31 agosto 2006

Radiactividad

Desde que el otro día me hicieron unas radiografías, ponerme a escribir en el blog me da una pereza espantosa.

Es que fueron 14.

Y eso tiene que acarrear unos efectos secundarios indudables. En el transcurso de la sesión de fotos aproveché para hacerle unas preguntas a la enfermera. No contestó a ninguna. Bueno, contestaba con risas. Yo no le veía la gracia, desde luego. Yo oía los disparos y el resuello nuclear del aparato (que siempre me inquieta bastante) mientras posaba de frente, de costado, de espalda, ahora las manos, ahora una mano, ahora la misma mano de canto, ahora vamos con los pies... Y entre medio y mientras no le daba la risa la enfermera decía "no respires!", y luego "respira!". Y cuando decía "no respires" yo no preguntaba nada (pero pensaba en la pregunta que le iba a hacer a continuación) y cuando decía "respira" le hacía la pregunta que acababa de pensar como, por ejemplo: "¿dice el libro de instrucciones algo acerca de una limitación en el número de exposiciones por recomendación de la Agencia de la Energía Atómica?" o "¿está contemplada la posibilidad de que salga de aquí fosforescente?". Y risa, la tía. Hubo un rato que me dio por pensar que las preguntas que se me ocurrían mientras no respiraba seguro que quedaban impresas de alguna manera en las radiografías, pero eso no se lo dije. Al terminar salí de allí sintiéndome la Central de Chernobil y entonces empezaron a pasar cosas raras.

La pereza, por ejemplo.

Ayer por la noche me senté ante el blog y me entró una pereza pegajosa, y esta mañana igual. En el desayuno le he dicho a Mari: "me da pereza el blog" y ella me ha contestado "sí, a mí también me duele hoy el dedo, debe ser el tiempo". Para despejarme un poco me he ido a pasar medio día fuera y mientras esperaba al tren en el andén le he mandado a Javi un sms haciéndome pasar por Hank Chinaski, el alter ego de Bukowski, al que estoy revisitando estos días y del que me gustaría hablar cuando el efecto de la radiactividad se pase, porque esto fijo que es de la radiactividad, lo de la pereza y lo del sms. Si no qué.

El caso es que le he mandado un sms como si fuera Chinaski y claro, lleno de procacidades y cosas así que no voy a repetir aquí por si alguien lo lee en horario infantil y porque yo, como es bien sabido, soy un chico formal. Y además en mayúsculas para darle el énfasis pertinente (o debería decir impertinente?). Luego en el tren veía pasar árboles o cosas verdes y de repente me he sobresaltado al pensar qué habría pensado Javi al recibirlo pero como me conoce bien y sabe de sobra mis desdoblamientos y demás me he imaginado que se había reído. Luego a última hora de la tarde me ha llamado y se ha vuelto a reir en abierto y en directo. He imaginado bien entonces.

(suspiro de alivio)

Pero rebobinemos un poco porque seguía en el tren y en un momento dado al girar la cabeza mis ojos se han posado en un rostro y, por primera vez en mi vida, he sentido la certeza de que yo podría compartir el resto de mi vida con una persona. Con esa persona. Inquieto en el asiento, consternado profundamente, aquéllo ha sido definitivo para teorizar el resto del viaje sobre el efecto de los rayos X en mi ser.

Ya en mi destino, me he ido de compras. He empezado con el encargo de comprarle a Sergio el disco duro portátil Lacie que necesita ahora que empieza con el proyecto fin de carrera y va de aquí para allí y viceversa.

(luego le he comprado un Bukowski a Javi)

Y finalmente me he dedicado a mí mismo. La radiactividad ha vuelto a hacer de las suyas: me he comprado en dvd "Teorema" de Pasolini. Sí, lo siento. Lo siento muchísimo, espero que volváis algún día a este blog cuando se os pase el mal trago pero es que de repente me he imaginado en plan cineclub setentero inmerso en aquellos planos largos, esos silencios eternos... y me ha entrado un morbo terrible. Vamos, es que no me lo pierdo por nada del mundo! (además, quién sabe, oye). Por si acaso, para compensar me he comprado "Los bajos fondos", de Jean Renoir y la primera temporada de "Anatomía de Grey". En esa serie también salen médicos y hacen radiografías pero además hay química orgánica en el cásting formando moléculas de lo más interesantes.

Esperando el tren de vuelta había una chica hablando por el móvil y al pasar a su lado he oído una frase al azar que, por un instante, me ha revelado el sentido profundo de la existencia.

Ya estoy en casa, radiactivo y a salvo, al fin.


29 agosto 2006

Abrazo

Para C. hoy.


(......)



28 agosto 2006

Album



Mi sobrina Isabel ha cumplido hoy 4 años. Me mira así porque he llegado un poco tarde a la fiesta y me lo ha tenido en cuenta a ratos pero lo que no dice la foto es que cuando me he acercado sigilosamente a sus espaldas entre la algarabía de niños y le he susurrado al oído ("sorpresa, princesa") se ha girado rápidamente y se la han humedecido un poco los ojillos. Isabel y yo nos queremos mucho.


27 agosto 2006

Comentarios

Este post terminará hablando sobre los comentarios del blog pero va a empezar comentando otras cosas.

Por ejemplo.

Hoy hace la friolera de 65 años que mi abuela se casó. Lo ha soltado a mitad de la comida. Antes sólo había comentado que al salir de casa esta mañana casi le ha dado frío y todo; después sólo ha vuelto a comentar que al salir de casa esta mañana casi le da frío y todo. Han sido los únicos comentarios. Yo he pensado que igual estaba un poco tristona por los recuerdos y eso o igual simplemente estaba callada porque recordar 65 años debe ocupar lo suyo. Mirémoslo de esta manera: el día que mi abuela se casó, la Warner Brothers todavía no tenía cerrado el reparto de "Casablanca". Ahí es nada. (Es curioso que utilicemos expresiones como ésta, "ahí es nada", para referirnos a 65 años). Ayer por la noche venía de cenar dándome un paseo y me adelantaron unos recién casados todavía vestidos de novios y ya iban discutiendo. Ahí me parece que igual encaja mejor lo de "ahí es nada", aunque nunca se sabe. El caso es que, ¿qué es de Bogart, Bergman (Ingrid), Rains, Lorre y Curtiz? ¿qué de los hermanos Warner?

Nada.

Pero también es verdad que todavía nos queda París... y mi abuela comiendo ensalada.

Luego está lo de esta mañana.

Comprar el periódico en un sitio que no es un quiosco de periódicos sino una librería multi-usos tiene sus ventajas, sobre todo si es domingo: puedes quedarte mirando el escaparate y a la vez que ojeas las novedades ojeas si el horizonte está despejado. Es una buena estrategia porque dentro estaba, de nuevo, el maligno en persona, ¡horror! ese hombrecillo canoso de apariencia pusilánime al que dediqué en su día un post (me da pereza buscarlo así que no pongo el enlace) y que convierte en angelito de la guarda al mismísimo Tony Soprano. Para colmo se dirigía a la puerta en ese mismo instante así que he recurrido a la estrategia número dos: me llaman al móvil. La estrategia número uno es mirar de reojo por el escaparate entre libro y libro y la estrategia número dos es hacer como que de repente me llaman al móvil y digo sí, dime dime, sí, bueno, muy bien, perfecto, no no, de verdad, me viene bien, de acuerdo, en unos veinte minutos, te parece? vale, sí sí, sin problema, bueno, nos vemos, venga, hasta ahora.

Y ya está.

El periódico de los domingos vale un poco más caro y además tiene sus riesgos.

