26 octubre 2005

Trance

James AkersJames Akers se crió en una granja sin electricidad en algún lugar recóndito de Escocia y un buen día apareció en Londres portando en sus manos una tiorba. El destino ha querido que esta tarde, a eso de las 5, entrando en la sala donde iba a tener lugar el concierto, me lo haya encontrado ensimismado haciendo sonar armonías de cristal de una miniatura de Kapsberger.

Yo llegaba con el pulso acelerado y la pesada carga a cuestas de un día muy duro y encontrarme con la música callada que brotaba de esas manos y ese gesto sereno ha supuesto para mí una fuerte impresión. Me he sentado discretamente en una fila conteniendo el aliento y entregado por completo al hechizo de esos acordes sostenidos en el aire en el instante justo en que te hieren de hermosura, de esas notas solitarias que se deleitan en la reverberación del aire, o quizá sea al revés, que se diría casi que es el aire el que las acoge con toda la ternura posible. La música nacía mansa de unas manos que se movían con apacible soltura y una leve sonrisa parecía dejarse entrever en el rostro de Akers, cuya mirada se encontraba fija en un lugar muy lejano. Por un instante he sentido pudor por interrumpir una escena de tan intensa intimidad e introspección. Pero justo en el corazón de la obra ha surgido el raro instante en el que sientes la presencia de esa sencillez prodigiosa que emana de lo puro, que así es como se manifiesta la perfección, la hermosura destilada, el misterio que te borra las palabras y te obliga a abandonarte a merced de un tiempo que parece detenerse en un milagro perpetuo que desearías que no terminara nunca.

Sorprender a Akers en el silencio de la caída de la tarde en un momento de instrospección ha sido una de esas suertes raras, acceder a un estado de trance que compartes con el poeta en estado de gracia y del que despiertas sabiendo que, repetido otra vez, no será nunca igual. A pesar de eso, dos horas después, la interpretación de Akers ha requerido, al terminar, unos momentos de silencio en la sala abarrotada, que hay momentos en los que sobran las palabras y lo que necesitas es dejar posar la magia del regalo mientras alguna garganta carraspea para deshacer el nudo de la emoción.

No ha sido el único hallazgo de un día que quedará para siempre en el recuerdo: la portuguesa Barbara Barros, de la hornada del Giardino Armonico, ha desplegado una energía torrencial demostrando que es una de esas intérpretes que sabe que la partitura no es un texto sagrado e inmutable, sino un principio, un plano referencial, un punto de partida al que poner inventiva y fantasía, siempre que se posea, claro, que se ven atrocidades por ahí, aunque a esta violinista, que no ha querido silla para poder expander de pie sonrisas y movimientos compulsivos de un arco frenético, la inventiva, la fantasía y la sabiduría le sobran.

Y Miguel, pamplonés afincado en Londres, responsable de esta combinación química, interlocutor ideal en mi diálogo ante el público, que uno es polifónico pero no políglota, hombre inteligente y generoso que, como cellista, siempre logra sacar el lamento justo de esa figura imprescindible y maravillosa de la polifonía que es el retardo, de la que tanto habría que decir y de la que tanto hay que sentir.

Dicho lo anterior, creo que añadir cualquier otra cosa está de más.

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Querido emejota, ya ves qué horas para leerte y venir a buscar la impresión del concierto. De corazón, estábamos ahí todos tus cuates blogueros. Un beso para Raquel también, y para ti, por supuesto.

6:49 a. m.  
Blogger Unknown said...

Buenos días a todos. Yo sólo llegué a "La Follia" y aunque Barbara no estaba muy contenta con el resultado técnico de la pieza hay algo que me dijo que me encantó. "¿Sabes? Follia ha estado un poco floja pero me lo he pasado muy bien. Es lo importante. Mañana estudiaré pero cuando tocas hay que disfrutar si no ¿para qué?"
Tiene toda la razón del mundo. A veces nos comemos tanto la cabeza pensando en que vamos a desafinar, fallar... que nos olvidamos de que hacemos algo que no entusiasma.
Así que, yo poco vi pero disfruté la verdad de esa energía.

Luego más.

9:31 a. m.  
Blogger Unknown said...

Corrección de la anterior jajajaja que torpe soy
"que nos olvidamos de que hacemos algo que NOS entusiasma"

9:33 a. m.  
Blogger Diana Carolina said...

Qué increíble, Mariano! Me hubiera encantado estar ahí, cuánto lo hubiera disfrutado!!!

Un fuerte abrazo!
=)

10:34 p. m.  
Blogger emejota said...

Muchas gracias Gabriela! Vaya madrugón. Me ha hecho mucha ilusión saber que estábais ahí, de alguna forma.

Un beso!

1:17 a. m.  
Blogger emejota said...

Diana, tú lo has dicho: lo de esta gente fue de las cosas que rara vez se ven. Una auténtica delicia, de principio a fin.

Otro fuerte abrazo para tí!

1:18 a. m.  

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