31 marzo 2006

Horario

Hay que formalizarse. Ayer conseguí acostarme a las 2:45 y esta mañana he conseguido levantarme a las 9:15. Ya he terminado de acostumbrarme al sabor de la coca cola light y ahora me voy a poner a estudiar a Mozart al piano. Quién me iba a decir a mí que algún día escribiría frases semejantes. Para completar este proceso de regularización de hábitos he abierto el blog porque el otro día leí en el periódico que el mayor porcentaje de posts se publica por la mañana. Hay que hacer un esfuerzo por la reinserción social, por la readaptación a las buenas costumbres de la civilización. Sin embargo, hay mucha luz. Demasiada. Y mucho ruído. Todo. Yo estoy acostumbrado al susurro del teclado a la luz cómplice de la lamparita y ahora me siento un poco desconcertado, así que me temo que no sé si voy a ser capaz de exponer aquellos temas que la curiosidad del lector espera, a buen seguro, con impaciencia, como son "El uso de la gama de los azules en la ambientación londinense de Mary Poppins: revindicación de un hito estético no reconocido". Por ejemplo. Pero digo yo que el primer día no hay que aspirar a mucho, lleva un tiempo acostumbrarse al nuevo entorno.

Me conformaré con hacer como si nada y citar la agenda del día, que es algo que hace la gente normal: hoy toca la última charla del ciclo de Pasiones de Bach de este año, a 60 kilómetros del ordenador desde donde escribo este post matinal. Mi sexto sentido catastrofista -a.k.a mi sentido arácnido- está inquieto; sobre todo lo está el portátil, que ha pasado toda la noche dando vueltas en el maletín, nervioso, sin pegar ojo. Se me ha metido entre ceja y ceja un presentimiento que tiene que ver con la sala, no sé, pero así es. Y mi sentido arácnido, modestia aparte, suele equivocarse muy pocas a veces. Me queda la duda de si lo que me espera es protagonizar una escena sacada de una película de Berlanga o una pesadilla digna de "Angustia", de Bigas Luna. Dios, qué mal rollo se me ha puesto de repente. Debe ser el exceso de luz natural en esta habitación. Para colmo, acostumbrado a la penumbra confortable de la lamparita de mesa, de repente he descubierto la existencia de la pared de enfrente y su presencia me resulta turbadora. Yo a lo mío.


30 marzo 2006

48 K

La educación sentimental de toda una generación de adolescentes estuvo marcada por el tacto de las teclas de goma del Spectrum de 48 K, los largos listados amarillos en lenguaje Basic de la revista Microhobby y la excéntrica silueta de Sir Clive Sinclair fotografiado en el periódico sobre una bicicleta y vestido de caballero inglés.

Era una sobremesa cualquiera de un tórrido verano y Pancho acababa de gritarnos desde la lejanía que Chanquete ha muerto, Chanquete ha muerto, resonando dramáticamente en el silencio conmovido del cuarto de estar y en vez de irte a la piscina conectabas el Spectrum al televisor decidido a entregarte con fruición a la transcripción de esos listados interminables que teñían de amarillo tu revista favorita y cuyo resultado final, a no ser que confundieras un punto y coma con dos puntos o te dejaras unas comillas que darían al traste con todo, reportaba una satisfacción que era siempre inversamente proporcional al trabajo empleado. Pero en la incertidumbre del tránsito, imaginando lo que aquellos caracteres rarísimos podían ocultar mientras tecleabas con paciencia infinita y un calor achicharrante, encontrabas una recompensa emocional que no tenía precio.