Y luego viene lo de antes de comer pero después de lo de esta mañana: lo de antes de que mi abuela comentara que hoy hace 65 años que se casó pero después de lo del periódico. Y es que me he puesto a hacer limpieza en el blog: suprimido los post que en su día quedaron en la nevera sin terminar de cocerse con la etiqueta "borrador" y que ya han caducado, clasificar la (abundante) correspondencia que "La Idea del Norte" origina vía e-mail (sí, amigos, hay vida más allá de los comentarios que aparecen en pantalla) y alguna cosilla más y he aquí que llegamos al momento que se anunciaba al principio, cuando decía que este post iba a terminar hablando de los comentarios del blog después de comentar otras cosas.

Me he dado cuenta de una cosa muy curiosa: según la estadística del blog, hay personas que llevan un año visitando a diario "La Idea del Norte" y jamás han hecho un click en los comentarios. Cabría pensar que lo que leen no les interesa pero si vuelven a diario es que algo les interesará, digo yo. Entonces, cual directivo de televisión examinando las audiencias de la noche anterior, me preguntó acerca de las posibles razones del desinterés que un sector de lectores muestra por lo que otro sector pueda opinar (hay un tercer sector, mayoritario, que no opina pero lee los comentarios). Y se me ocurren dos posibles respuestas: la primera (la acabo de apuntar) es que hay lectores a quienes les da igual lo que digan los demás acerca del post del día; con el post ya tienen bastante. Parecen no contemplar la posibilidad de que los comentarios puedan ser un lugar de debate donde el post termine de completarse. La segunda posibilidad es tan sencilla como plausible, que todo puede ser: que haya quien no haya reparado en que existen los comentarios.

Pues existen.

Se hace click sobre ellos y sale una ventanita donde se pueden leer las opiniones de la gente. Esto me recuerda que no hace mucho recibí un mail donde se me sugería que interrogara a los comentaristas en lugar de limitarme a responderles, para suscitar un diálogo, un posible debate. Y el mail añadía una sutil llamada de atención: "como antaño".

(hmmm...)

En resumidas cuentas: que hay gente que puede contar que se casó hace 65 años (y siempre quedará París), que no está de más recordar que el mal está entre nosotros (pero siempre puede salvarse uno agarrándose al móvil) y que un blog es, también, un espacio abierto (eso siempre).

As Time Goes By...


26 agosto 2006

Epígrafe

"Déjate llevar por el niño que has sido"

............................................................José Saramago, "Libro de los consejos"


25 agosto 2006

Planeta

Pero vamos a ver.

¿Qué es eso de que Plutón deja de ser considerado planeta? Resulta que se han reunido 2500 científicos en Praga y han llegado a esa conclusión y lo han tachado de la lista. Tan anchos.



¿Y Praga? ¿Es que no se va a pronunciar al respecto?

Cuando yo era pequeño tenía un libro que se titulaba "El Sistema Solar" y lo miraba a todas horas fascinado ante las fotos, dibujos y datos de esos otros mundos. Conforme pasabas las páginas y los planetas estaban más lejos había menos fotos y menos datos, o eran fotos más borrosas. Todavía las Voyager I y II no habían empezado a mandar a casa las fotos de la excursión. En los confines de aquel libro, Plutón ocupaba una página raquítica pero era la página que yo más visitaba. Me intrigaba muchísimo la escasez de palabras y, sobre todo, me atraía sobremanera esa deficiente fotografía en blanco y negro de un disco pequeño y desenfocado porque todo eso, la ausencia de palabras, el blanco y negro de la imagen espectralmente borrosa, resultaba de lo más excitante. Venía a sugerir una cosa: lejanía y misterio. Yo me preguntaba qué habría allí, qué colores, qué parajes, qué hielos, qué silencios, qué pasaba a las cinco y cuarto de la tarde el miércoles, por ejemplo.

Plutón fue un ingrediente fundamental en la sustanciosa sopa con la que alimenté mis fantasías infantiles, motivo más que suficiente para que me sienta algo dolido con la decisión que 2500 tipos han tomado esta tarde sin consultarme. Plutón ya no es un planeta del Sistema Solar. He intentado averiguar por qué no y me he encontrado básicamente con dos argumentos. Uno, que en su órbita atraviesa el cinturón de Kuiper, con lo que no cumple con la premisa de haber limpiado su órbita de otros cuerpos celestes.

Y yo me pregunto: ¿y qué culpa tiene él?

Pero lo peor es cuando te dicen que los nuevos instrumentos de exploración y medición han revelado que, en realidad, Plutón es mucho más pequeño de lo que se pensaba; que es hasta más pequeño que la Luna y por eso a partir de ahora, además de haber determinado su destierro, se atreven a denominarlo, en todo caso, "planeta enano".

Y eso duele, las cosas como son.

¿Algún problema con los planetas enanos? Porque, que yo recuerde, el planeta más hermoso del universo es un planeta todavía más pequeño. Tanto que en él sólo caben una rosa, un niño con bufanda y una silla. Lo descubrió Antoine de Saint-Exupéry orbitando en el capítulo VI de "El Principito" y de su exploración se trajo esta crónica:

El planeta del Principito"Ah, principito! Así fui comprendiendo poco a poco tu pequeña vida melancólica. Por mucho tiempo no habías tenido por distracción más que la dulzura de las puestas de sol. Me enteré de este nuevo detalle el cuarto día a la mañana, cuando me dijiste:

- Me encantan las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol...

- Pero hay que esperar...

- Esperar qué?

- Esperar a que se ponga el sol.

Primero pareciste muy sorprendido, y luego te reíste de tí mismo. Y me dijiste:

- Siempre creo que estoy en casa!

En efecto. Cuando es el mediodía en Estados Unidos, el sol, como todo el mundo sabe, se pone en Francia. Bastaría poder ir a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol. Lamentablemente, Francia está demasiado alejada. Pero en tu planeta tan pequeño, te alcanzaba con correr tu silla algunos pasos. Y mirabas el crepúsculo cada vez que lo deseabas...

- Un día, vi al sol ponerse cuarenta y tres veces!

Y un poco más tarde agregabas:

- Sabes... cuando se está tan triste a uno le gustan las puestas de sol...

- ¿El día de las cuarenta y tres veces estabas entonces muy triste?

Pero el principito no respondió."


Pues 2500 tipos listos, sí. La que no ha dicho nada es Praga, que se sepa.


24 agosto 2006

Madurez

Dice el pintor Luis Gordillo hoy en el periódico que "la madurez es ir abandonando algunos sueños para adecuarte a la realidad". Me parece una definición terrible seguramente porque es cierta. El proceso no es fácil: una cosa es abandonar algunos sueños y otra abandonarse con ellos. Aunque pueda parecer extraño, hay personas que creen que están madurando cuando en realidad se están perdiendo. Pero quizá, asumir que uno se ha perdido sea el inicio y el punto de partida del proceso que conduce a la madurez. A mí me tocó madurar aceleradamente desde muy pequeño movido por las circunstancias pero ahora que me he hecho mayor me he dado de bruces con un descubrimiento incuestionable:

Me he perdido.

Y creo que, aunque no sea agradable sentirlo, es bueno saberlo para echar a andar.


23 agosto 2006

Cumpleaños

Hoy es el cumpleaños de mi amiga Izaskun. Todos los años tengo que mirar el casposo catálogo del colegio porque siempre dudo si el cumpleaños es el 22 o el 23 y siempre sale que es el 23. Una vez Izaskun me mandó por correo una carta de 17 folios. Que te pase algo así marca para toda la vida. En serio. Cuando se casó se empeñó en que yo tocara el órgano en la ceremonia. Grave error. Aparecieron los novios en la puerta y no sé qué me pasó por la cabeza pero desde luego música sí que no, así que empezó a sonar una cacofonía de acordes cruelmente amplificados por la resonancia natural de la iglesia. Fue horrible. Las manos iban solas sin que yo pudiera hacer nada mientras veía a toda esa gente tan bien trajeada, maquillada, gente que había madrugado para soportar estoicamente largas horas de peluquería y que tenía todas las esperanzas puestas en ese instante que yo me estaba encargando de arruinar a base de disonancia pura y dura. La culpa la tuvo el del vídeo, que conste, que me puso nervioso (¿no?). La escena fue tan memorable que al final de la ceremonia los novios quisieron posar conmigo sentado al órgano. Hay gente con gustos un poco raros. Además se lo tomaron a risa. En fin.

