27 febrero 2007

Pérdida

De repente, siento que este blog ya no tiene sentido.


26 febrero 2007

Compañero

A Miguel Angel Ramírez (1971-1983), clarinetista


Alex North: "The Story of Michael Furey" (The Dead, 1987)
Click para escuchar. Mp3, 550 k.


Todavía me acuerdo.


24 febrero 2007

Clases

MozartEl principio del fin de Mozart se encuentra al comienzo de su ópera "Las bodas de Fígaro", concretamente en el instante en el que un cantante caracterizado de criado se planta en mitad del escenario para cuestionar los privilegios de su señor y, de paso, cantarle las cuarenta (nunca mejor dicho). Hay cosas que la nobleza vienesa de la época, que era quien llenaba los elegantes teatros de ópera, no podía soportar. En realidad, lo que estaba haciendo Mozart al poner en música ese texto es hacerse eco de algo que se respiraba en el ambiente, un ambiente pre-revolucionario que a los gritos de “libertad, igualdad y fraternidad” pronto dará lugar a un cambio de escenario en la estructura social. La nobleza no era sorda ni ciega a ese murmullo y quizá, incomodada por ello, todavía veía más intolerable lo que ese desvergonzado compositor osaba poner en escena.

A Mozart, que no pertenecía a ese estamento y cuyo espíritu rebelde nunca había terminado de encajar su papel de animador infravalorado del ocio de esa gente pudiente, le quedaba al menos el consuelo de pensar que en la nueva clase social emergente, la burguesía, podría encontrar mayor aprecio. Qué importaba entonces si esa gente tan fina se escandalizaba, allá ellos. Mozart no imaginaba, sin embargo, que la floreciente burguesía que venía a sustituir a la rancia nobleza habría de imitar alguno de los gestos sociales en los primeros días de clase, digámoslo así. Cuando uno es nuevo y no sabe cómo comportarse en determinada situación, mira a su alrededor, a los veteranos, y toma nota. Si la nobleza había decidido dar la espalda a Mozart, por algo sería, así que la burguesía vienesa hizo lo mismo. Y eso para una persona cuyo sustento depende de la consideración social es un gran problema.

"Fígaro" es una obra redonda y feliz y, sin embargo, ya ves. Si el "genio" está ahí pero el público está de "mal genio", date por jodido. Lo podía decir de modo más fino pero es que a estas alturas ya hay confianza y empezar a escribir cosas como "obtener una nueva lectura de "Fígaro" a partir de su contextualización" me resulta bastante frío y se me hace un poco raro. En fin, sigo.

Luego viene "Cosi fan tutte" que todavía es más redonda y feliz aunque igual a Lidia Falcón no le hace mucha gracia porque el título, en traducción coloquial, viene a decir "Son todas iguales" así como con mala baba. Somos todos iguales, señora Falcón, en ésto también. Para cuando se levanta el telón para "Cosi fan tutte" ha pasado el tiempo y ya no hay pelucas nobles en las butacas de terciopelo. Pues un alivio para Mozart, no?. Pues no. Porque resulta que esa nueva clase social de ciudadanos que manejan un pequeño negocio y que han prosperado y que buscan su propio espacio y llenar sus horas de esparcimiento, se ha vuelto un poco tonta, algo un poco parecido al síndrome del "nuevo rico" con un toque puritano añadido. Y ver ahí arriba esa celebración del libertinaje, la infidelidad y los escarceos sexuales provoca un revuelo considerable. Seguramente en el fondo, lo que incomoda es que "Cosi fan tutte" es un espejo de la vida privada de sus espectadores pero lo cierto es que, de nuevo, pulgar abajo para el autor. No importa que sólo la primera Aria esté repleta de felices hallazgos sobre los que departir durante horas. Y el resto para qué contar.

Hoy la Opera cumple 400 años. Las óperas siguen siendo las mismas pero el público, por lo general, ha ido a peor. Ahora no se escandalizan por el "Fígaro"; ahora simplemente ni se enteran de lo que pasa. Y lo peor es que ni ganas de saberlo. Yo conozco a tipos que van hasta Italia para ver una ópera simplemente para darse el gustazo de tomar champán del caro en el palco mientras dura la representación. Que hagan lo que quieran si les hace ilusión pero al menos que no sean horteras, coño.


23 febrero 2007

Autobiografía

Yo nací dando la nota: el cirujano me rompió la córnea izquierda con el forceps, luego se le cayó un bisturí en la frente (si me retiro el pelo del flequillo se me nota la cicatriz, mira, ves?) y a los dos días tuvieron que operarme de fimosis. Por aquel entonces no había microcirugía, lo micro era lo otro.

Aprendí a leer muy pronto. La señorita se extrañó muchísimo pero cómo explicarle que lo hice para poder enterarme del título de "La aventura" del programa de Los Payasos de la Tele, los sábados por la tarde. Era esencial saber el título. Al final me regaló un libro de cuentos muy gordo y mientras en la clase recitábamos las cartillas Palau (ta-te-ti-to-tu) en casa le leía en voz alta el cuento de Juan Sin Miedo a mi madre mientras ella hacía las albóndigas.

Los juguetes que más ilusión me hicieron fueron, por este orden, el CineExin, el Electro L, la Magia Borrás y el fantasma del Exin Castillos. Los demás corrieron peor suerte: la misma noche de Reyes los rompía a martillazos para ver cómo estaban hechos por dentro. Fui un niño muy curioso porque de mayor iba a ser inventor, qué menos. Como el tren nunca llegó (aunque lo ponía siempre en la carta en primer lugar) me fui a la estación y no paré de dar la brasa hasta que un día el factor me aupó hasta la locomotora Alsthom donde me recogió el maquinista y me puso a los mandos de la palanquita de metal. Alucinante. Lo conté aquí.

No recuerdo cuál fue la primera película que vi en el cine porque en vez de mirar a la pantalla yo miraba atrás, al proyector. Calculaba los minutos en los que se iba a producir el cambio de proyector y no me lo perdía por nada del mundo. Ya podía estar ardiendo Troya en pantalla. Siempre he tenido facilidad para habilidades inútiles como, por ejemplo, memorizar el año y la duración de las películas. No lo puedo evitar. A lo mejor no recuerdo cómo termina "Vive como quieras", de Capra, pero ten por seguro que es del 38 y dura 121 minutos. Qué quieres que le haga.

Tenía un cuaderno donde apuntaba los nombres de los robots que luchaban cada semana con Mazinguer Z. Mi favorito: Genocider F9. Qué mala hostia tenía el cabrón. Después veía los programas de la lavadora, hacía programas de radio para oyentes imaginarios y dibujaba edificios en construcción que iba completando poco a poco. Al final, desmontaba la grúa borrándola a trozos.

Cuando tenía miedo cogía un libro de "Los Cinco" y me escapaba a la Isla de Quirrin. Estuve allí muchas veces.