Uno de los grandes misterios de la existencia residía en la contemplación de aquellos juegos míticos: "Three weeks in Paradise", "Everyone´s a Wally", "Pijamarama", "Cauldron", "Sir Fred", "Las tres luces de Glaurung" y tantos otros que hicieron felices todas nuestras horas. Te preguntabas cómo era posible semejante alarde gráfico y esa suavidad en el movimiento de tus héroes, que alcanzaban la inmortalidad gracias al elixir de los "pokes". El Microhobby decidió descubrirnos, para nuestro asombro, la existencia de un código hermético, inaccesible, que recibía el nombre de lenguaje ensamblador, familiarmente conocido como "código máquina", y cuyo listado infinito de números hexadecimales era responsable de obrar el prodigio, multiplicando los gráficos y las pantallas. ¿Cómo era posible aquello? ¿Cuántos números se necesitaban para construir los pasadizos secretos de castillos embrujados, las selvas de lianas colgantes o un Saloon del Far West? Y lo que es más, ¿cómo sabían esos números lo que debían ser, cómo se explicaba que otros números, iguales pero dispuestos en otro orden, fueran los encargados de decirles a sus compañeros: tú seras piedra magenta, tú espada de caballero medieval?

Y entonces apareció la foto en color de Víctor Ruiz, ocupando dos columnas en la margen inferior derecha de la página del Microhobby. Víctor Ruiz fue el héroe de mi adolescencia. Era un chaval pocos años mayor que yo que posaba en una habitación pequeña de un barrio madrileño junto a un monitor y una lata de coca-cola que atestiguaba muchas horas de presencia concentrada ante la pantalla. Posaba con gafas, semblante serio y las manos en los bolsillos en actitud de no saber muy bien qué hacer en un trance así, el fotógrafo delante, quieto, flash, ya está, gracias. Víctor Ruiz había fundado en su cuarto junto a su hermano una empresa de juegos llamada Dinamic y era el cerebro de esa trilogía maravillosa de juegos de aventuras que protagonizaba el aventurero Johnny Jones, una versión de andar por casa de Indiana Jones: "Saimazoon", "Babaliba" y ese milagro que se llamó "Abu Simbel: Profanation", con alarde de turbocarga, por si faltaba algo para terminar la serie con broche de oro. Era increíble: veías a ese tipo con un aspecto de lo más normal y te decía que había aprendido a programar de manera autodidacta, probando esto y lo otro, y no sabías si enmarcar su foto o sentirte inútil. El día que corrió la voz de que pulsar las teclas V-I-C-T-O-R en mitad de la partida venía a ser el ábrete sésamo que te permitía acceder a la trastienda del juego muchos nos quedamos sin ver el capítulo de "El coche fantástico" por la impresión del descubrimiento.

En el tiempo en que los veranos eran eternos y las teclas de goma del Spectrum se hundían blandas bajo las yemas de tus dedos para adentrarte en aventuras maravillosas, sobre la mesa se amontonaban los Microhobbys con los listados amarillos y la foto de Víctor Ruiz mirándote con las manos en los bolsillos. La ruidosa espera de la carga de los juegos en cintas de cassette (con pantalla de presentación para hacer boca) y el soplo reconfortante del ventilador que giraba a derecha y a izquierda terminaban de conformar un paisaje emocional que ha quedado en el recuerdo como un tesoro irrepetible. Durante todo ese tiempo la consigna que nos hermanó a todos fue: Load "". Luego vino el doble click a despertarnos del sueño.


29 marzo 2006

Canción

"Nadie te lo dice,
pero sólo hay una canción
que merezca la pena cantar.
(...)
Tienes que crear tu propia música,
cantar tu propia canción especial;
tienes que crear tu propia música,
aunque nadie cante contigo"


28 marzo 2006

Identidad

Escribo mientras espero que, de un momento a otro, llegue Pablo para que le eche un cable con la Armonía así que igual lo tengo que dejar a medias y luego lo termino.

Me ha dado por pensar esta mañana que quizá este blog esté atravesando una pequeña crisis de identidad, como el gato del post de abajo. A lo mejor me equivoco pero digo yo que si me ha dado por pensarlo por algo será. El caso es que me doy cuenta de que me están pasando muchas cosas y, cosa rara, no estoy reflejando aquí apenas alguna cuando se supone que este blog nació para eso. Pero el caso es que no me sale. Y no es que no quiera, ya me conoces, es que no me sale; me pongo a ello y nada. Sólo me salen cosas tangenciales.

