09 enero 2006

Colección

Johann Sebastian Bach tuvo que recorrer a pie 480 kilómetros en su juventud para poder escuchar a Buxtehude tocar el órgano en Lübeck. Este domingo, el diario "El País" ha distribuído gratuitamente más de un millón de cd´s con música de Mozart, pistoletazo de salida a su particular contribución al evento del año. Desde la caminata de Bach por aquellos senderos intransitables al agradable paseo matinal al quiosco de prensa han cambiado mucho las cosas, afortunadamente. La posibilidad de reproducción y distribución facilita el acceso a la cultura: nunca tanto estuvo al alcance de tantos.

Creo que fue José Antonio Marina el que advirtió hace unos años que uno de los efectos secundarios de la sociedad de la información es la necesidad de saber seleccionar y digerir tanta y tan variada información. Esta mañana, recogiendo los 3 conciertos para piano plastificados junto al suplemento dominical me ha asaltado una extraña sensación: de pronto, te ponen en las manos una muestra perfeccionada de una de las ramas evolutivas del lenguaje musical y sientes como si te dieran un trozo amputado, al que le falta el antes y el después necesarios para que el riego sanguíneo circule. A mí este tipo de iniciativas me parecen muy bien, que conste, pero me inquieta pensar en su eficacia real. La cultura se ha convertido en un bien comercial cuya posesión asegura una balsámica dosis de autoafirmación ante los demás. Ningún problema si eso nos hace felices pero, en un porcentaje de casos abrumador, la cosa se queda ahí, en una experiencia epidérmica, y es entonces cuando uno ve todas esas pilas de discos, libros, catálogos y lo que toque y siente un cierto desasosiego. Menos es nada, dirán algunos. No sabría yo qué responder a eso.

La colección Mozart consiste en un cd acompañado por diversos textos sobre la obra, la biografía del compositor y del intérprete. El estreno, los conciertos para piano 12, 14 y 20 interpretados por Maurizio Pollini que, además, dirige a la Filarmónica de Viena. Y es esa curiosidad (simultanear la interpretación con la dirección, dos en uno, que no es algo nuevo pero que en Pollini no es muy frecuente) el principal atractivo del disco, en mi modesta opinión. Nadie puede dudar que Pollini es una de las leyendas vivas del piano, grande entre los grandes, pero su Mozart no me resulta atractivo: no es cuidadoso en los detalles, la ornamentación deja de ser un elemento expresivo para pasar a ser un obstáculo en el camino que el italiano supera felizmente con su técnica apabullante y las encantadoras escalas mozartianas están tocadas como si de un estudio de Czerny se tratase. No se trata, por tanto, de un juicio de carácter "purista". Yo no creo en eso. ¿Qué es ser purista? ¿Acaso oyó alguien a Mozart para poder decir "así se tiene que tocar"? Se trata de una cuestión de saber adentrarse en la música de tal forma que esta fluya con naturalidad desde el intérprete de manera que parezca que las notas que se escuchan fueron concebidas para esas manos. O a lo mejor se trata de una cuestión de "química" o de compatibilidad, porque Pollini, además de ser un maestro del piano, es un musicazo muy inteligente y todo esto lo sabe de sobra. Pero el caso es que, sea lo que sea, no termina de funcionar.

Me cuesta creer que Juan Ángel Vela del Campo y Luis Suñén, comentaristas del asunto, vean el Mozart de Pollini como la muestra idónea para ilustrar el capítulo de los conciertos para piano, pero ambos están en nómina de PRISA, que edita la colección, y hay que salir del paso. Saben perfectamente que la biografía de Mozart no dice nada de esta música (y viceversa) y saben también que escribir que el tercer tiempo de un concierto tiene forma rondó de nada sirve en una obra de vocación divulgativa si no explicamos previamente qué es un rondó. De todas formas, el repertorio del disco no puede ser, desde luego, más atractivo e ilustrativo de la gran aportación de Mozart al concierto para piano y de su evolución personal como compositor. Dos conciertos "de juventud" y uno con el que Mozart se adentra en la "madurez" (si es que alguna vez la música de Mozart dejó de ser joven y poco madurada). A mí el concierto 12 me parece delicioso y no termino de entender la manía de despacharlo en un santiamén con un término peyorativo: "alimenticio", como si la Sinfonía 41 fuera indigesta. Una curiosidad: el temprano concierto 12 tiene un trocito que Mozart, al final de sus días, reproducirá literalmente en su magistral Concierto para Clarinete (ambas obras, por cierto, en la misma tonalidad) A veces pienso que, en Mozart, toda la música ya estaba allí, a la espera de su entrada en el compás correspondiente.

En fin, bienvenida la colección. Bienvenido todo lo que contribuya a acercar la música irrepetible y milagrosa de Mozart a nuestros corazones. Necesitados están de cosas así. Por si alguien acepta la sugerencia (del todo personal, por supuesto), anoto aquí otros nombres para el mismo repertorio: Alfred Brendel para los conciertos 12 y 14 y Daniel Barenboim para el 20. Suena lo mismo pero se oye distinto. Y, sobre todo, suena iluminado que, a fin de cuentas, es que lo que Mozart nos aporta: luz. Pollini es grande iluminando otras cosas.