Mi infancia dio mucho de sí: además de conducir un mercancías de verdad durante cien o doscientos metros, dirigí a la Banda Municipal sin que lo supieran, desde el pasillo (pero eso ya lo conté en este post). Y en casa ponía el disco y dirigía a la Saint Martin In-the-Fields dirigida por Marriner. Marriner lo hacía como yo, es curioso. Como me interesaba muchísimo la trastienda de las cosas, en una de mis primeras convalecencias saqué de oído el Concierto para 2 violines de Bach para verlo por dentro. Destrocé la cinta de tanto rebobinar y darle al play pero conseguí anotar hasta las violas. Como lo apunté en el cuaderno de los dictados de Solfeo un día lo vio mi profesor y se lo quedó. El profesor se lo dio a Don Tomás. Muy ufano, Don Tomás buscó en el casino a mi abuelo y le dijo: "¿ha visto lo que ha hecho su nieto...?" y como mi abuelo era muy impulsivo ya no escuchó más, dejó los naipes encima de la mesa, se fue a casa, llamó a mi madre muy furioso y dijo: "¡mira a ver que el chico ha debido hacer algún desastre!". Cuando le dijeron de qué se trataba dijo: "Ah, bueno". Y se puso a cenar. En mi familia la música como que no.

El día que hice la primera comunión me tocó el boleto de 250 puntos en el quiosco del señor Andrés. Me puse igual de contento que si me hubiera tocado el Gordo de la Lotería de Navidad. 250 puntos de cosas del quiosco cabían en una bolsa muy grande. Cuando volvía con ella a casa me di cuenta de que era un poco sospechoso que justo el día de mi primera comunión me tocaran 250 puntos y entonces me vino a la mente la cara del señor Andrés diciendo mira qué suerte. Volví sobre mis pasos y le dejé la bolsa encima del mostrador. Me puse de muy mala leche.

Desde pequeño empezaron a sucederme cosas surrealistas. Cuando salia del colegio la mujer del señor Andrés se asomaba por la ventanilla del quiosco y me gritaba: "huye, huye, que viene tu abuela!". Yo hacía caso pero mientras corría me parecía todo un poco raro. La verdad es que tenía una abuela muy señorona y un poco chiflada. Estaba enamorada en secreto de Paquirri. Poco antes de morirse se volvió abuela-abuela de repente y me entró toda la pena de golpe.

No lloré cuando murió Chanquete. Sinceramente, me pareció una desfachatez, morirse, pero hombre.

En el colegio fui delegado de clase todas las evaluaciones y todos los años. Terrible. Lo pasaba fatal en las votaciones porque todas las papeletas tenían mi nombre menos la mía y era un apuro y luego tenía que tragarme todos los problemas del curso y hasta ir a la sesión de evaluación y sentarme entre la Madre Rivas y La Pitón. Con eso te lo digo todo. En el bachillerato la cosa empezó a preocuparme: un día vino Sofía a preguntarme cuántas pajas se hacían los chicos al día. Le dije que 17. Otro día me llamó al despacho el tutor, un cura extrañísimo, y dijo que quería pedirme consejo sobre si había hecho bien con David al castigarle. Me pareció repugnante esa falta de personalidad y decidí suspender Matemáticas. Fue un escándalo sonado. Yo disfruté de lo lindo.

No soporto el dolor ajeno. Me supera. Me duele más que el mío propio. Me quedo más tranquilo si me duele a mí. Por otro lado, la gente cree que por estar enfermo también estás sordo. Pero oigo. Lo digo porque no soporto que me compadezcan: para compadecerme ya estoy yo cuando me da la gana, no te fastidia.

En mi vida me han dicho "te quiero" una vez y media. La primera fue una lamentable equivocación: la segunda fue partida por la mitad. En realidad el orden fue al revés, pero ya sabemos que el orden de los factores no altera el producto. Se sobreetiende a qué clase de "te quieros" me refiero.

Mi mayor fortuna está en haber hecho feliz un ratito de la vida de mucha gente a través de mi trabajo. Luego necesito volver a este Norte solitario, del que a veces salgo al día siguiente o a los tres meses. Nunca se sabe. Ni yo mismo lo sé.

Desde pequeño he tenido la certeza de que acabaré mis días sintiéndome muy solo. Un día se lo dije a Belén, sin ningún dramatismo, como algo natural, y por la noche me mandó un sms: "estaré siempre". Tiempo después volvió a salir la conversación y me lo repitió, esta vez de viva voz, y puso su mano sobre la mía. Estaba fría. Supe entonces que no se lo diría nunca más.

Lo demás está en el blog. Lo que falte, llegará a estar. Y si no, pues no pasa nada.


21 febrero 2007

Notas

"La ficción es como una tela de araña, quizá sujeta siempre de modo muy ligero, pero en todo momento sujeta a la vida. Y esa ligazón es apenas perceptible"

Virginia Woolf, "Una habitación propia"

Hay quien asegura haber visto al joven Malvás algo decaído estos días. He mirado por si acaso pero eso no venía en mis notas.


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Aliento



Yo sigo buscando el latido de las cosas y allá arriba, en el escenario, la vida late con fuerza, sobre todo en esos breves instantes de vibrante silencio que van del aplauso de bienvenida al momento en el que empieza a sonar la música. ¿Hemos pensado alguna vez qué sucede en esos instantes, nos hemos preguntado qué se siente, qué cosas pasan por la cabeza? Vamos a tomarle el pulso a ese latido en este post. Mientras subes el volumen de los altavoces o te pones los auriculares, que luego habrá que acercar bien el oído, te pongo en situación: Palacio Euskalduna de Bilbao, 23 de Octubre de 2005, Auditorium principal, el rumor de 2164 butacas y 50 niños y su director en escena, aguardando; estamos a oscuras y cada uno de los niños lleva entre las manos una lucecita que dibujará en el aire la coreografía de un canto ancestral japonés. Todo está dispuesto y todos ocupan su lugar en el amplio escenario, en silencio, a falta de que transcurran los veinte segundos que necesita el piano para abrir la puerta a la actuación. Ha llegado la hora. Todo el esfuerzo empleado con anterioridad, el trabajo realizado, los deseos y las ilusiones puestas en él, descuentan sus últimos segundos. Apenas veinte. Camuflado entre la oscuridad, suspendido del alto techo, el indiscreto micrófono capta en esos momentos de tensión un susurro de aliento que sólo oyen ellos y que ahora lo podemos vivir nosotros. ¿Lo oyes?

Click para escuchar. Mp3, 235 k.

© Baraha/Estudios T.Pete


20 febrero 2007

Cumbre

A veces yo también me canso. Quiero decir que, bueno, no siempre voy con la sonrisa puesta ni juego con las palabras todo el rato y eso, qué va, pero supongo que eso ya lo intuyes. A veces me quedo callado o me pongo a mirar por la ventana o qué se yo. Te puedes ir cansando poco a poco o cansarte de golpe, como ayer, sentado en esa silla y escuchando al médico. Era la vuelta al cole y me preguntó qué tal estás y yo le respondí que irregular. Querrás decir regular, dijo él. No, quiero decir irregular, a veces mejor y a veces peor, le aclaré yo. Pues vaya. Pues ya ves. Y al rato llamó a la enfermera para que me hicieran un análisis de sangre porque otra vez ha subido el hematocrito y dice que no es normal que suba tanto y tan rápido a lo que le contesto que nada es normal. Uy, dice él, ¿estamos bajos? Y yo: de hematocrito no. Me refería a los ánimos. Pues hombre. Y puntos suspensivos. A veces dices pues hombre y sobra el resto.

