22 abril 2006

Cuaderno de rodaje (IV)

Digámoslo así: ya he roto aguas. El esperado instante se produjo ayer viernes, por la tarde, mientras fuera de ese escenario perpetuamente nocturno y envuelto en un halo de luz cálida que hemos creado caía una tromba de agua espectacular. Ahora puedo decir que lo he pasado mal, muy mal. Francamente mal. La presión del paso del tiempo se anudó en los dedos y eso me hizo caer en un estado en el que soy especialmente vulnerable: las repeticiones me colapsan. El jueves por la tarde, Julio llegó a ponerse en cuclillas apoyado en el extremo del teclado y agradecí esa muestra espontánea de apoyo y de compañía ante la impotencia y la pavorosa soledad ante el teclado mientras intentaba buscar, inutilmente, el eco de la K 570.

Pero ayer cambiaron las tornas. Al fin.

La clave se me ocurrió la madrugada del jueves al viernes, dando vueltas en la cama inquieto sin poder conciliar el sueño. Pensé que si soy un pianista atípico y a la contra, en el sentido de que una vez que me sé una obra empieza a salirme mal y que si me sale mal es porque me la sé, lo que estaba haciendo era caer en una trampa cuyo suelo cada vez se hundía irremediablemente más cada día: la presión por acabar a tiempo (absurda presión) había afectado a mi concentración y eso había motivado que cayera en el bucle de las tan temidas repeticiones que habían terminado por bloquearme del todo. La solución: reencontrarme en el teclado, recuperar el sentido del tacto que es donde yo tengo los ojos y los oídos para la música, mediante algo nuevo. Yo necesito "descubrir" la música, y cuando no es posible, tengo que apartarme de ella para posteriormente poder redescubrirla placenteramente.

Dicho y hecho. A la tarde, nada más llegar Julio, le dije que pusiera rápidamente la cámara a funcionar. No hubo tiempo para explicaciones previas. Puse en el atril la partitura de un movimiento lento que siempre que lo he "tocado" ha sido a través de los dedos de Alfred Brendel. Sí, digo bien, es algo que puede hacerse: cierras los ojos y "ves" la geografía táctil y "sientes" su consistencia mientras escuchas (sin comillas) la grabación. A eso se reducía mi conocimiento de la obra. Pero la experiencia física era nueva para mí. Y me puse a ello. Y funcionó.

A partir de ahí, fluyó el trabajo de tal manera que hicimos en una tarde mayor y mejor trabajo que todas las tardes anteriores juntas. Fue una gran satisfacción que pudimos compartir con Javier y Mila que a última hora regresaban de su viaje de vacaciones. Ahora ya estoy mucho más tranquilo. Sé que he roto el círculo vicioso en el que me había metido y que ahora el camino es más llano, aunque no hay que dormirse. La experiencia me dice que debo espaciar el trabajo para no recaer en la rutina, que tan perjudicial es para mí. En la experiencia que acabo de contar ya quedó evidenciado esto último: a última hora, decidimos repetir el fragmento que había tocado a primera vista a petición de Julio, para captar un determinado plano. Esa segunda toma no sirvió porque el plano buscado no dio el efecto deseado. En la tercera toma ya no pude terminar. ¿La razón? Porque ya me la he aprendido, le dije a Julio con resignación, por lo que decidimos dejarlo de momento. La clave está en la distancia.

Para celebrar haber podido romper el cascarón y como recompensa a una semana tan dura nos fuimos a cenar y la cena la aliñamos con una conversación muy amena. Hoy toca descanso y mañana nos sentamos ante la mesa de montaje. Es un momento que espero con suma curiosidad y cierta inquietud porque ahí vamos a poder ver los primeros resultados.

La jornada vino precedida de una conversación tan breve como interesante con Jesús, al que me encontré al llegar regando el jardín. Mostró todo su apoyo y su ánimo con gran afecto y me aconsejó que sólo me preocupara por buscar la atmósfera exterior e interior adecuada para dejar salir el ángel. Yo le llamo duende. Es la misma cosa, dijo él, espera y saldrá. Pero sin prisa, apostilló. La verdad es que estoy teniendo la suerte de estar rodeado de personas que muestran un pleno convencimiento en el resultado positivo del proyecto, a pesar de conocer los impedimentos. Y ese convencimiento sincero les lleva a ponérmelo todo fácil, a preocuparse porque yo no me preocupe por el tiempo, que no me preocupe por lo que pueda estar molestando a los demás. A ellos lo que les preocupa es que me encuentre tranquilo para que pueda hacer el trabajo bien. Creen en mí. Y eso se agradece infinitamente.


4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

"La verdad es que estoy teniendo la suerte de estar rodeado de personas que muestran un pleno convencimiento en el resultado positivo del proyecto, a pesar de conocer los impedimentos."

...y tienes a otros muchos, no alrededor, pero si detrás de tí, a través de este blog-ventana emocional...

!!!Emocionante¡¡¡

8:08 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

A mí no se me ocurre nada interesante que decir, pero que sepas que sigo atentamente tus cuadernos de rodaje (al igual que el resto de post). ;-)

1:20 a. m.  
Blogger Unknown said...

Ya sabes lo mala que es la rutina así que haces muy bien en no ejar que se apodere de ti. Tienes recursos suficientes como para darle color y sacar todo adelante. Deseando que me cuentes mas delante de una coca cola.....light

9:00 p. m.  
Blogger emejota said...

Muchas gracias Fernando y Jam, muchas gracias de veras.

Rachel: ¿sabes algo de Wanda? Dijo algo de "hasta el moño" y ya no ha vuelto a aparecer :D

Qué carácter!

Un abrazo a todos.

11:58 p. m.  

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