un escenario imaginario,las canciones lentas de travolta(eran otros tiempos).
Ellas se lo perdieron ¿o no? quien lo sabe...
Por cierto, si ves por la ventana como tu vecino asesina a su mujer llamamé(ya se que preferirias a grace kelly, pero es lo que hay).

8:56 a. m.  
Blogger Unknown said...

Lo curioso es lo que el paso del tiempo hace con la intensidad de los sentimientos. Tal vez es una especie de medicina que nos protege de un maremagnum continuo que de otro modo sería difícil de sobrellevar. De repente, o no tan de repente, aquello que nos hacía estallar por dentro se torna sonrisa,recuerdo...Pero aunque ya no sintamos lo mismo algo se dispara por ahi dentro. Un resorte que la medicina temporal jamás podrá borrar.
Me encantan esas sensaciones. A mi hasta hace unos pocos años me daba un vuelco el corazón cada vez que veía a mi compañero de pupitre allá por la EGB...que cosas...

Sólo hay que encontrar el momento, la persona, la situación que activa de nuevo todo eso y ....

Muchos besos a todos.

P.D. Gabriella quiero leer ese cuento ¿puedo puedo puedo?

9:24 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola!!

Observo una cierta nostalgia no crees?

Tu relato me recuerda que hace unos dias me encontre con mi amor platonico, mi profesor de gimnasia, su presencia hoy tan solo es un recuerdo cariñoso.

Bss

Cha

5:11 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Raquel, claro, pinchando mi nombre sale mi blog y en Mis relatos, pero me da un poco de vergüenza usar esto como 'propaganda' (no fue intencional) Mis disculpas, emejota. Un beso.

7:40 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Wow!!! una vez más me impresionas, me mueves los sentimientos y me regresas a darme cuenta de lo necesario que es detenernos, hacer una pausa y SENTIR. Por una extraña razón ahora sentir cuesta trabajo, como si fuera desidia pero es más como la vida de adultos nos absorbe en sus racionalidades. (ya lo platicaste en algún blog) y creo que se une fácil a el precioso sentimiento que hoy describes.

Al respecto de ese gran amor plátonico o no, que será más conveniente en la vida: ¿esperar decididamente una oportunidad de abrirle la puerta de la tienda al Amor?, ¿esperar ese momento para abrirle la puerta del corazón al Amor....? o bien, ¿tener acciones proactivas, actuar más reaccionarios y salir en busqueda de esa oportunidad?...Aunque mientras lo escribo, pienso que quizá si se mantiene abierta la puerta del corazón o de la tienda de galletas durante excesivo tiempo, pueden entrar las moscas e insectos y contaminar todo, no?

En fin pensamientos que se me salieron al aire.....

Saludos Emejota!!

9:48 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Precioso post; lleno de sencillez y belleza. Vivimos siempre dentro de nuestras mentes.

9:59 p. m.  
Blogger emejota said...

Gabriela: aquí no ha llovido pero supongo que eso no afectará al cuento ;) Gracias por la indicación.

Besos

1:13 a. m.  
Blogger emejota said...

Mi querido Javier: siempre nos quedará esa duda (además de París) Espero que se encuentre recuperado.

Un abrazo

1:15 a. m.  
Blogger emejota said...

Raquel: a mí me gusta el maremagnum de chocolate aunque prefería el frigodedo :-P

Ahora en serio: es verdad, puede que algo pueda dispararse de nuevo. Y eso me preocupa un poco, no te creas...

(¿Ya has leído el cuento?)

1:18 a. m.  
Blogger emejota said...

Hola Cha: es que yo, fundamentalmente, soy un nostálgico empedernido. Me haría ilusión ser la voz en off de "Aquellos maravillosos años", lo digo en serio. De mayor, yo quiero ser Kevin Arnold (voy a apuntarlo a las cosas que quiero ser de mayor)

Un abrazo

1:20 a. m.  
Blogger emejota said...

Hola fflaquis!

Yo creo que va a ser verdad lo de que al final se contamina. Mejor no intentarlo, por si acaso.

Y, efectivamente, sentir cuesta trabajo. Pero además, me temo que está mal visto. Debemos ser muy raros...

Un abrazo

1:23 a. m.  
Blogger emejota said...

Hola bubastis, bienvenido a "La Idea del Norte":

Si no te importa, te voy a tomar prestada la frase, que me ha gustado mucho. Vivimos siempre dentro de nuestras mentes. Gracias y un abrazo.

1:24 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

sentir el deseo de ver a alguien,es una de las cosas más maravillosas que nos pueden pasar.

1:25 p. m.  

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