A lo mejor es que estoy viviendo las cosas muy deprisa y yo necesito que se posen un poco para que se dejen atrapar en palabras, no sé, pero se supone que, por ejemplo, ayer debí escribir con toda la satisfacción que sentía en esos momentos (y siento) que conseguí de Julio el "sí" para embarcarnos en el proyecto de un experimento documental que tiene a 5 secuencias pianísticas mozartianas como pretexto para que la cámara capte mi relación táctil con la música: que teniendo una limitación física importante, yo "necesito" el contacto físico con la música de Mozart (quizá por eso he conseguido seguir tocando, por una necesidad interior que me es imprescindible); que yo no extraigo música de la partitura, sino que la partitura para mí es un mapa táctil que me permite desenvolverme por el teclado buscando una respuesta particular sin la cual no es posible elaborar una estructura sonora satisfactoria y coherente. Es a través del tacto donde yo me encuentro con la música. Y eso lo descubrí, paradójicamente, cuando mis manos se dañaron y tuve que poner todos los sentidos en ellas. Por eso escribí en un post lejano que yo descubrí mi lugar ante el piano el día que perdí mis manos. Y es verdad.

Ahora que lo pienso, mira qué contradicción: entro al blog en estos minutos de espera para decir que no me sale decir las cosas que me están pasando y como ejemplo me pongo a contar una. Pero estoy seguro que si hubiera entrado para hablar de ello me habría quedado en blanco mirando la intermitencia del cursor, como me pasó ayer hasta que, cansado, me puse a hacer otra cosa y entonces me vino a la cabeza una canción que hace años que estoy intentando identificar. Y claro, aquí no me puedo poner a cantarla por si alguien me puede echar una mano.

(viene Pablo, luego sigo)

Ya se ha ido Pablo. Por cierto, que he ampliado algo el texto anterior así que ya que estás, reléelo, anda.

Bien, pues que debe ser eso, la prisa; voy un poco acelerado, lo reconozco (ayer le expuse a Julio el proyecto con una pasión bastante acelerada, me temo, espero que no se asustara: Julio, no te me asustes, ¿eh?) y este blog nació para que se expresara mi yo más reflexivo. Creo que me voy a agarrar a esa idea: que no se trata de una crisis de identidad sino de un problema temporal de tempo(valga la redundancia). Sí, eso va a ser. En cualquier caso, observo que, a pesar de todo, sigues ahí. Y tu presencia, que es plural y siempre bienvenida, me suscita muchas preguntas y mucha curiosidad: quién eres, qué buscas, qué encuentras, si sabrías ponerle título a la canción que busco...


27 marzo 2006

Album

Este es mi hermano Cuco en una fotografía que tomé en 1989. Me la he encontrado por casualidad traspapelada en una carpeta del ordenador, una de esas carpetas donde se almacenan todo tipo de cosas y que sólo frecuentas cuando no encuentras lo que buscas. En la foto, Cuco aparece con nuestro gato, que nunca tuvo nombre porque era un gato con problemas de personalidad: no acabó de creerse gato. El gato era de Cuco. Fue él quien lo trajo una tarde a casa, sin avisar, recién nacido, cuando cabía en la palma de una mano, y fue él quien se ocupó y preocupó desde el primer día poniendo todo el esmero del mundo. Cuco trajo el gato a casa con ciertas reservas por nuestra parte pero el gato acabó robándonos el corazón a todos, de manera que cuando se murió a los 13 años nos llevamos un disgusto mayúsculo. Cuco sobre todo.