No he podido felicitar a Izaskun porque no contestaban al teléfono así que le he mandado un sms porque yo me niego por sistema a hablar con un contestador. Y hace un instante, cuando estaba escribiendo "madrugado para soportar estoicamente largas horas de peluquería" me ha respondido diciendo que estaban en un concierto al aire libre en Bilbao y que un abrazo apretado. Sí, 17 folios.

Hoy también hace los años del nacimiento de River Phoenix, inolvidable y efímera estrella de la pantalla. Lo del cumpleaños no lo pone en el catálogo del colegio pero sí en la imdb. No se sabe si River Phoenix escribía cartas de 17 páginas pero es de sobra conocido que nació tocado por el hada. Su presencia en "My Own Private Idaho" (Gus Van Sant, 1991) sería motivo más que suficiente para felicitarle cualquier día del año pero eso no se puede porque se murió hace 13 años de un ataque al corazón por sobredosis. Tenía 23 años. Cuando para asombro nuestro dieron la noticia por la tele yo todavía no sabía que algún día tendría que tocar el órgano en la boda de Izaskun pero seguro que ese año también miré en el catálogo del colegio si el cumpleaños era el 22 o el 23. Ponía el 23.


Espera

Pocas cosas hay más deprimentes que permanecer en la sala de espera de extracciones de sangre de un ambulatorio a las 8:20 de la mañana.

Dice el doctor House que todos los pacientes mienten. Yo no sé si todos mienten pero lo que es seguro es que disimulan. Hay un silencio incómodo, un amago de conversación hueca, miradas resbaladizas. Por ejemplo, en ese señor que ha debido salir un momento de la oficina o en aquella mujer que esconde la incertidumbre tras un exceso de maquillaje. A la mayor parte de la gente le incomoda reconocer que están enfermos, como si la sociedad se lo fuera a tener en cuenta. Para qué nos vamos a engañar: ésto último es verdad. Pero allá la sociedad, oye. Casi siempre la enfermedad es una mota de polvo en la verdadera miseria de la gente. Pero parece ser que nadie se da cuenta y por eso, en esta concentración silenciosa en la pequeña sala de espera de esta mañana reina ese ambiente tan extraño, como de quien no tiene otro remedio que mostrar sus vergüenzas ante el vecino fisgón. Es todo muy raro y absurdo.

Yo estoy sentado en una silla con bastante mala leche por el hecho de madrugar y por haber dormido apenas 4 horas. Y también por la puta rutina de los putos análisis. Tengo en mis manos tres impresos: rosa, blanco y verde, y una hoja con pegatinas, y un número. Para colmo es el 32. Hay que joderse, lo que faltaba. Detesto el número 32. Cuando tenía 32 años a pocas me muero o igual me morí un poco, vete a saber. Con eso lo digo todo. La gente de la sala de espera no lo diría porque disimula pero yo no. Si te mueres, pues lo dices. Y si te toca la lotería, pues también. Y punto. He estado a punto de preguntar quién tenía el 33 para cambiarlo pero he mirado a derecha e izquierda y una chica ha bajado la mirada y un señor tenía la mirada perdida. Con ese panorama, cualquiera hace nada.

Enfrente está una anciana con un aspecto deplorable: grandes calvas entre cuatro cabellos blancos, la cara amarilla y unas piernas hinchadas en las que no se reconoce el dibujo del tobillo. Y, sin embargo, su mirada líquida es increiblemente tierna y profunda. Lo he sabido porque me estaba mirando y al mirarla ha esbozado una sonrisa triste. Entonces se ha roto el silencio de la salita de espera y ha dicho la frase del día tras un suspiro de resignación:

"Esperar en una sala de espera y luego en otra. No queda esperar otra cosa ya".

Y me ha vuelto a sonreir buscando quizá una complicidad que, desde luego, ha tenido porque la he comprendido perfectamente. La gente le ha mirado como si dijera una barbaridad pero es que a la gente le molesta mucho oir ciertas verdades. Una vez le dije a un médico que si me hubiera tocado vivir hace un siglo yo llevaría por lo menos 15 años muerto y que visto lo visto y dado que dicen que la naturaleza es muy sabia y me había hecho así quizá eso sería lo mejor. Oye, pues por decir eso salí de la consulta con un volante para el psicólogo. ¿Tú te crees?

Por supuesto, fui. Me provocaba una curiosidad morbosa, para qué negarlo. Me preguntó que por qué decía cosas como esa y yo me sentí como cuando en el colegio te llamaban al despacho de la directora (a.k.a “la tetas”) para decir si fuiste tú el que puso en la pared lo de "Monjas a la Mili". Le respondí al psicólogo que lo decía porque así lo veía yo, si no, qué sentido tenía decirlo, ¿no?. Me pregunto entonces que para qué iba al médico y yo le respondí que iba al médico para decirle lo que me duele, que para eso se va al médico. Lo que pasa es que a veces no te duele el pie o la espalda o la garganta. Te duele eso tan inmaterial que podemos llamar alma, espíritu, ánimo, y como eso no sale en los análisis y no se puede “objetivar” (palabra predilecta en las consultas) pues parece que no existe para los médicos. Pero duele. Mucho. El hombre se quedó de piedra y al final hasta me dio la razón. De hecho, por eso me he puesto a contar este aparte, a ver si no.

Pero me llaman. El 32. Sí, yo. Pase. Paso. Hay tres sillas separadas por unos paneles. Me toca la del centro. La enfermera sonríe. Yo también. Trae los papeles, verdad? Sí, los traigo. La enfermera los coge con sus guantes de látex y los examina. Cuando llegue al papel blanco es probable que diga "¿dónde está el tubo para ésto?". Suele pasar siempre. Lo que no sé si lo preguntará a su compañera de la derecha o a la de la izquierda.

-Uy, ¿ya tenemos tubos para ésto?

Para el caso, lo mismo. Se lo ha preguntado a la compañera de la izquierda que pide mirar el papel. No se le ve la cara porque le tapa el panel separador pero por unos segundos se siente su duda y luego se oye un ruido en un cajón. Aparece un tubo. La enfermera me pone la cosa esa de goma que te aprieta el brazo. Ahora dirá que cierre la mano y que si llevo mucho tiempo con ésto. Ya lo verás.

-¿Llevas mucho tiempo así?

(¿Ves?)

-Pronto hago las bodas de plata.

Su sonrisa se detiene en seco como si le fueran a sacar una foto.

-Aprieta la manica un poco.

(Bueno, el orden de las frases no altera el producto)

-Un pinchacico de nada, vale?

(Esa frase es la más obvia, se me había olvidado!)

Cuando pinchan miro siempre para otro lado. No sé por qué, la verdad, porque me veo todas las punciones lumbares de "House" como un campeón, que mira que sale en todos los capítulos, es que no se salva ni uno, oye, ni paciente ni capítulo. Pero el caso es que yo miro para otro lado, quizá por un movimiento reflejo. Esta vez, al otro lado hay un cartel donde dice algo de insuficiencias cardiacas. No me intereso en saber qué es el "algo" por si acaso así que miro el rostro de la enfermera que extrae la sangre de mi sangre con gesto concentrado.

De repente, la anciana de los ojos increiblemente tiernos, que a la pobre no le cogen la vena, deja escapar un ayyyyyyyyyyyyyy que me duele en el alma, aunque la enfermera levanta la vista y al encontrarse con mi mirada se sonríe:

-Las abuelas son un poco quejicas, tranquilo.