15 Comments:

Blogger Diana Carolina said...

A Pollini solo le he escuchado con Satie, pero no me lo imagino con Mozart. Qué tal Ashkenazy?

Ay mi querido Mariano!!! Te digo que en este año estaré insoportable! Mira que una probadita de Mozart al vulgo me escandaliza, ya ves cómo soy de neurótica (risas y más risas nerviosas).

Pero quién soy para impedirlo, sólo quiero que le amen, sí...

Antes de que cunda el pánico, comienzo mi día con algunas sonatas, 2 fantasías y un concierto para dos pianos...

Buen día Mariano y un fuerte abrazo!!!

3:30 p. m.  
Blogger emejota said...

¿y quién es el "vulgo", Diana? Yo no creo en esas cosas. La música de Mozart es para todo el mundo. En todo caso, el "vulgo", si como tal denominamos a quien no está preparado para apreciar esto, no suele ser el pueblo llano, sino quienes se ponen la cultura como se pone un abrigo de piel: aquí se les llama nuevos ricos, snobs, petardos... (yo lo he visto) A esos no les suele gustar Mozart, ni tampoco disgustar: simplemente, ni siquiera se lo plantean; lo escuchan por inercia, la misma inercia insípida que les lleva al cine los sábados por la noche o a cenar los viernes a un restaurante caro.

Un abrazo

4:50 p. m.  
Blogger Diana Carolina said...

Precisamente mi querido Mariano, a esos vulgares que se visten de cultura y que llenan sus bocas de nombres y conceptos pretenciosos. También los he visto.

No quise sonar despectiva con mi comentario, lo sabes. No me considero por encima de nadie, por eso dije que quién era yo para impedirlo.

Claro que Mozart y otros tantos maravillosos compositores son del mundo y para el mundo! De otra forma no hubiera podido acercarme a ellos y amar la música de la manera que lo hago y que ojala y miles más los conozcan, los aprecien y los busquen por gusto propio, y no como una actividad del año.

Estaré insoportable porque como sabes, a la música de Mozart le tengo un especial afecto, y como este año estará de moda, los snobs inevitables me ponen... de qué forma! Te digo que es neurosis. Esa audiencia en pose...

Un beso.

6:05 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Sí, yo también creo que éstos coleccionables sólo sirven para ocupar sitio. Sería mejor que cada uno se comprara los CD que le interesen en al tienda. Ya puestos, no sólo de Mozart.

Los coleccionables, ya se sabe, hoy toca Mozart, mañana novelas históricas, canciones de los 80 o enciclopedias que nada más salir ya resultan inutiles.

En cuanto a los snobs, desde luego a la mayoría poco les interesa Mozart. Tampoco es que les tire otro compositor... ni mucho menos Iron Maiden o el Nuevo Mester de Juglaría. Da igual quienes suenen, en general no les interesará la música más que como mero acompañamiento musical de sus vidas (aunque, siendo optimistas, algo es algo). Pero, ojo, al resto del personal (snob, no snob o lo que sean), no nos engañemos, en general le pasa lo mismo. No es cuestión de snobismo, es cuestión de interés, y hoy manda más el interés por la hija de los príncipes o el próximo zipizape papel couché que un disco o un libro (y me refiero a algo que no sea Bisbal o Dan Brown).

7:38 p. m.  
Blogger emejota said...

Querida Diana: sí, te comprendí perfectamente y sé lo que querías decir, no te preocupes. Saqué a colación el asunto porque me pusiste en bandeja hablar de un tipo de consumidor de cultura que, por mi trabajo, me toca ver a menudo a mi pesar.

Un gran abrazo. Seguiremos hablando de Mozart!

1:42 a. m.  
Blogger emejota said...

Querido Ferre: en tiempos de Mozart también tiraban mucho las cosas de los hijos de los príncipes. Y recuerda que en "El conde de Montecristo", Dumas retrata a la perfección el ambiente musical en el que se daba por sentado que, en el transcurso de una representación de ópera o concierto, la alta sociedad parloteara en sus palcos con los de al lado sin hacer puñetero caso. El caso era estar en el templo de la ópera (!)

De todas formas, me da que en tiempos de Mozart quien escuchaba la música "veía" en ella más y mejor. Es una impresión.

Coda: me ha gustado el "ya puestos, no sólo de Mozart". Ahí te ha salido el punto Hindemith, reconócelo. Cómo me gusta cuando te sale ;)

Un abrazo

1:47 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Me sale el punto Hindemith, Milhaud, Carter y docenas más que no voy a poner aquí porque luego te quedas sin espacio en el servidor, Emejota :-P

También tengo la misma impresión que tú, que en tiempos de Mozart la música era escuchada y comprendida mejor que ahora. Bueno, no sólo en esa época, creo que esto se produjo hasta la aparición de los grandes medios de comunicación: radio, cine y tv. Sobre todo los dos últimos, ya que requieren una atención completa por parte del espectador... y eso quita tiempo de otras actividades. Vamos, que se ha producido una reorganización del tiempo libre.