Cuando el médico escribe en su portátil una frase en mayúsculas no pulsa la tecla de bloquear mayúsculas sino que estira el meñique de la mano izquierda y mantiene pulsada la tecla de mayúsculas a secas todo el rato mientras los demás dedos teclean veloces. Qué pondrá. Por qué escribirá con el dedo así, estirándolo tanto cuando el resto de los dedos se van por la parte derecha del teclado, esa de las ges y las tes y las haches. Luego empieza a decir una sarta de cosas dispares y disparatadas que dan mucha pereza y se resumen en una: va a ser duro. El qué. Pues las pruebas, la retirada de la medicación para no falsear el resultado de las pruebas, en general, va a ser duro. Y sonríe. Yo no. Porque en ese instante la vista ha buscado algo a través de la ventana de la consulta del hospital y se ha encontrado con la cumbre blanca del Moncayo y dirás que es una tontería pero de repente me ha entrado el cansancio de golpe. No por el médico, sino por la cumbre blanca y el cielo azul. O igual ha sido por el contraste entre las dos cosas, sí, yo creo que va a ser eso. De repente me he dicho: yo no voy a subir allí como ellos y ellas (y ellos y ellas son una larga lista de nombres que desfila por mi pensamiento mientras el médico teclea con el meñique izquierdo pisoteando la tecla de las mayúsculas, imagínate que los estuviera tecleando)

Y entonces me entra como una tristeza pegajosa y al mismo tiempo como de granito al observar el panorama, ahí el médico hablando de isquemias transitorias, de descartar factores leucémicos, insuficiencias respiratorias, posibles neuropatías que afecten a la coordinación motora. ¿Algo más?, pienso por dentro. ¿Algo más?, pregunto por fuera. Lo importante es ir descartando paso a paso y tener paciencia. Ya, y esperar, no?. Sí, y esperar. Oiga, usted me entiende, verdad? Cómo dices? Que si usted me entiende, la situación y todo eso, que a veces uno se cansa, que mire lo blanco de la nieve, es prodigioso, más lo sería poder pisarla y tocarla, pero igual no se ha dado cuenta porque usted puede ir y tocarla y pisarla, igual hasta se aburre ya de eso y ni se fija en la nieve de la cumbre porque sólo tiene que decirse: voy, y va. Y hace bien, oiga, pero es que, mire, de repente me ha entrado un cansancio como si hubiera subido a esa cumbre y, si no le importa, lo dejamos ya, es el cansancio y eso, en casa se me pasará, me entiende, no?


(sin título)

Aquí venía un post pero a la mitad he arrancado la hoja y la he tirado a la papelera.


19 febrero 2007

Fuga

Este es el Sujeto de una Fuga compuesta en 1949 por Samuel Barber:

Click para escuchar. Mp3, 110 k.

Es altamente estimulante estudiar la fidelidad que los compositores modernos profesan a esta ancestral forma musical y la utilización que hacen de la misma. La aventura que es toda Fuga, el reto que propone, continúa ejerciendo una poderosa atracción sobre ellos y no es para menos: de lo que se trata es de idear un diseño melódico que tenga entidad propia y del que derive a su vez una estructura formal completa mediante el desarrollo de sus elementos constitutivos. Es interesante observar que los compositores no han roto con la tradición sino que la han hecho evolucionar adaptándola a los tiempos; no han disuelto la forma, como ha ocurrido con otras estructuras, sino que han expandido sus posibilidades.

En este sentido, el precioso tema ideado por Barber es muy significativo. Al estudiarlo hallamos respuesta a dos cuestiones esenciales: ¿de qué manera enlaza esta moderna Fuga con la tradición? y ¿de qué manera expande sus convenciones adaptándola a los tiempos?. Dicho de otra manera, qué cosas siguen igual y qué cosas cambian. Dónde el pasado y dónde el presente. Es importante averiguarlo porque el proceso creativo de esta Fuga se sustenta en ambos pilares. Vamos a ello.

-La continuidad con la tradición.
El Sujeto ideado por Barber es absolutamente bachiano. Su diseño no se aparta un ápice de las convenciones del estilo Barroco y, en particular, de la escritura de Bach: arranque en anacrusa y/o tras un breve silencio y una figuración continua en semicorcheas que, sin embargo, divide argumentalmente el tema en tres partes:

Idea melódica principal (1) + desarrollo secuencial (2) + Coda (3)

1. La idea principal dibuja un arco melódico perfectamente delimitado por sendas tónicas. Empieza y acaba en la misma nota:



2. El desarrollo secuencial arranca en la misma fracción métrica de compás (la proporción es esencial en el diseño de un tema de Fuga) y se desliza por un tobogán descendente:



El progresivo descenso por grados conjuntos lo podemos apreciar mejor si le hacemos una radiografía a la imagen precedente y nos quedamos con el esqueleto. Comparemos el resultado con el original:



En el transcurso de la secuencia Barber ha seguido utilizando los elementos que definen la personalidad de este sujeto: los intervalos amplios y la peculiar alteración rítmica que producen las ligaduras en el incesante fluir de semicorcheas. Precisamente al final de la secuencia nuestro oído echa en falta una ligadura: la hemos escuchado sobre el "sol", sobre el "fa" pero sin, embargo, cuando esperamos la correspondiente prolongación de la nota "mi" advertimos su ausencia. Barber ha procedido por reducción y se ha saltado ese paso con el consiguiente efecto de aceleración que persigue precipitar el tema hacia su desenlace. La impetuosidad de este final hace difícil delimitar la Coda. En mi opinión personal, la coda viene después, ocupando las tres semicorcheas que le faltan al compás y acompañando la entrada de la primera respuesta.

Una vez estudiado el diseño formal del tema y comprobado su paralelismo con los cánones de la tradición no está de más volver a escucharlo:





Click para escuchar. Mp3, 110 k.

Ya hemos visto los elementos que enlazan a esta Fuga con la tradición. Nos queda por ver qué actualizaciones depara la modernidad al viejo sistema operativo (valga la comparación). Nos centraremos en las cuestiones relativas al trazado del material temático.

-La puesta al día.
Las convenciones del estilo y la toma de precauciones para poder someterse en el transcurso de la composición a los diversos artificios contrapuntísticos marcan el diseño de un Sujeto de Fuga. El ámbito melódico es restringido: por lo general, aparte de los inevitables saltos de octava que marcan un cambio de dicción o de registro, el clímax melódico reside en el intervalo de sexta sobre la tónica o la dominante, tal y como lo muestra Bach en la didáctica Fuga primera de "El clave bien temperado". Pues bien, es en esta cuestión donde Barber se rebela: no le gustan los espacios cerrados. Como si de una declaración de intenciones se tratara, el enérgico inicio ascendente de su Fuga hace un primer alto en el provocador intervalo de séptima Mayor (cuarta nota del tema principal) dejándolo así en evidencia:



Aún más llamativo resulta lo que viene a continuación: envalentonado, la siguiente nota osa cruzar la frontera de la octava para alcanzar un intervalo de novena, puesto igualmente de relieve mediante una prolongación en su duración (primera ligadura). El fuerte impulso motriz de un arranque semejante (dirección ascendente mediante intervalos no conjuntos) y la tensíón armónica creada en tan sólo cinco zancadas hacen necesario reconducir el diseño melódico.