Ya que le estoy dando mi sangre a la enfermera, no puedo evitar darle también un verso:

-"Ahí parece un grito porque es donde te duele"

Pero es lo que tiene decir un verso en vez de leerlo: que te puedes perder un acento, y las haches no se oyen, y tampoco hay manera de distinguir las íes de las i griegas. Digo ésto porque la enfermera ha debido oir ay por ahí a tenor de lo que me contesta:

-Tampoco le habrá dolido tanto. Es sólo un pinchacico de nada. Bueno, ya está. Apriétate un poco el apósito, vale?

Vale.

A la salida la gente sigue disimulando de pie o sentada pero yo estoy con el pensamiento puesto en un mail a 5000 kilómetros de distancia.

(O eso ponía, más o menos)


22 agosto 2006

Liquidación/2

Hace unos meses, publiqué un post donde refería haber recibido por carta la liquidación en concepto de derechos de autor de una composición mía que había resultado premiada en un concurso. En la carta se me comunicaba que, una vez hechas las deducciones pertinentes, mis emolumentos sumaban la friolera de 0,04 euros.

Horas después de la publicación del post y durante los días posteriores, la estadística de este blog sufrió una taquicardia, una subida de tensión, un colapso: hasta 720 visitas se llegaron a alcanzar en un día, cifra del todo insólita. El diagnóstico fue concluyente: el post en cuestión había sido enlazado por infinidad de blogs, foros, otros blogs, otros foros, más blogs y más foros. De aquí y de allá. Lo más divertido de todo es que, en el camino, la noticia fue transformándose y al final, los 0,04 euros percibidos por la publicación de una composición coral para seis voces lo fueron por las ventas de un supuesto disco (no se sabe si mi obra estaba incluída en él). Eso sí, lo que no cambió fue la ocasión de poner a caldo a la SGAE en todos los sitios sin excepción, así que por lo menos para algo útil sirvieron mis 0,04 euros.

Pues bien.

Sí, tenía que pasar más pronto o más tarde: he recibido la siguiente liquidación, correspondiente en esta ocasión al primer semestre del año. Aviso desde ya que ha habido novedades. Para empezar, el logo del sobre era distinto. ¿Un cambio en la imagen gráfica de la editorial? Pues no. Según se me comunica en una amable carta, una nueva editorial se hace cargo desde este momento de la publicación de mi obra dado que la anterior ha quebrado.

No me extraña.

Pero lo mejor venía al final del extracto, después de las deducciones y bla, bla, bla, en esa casilla que los ojos buscan con ansia:

0,13 euros.

¡¡Dios mío, he triplicado las ganancias!!

De todas formas, esto es como lo del vaso medio lleno o medio vacío: si lo miramos de manera positiva, efectivamente he triplicado las ganancias respecto a la anterior liquidación pero si lo miramos con ojos pesimistas, el sello de la carta que ha traído esta mañana la noticia ya cuesta el doble... Además, la editorial, muy realista ella, me recuerda nuevamente que no va a emitir un talón porque los gastos bancarios y de gestión derivados de la emisión del mismo superarían con creces el importe que contiene, así que me vuelven a invitar a que cuando tenga un rato haga los 350 kilómetros que me separan de Madrid y lo recoja. Y para demostrar que son gente de fiar, añaden un dato muy interesante que la otra editorial nunca incluyó, ni más ni menos que el total acumulado por mi obra en concepto de derechos de autor tras seis años y medio en el mercado:

2, 92 euros.

Casi me parece hasta mucho, oye.

Estoy pensando en escribir para decirles que revisen bien las cuentas porque fijo que se han tenido que confundir. A ver si van a quebrar éstos también.
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Para echar un vistazo a la anterior liquidación, click aquí.


21 agosto 2006

"Alice"

Alice (Woody Allen)Siento una debilidad especial por "Alice" (1990), de Woody Allen. Los críticos la suelen considerar una película menor dentro de la filmografía del cineasta pero no nos especifican si eso es algo positivo o negativo. Quiero decir que hay ocasiones en las que una obra es mayúscula por su condición de deliciosa miniatura. Una "Gymnopedie" de Satie es una obra menor, pero precisamente su condición mínima es la que la hace grande. En fin, da lo mismo. Hoy he vuelto a revisar "Alice" y me sigue pareciendo una preciosidad. Hay quien se sorprende de la interpretación que hago de la película pero para mí es tan obvia que entonces soy yo el que sorprende de quienes se sorprenden... Vale, dejemos de sorprendernos tanto y al grano. Yo veo en "Alice" un trasunto delicioso de "Alicia en el País de las Maravillas" narrado a través de la mirada de Woody Allen y con Nueva York al fondo. La esencia del cuento de Carroll está ahí, y sus huellas se pueden seguir sin dificultad. Para empezar, el título de la película algo dice, que para eso es el título, pero es la caracterización de Mia Farrow, con su corte de pelo, su sombrerito de lazo y su atuendo mezcla de colegiala y caperucita roja la que empieza a despejar dudas.

Farrow, maravillosa en su papel como pocas veces, es aquí Alice Tate, una mujer casada con un hombre adinerado que vive una existencia tan acomodada como monótona lo que le lleva a buscar nuevos caminos que den sentido a su vida.

Las analogías con la Alicia de Carroll están presentes a cada momento, siendo estas el armazón del guión de Allen (guión nominado al Oscar, por cierto). Como la protagonista del cuento, Alice se adentra en el mundo de fantasía a través de una madriguera, aquí situada en el exótico barrio chino y representada por la puerta de acceso a la consulta del enigmático doctor Yang.



Es este personaje quien anima a Alice a iniciar la primera etapa de su viaje onírico mediante una sesión de hipnosis:



A partir de ahí, toda la película está plagada de pasillos, puertas y escaleras incitadoras:





De más está decir que, a lo largo de su viaje, Alice se encuentra con una serie de personajes singulares en escenarios insólitos donde el tiempo y el espacio funcionan caprichosamente. Unas veces son unos escombros urbanos los que se convierten, a la vuelta de la esquina, en una solitaria casa de campo:




Otras veces, surge súbitamente un confesionario en mitad de un jardín:



Pero estos lugares no tendrían sentido sin habitantes. Aquí no hay un sombrerero loco y una liebre que inviten a tomar el té pero Alec Baldwin es un gato de Cheshire inolvidable cumpliendo su misión de señalar a la protagonista del cuento la dirección que debe tomar y se materializa y se desvanece en el aire dejando el perfil de su sonrisa irónica suspendido al claro de luna en una de las escenas más poéticas rodadas por Allen en mucho tiempo:




En una tesitura menos lírica, hasta encontramos una particular oruga que se convertirá en mariposa una vez se libere de su crisálida de espuma (y de mascarilla facial de barro):



Como en el cuento, la Alice de Allen se topa aquí y allá con brebajes con la correspondiente etiqueta "Bébeme":



claro que aquí nuestra Alice no crece ni mengua físicamente, sino que se crece ante las circunstancias. Que se lo pregunten al desconcertado Joe Mantegna que unas veces sentirá el acoso de la tigresa:



y otras apenas reconocerá a la apocada y frágil mujer que tiene a su lado (obsérvese que en el mundo "real", Alice lleva un atuendo convencional):



En este recorrido comparativo no podemos pasar por alto siquiera con un ejemplo (hay más) un guiño precioso: hay en la película escenas enteras en las que sólo un leve movimiento de cámara al final nos revela, burlona, que la hemos presenciado a través de un espejo ("Alicia a través del espejo"):




Por supuesto, esta Alice tendrá que despertar al final de su sueño. Pero aquí no se trata de un sueño biológico, sino de una metáfora: la Alice de Allen despierta de una vida de en-sueño a un mundo real que, a partir de su viaje iniciático por el país de las maravillas, ya no tendrá las comodidades y el glamour de antaño pero, a cambio, le revelará una vida nueva, propia, una vida verdadera donde residirá su dicha y su fortuna.

