13 diciembre 2005

Cuenta

7 vírgenesUno, dos, tres...

Si te colocas frente a un espejo en una habitación a oscuras con las estampas de 7 vírgenes, enciende dos velas, contempla el reflejo de tus ojos y empieza a contar. Cuando llegues a 60 podrás ver, en un instante fugaz, tu futuro.

A pesar de la oscuridad, espero no confundir mucho las teclas y poder contar que Belén y yo nos escapamos la otra tarde a ver "7 vírgenes". ¿Por qué tenemos que desplazarnos 80 kilómetros para ver una película con buena crítica, buena taquilla y premiada (Concha de Plata a la mejor interpretación masculina en San Sebastián), habiendo en nuestra ciudad 10 salas (9 + 1)? Misterio.

Catorce, quince, dieciséis...

A veces, las prótesis de mis manos fallan, es como si se produjera una descarga, un cortocircuito, y las manos se ven sacudidas por un espasmo involuntario durante una fracción de segundo. Pasa poco, afortunadamente, pero esta vez ha tenido que ocurrir al ir a sentarme mientras sostenía la caja de palomitas a rebosar. Han salido volando como ciento diez por todas las direcciones, menos mal que no había nadie todavía. Belén se echa a reir cuando le hago ver el aspecto que presenta los alrededores de mi butaca en contraste con la sala tan pulcra. A ver si me va a reñir alguien. Me siento como si estuviera representando un gag de Mr. Bean recogiendo palomitas a toda velocidad, alejándolas con el pie del pasillo al escondite que hay entre butacas. Que apaguen pronto la luz, por favor.

Veintiocho, veintinueve, treinta...

Bajo mi punto de vista, en las últimas décadas, el cine español ha contado con dos niños actores tocados por la magia del duende, lo que les distancia sideralmente de todos los demás: son Ana Torrent y Juan José Ballesta. La mirada de ella, la sonrisa de él y la franqueza de ambos cautivan a la cámara.

Treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho...

"7 vírgenes" es una película fascinante y extraña. Esa imagen estática de una ventana con la persiana casi hasta abajo dice más de su interior que si accediéramos a esa estancia. Esos pies que asoman de un colchón tendido en un balcón, tras una noche sofocante, cuentan por sí solos la biografía del durmiente, del que no hace falta ver siquiera su rostro. Hay un personaje (Ana Wagener) que lo dice todo sin abrir la boca apenas para decir 4 palabras en toda la proyección. De hecho, los actores, todos, si están brillantes es porque a lo mejor no actúan en una película que, a lo mejor, es un documental.

Cuarenta y cinco, cuarenta y seis, cuarenta y siete...

48 horas de permiso fuera del reformatorio para asistir a la boda del hermano. 48 horas de libertad y desenfreno. 48 horas es el tiempo necesario para abrir los ojos a la verdad.

Dice el director de la película que "para la mayor parte de la gente, los protagonistas de la película no existen, forman parte de una realidad localizada en la sección de sucesos; un accidente geográfico inexplorado y ajeno a la clase media de cualquier país. Es probable que alguna vez hayamos cruzado los límites transparentes de su territorio, pero no hemos sido capaces de descifrar su lenguaje de gorras y ciclomotores. Es más fácil darle un significado al miedo que nos hace bajar la mirada cuando coincide con la de ellos y seguir desconociendo ese pequeño mundo. Pero existen". Es cierto. Eso es lo que más inquieta de esta película inquietante: que, sin conocerlo, "eso" te resulta familiar, de alguna manera sabes que está ahí y que es así.

Cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis...

Quizá "7 vírgenes" no es la representación ficticia de un pedazo de existencia, sino que es la vida misma la que consiente representarse, durante 86 minutos, ante nuestros ojos.

Sesenta.

(mírate)


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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo tampoco la he visto y tengo ganas, no tanto por Ballesta, al que también creo que la cámara le quiere, pero para mí que, a su edad, Ana Torrent la tenía totalmente rendida (a la cámara y por ende al espectador).

Alberto Rodríguez, sin duda, habrá tratado de esbozar un velado tono de documental, sin que se note: te recomiendo su anterior película, "El traje". Cubierta de una extraña e hipnótica pátina, sin ser una película redonda, pasó a formar parte de mi pequeña (pequeñísima diría yo) lista mental de películas españolas recientes ...

Él y su amigo y compañero Santi Amodeo forman parte de un pequeño pero intersante grupo de nuevos directores que merece la pena seguir (casi todos bajo el manto de José Antonio Félz y su productora, Tesela) y de los que espero incluso que algún día hagan alguna obra maestra.

No sé si descubres aquí a Ana Wagener, secundaria habitual del cine español actual, pero con madera y talento para hacer algo más que de secundaria, ya lo verás, alguno de esos nuevos directores le va a dar una oportunidad, seguro.


Por último, decirte que estoy cocinando un regalo navideño muy especial, para tí, para rachel, para eva ....

salud!

4:54 p. m.  
Blogger emejota said...

Hola causal:

No es mi descubrimiento de Ana Wagener pero en esta película la redescubres. No es la única. Pasa lo mismo con los demás y con lo demás.

Es curioso lo de Ballesta: me dio la sensación de que más que lucir con luz propia contribuía al lucimiento de su entorno (como hacía Torrent, lo que pasa es que Torrent se reservaba para sí un trocito de misterio que te dejaba con la boca abierta)

No sé si ésta será la obra maestra de Rodríguez, pero posee esa extraña, por inusual, combinación de elementos que dan lugar a momentos y combinaciones químicas irrepetibles.

Qué bien suena eso del regalo navideño. Qué suspense!

Un abrazo

5:05 p. m.  
Blogger Unknown said...

¡QUE NERVIOS CAUSAL! Con lo que a mi me gustan las sorpresas ¿Qué es? ¿Qué es? ¿Qué es?!!!!!!!!
Al final me vais a contagiar el espíritu navideño y todo :D

P.D. Sigo aceptando sugerencias para la nochevieja. MAriano, el "monete" no que hace frío

(Que nervios, que ilusión)

9:47 p. m.  

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