Para ello, Barber hace dos cosas: en primer lugar, libera la tensión armónica acumulada buscando el reposo en tónica. Es muy interesante reparar en el hecho de que para lograrlo se ha visto obligado todavía a ascender una nota más ("sol" agudo, nota integrante del acorde de tónica) y, sin embargo, podemos comprobar que la temperatura no sigue subiendo. La razón viene dada porque dicha nota ocupa un discreto lugar en la parte débil del compás; el alivio que el oído siente al reposar en la tónica aporta lo suyo también y, finalmente, lo que es definitivo es el inmediato cambio en la dirección melódica, que pasa a ser descendente. Una caída en picado en música necesita pista de aterrizaje suficiente: reparemos en el mayor número de notas que hay en el grupo descendente con respecto a la parte del ascenso.

Barber sube y baja escaleras a zancadas, no peldaño a peldaño. Su intención de utilizar intervalos amplios es desarrollada todavía más en la secuencia que completa el diseño del Sujeto, como hemos podido ver en los gráficos anteriores.

La exposición de este Fuga es a 4 voces y la aparición del Sujeto sigue este orden: Contralto, Bajo, Soprano y Tenor, como podemos apreciar en el siguiente fragmento de audio:

Click para escuchar. Mp3, 415 k.

Y es sólo el extremo del ovillo.


18 febrero 2007

Proyecto

Un día alguien echó un vistazo a esta portada:


Se asomó a su interior:


Y dijo: "adelante con ello".

La verdad es que da un poco de vértigo pensarlo pero esta historia cumple ahora 20 años. Siguen siendo maravillosos.
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16 febrero 2007

Intendencia

Qué paciencia, Señor.

A ver, el individuo con IP estática comenzada en 200 y terminada en 233 que ayer a las 18:40 eligió este blog para dejar una diarrea verbal en un tiempo récord de 48 segundos desde un Windows XP con navegador IExplorer 7.0, monitor con resolución 800x600, teclado español/mexicano y conexión desde Guadalajara (México) a través del proveedor MegaCable SA, es un fenómeno. Sí, en serio. En un principio dudamos un poco (un poco sólo) porque era tal su torpeza en el rastro dejado hasta llegar hasta aquí que llegamos a plantearnos si estábamos ante un corto integral o ante un retorcido mental que quería dejar en evidencia a un antiguo frecuentador de estos comentarios y todavía asiduo lector desde el silencio. Dice el refrán que "cree el ladrón que todos son de su condición" y tiene razón porque aquí, aunque quizá no se haya dado cuenta, somos un poco listos. Conste que no nos estamos poniendo ninguna medalla: es que ante inteligencias de mosquito a nada que hagas click, click le sigues el rastro como Pulgarcito a las migas de pan. Así fue, oye. Y el resultado fue para echarse a temblar. Una joya (en bruto).

La legislación española no permite la difusión pública de una dirección de IP completa aunque tal y como nos dijo atentamente una señorita por teléfono desde la Agencia de Protección de Datos, dicha legislación también es muy sensible a la hora de recabar las cochinadas que se dicen y los datos del cochino en cuestión. Se encargan ellos. Pues mejor, ahorro de trabajo. A mí lo que me molesta únicamente es que haya elegido para ensuciarlo todo el rellano de la escalera de Juan y Angelines, porque habida cuenta la fijación que hasta las 18:40 de ayer ha tenido el tipo con este blog en cuanto al número de sus visitas y la duración de las mismas, podía haber elegido otro post. Esto nos obliga también a activar de nuevo la moderación de comentarios, tras haberla desactivado hace un par de meses, de manera que su publicación en pantalla no será inmediata. Lamentamos las molestias que esta medida pueda causar entre los lectores y aprovechamos el comunicado para mandar a tomar por el culo al ínclito en cuestión.

(pero mírate lo tuyo, en serio; anda, sí, venga)


15 febrero 2007

Reducto

El único reducto vivo de mi infancia está en la puerta del laboratorio de Juan Argerich, analista clínico. A la derecha del marco, una pequeña plaquita recuerda que el horario de extracciones es de lunes a viernes de 8 a 11 de la mañana y por si te corren prisa los resultados, puedes pasarte por la tarde de 4 a 7. Sábados cerrado. El primer análisis de sangre que me hizo Juan en presencia de su inseparable Angelines debió ser cuando yo tenía 4 o 5 años. Angelines me decía que mirara por la ventana mientras Juan introducía la aguja con un cuidado tal que no te dabas ni cuenta. Yo miraba por la ventana por si acaso me mareaba y desde allí veía el Paseo de Invierno y por alguna razón que no sabría explicar, ese territorio de juegos, carreras y columpios de tantas tardes ha quedado en mi memoria fotografiado en una mañana de niebla densa desde la ventana del quinto piso donde Juan te hacía el análisis y luego Angelines te regalaba una piruleta. Yo vivía en el segundo y bajaba por las escaleras con la piruleta en la boca y la mano derecha apretando el brazo izquierdo donde me acababan de poner un trozo de algodón y una tirita.

Con los años, todos los vecinos fuimos abandonando el edificio menos Juan, que aguantó allí hasta no hace mucho. Por eso, volver fue durante mucho tiempo toda una experiencia emocional: entrabas en el portal por el que habías salido todos los días con la mochila para hacer la EGB, entrabas en el ascensor que en su tiempo te inspiró temor y mirabas ese botón del 2 en cuyo círculo se concentraban un montón de sensaciones. Y una vez arriba el mismo sonido del timbre, la plaquita a la derecha de la puerta, de lunes a viernes de 8 a 11, los mismos rostros, Juan y Angelines, el mismo afecto, la misma silla y la misma ventana del Paseo de Invierno ya sin Paseo de Invierno.

No recuerdo en qué momento Angelines dejó de darme una piruleta de consuelo después de cada extracción. Tampoco le dije nunca que a mí, de niño, lo que más me gustaba no era la piruleta en sí sino el hecho de que me la diera. Tampoco recuerdo en qué momento Juan me consideró lo suficientemente adulto para recibirme con un apretón de manos que nunca me supo a distante sino que creo que fue la forma de decirme ya eres un hombre. De la piruleta al apretón de manos hay un espacio en blanco donde tienes que escribir: ya soy mayor.

El día que Juan anunció que se mudaba fue un dolor. Sólo eran 500 metros pero los recuerdos miden las distancias de otra forma muy distinta. Ahora Juan tiene su pequeño laboratorio en un edificio modernísimo con un ascensor de metacrilato y maderas raras donde el 2 es un cuadrado desconocido. No podía esperarme que, sin embargo, el reducto de mi infancia que había sido durante tantos años el interior de su consulta pasara a estar en la puerta, a la derecha del marco, encima del pulsador del timbre, en esa plaquita donde pone los horarios de extracciones. Me pregunto si alguien habrá reparado en la incongruente tipografía de ese cartelito con la estética de los tiempos y la asepsia del moderno rellano de ese edificio, un cartelito rectangular escrito a plumilla sobre un material plastificado que Juan y Angelines decidieron conservar y que yo, cada vez que voy, como esta mañana, me quedo mirando con suma atracción unos segundos y a veces, según me pilla, hasta recorro sus letras con los dedos antes de llamar al timbre. Ese cartelito fue confeccionado en dos tardes de invierno de mediados de los setenta. Lo dibujó mi padre. En el radiocassette de su habitación de dibujo sonaban canciones de Nino Bravo mientras yo dibujaba una Ruperta con ceras y él de vez en cuando me decía, bien, muy bien, sigue. Cuando lo terminó me dijo, anda, súbeselo a Juan, corre, que lo está esperando y se quedó mirando mi dibujo de la calabaza Ruperta.