Inolvidable Alice.


20 agosto 2006

Aforismo

Hay quien necesita estar solo y hay quien sólo necesita estar.
(Ideario del Norte, apéndice XVI)


19 agosto 2006

Extasis



Ludwig van Beethoven: Bagatela Op.126, Nº3.
Glenn Gould, piano.

Grabación efectuada en 1970 para la televisión canadiense.

(Click en la imagen para ver el vídeo)


18 agosto 2006

Escritura

"Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea."

.......................(Octavio Paz)

17 agosto 2006

Azar

Brooklyn FolliesLo primero que se me ocurre decir de Paul Auster es que sus novelas no se transitan: se habitan. Te instalas en ellas, te adaptas enseguida al entorno y tienes la inquietante y atractiva certeza de ser pieza fundamental en el engranaje que da sentido y pone en pie ese escenario de palabras. Lo segundo es el misterio. Adentrarse en una novela de Paul Auster siempre me produce una sensación extraña, como si ese universo suyo en el que el poder del azar y las coincidencias determinan la existencia de los seres que lo pueblan afectara igualmente al lector. No es la primera vez que me ocurre. Yo adquirí su úlima novela, "Brooklyn Follies" (Anagrama), cuando salió allá por el mes de Marzo y fue la mención fortuita del autor en un post reciente la que me recordó que su lectura me estaba esperando, todavía. Y fue ponerme a leer cuando me di cuenta de que ahora era el momento justo de hacerlo. Yo estoy ahí. En realidad, más que yo mismo, quien está es mi circunstancia actual encarnada en un personaje.

A veces me pregunto si Auster posee la enigmática capacidad de captar aquéllo que, sin saberlo, quizá nos está afectando a todos independientemente de las particularidades de la existencia de cada cual: la sensación de sentirnos solos a pesar de que estemos rodeados de mucha gente, la necesidad de detenerse a reordenar las piezas del puzzle de la vida para poder obtener una imagen clara de uno mismo, la llamada al retorno como requisito para proyectarse hacia adelante, o el luminoso y revelador descubrimiento de ese refugio interior que nos aguarda y que aquí adopta el nombre de Hotel Existencia.

Por eso, coger entre las manos una novela de Auster supone situarse ante una experiencia turbadora, seductora e irresistible. La prosa fluye con pasmosa naturalidad, río de palabras, y su superficie es el espejo en el que el lector se adivina, se reconoce y se descubre, ya sea en el pensamiento de un personaje al filo de una página, en una carrera en taxi, o apeándose en el capítulo cuatro a mirar. Los libros de Auster tienen algo de oráculo que te brinda sabiamente todas las respuestas. Y hasta las preguntas.


16 agosto 2006

Chaparrón

A Raquel se le ha mojado la ropa del tendedor.

Estaba viendo a la tarde un episodio de "House" y de repente se ha puesto el cielo oscuro y he mirado hacia la izquierda. Delante estaba el doctor House pero a la izquierda siempre está el balcón de Raquel y yo parezco James Stewart en "La ventana indiscreta" pero sin Grace Kelly ni pierna escayolada (aunque sí que tengo cámara de fotos, ejem). A lo que voy. Que ha sonado un trueno y luego otro. Y le he dado a la pausa del dvd justo cuando el doctor House iba a decir una de sus geniales impertinencias para coger el móvil y mandarle a Raquel un sms:

"va a empezar a llover y se te va a mojar la ropa del tendedor"

Y en el momento en que el doctor House le decía a un paciente: "se va a morir" he recibido la respuesta:

"voy, voy, voy..."

Pero ha empezado a diluviar y nada. Si es que...

Antes, por la mañana, me he desayunado con una alegría inesperada: me ha llegado un mail donde me decían que me echaban en falta en unos foros en los que yo intervenía hace siglos. Tantos siglos que el hecho de que se acordaran pues oye, que me ha puesto contento. Con dulces y conmovedoras palabras me decían:

"¿se puede saber dónde coño te has metido?"

Y por la tarde, una vez que he comprobado con alivio que el paciente del doctor House al final no se muere, les he respondido diciendo que a Raquel se le estaba mojando la ropa del tendedor. Ahora me encuentro con otro mail y me dicen que si ya me he vuelto a olvidar de tomar la medicación otra vez. Lo que hay que oir!

Algún día tengo que hablar de mis vidas paralelas por el ciberespacio, capítulo intenso y extenso donde los haya. Aunque...


13 agosto 2006

Amistad

JaviLo mejor que me ha pasado en mi vida es, sin duda, haber conocido a Javi, mi mejor amigo, que sonríe en la foto de al lado a los postres de una cena en diciembre de 1999. La historia de nuestro encuentro bien podría haber figurado en una novela de Paul Auster donde el azar y las coincidencias entrecruzan vidas y vivencias a capricho. Yo tenía 22 años y volvía a casa desde Pamplona donde me habían sometido a una prueba en un hospital programada, en principio, para dos días antes. El autobús que separaba los 100 km del hospital de mi casa estaba lleno de gente y una chica de unos 30 años vino a sentarse a mi lado, tras descartar el otro asiento libre que quedaba. Al poco de comenzar el viaje me fijé que entre las carpetas y papeles que tenía sobre las rodillas sobresalía un cd con la imagen de Glenn Gould y ella se debió fijar que sobre las mías tenía un Tratado de Contrapunto (me había llevado deberes porque la tarea apuraba y la espera en el hospital prometía ser larga). Iniciamos una conversación.

Al poco se percató de mi dificultad para girar el cuello y entonces, música y enfermedad convivieron durante muchos kilómetros. Se interesó por cómo compaginaba los estudios con mi dificultad para desenvolverme y se preocupó porque pudiera obtener una mínima titulación que me permitiera acceder a un puesto de trabajo como docente. Le dije que me faltaba una asignatura que iba posponiendo; de hecho, el curso había comenzado y yo no había hecho la matrícula por pereza y porque la profesora que la impartía, según se decía, era una tipa un poco marciana y bastante insoportable. Ella dijo que eso era bien cierto y yo le pregunté si la conocía de algo. Entonces me contestó:

-Claro, soy yo.

Sobra decir que yo escondí mi ruborizada cara entre las páginas del tocho de contrapunto pero ella pareció tomárselo con cierto sentido del humor. Me animó a pasarme por clase aunque no hubiera hecho la matrícula. Le pregunte que cuándo y ella respondió que dentro de dos horas. Comprendí entonces que nos íbamos a bajar en la misma parada.

Esa tarde yo entré en un aula en la cual yo parecía ser el hermano mayor de todos. La edad media era de 16-17 años. Me senté discretamente en la última fila. A mitad de la clase, el chaval que estaba sentado delante se volvió para pedirme un folio. Dos días después, a la salida de clase, plantados en la calle de pie como pasmarotes, pasamos cuatro horas seguidas charlando y tiritando el frío de noviembre mientras íbamos de Tolkien a la Voyager II, del vértigo de las distancias siderales al placentero aguijón de los acordes de séptima mayor, de la voz de Hal 9000 a la de Judy Collins y nos fuimos a casa con el descubrimiento de que si algo te falla siempre te quedará la sombra de una canción.

Ese encuentro casual marcó el inicio de una amistad sólida y profunda que pervive intacta a las vicisitudes de la vida. Es mi mayor valor, aquello de lo que me siento más orgulloso. Lo que hemos vivido juntos, el trabajo conjunto en muchos proyectos musicales, tantas y tantas horas de charlas y confidencias en los buenos y en los malos momentos, en los muy buenos y en los muy malos, quedan como una experiencia que ha marcado la vida de ambos. Creo que podemos presumir de compartir algo que se da en muy pocas ocasiones: la confianza sin fisuras, la creencia total en el otro, el apoyo incondicional y la complicidad plena, el entendimiento sin palabras apenas. Ahí reside nuestra fuerza y nuestra riqueza. A veces se establece un vínculo tan estrecho entre las personas que te hace sentirte parte de ellas y sentirlas parte de tí. Quince años después, con trayectorias vitales y profesionales dispares (parejas, lugares de residencia, ocupaciones) yo puedo detectar si a Javi le ocurre algo por el rastro que deja una minúscula inesperada en un mensaje de móvil convencional.