Desde que la fotografía ha aparecido en el monitor me he quedado mirándola un rato largo con curiosidad y una mezcla de perplejidad y nostalgia. A mí las fotografías que muestran el instante detenido de un pasado que yo he vivido me impactan bastante. Me he dado cuenta, por ejemplo, de que cuando se tomó esta imagen el protagonista era el gato pero hoy, tantos años después, el protagonista a mis ojos es Cuco, el que fue y ya no es, siendo. Es curioso el cambio de papeles que ha tenido lugar en el interior de la imagen sin que nada en ella se haya movido. Creo que por ese motivo me he quedado con la vista puesta tanto rato en esa fotografía en la que yo sigo estando al otro lado, observando.


26 marzo 2006

Felicitación

"Todos los niños crecen, excepto uno". Que me lo digan a mí. Según el calendario, hoy Peter Pan cumple años pero yo lo pongo en duda.

Cuando lo conocí, hace 12 años, él ya era mayor que yo aunque pareciese lo contrario y a mí me costase creerlo, porque me costó creerlo. Hoy, 12 años después, yo soy 12 años mayor pero él tiene el mismo aspecto de entonces. El mismo. Ya me he acostumbrado a eso. Al principio notaba una sensación rara, o me reía un poco con risa incrédula; ahora, en todo caso, me produce una sonrisa afectuosa. Ayer por la tarde la gente iba por la calle en dirección hacia abajo y él iba hacia arriba montado en su bicicleta con su aire de adolescente despreocupado. Hablamos un rato: de globoflexia, de malabares y del circo chino, que son sus principales ocupaciones inmediatas y también algo del otro día. El otro día era el primer día de la primavera y antes de salir en coche hacia la charla de "La Flauta Mágica" le mandé un mensaje rápido por si le apetecía cenar en el restaurante chino para que me contara su viaje a Noruega y él me contestó que vale y que hasta noruego. Y cuando bajaba las escaleras se me ocurrió escribirle otro para decirle que, de paso, celebraríamos su cumpleaños y entonces me contestó que vale y también puso que "an marza, ma santa: camaramas pastalas" seguramente porque le sobraban algunas aes y le daba pena tirarlas a la papelera.

Escuchar a Peter es mirar el mundo de otra manera y uno siente que el tiempo se detiene. Desconectas. Las horas se rinden ante historias que cuentan su visita a una casa de 13 metros cuadrados donde vive un tipo que viste casaca napoleónica con botones dorados y que se sienta ante una chimenea ocupada por un minúsculo televisor que emite ininterrumpidamente imágenes de un fuego de chimenea; o la del jefe de estación que lee impertérrito a Kafka y a los filósofos al pie del andén el último jueves de cada mes y que es el señor que sale en la foto de al lado a muchos grados bajo cero. A Peter lo cotidiano se le vuelve del revés y con él puedes acceder al otro lado del espejo. Puedes pasar toda una vida a diario ante las puertas metálicas de un garage subterráneo cuando vas a casa pero si te toca pasar con Peter a la salida del restaurante lo señala con el dedo y te dice que ahí abajo vive un marqués venido a menos al que le hace mucha ilusión recibir visitas y que un día tenemos que ir. Hace años que aprendí a no dudar de esas historias porque he vivido muchas: todas son verdad, como la de la playa doble, la montaña alta que a veces está y a veces no y la canción a la que le falta medio centímetro para terminar.