Nunca le he dicho a Juan la profunda emoción que me produce contemplar unos segundos ese cartelito, que no pega ni con cola en ese pasillo tan elegante, pero en cuyas letras están condensadas el último reducto vivo, intacto, de mi infancia y por eso paso los dedos por ellas antes de llamar al timbre y volver a mirar esos rostros que tanto me reconfortan. Así ha sido hoy, de nuevo.


Comparativa

Portada de la edición electrónica del diario "El Mundo" a las 2:06 AM de ayer:



Portada de la edición electrónica del diario "El País" a las 2:06 AM de ayer:



Queda claro.


14 febrero 2007

Flechazo

No es por ser agorero pero la cosa se acaba. Lo del enamoramiento digo. Se acaba siempre. Por eso cuando la gente se ha puesto a investigar la cosa han dirigido sus pesquisas al calendario para intentar determinar cuánto dura la batería y, de paso, mirar de qué está hecha la batería. Stendhal definió el enamoramiento como un trastorno momentáneo de la atención y calculó que "momentáneo" es una palabra que dura entre dos y tres años. Stendhal era de letras y por eso la definición le salió muy precisa pero los números no tanto. Ahora los científicos han hilado más fino y dicen que ni dos ni tres, sino que son cuatro: el enamoramiento caduca a los cuatro años. ¿Seguro?, les preguntas. Seguro seguro, te contestan. Hombre, a ver, trimestre arriba trimestre abajo, que tampoco se trata de fardar como cuando Tamariz te acierta la carta que has cogido de la baraja. Lo que quieren decir es que la naturaleza lo tiene todo calculado y cuatro años es el tiempo que necesita una cría humana para ser lo suficientemente independiente como para que pueda haber alguien que no sean los propios padres para ocuparse de ella.

En términos evolutivos, a partir de los cuatro años ya no es estrictamente necesario que mamá y papá sigan juntos. Si siguen es cosa de ellos pero desde luego la naturaleza se va a desentender del asunto. Para empezar, va a cortar el suministro de dopamina. Se nota cuando un día te levantas y miras a la persona que está a tu lado y te dices: "ronca". La falta de dopamina no le hace roncar a tu pareja pero te hace darte cuenta a tí de ello; más exactamente, y para decirlo de un modo llano, de repente el ronquido de tu pareja te jode. Dicho así queda menos fino pero nos entendemos todos que al final es lo que importa. Te cortan la dopamina y es como si te despertaran de un trance y adiós hechizo. Por eso el amor de tu vida dura hasta que un día aparece alguien al otro lado de la calle. Y vuelta a empezar.

El problema es cuando a tu pareja se le acaba la batería pero a tí todavía no y entonces te quedas fuera de cobertura. Y eso jode más que el ronquido. Cabría pensar entonces que si bien el enamoramiento es un proceso instintivo, la sentimentalización del amor ocurre en otro nivel. Pero no agüemos la fiesta a los enamorados que hoy celebran la feliz combinación de sus respectivas químicas y carpe diem. Sólo al final del párrafo pone que Lidia aún no sabe que mañana llorará.


13 febrero 2007

Meme

Barbarita me ha pasado un meme. No me hagas explicarte qué es un meme porque no lo tengo muy claro pero para mí que es un cuestionario que se va pasando de uno a otro, como aquello de las cartas en cadena que debías mandar a no sé cuántos porque si no para qué te voy a contar la de desgracias que te podían pasar, como aquella señora que tiró la carta a la basura y al día siguiente amaneció calva. Pues ahora la cosa no trae consigo desgracias y se llama meme. No es la primera vez que recibo el testigo pero siempre me había hecho el memo ante un meme porque me dan una pereza horrorosa, por eso me hizo mucha gracia leer que Barbarita me lo pasaba "por ser la persona que más veces postea por semana y creo que no le va a dar pereza responder al cuestionario". Y como resulta que me da una pereza horrorosa pero también da la casualidad que soy muy contradictorio pues me he dicho: al meme.

Pues al meme. 8 preguntas, 8 respuestas. Va.

1. ¿Por qué comenzaste a escribir un blog?
¿Ves? Ya empezamos mal. Es que podría contestar muchas cosas diferentes, por eso me pongo nervioso cuando llaman por teléfono para hacer una encuesta; contesto una cosa y luego pienso que podría haber contestado también otra distinta y entonces me muerdo las uñas y me siento culpable. Empecé a escribir un blog porque era sábado por la noche. ¿Y? Pues porque iba a ir a cenar y me llamaron para decirme que no había cena. ¿Y? Pues porque me aburría. Empecé a escribir un blog porque me aburría, sí, pero de paso pensé que podía ser un reto: como dije en alguna ocasión, "La Idea del Norte" fue en un principio una columna semanal en un periódico local y la tuve que dejar porque una semana era demasiado poco tiempo para escribir un folio. Como lo oyes. Quién lo diría ahora, verdad? Pues ese fue otro motivo para empezar el blog: adquirir soltura. Venga, la siguiente.

2. ¿Sobre qué temas escribes? ¿Por qué?
Echa un vistazo a tu alrededor y tú mismo. Igual escribo de la función expresiva del retardo en el contrapunto que del colocón de Vernel. Según. Igual es por la medicación, no sé.

3. Si la gente dejara de leerte y comentar, ¿seguirías escribiendo?Es que eso no va a pasar porque como me entere yo que alguien deja de leerme... Ahora en serio: sí, probablemente seguiría escribiendo pero lo que es seguro es que lo haría de distinta manera. Un blog no es un asunto unilateral. Uno escribe sobre sí mismo y su forma de ver el mundo pero pronto se da cuenta de que las resonancias en los otros son múltiples y variadas. Hay quien considera ficción lo que es realidad y viceversa o hay quien toma por un sentido lo que en realidad va por otro lado. Es una de las cosas que más me llaman la atención de esta experiencia porque te brinda posibilidades creativas muy estimulantes que no puedo explicar porque la pregunta "¿cuáles son esas posibilidades?" no viene en el meme. Qué le vamos a hacer, hijos.

4. ¿Crees que al escribir un blog debe seguirse algún tipo de ética?
Creo que al escribir un blog debe seguirse ante todo una estética. La ética cabe dentro.