Como dice un comentario aparecido en el post de abajo y que transcribo, "en esta vida todos llevamos una máscara, pero siempre hay alguien con quien merece la pena desenmascararse. Sin trampa ni cartón. Sin escudo ni protección, es ahí donde conocerán tu verdadero corazón". Lo suscribo plenamente. Javi sabe quién soy; qué soy; y viceversa. Y ambos sabemos dónde encontrarnos para lo bueno y para lo malo. Sabemos que cuando uno se caiga el otro estará para levantarlo, de la misma manera que las alegrías de uno son la satisfacción profunda del otro. Nos completamos. Y ambos formamos, juntos, un espacio donde sólo tiene cabida lo bueno, aquello que nos enriquece y nos fortalece. Y ambos sabemos que, nos lleve por donde nos lleve la vida, ese vínculo no se extinguirá. Nunca.

Lo mejor que me ha pasado en mi vida es, sin duda, haber conocido a Javi, mi mejor amigo, mi hermano.


12 agosto 2006

Breviario

.
Nadie dice la verdad.
(y quien diga lo contrario, miente)


11 agosto 2006

Impromptu

Las 9 y algo de la tarde de un viernes de Agosto es un momento un poco raro para escribir un post pero es que pasan dos cosas: una, que vuelvo a estar de espera para ir a cenar (no, no, al chino no, por Dios!) y otra que como tenía que probar el portátil porque se ha estropeado otra vez, sí, lo que oyes, se ha vuelto a estropear, pues me he dicho: hala, a escribir una tontada.

Esta mañana me he levantado por la tarde porque de madrugada volví a irme de excursión por los procelosos caminos del ciberespacio pero el portátil ya estaba K.O. Desde ayer. Fue el colmo del día de ayer. Al portátil también le afecta la luna de agosto. Estuve a punto de decírselo a David (genio de la lámpara de los ordenadores) pero me dio cosa y simplemente se lo dejé como quien deja a un hijo en el cole el primer día, con cierta aprensión.

A media tarde me ha llamado y me ha dicho que ya estaba listo.

-¿Era grave? -le he preguntado.
-No era nada -ha dicho.
-¿Nada? -yo.
-Nada -él.
-¿Y cuánto cuesta nada?
-40 euros.
-Pues eso ya es algo, amigo.

Pero bueno, me he ido para allí a recogerlo y efectivamente, lo ves y parece que no ha pasado nada, con la diferencia que ahora sale el azul maravilloso del XP en la pantalla 16:9 y antes el ordenador lo veía todo negro. Maletín en ristre y con el cambio de los 40 euros me he vuelto para casa. Es curiosa la sensación de ir caminando sintiendo que llevas en la mano izquierda un piano de cola Yamaha con Glenn Gould incorporado interpretando las "Variaciones Goldberg" enteras en vídeo, tres o cuatro películas, no sé cuántas cosas inconfesables más y material de trabajo de lo más variopinto. Y todo comprimido en dos kilos de peso. Qué cosas.

Pensaba en todo esto cuando he visto venir por la acera a tres o cuatro tipas que iban apresuradas a misa después de haberse zampado una merendola con despelleje de medio barrio (seguro). Yo que el cura las ponía pingando porque son más malas que Caín pero a saber cómo será el cura, que igual es peor. Una de ellas me ha mirado el maletín y se ha detenido un instante para decir: "¿das hoy alguna conferencia o qué?" (maletín=conferencia). Y yo le he dicho que no, que las conferencias son para el invierno y las bicicletas para el verano. Me ha mirado con cara de no entender nada (son malas pero catetas, no se puede tener todo en la vida) y entonces ha dicho lo que faltaba:

-Al menos estás entretenido con tus conferencias, hijo, algo es, que bastante te ha tocado.

Mira, yo es que me pongo malo cuando me dicen eso. Al parecer yo no trabajo: me entretengo para pasar el rato. Anda y que se vayan a tomar viento.

El portátil va bien.


10 agosto 2006

Plenilunio

Esta noche hay luna llena. A mí la luna llena de Agosto me da mal rollo desde hace más de 15 años y no sé muy bien la razón. Bueno, en realidad sí lo sé. Yo siempre esa noche me ponía fatal de lo mío. Pero fatal, fatal, fatal. Vale, sonará extraño pero así era: me dolía todo el cuerpo hasta el punto de quedarme inmovilizado y entonces caía en la cuenta de que era luna llena. Fijo. De Agosto. Eso ocurría antes de que los médicos inventaran el elixir, claro. Ahora no pasa eso.

Ahora es peor.

Ahora lo que hago es tirar la toalla, inevitablemente.

Sólo un rato.

Del todo.

(luego se pasa)
______

AVISO a espíritus sensibles: los comentarios vienen cargaditos.


09 agosto 2006

Retaguardia

Daniel Cebrián, director de "Segundo asalto" (2005), comparece muy serio en el making of para decir que descubrió al protagonista de su película, Alex González, en una serie de televisión y que lo primero que vio fue su culo.

Eso dice.

Después vio la cara y pensó que encajaba en el papel pero no aclara hasta qué punto una cosa u otra, el culo o la cara, pudo más en la decisión final. Es cierto que a lo largo de la película sale más la cara, pero hay un plano cuya única justificación reside en que al chaval se le vea el culo. Cara y cruz.

Alex GonzálezHe visto en dvd "Segundo asalto" y, oye, a la mitad le he dado a la pausa. ¿Por qué? Pues porque desde un primer momento ya sabes lo que va a pasar y cómo va a pasar, lo cual aún da mas tristeza. Es todo taaaaaaan previsible. Es previsible la trama, son convencionales a más no poder los escenarios, y es difícil encontrar unos personajes más estereotipados. Darío Grandinetti hace de malo-listo de libro. Alex González hace de chico bueno puteado por la vida que deambula por el Madrid pobre. También de libro (y enseña la contraportada). Y la madre (¡ay la madre!), Maru Valdivielso, una madre compungida con bata compungida en un cuartito de estar que nos deja compungidos. Una madre como de casting para Oliver Twist.

Los demás hacen de los demás.

Lo que pasa es que todo está correcto y a veces eso es un problema. Quiero decir que en ocasiones sales del cine y dices: bueno, pero a pesar de esto y lo otro la peli está correcta, y eso como que la salva. Pero es que aquí hasta la corrección es convencional. Sosa, no sé. Después de pensarlo he vuelto a dar a la pausa a ver en qué minuto se producía lo que se tenía que producir y no ha fallado nada, oye: lo que tenía que pasar, lo que no pasa al final (supuesto momento sorpresa), el que pierde, cómo pierde, el que gana, cómo gana... Todo eso.

La palabra es pereza.


08 agosto 2006

Pesadilla

Que conste, antes de empezar y por si no pudiera acabar, que yo no bebo.

No.

No bebo porque no puedo y porque no me gusta. Vamos, que en las uvas por no hacer un feo me ponen medio dedo de esa cosa tan espantosa que es el champán y sólo con mojar los labios ya me salen unas manchas rojas por los brazos y me mareo y me quema la garganta. Y alguien a mi lado siempre dice: qué exagerao. Qué pesadez, todos los años igual. Pero es verdad. Yo brindo con coca-cola, qué pasa.

Pues a lo que voy.

No sé qué pasaría ayer en la cena, si es que cenamos muy tarde, si lo hice con avidez (por cenar tarde), si es que comí mucho (porque se nos hizo tarde y tenía hambre y cené con avidez) o sencillamente... porque cenamos en un chino (abstenerse de comentarios al respecto, por favor). El caso es que vaya nochecita.