8:25 a. m.  
Blogger emejota said...

Lo sé, Ferre, pero ya sabes que en su día acuñé afectuosamente el término "punto Hindemith" para referirme a eso rasgo tuyo tan característico. ¿Me das permiso para seguir usándolo?

3:35 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Coño, Emejota, que ya lo había pilladoooo. :-)

Puedes seguir usándolo, puedes. Bueno, si a Herr Hindemith no le importa, claro.

8:23 a. m.  
Blogger Pipero said...

Y Murray Perahia?, yo me quedaría con el 18 y 19, pero a partir del 18, cualquiera, sobre todo en los movimientos lentos.

A todo ésto, otra vez aniversario de Mozart?, aún me acuerdo del "reciente" 200 aniversario de la muerte.. si es que todo es filón marketiniano!

10:35 p. m.  
Blogger emejota said...

Hola pipero: el concierto 9 es del todo sorprendente. De repente, sale una obra redonda, espontáneamente, a la altura de los últimos. Su tiempo lento es una de sus grandes obras maestras. Prueba (si no lo conoces ya)

Sí, otra vez aniversario. Pero piensa que desde el anterior han pasado la friolera de 15 años (¿no pasa el tiempo cada año más deprisa?)

Un abrazo

5:41 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo, últimamente, debo confesarlo, soy víctima de los coleccionables, pero ¿qué otra cosa puedo hacer si me cae tan bien el quiosquero??? y es que esto sólo se da una vez en la vida, creo yo...lo del quiosquero, me refiero.

ahora en serio: no sé, quizá sea todo cuestión de cultura, como ocurre siempre. Las personas cultas saben lo que quieren, me imagino, y no se dejan llevar tan fácilmente. En cualquier caso, es un mal menor, entiendo. Más vale atesorar coleccionables,aunque no los leas o escuches en tu vida, que qué sé yo. A lo mejor un día te confundes y, en lugar de poner el CD de David Bisbal, das con el de Mozart y encima te gusta. Se me ocurre.

Gracias en cualquier caso por tus recomendaciones

7:50 p. m.  
Blogger emejota said...

De nada, mujer (¿hombre?)

También puede pasar al contrario, que un día en lugar de poner el CD de Mozart das con el de Bisbal y también te gusta. Y no es coña, que conste.

Aprovechando que sale el nombre voy a contar algo que me ocurrió hace unas semanas: zapeando, apareció Bisbal desnudo de bríos cantando una cosa intimista con el acompañamiento de un piano discreto y me sorprendió sobremanera encontrarme con algo que para sí quisieran muchos liederistas, las cosas como son. Si Maurizio Pollini gana el Concurso Chopin consigue un pasaporte a la fama mundial; si Bisbal gana un concurso televisivo consigue un pasaporte al que le pesa como una losa el propio concurso. Eso se lleva mucho en estos tiempos: se le llama falta de criterio y sus síntomas se suelen disimular llevándose las manos a la cabeza escandalizados...

Disculpa que haya aprovechado la contestación para seguir ahondando en el debate suscitado por el post. Un saludo cordial!

3:44 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

en cualquier caso, debo confesar también que nunca me compraría un CD de Bisbal, no porque haya ganado o no un concurso televisivo, sino porque, a estas alturas de mi vida, y es un alivio, ya no me conformo con cualquier cosa.

gracias otra vez.

10:25 a. m.  
Blogger Javier said...

¡Que viva el vulgo! Mi primer acercamiento a los conciertos de piano de Mozart fue por la peli esa que ganó un Oscar. El azar me llevó luego a una tienda donde había mucha música clásica y un tipo, guapillo, atendía y me preguntaba amablemente si se me ofrecía algo. Fui discreto y le pregunté si tenía esa musiquilla que sonaba en la peli esa. Él buscó, me sacó un disco y lo dejó unos instantes antes mi ojos, pero yo, inexperto, apenas me atreví a murmurar "pues, será". Remató con una sonrisa, muy sensual, un "la versión no es muy ortodoxa, sobre todo por ser Richter, pero con Muti, así que debe ser muy buena; pero te advierto que la cadenza es de Britten, nada convencional". Se burlaba descaradamente del vulgo. Pero a mí me dió igual: darle placer y además darme el placer de oir la musiquita esa. Cinco años después entendí lo que quizo decir sobre Britten, y entonces decidí probar a Uchida con Tate en el concierto no. 20. Para ese entonces ya no era del vulgo, pero todavía disfrutaba recordando esa escena, a Richter y Muti (todavía no tengo otra versión de ese concierto - el 22, para los del vulgo) y sobre todo su cara. Saludos, Javier

11:23 p. m.  

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