5. ¿Crees que formas parte de una comunidad? ¿Por qué?
Pues claro, qué preguntas. Porque conoces a gente nueva o, por lo menos, lo que esa gente quiere proyectar de sí misma, que ese es un tema que daría para hablar laaargo y tendido. En Internet, hay gente que se muestra en cuarto menguante o creciente; hay gente que se oculta tras una piel de palabras y hay quien, sabiéndolo o sin saberlo, se descubre como en ninguna otra parte. A mí lo que me pone malo es recibir el típico mail de "perdone, cuándo sale su próximo libro?" y te da como apuro y te preguntas a ver cómo puedes decirles sutilmente que se han confundido de tipo hasta que de pronto caes en la cuenta de que lo que te están diciendo en realidad es: "mira tío, o tía, que no sé quién eres ni me importa un carajo: yo lo que quiero es que me leas y punto, así que clicka". Ese tipo de reclamos me estomaga. Curiosamente quienes lo hacen suelen escribir blogs horrorosos o los dejan a medias. Todavía me acuerdo del petardo aquel (qué plomo!) o de la tiparraca aquella. Qué duro es ésto, dí que también hay gente muy maja, que si no...

6. ¿Tienes algún grupo cercano de blogueros con el que te podrías poner de acuerdo para lograr algo?
¿Me lo puede repetir? Es que le estaba mandando a Ferre una de las músicas con las que le castigo de vez en cuando y no estaba atento, perdone.

7. ¿Crees que los blogs van a cambiar/están cambiando algo en la sociedad/mundo político/etc.?
Desde luego, éste no. Ni lo pretende. Al mundo ya no hay quien lo cambie; de hecho, me da que el fin del mundo ya ha ocurrido y ahora estamos en los títulos de crédito.

8. ¿Qué te gustaría poder hacer dentro de la red para profundizar lo que haces con el blog y por qué? ¿Podcast/videocast, comunidades, wikis, redes sociales,etc.?
¿"Wikis"? ¿Eso es una fruta de plástico? Prefiero otras cosas, sinceramente: mayor facilidad y versatilidad para la distribución de material audiovisual, por ejemplo. Eso sería fantástico porque las posibilidades se multiplicarían.

Ya está. Ahora se supone que tengo que elegir a quién cederle el testigo pero voy a coger el comodín de la pereza y que se elijan a sí mismos. Gracias.


12 febrero 2007

Rózsa

A Alain

Se cumplen 100 años del nacimiento de Miklós Rózsa, inolvidable compositor. Su nombre lo has visto escrito en la cabecera de muchas películas de cuya atmósfera emocional fue directo responsable. Trabajar en cine con un músico enorme entraña ciertos riesgos: se apodera de la película a nada que el director ande lento de reflejos. Fritz Lang tuvo que sacar brillo a su monóculo para mirar atentamente porque en los títulos de crédito de "Moonfleet" (1955) las olas rompían furiosas contra las rocas de un acantilado al compás de una ráfaga musical de Rózsa que te empapaba el alma con la intención de irse de la lengua, porque allí estaba condensada la esencia de esta memorable película de aventuras y melancolías.

Rózsa formó parte de esa generación de músicos europeos que vieron en el mundo del cine norteamericano una manera de canalizar su actividad creativa como compositores sinfónicos. Había nacido en Hungría y su carrera musical se forjó a la sombra de Bartok, Kodaly y de la música modal del folklore centroeuropeo. De allí extrajo el material con el que construiría una personalidad musical muy singular y enormemente expresiva. Rózsa poseía un talento innato como narrador musical tanto de gestas épicas como de evocaciones líricas y dominaba como nadie el ritmo escénico: en lugar de componer fragmentos compartimentados puso especial empeño en trabajar la continuidad entre escenas, con la consiguiente contribución a la cohesión y a la fluidez narrativa. A él debemos esos momentos de transición una vez culminada una determinada acción que pronto se convertirían en lugar común:

Click para escuchar. Mp3, 220 k.

A la hora de componer Rózsa ponía en acción sus habilidades como melodista infalible, brillante orquestador (inconfundible su tratamiento del registro grave de los intrumentos de viento como color de fondo del lienzo de la partitura), contrapuntista minucioso, modalista modélico y hábil diseñador de motivos con los que poblar la textura sonora de sus obras. El resultado era un paisaje musical exótico y hermoso de sabor inmediatamente reconocible.

Rózsa tituló su autobiografía "Una doble vida" precisamente para señalar su condición de compositor "serio" y compositor de bandas sonoras (como si estas bandas sonoras no fueran asunto serio!). Ambas "vidas" confluyeron felizmente cuando Billy Wilder le encargó la música de la maravillosa "La vida privada de Sherlock Holmes" (1970) y Rózsa echó mano, sorprendentemente, de su "Concierto para violín y orquesta" compuesto en 1956. Las características de ese concierto le venían a la película como anillo al dedo: los compases iniciales del primer movimiento hacen sonar un patrón rítmico que se asemeja al bordón de las gaitas escocesas, país donde se desarrolla la acción principal de la película:

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Pero sobre todo, el concierto contiene una joya imprescindible: el solo de violín.



Es sabido que en el particular universo de Sherlock Holmes, el violín ocupa un lugar fundamental como elemento que contribuye a poner a pleno rendimiento la materia gris del detective. Pero aquí, además, el solo de violín, convertido en leit motiv de la película, debe cumplir una decisiva función añadida: tiene que resultar emocionalmente conmovedor, porque en este retrato "privado" de Sherlock Holmes, el genial detective nos muestra su cara oculta, su semblante más humano. Y aquí el tema de Rózsa irrumpe con una belleza arrolladora y una desgarradora melancolía. El solo de violín que Rózsa rescata para este Holmes de carne y hueso es un grito, un ansia, un dolor profundo. Un instante maestro.

Click para escuchar. Mp3, 1,4 MB.

10 febrero 2007

Meteorología

MaldonadoA mi abuela le pone el hombre del tiempo. El de la Primera. Cuando lo descubrí, ayer por la noche, me sorprendió y no me sorprendió. Quiero decir que de momento pues te choca un poco pero luego atas cabos y dices: claro, y sigues leyendo el periódico. Que el programa favorito de mi abuela es la previsión meteorológica era algo que sabíamos todos desde hace tiempo pero a mí me llamaba la atención el interés con el que ella seguía y sigue las explicaciones del tiempo previsto para mañana, pasado y el avance para el próximo fin de semana sobre todo porque mi abuela no sale de casa. No le gusta. Le dice mi madre: "mamá, vamos a bajar a dar un paseo que hace buena tarde" y de repente mi abuela se pone mala. No es que se ponga mala, es que dice que lleva mala desde por la mañana. A mi abuela cualquier cosa menos salir a la calle lo que pasa que cuando sale luego casi no entra. En fin, como iba diciendo, es un poco llamativo que siga las explicaciones de la borrasca que entra por Galicia con un interés tal que, algunas veces, al entrar en el salón, la he sorprendido de pie, con las manos entrelazadas en la espalda, plantada a medio metro de la pantalla, como escrutándolo todo. Y cuando se acaba el pronóstico se va y dice si te quito la tele, hijo, o la vas a ver, que me voy a coser.

Pero hay más indicios. Los reuní mentalmente todos ayer mientras hacía como que leía el periódico. Por ejemplo, cuando sale Paco Montesdeoca, que es el otro hombre del tiempo, mi abuela siempre dice que a este hombre no se le entiende nada y te dice que ya lo puedes quitar. Pero cuando sale José Antonio Maldonado dice que ssst y casi que te da apuro pasar la página del periódico para no hacer ruido. Una vez salió Montesdeoca y dijo: "ya lo puedes quitar, hijo, que a este hombre no se le entiende nada" y puse Telecinco en el mismo momento en que Jorge Javier Vázquez aseguraba muy serio que Paquirrín necesita el "Brain Training" con urgencia. En cuanto a las mujeres del tiempo, ni fu ni fa, sin más, pero sospecho que mi abuela no cree mucho lo que pronostican y espera a que venga Maldonado.