Para empezar, en un sueño me ha invitado a cenar Ana Torroja, pero no en un chino sino en un sitio de playa en el que sólo había una mesa muy larga y estaba llena de gente pero María Luisa Ponte nos aseguraba con cara de sota que nos guardaba sitio. Yo mientras tanto estaba en una habitación con José María Cano viéndole componer al piano una canción en Fa Mayor y su mano derecha tocaba do-fa y do-mi (yo ponía paréntesis con un lápiz rojo de Raquel a las palabras "sin sal").

Luego me veía a mí mismo jugar con un emulador del Spectrum al "Manic Miner" pero la musiquita irritante (Si yo fuera rico...) cada vez sonaba más alta y al pasar de pantalla el vecino de abajo me perseguía con un hacha por los pasillos del hotel Overlock mientras yo pedaleaba montado en un triciclo absurdamente minúsculo. Para colmo, al girar una esquina en vez de encontrarme con las dos gemelas aparecía la monja de mecanografía del colegio.

Entonces sonaba el móvil. Fuera del sueño la verdad es que tengo estos días el móvil encendido las 24 horas por si un amigo mío necesitara llamar, que no lo está pasando bien, pero en el sueño era otra vez Ana Torroja desde el restaurante de la Ponte diciéndome que no había coca-cola, que si me daba igual pepsi. Y sí, me daba igual pero sólo si llevaba mucho hielo.

Mientras tanto me picaba todo el rato la pierna derecha, qué suplicio, pero no sé si de verdad o en la verdad del sueño porque antes de averiguarlo ha llegado la parte más estremecedora cuando el concejal de cultura pronunciaba una conferencia sobre Rainer Maria Rilke y yo me iba corriendo al cine pero resulta que en el cine no te dejaban entrar si no te comías antes el cartón gigante de palomitas. Dios, qué angustia. Creo que incluso al final bajaba del cielo Mary Poppins (prácticamente perfecta) pero antes de que se pusiera a cantar aquello de "con un poooooco de azúcaaar esa píldora que os dannnn" me he despertado profundamente desconcertado y con la cena intacta en la garganta.

He desayunado un vaso de coca-cola y Mari, que estaba canturreando mientras repasaba la encimera, se ha detenido a mirarme por encima de las gafas y ha dicho:

-Uy.


07 agosto 2006

Descanso

(hoy libro)

No he hecho nada en todo el día

(pero nada)

Y ahora me voy a cenar por ahí

(eso es algo)


06 agosto 2006

Juicio

Decía Glenn Gould en una de sus autoentrevistas ("Glenn Gould entrevista a Glenn Gould sobre Glenn Gould", febrero de 1974) que las revelaciones más instructivas proceden de personas que poco o nada tienen que ver con la materia sobre la que se les pregunta. Quizá por eso, Gould entrevistó en su día a un teólogo sobre tecnología, a un economista sobre pacifismo, a una ama de casa sobre la codicia en el mundo del arte y a Leopold Stokowski sobre las perspectivas de los viajes interplanetarios.

Algo de razón debía llevar Gould cuando hoy, leyendo el periódico, me he encontrado con la mejor y más concisa descripción del cine de Woody Allen que haya escuchado hasta la fecha y no provenía de ningún cineasta ni crítico cinematográfico. Provenía de un ministro, el de Justicia para ser exactos, que ministerios y ministros hay muchos. Ha dicho Juan Fernando López Aguilar, que así se llama el ministro, que Allen le atrapa "por su portentosa capacidad para la construcción de situaciones a través del diálogo y para trasladar a la pantalla conflictos interpersonales propios del teatro. En él se mezclan el cineasta y el mejor dramaturgo del siglo XX, tiene la capacidad para condensar la condición humana a través de diálogos lúcidos y vertiginosos". Toma ya.

Todo esto viene a que el ministro ha elegido "Hollywood ending" (2002) como uno de sus tesoros personales en un juego de verano propuesto por el periódico y el juicio del ministro del ramo a una película que en su día fue despachada como una tontería menor o un desliz mayúsculo, que a veces lo menor y lo mayúsculo son sinónimos, tampoco ha estado exento de interés: "es una película brillantísima que nos habla del problema de la identidad y el sometimiento de la personalidad al personaje que se encarna. Es fascinante la mordacidad con que trata cuestiones como la impostura, la capacidad de mantener una mentira frente a todos los demás sin que ninguno, participando del engaño, pueda o quiera darse cuenta".

No sé muy bien si lo que me ha hecho levantar la ceja de sorpresa ha sido la propia descripción del cine de Allen o la capacidad de síntesis de López Aguilar para exponer los argumentos con dos pinceladas. Considerando la teoría de Gould y viendo que, al parecer, hace falta ser ministro de Justicia para dictar sentencia justa al cine de Woody Allen me pregunto qué se necesitaría ser para escribir un post y que te salga una columna de Juan José Millás. Mismamente.


05 agosto 2006

Sentía

Se siente
(ahora juego de suplente)
que el que siente no presiente,
y de tanto que sentía
no sentí que te perdía.
(Yo sentía que sentía)
...............................(J.M. Cano)

04 agosto 2006

Palíndromo

El cortometraje "La ruta natural" empezó siendo el proyecto fin de carrera de Alex Pastor (1981) y ha terminado convirtiéndose en una de las sorpresas más estimulantes y sobresalientes del sobresaturado mundo del cortometraje.

Con demasiada frecuencia se tiende a despachar su argumento como "una historia contada al revés" y eso, sin ser falso del todo, es como tocar el piano con una mano solamente. Falta algo. La comparación musical no es gratuíta: "La ruta natural" es la asombrosa representación en imágenes de un canon a dos voces por movimiento retrógrado, uno de los artificios más ambiciosos e ingeniosos del contrapunto.

El ejercicio consiste en una voz que avanza arropada sobre su propia retrogradación, es decir, la voz superior avanza de izquierda a derecha mientras la voz inferior lo hace en sentido inverso. La dificultad reside en que la simultaneidad de notas que resulta de la suma de las dos voces en este caleidoscopio sonoro debe ser concordante para el oído. El reto para el contrapuntista supone un atractivo irresistible: idear una melodía que por sí sola tenga entidad propia pero capaz al mismo tiempo de ser acompañada por una versión de sí misma que avanza a la contra. Casi nada. Este trabalenguas se pronuncia mejor si lo vemos dibujado en el papel:



Pues esa es exactamente la premisa sobre la que se asienta la idea de Alex Pastor, cuyas intenciones quedan puestas de manifiesto en el propio título del corto, que es un palíndromo, es decir, una palabra que se puede leer igualmente de izquierda a derecha como de derecha a izquierda:



En contrapunto, la diferencia entre un artesano y un artista está en que el primero se conforma con hacer coincidir las piezas del puzzle y vale, que no es poco esfuerzo. El artista es el que hace lo mismo preocupándose al mismo tiempo de la estética del conjunto. Si ya consigues ponerle alma, entonces eres un maestro.

Por eso, quedarse con la idea de que Alex Pastor realiza un ingenioso juego del que sale airoso es quedarse a medias. No es ahí precisamente donde brilla el talento del joven cineasta: la sorpresa viene en los hallazgos que surgen en el transcurso de la travesía melódica, de la coincidencia de la armonía entre la unión de ambas voces cuya sonoridad equivale aquí a una deliciosa narración visual repleta de preciosas singularidades. Ejemplos de ello hay por doquier en los 11 minutos de duración de la obra, mientras vemos desfilar por pantalla a Divad (David), Arual (Laura) y Siul (Luis) al compás de la voz del narrador.

Es tal la correspondencia musical de este trabajo visual que en el lugar justo de la partitura, justo antes del desenlace, vemos escrito el calderón que todo lo detiene para que el solista (la cámara en este caso) luzca su cadenza. Aquí, la cadenza consiste en un movimiento de cámara tan simple como bello; poético: los segundos en los que la narración (la orquesta) cesa son compensados por una escala del solista (un travelling de cámara de derecha a izquierda) antes de que el tutti aborde los compases finales. Precioso:





Al cine, a la literatura, a lo que sea, yo sólo le pido "alma". Aunque sea un poco. Y no es poco lo que nos depara la travesía por esta ruta natural que deja una huella imborrable en el mapa del corazón y de la memoria.
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Enlace para ver "La ruta natural": aquí.


03 agosto 2006

Chequeo

He aquí un asunto que me fascina e inquieta a partes iguales:

"El chequeo emocional es una de las pruebas más difíciles de superar. Pocas personas saben bien lo que sienten y, menos aún, encuentran las palabras adecuadas para expresar tan confusos sentimientos. Todo el mundo habla de amor sin saber exactamente a qué se refiere. El amor se puede camuflar tras la pasión, el deseo, la necesidad, el miedo a la soledad o un capricho efímero.

Para saber lo que siento necesito nombrarlo de algún modo. Es más fácil ser feliz si se tiene un concepto preciso de la dicha. Hay quien confunde la felicidad con la alegría o las ganas de vivir. ¿Cómo saber si soy feliz? ¿Cómo salir de este barullo sentimental?

El significado de ciertas palabras permite meditar sobre nuestras creencias, preocupaciones o preferencias. Lo que nosotros pensamos es menos de lo que sabemos; lo que sabemos es menos de lo que amamos; lo que amamos es mucho menos de lo que existe".
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"Hablemos de la vida" (Conversaciones entre Nativel Preciado y José Antonio Marina)

02 agosto 2006

Queja

Vamos a intentar una aproximación para buscarle el alma a "Quejas o La Maja y el Ruiseñor", cuarta de la serie de "Goyescas" compuestas para piano por Enrique Granados.

Los aguerridos y pacientes seguidores de este tipo de posts conocen sobradamente mi inclinación por aquellos procesos de construcción musical basados en la progresiva elaboración de una sustancia temática básica. No es ésta una excepción. Granados construye su composición sobre este sencillo diseño:


Click para escuchar. Mp3, 204 k.

que inmediatamente reaparece comprimido en un único compás:


Click para escuchar. Mp3, 95 k.

Al prescindir de lo accesorio, esta reducción nos permite ver el contenido real de la idea musical compuesto por un simple movimiento ascendente entre las notas fa y do y su correspondiente descenso. Gráficamente podríamos representarlo por un arco melódico, un triángulo; metafóricamente podríamos hablar de una respiración (aspirar-exhalar)

Este motivo, que protagoniza la parte introductoria de la obra de manera discreta, reaparece con posterioridad con aire arrebatado convertido sorprendentemente en verdadero corazón de la composición:


Click para escuchar. Mp3, 254 k.

Hechas las presentaciones, vayamos ahora un poco más allá. ¿Dónde está la "queja"? Pues ha estado a la vista desde el primer momento representada por la nota do. Digo bien al decir "a la vista" porque es la nota que sobresale del conjunto, la cumbre de esta montaña melódica flanqueada por sus respectivas laderas a izquierda y derecha.



Pero este do no sería el mismo si no fuera por la nota que le precede o, para ser más precisos, si no fuera por la nota que no le precede. No hay de qué alarmarse, es muy sencillo: echemos de nuevo un vistazo a los ejemplos y descubriremos que la nota do es la única que es alcanzada por salto. Falta un peldaño para acceder suavemente a ella lo cual produce un efecto de acentuación definitivo, echa sobre ella un peso, un suspiro, un "ay". Especialmente significativos, para ilustrar esto, se muestran 2 de los 3 ejemplos que acabamos de ver: el segundo, con esa minúscula notita que parece tropezar y darse de bruces con la nota clave que, por cierto, prolonga su duración a costa de robarles espacio a sus compañeras. Un suspiro necesita aire:



y el tercero: el símbolo de arpegiado rompe el acorde arrojando sus notas hacia el do creando un efecto expresivo notable:



Granados va a sacar conveniente partido de esta nota como lamento, como queja, apareciendo una y otra vez siempre como punzante disonancia del acorde que la acompaña:


Click para escuchar. Mp3, 232 k.

Es inevitable hacer mención especial al clímax de esta sucesión de quejas, que encontramos en los dos últimos compases de este ejemplo: la parte melódica se detiene al mismo tiempo que el acompañamiento se precipita en descenso: contención y abandono que estallan en un último lamento (el acorde representado por la última de las flechitas rojas) deliciosamente desgarrador.

¿Es consciente el intérprete de ésto? ¿debería serlo? Particularmente yo echaría mayor peso en esa última queja. De alguna forma siento que el contexto emocional que se ha creado hasta ese instante así lo reclama. Y una última cuestión: ¿acaso no podemos tomarle el pulso al verso sin emplear un cifrado de acorde, un término técnico? Porque quizá tendemos a echar mano al bisturí con facilidad y al final se nos escapan los trocitos entre los dedos (esto es otra queja)

(En esta última audición podemos escuchar el fragmento analizado en su integridad)
Click para escuchar. Mp3, 1,58 MB.

01 agosto 2006

Bliss

Me he quedado de piedra.

El otro día escuché los 3 minutos y 56 segundos del segundo movimiento de la Sonatina para clarinete y piano de Joseph Horovitz (1981). Se lo enseñé a mi vecina del 49 (como en los anuncios de detergente) y me dijo que a veces creía que podría quedarse a vivir en 3 minutos y 56 minutos de música. Eso es que le gustó. No me extraña. La obra es preciosa, el pianista es más compañero que acompañante (como dice Brendel) y el clarinetista (Julian Bliss) tiene maneras de poeta. De este último me llamó la atención la elegancia del fraseo, la sensibilidad y la inteligencia musical aplicadas a la interpretación, y un evidente dominio del control de la emisión del sonido aún tratándose de un sonido con tendencia a una voluminosa presencia.

Pues bien, se lo envié a varios amigos a quienes pensé que les podría resultar interesante y me acabo de encontrar en el correo un mensaje de una antigua alumna cellista que me escribe desde Irlanda para decirme:

"¿Quieres ver al clarinetista? Agárrate."

Si me lo dijera por teléfono le podría contestar "sí" o "no" pero como es un correo electrónico sólo me queda agarrarme y abrir el fichero adjunto y he aquí lo que me he encontrado:



Ahora se entenderá que haya empezado este post diciendo que me he quedado de piedra. Resulta que Julian Bliss tenía 14 años (!) cuando grabó la pieza en el 2003 para el sello EMI, o dicho de otro modo, el músico que toca con esa elegancia y sensibilidad lo que estoy escuchando (ahora justamente no porque si escucho música no puedo escribir y viceversa, uno no es perfecto) sigue teniendo 14 años cada vez que pongo la grabación, cosa que he vuelto a hacer inmediatamente mirando a la foto, claro.

Hay cosas que le desconciertan a uno. Mucho.


Lista

Desde que era pequeño he querido ser de mayor, por este orden:

-El señor que manejaba la grúa en las obras.
-Supermán
-Maquinista de tren de mercancías (sólo por las tardes)
-Jefe de estación (a cualquier hora)
-Propietario de la Isla de Quirrin
-El señor que ponía las banderas en la playa (verde, amarilla, roja)
-Recepcionista de hotel (para dar las llaves de las habitaciones)
-El señor que encendía las luces de Navidad en las calles (todavía espero serlo)
-Jaime Aldás
-Proyeccionista de cine
-Director de orquesta
-(el Conde de Montecristo, pero esto no se lo digas a nadie)
-Productor ejecutivo de una serie de televisión (buena)
-Madre
-Padre

Ahora a veces creo que no me apetece mucho ser mayor.