Me da que tampoco es muy normal que una persona que escucha en concentrado silencio las explicaciones sobre el mapa en el que van apareciendo soles enteros y soles a medias, nubes a secas y nubes mojadas, amén de estrellitas de nieve y flechas de viento y demás iconografía, te diga nada más terminar: "pero entonces va a llover o va a hacer bueno?". Siempre. Maldonado dice "por el momento, esto es todo, muy buenas tardes", y ella dice "buenas tardes" y a continuación se vuelve y te dice "pero entonces va a llover o va a hacer bueno?". Podría pensarse que a sus noventa y pico años a mi abuela le cuesta comprender las cosas pero, ojo, que los años no nos despisten a nosotros porque se entera perfectamente. Lo que pasa es que Maldonado explica lo de la inestabilidad en las capas altas de la atmósfera y mi abuela dice: "este hombre se está poniendo un poco gordo últimamente, jo" o anuncia que las nieblas en el centro serán persistentes a lo largo de toda la jornada y ella dice: "pues vaya qué chaqueta más elegante lleva hoy este hombre, jo".

Pero lo de ayer tuvo un matiz revelador, no sé, porque fue despedirse Maldonado y decir mi abuela: "este hombre está acatarrao, más le valía quedarse en casa y ya está". Y luego, "te dejo puesta la tele o la vas a ver, hijo?", que eso lo dice siempre. Lo del catarro fue concluyente para mí. Hay una teoría que afirma que los catarros suscitan ternuras delatoras. Si no la hay debería haberla porque eso todos lo sabemos. No me digas que tú no. Pues entonces.


09 febrero 2007

Pasado

Es curioso. Lo de la frase, digo. Acabo de leer en el blog de toni la frase que le oí a mi amigo Carlos cuando vino a verme por Navidades. Lo que no me acuerdo es qué vericuetos tomó la conversación para que, de pronto, Carlos pusiera gesto de recordar y citara la frase de la película "Princesas": "¿Se puede tener nostalgia de algo que no ha pasado?". Y ahora la acabo de leer en el blog de toni, es curioso. Hay preguntas como esa que seguramente no esperan respuesta y que se hacen para dejarte pensativo. Bueno, a mí no, porque yo siempre he sentido nostalgia de las cosas que no me han pasado y según cómo me pille me afecta poco o me pone muy melancólico o me pongo a mirar por la ventana como si por la ventana fueran a pasar las cosas que no han pasado. A mí me pasa, sí, yo siento nostalgia por las cosas que no han pasado, que no me han pasado. Por eso me emociona un poco y a veces un mucho que las cosas le pasen a ella, o a él, o a ellos, lo que pasa es hay veces que no lo digo, quiero decir que expreso mi alegría pero no digo el fondo de la cuestión, es una especie de alegría sincera que deja en el cajón una alegría íntima. Somos muy complicados: te puedes alegrar por algo que al mismo tiempo te duele un poco, porque la nostalgia es un ay dicho en voz baja. La conclusión es que se puede sentir nostalgia por las cosas que no han pasado pero te pasan a tí, y a tí, y a tí, y eso es suficiente. Uno no sólo late en su propio corazón o quizá en el propio corazón resuenan latidos de otros corazones. Eso era lo que quería decir.


08 febrero 2007

Control

Después de haber hecho los deberes, es decir, tomado los medicamentos prescritos a la hora señalada durante el tiempo establecido, hoy me han hecho en el hospital el esperado control para saber cómo va la cosa. Ellos lo llaman "objetivar". El resultado ha sido que, tal y como era de esperar al haber tenido que retirar la medicación sospechosa de causar la aparatosa y preocupante sintomotalogía que quedó anotada aquí en su día, mi enfermedad se ha reactivado, así lo ha hecho constar ese sismógrafo particular que es el numerito que aparece a la derecha de la Proteína C Reactiva (PCR). Lo novedoso ha sido que los otros parámetros, aquellos que dieron la tabarra para que los llevara a dar una vuelta por el hospital, parece que le han cogido gusto al sitio; de hecho, el hematocrito está que se sale de contento. Vamos, que estamos otra vez parecidos. Todo esto se resume de la siguiente manera: yo entré en el hospital con una enfermedad crónica controlada y una sintomatología paralela e imprevista de causa incierta y ahora me encuentro con una enfermedad crónica descontrolada y una sintomatología paralela e imprevista de causa incierta. Seamos positivos: al menos lo segundo sigue igual.


07 febrero 2007

Recuerdo


Por alguna razón que no acierto a explicarme, me conmueven profundamente las fotografías en las que François Truffaut posa junto a Jean-Pierre Léaud, su alter ego en la pantalla durante tantos años. Es como contemplar a la vez instantes distintos de una misma vida. Quizá sea la complicidad, quizá el afecto. En realidad de Truffaut me conmueve todo: su pasión entusiasmada por el cine, verle con el audífono paseándose por "La noche americana" o haber elegido el nombre de Antoine Doinel para decirse. El cine de Truffaut es un corazón que late golpeando 400 veces en el pecho y una carrera desesperada hacia la libertad por una playa en blanco y negro. François Truffaut hubiera cumplido hoy 75 años.

Archivo: Truffaut/Doinel en "La Idea del Norte" (8 de Septiembre de 2005)

(P.D: me ha conmovido también releer el post del archivo)


06 febrero 2007

Trazos

La hoja de papel es blanca, sin cuadrícula, y en ella se asientan cifras y signos cuya combinación perseguirá sin duda ciertos propósitos, como lo atestigua finalmente ese conjunto de números y comas encerrados en un marco rectangular de trazado irregular y ligeramente tembloroso, no sabemos si por premura de tiempo, o premura del propio pulso inquieto, o quizá porque la postura en la que se dibujó ese marco no fuera la más apropiada.

Que no sepamos qué quieren decir esas fórmulas y esas cifras, de qué hablan o a quién se dirigen, si dan en la diana o si caen fuera de pista no tiene ninguna importancia. Lo que adquiere verdadera importancia en este instante es que al asomarnos a dicha hoja nos sabemos ocupando materialmente el lugar exacto que habitó quien trazó estos signos y estas cifras, meditándolas hasta que un impulso eléctrico surgido de algún lugar recóndito del pensamiento puso en marcha los pertinentes movimientos del brazo y de la mano y se deslizó a través de ellos hasta materializarse en las líneas que dibujan esta equis cuyas aspas se curvan ligeramente en la base, esa a mayúscula que se pasa la mano dos veces por su costado izquierdo, ese seis que se recoge de manera discreta en su regazo o esas i griegas que nos sorprenden mostrando hasta tres semblantes distintos, como si no terminaran de encontrarse a sí mismas.

Ahora nuestros ojos contemplan el paisaje desde el mismo ángulo en el que otros ojos guiaron los movimientos de la mano sobre el papel y distribuyeron la información en él contenida de manera ordenada, aunque con tendencia a apoyarse en la pared izquierda de la hoja, dejando amplios espacios abiertos en el lado opuesto. Quién sabe las razones que motivarán esta querencia por arrinconarse aquí, dejando allí un pasillo vertical donde resuena un eco blanco. Estos detalles que ahora recorremos una y otra vez con la vista con suma curiosidad envueltos en silencioso recogimiento, como si esperáramos de ellos una revelación en cualquier momento, atestiguan que el joven Malvás habitó esta hoja de papel por unos breves instantes y luego salió. Es probable que ya no recuerde la estancia pero ahora sabemos nosotros que la eme mayúscula la dibuja alta.


04 febrero 2007

Gilels

Emil GilelsTenía 14 años cuando dí mi primer concierto de piano y todo mi interés residía en la segunda parte del recital porque quería reproducir una de las caras de un elepé de Emil Gilels tocando a Mozart. Así como suena (nunca mejor dicho). Es que ese disco me fascinaba. Hay dos elepés que han sido decisivos en mi vida: Jack Brymer tocando el clarinete con Neville Marriner y Emil Gilels tocando en solitario un recital de Mozart en directo en el Mozarteum. Bien es cierto que anteriormente me había marcado también mucho el disco ese de "Todas las brujerías del brujito de Gulubú se curaron con la vacú, con la vacuna luna luna lu" de Rosa León, pero eso fue en párvulos. Cuando tenía 14 años el disco de Gilels lo escuchaba una y otra vez y cuando empezó a chasquear y a hacer clas clas me lo grabé en una cinta. Qué disco, oye. Me gustaba oirle tocar esas cuatro obras, dos por cada cara del disco, las Sonatas K.281 y 310, la Fantasía en re menor y las Variaciones sobre un tema de Paisiello K.398 como en bucle, todo el rato. Me gustaba tanto que decidí montar la segunda parte de mi concierto con una de las Sonatas y la Fantasía. No se trataba de uno de esos temerarios pero disculpables impulsos adolescentes de creerse como un Gilels por un instante, exactamente durante una segunda parte. No. Era aún peor: se trataba de hacerlo igual y punto, sin vanidad siquiera, como el que se pone a imitar según sus posibilidades a algún político o a un famoso de la tele porque le gusta y ya. Pero es que no podía concebir esas obras de otra manera, con ese tempo tan reposado y al mismo tiempo tan enérgico.

Pasó el concierto, se rompió el disco y la cinta se perdió. También pasó el tiempo y todo ese tiempo busca que te busca el famoso recital de Gilels en el Mozarteum en Enero de 1970 en cd, que el cd no hace clas clas. Pues nada. En el 91, cuando el aniversario Mozart, albergué serias esperanzas de que alguien desempolvara al fin la grabación. Pues tampoco. ¿A qué esperaba Deutsche Grammophon a hacerlo?

Pues al jueves pasado.

Fue leerlo en el último número de "Audioclásica" y casi me caigo del sofá al suelo. Entiéndelo, es que son más de veinte años de espera. Así que me fui corriendo para El Corte Inglés. En mi caso, ir corriendo al CI supone hacer 80 kilómetros de tren de ida y otros tantos de vuelta pero da igual. Me llevé el recorte porque decirle a una dependienta de El Corte Inglés si tienen "Emil Gilels: the Mozart recordings, Deutsche Grammophon" es muy arriesgado. Que conste que no es una crítica hacia las dependientas, que bastante hacen, sino al Corte mismo, que igual las ponen un día en la Planta Joven como en la sección de dvd´s al otro y claro, las pobres no saben lo que venden. Así que me presenté con el recorte y le dije: "Dame una alegría y dime que tienes ésto". Le dije de tú porque nos conocemos ya. Tantos discos juntos... Lo tenían y además con el descuento del 25 por ciento. Por un momento me pareció como una indemnización por los años de espera, qué cosa. Me puse más contento que ni sé y me subí a la cafetería a celebrarlo con una coca cola. Gilels sonreía en la portada también. Normal.

Ahora desde el jueves suena Gilels todo el rato. Suena igual que entonces e igual de bien. Obvio, pensarán algunos. Pues no: porque a los 14 años no escuchas igual que a los 37. Es como cuando guardas un recuerdo precioso de una película y luego la ves de mayor y es una bazofia y casi lloras de pena porque sientes como que has perdido un trocito precioso de la infancia. Pues aquí no. Suena igual de bien.

El de Gilels se ha calificado como un Mozart "oscuro". Tiende a tocar con tiempos pausados y una pulsación enérgica que contrasta con esa traducción de la transparencia mozartiana que se concreta hoy en día en toques ligeros, sueltitos y delicados. Nada más lejos de eso aquí al encontrarnos un Mozart en las antípodas del de un Brendel o una Pires. Gilels tiene un toque recio, concentrado, enérgico y, sin embargo, increiblemente lírico y hermoso. Yo no sé qué pasa con los intérpretes de antes y los de ahora. Los de ahora tienen una técnica impecable pero son epidérmicos. Los de antes eran todo carne jugosa y palpitante y hasta las notas que resbalaban latían con fuerza. Los de antes además eran tipos muy sabios y los de ahora no se dejan una nota pero, por lo general y salvo excepciones excepcionales, tienden a tener dificultades para pillar una metáfora de un libro, por ejemplo, si es que pillan un libro alguna vez o saben qué quiere decir metáfora. Igual el secreto es que eran tipos que vivieron muy intensamente para adentro y ahora se vive muy intensamente hacia afuera. No es malo, pero tampoco es lo mismo.

¿Dónde estaba? ¿En la cafetería de El Corte?. No, ya no. Estoy con Gilels pero en casa. Escuchemos el carácter cantable y natural que tienen las escalas mozartianas en las manos de Gilels al comienzo del pasaje y la firmeza y la energía que imprime al final:

Click para escuchar. Mp3, 449 k.

Y ahora el impactante contraste que presenta el mismo fragmento transportado al modo menor en el que está escrita esta dramática y magistral sonata mozartiana. Es aquí donde el Mozart "oscuro" de Gilels se revela con esa intensidad tan característica e inolvidable del pianista ruso:

Click para escuchar. Mp3, 570 k.

Qué feliz reencuentro.


03 febrero 2007

Madrigal

"No digáis a nadie lo que nadie sabe:
todos mis amores sólo sueños son..."
...........................................J. Guridi


02 febrero 2007

Album









01 febrero 2007

Recompensa

Lo más bonito de ayer fue que en el calor del aplauso las bocas dibujaban la palabra gra-cias, así, en compás de dos por cuatro. Una señora lo hizo con el gesto discreto de quien actúa para que no se entere el vecino de al lado, lo que pasa es que los vecinos de al lado, el de la derecha y el de la izquierda, estaban haciendo lo mismo, convencidos que sus respectivos convencinos no les veían. Es lo más bonito que te puede pasar: tener la suerte de transmitir entusiasmos y que al final hasta te den las gracias. Y después de lo que viene sucediendo en las últimas fechas, es la voz de dentro la que, después, que es muy paciente, a solas, te dirá: "he podido". Qué reconfortante sensación: volver a latir en las palabras, mirarte en otras pupilas, encontrarte. Y reconocerte, al fin.