La otra noche dejé el estrés y los problemas un rato en el bolsillo de la cazadora para vivir una experiencia reconfortante, balsámica, que necesitaba. Te sientas a la mesa con la misma persona que te encontraste hace 12 años y mientras te pone al día de las novedades con la misma voz de chaval yo recorro con la vista su mata de pelo negro en busca de un solo cabello blanco o una arruga en la sonrisa. Pero no. Y me sonrío para mí y sigo diciendo que sí con la cabeza mientras devoro las historias con el arroz. A Peter antes le gustaban las palabras largas y hoy todavía dice "¡cómo!" cada vez que quiere decir "¿cómo?". A veces (dos) tienes que echar un trago de coca cola para desanudar la garganta cuando sientes la certeza de que no está lejano el día en que Peter cogerá la mochila y tendrá que marcharse. Yo lo sé. Dudé un poco si decirlo o no pero al final lo dejé caer en el postre como de pasada y primero me dijo que no mirándome a los ojos, que qué va, y luego dijo que sí y ya no me miraba y luego que no sabía, pero que igual. Hubo un silencio muy breve durante el cual ni siquiera se escuchó la voz de metal del tenedor. Yo le dije que lo normal es que un día u otro tenga que coger los bártulos para encontrar las cosas que le están esperando y que eso es estupendo. Como Barrie dice en el cuento que Peter es muy olvidadizo me atreví a pedirle que si se iba no se olvidara de mí y creo que eso le sorprendió un poco porque se apresuró a decir: pues claro que no. El tenedor también dijo algo.

A mí el nudo en la garganta no me lo pone tanto el que se tenga que ir algún día, sino el deseo de que esté contento allá donde vaya. Eso es fundamental. Las emociones tienen formas muy curiosas de manifestarse.

Felicidades, Peter.


Cambio

Nos acaban de quitar una hora del reloj. Es un momento del año al que temo especialmente: me estresa. Llegas después de haber pasado la tarde con Javier y Mila en el jardín de su casa, sentados bajo los árboles que tienen las ramas llenas de bultitos que en cualquier momento estallarán en hojas nuevas; después de haber ido los tres al teatro para ver a Raquel haciendo de Virtu (recreación genial y sorprendente: de repente no era Raquel, pero era, qué efecto más curioso); después de haber vuelto a la casa del jardín de los árboles que tienen bultitos en las ramas para cenar y echarte unas risas (y como no te dejan ayudar a preparar a la ensalada te vas al piano y tocas una ensalada de tiempos de sonata de Mozart con aliño de allegro en Fa Mayor incluído); después de una sobremesa llena de risas de las confortables; en definitiva, después.

Y llegas a casa y te encuentras que te han quitado una hora y eso te estresa, coño, porque a mí me gusta mirar el reloj y ver que marca las 2 y 8 mientras escribo en el blog y hoy no puede ser porque no sé a quién no le ha dado la gana que así sea. Miras al reloj cuando son las 2 y 8 y resulta que pone las 3 y 8 y entonces ya es más tarde de lo deseado para ponerte a ver la peli pendiente, o leer un poco, o lo que sea. Y notas que el post lo estás escribiendo con prisa. No me gusta nada esto del cambio al horario de verano. Pero que nada. Te quitan tiempo y ni siquiera te preguntan si te importa. Pues sí, me importa muchísimo: de repente me ha estresado la noche, para empezar. Windows ha cambiado su hora pero yo he decidido no cambiar la mía hasta mañana. Ahora no son las 3 y 8: son las 2 y 8 en punto y punto. Me van a decir a mí la hora que tiene ser. Además, desde que lo he decidido noto que escribo más tranquilo, incluso más despacio, incluso he experimentado cierto alivio. Y aún voy a tener tiempo de ver el final de la peli que dejé ayer a medias sin agobios. Yo es que a partir de las tres y cuarto me empiezo a sentir culpable, como si alguien me fuera a reñir, no sé cómo decirte. En fin, lo dejo aquí para no perder más tiempo.


25 marzo 2006

Guión

La Pasión según BachVengo de hacer "La Pasión según Bach", que ha vuelto a mover en mí intensas emociones. Y vengo con la sensación de que lo mismo ha podido ocurrir con el público que ha llenado generosamente la Iglesia de los Capuchinos. Haber conseguido condensar en un guión y en un audiovisual una obra de la complejidad de la "Pasión según San Mateo" de Bach es, quizá, el trabajo del que me siento más satisfecho (quizá también porque su confección requirió en su día un gran esfuerzo). El resultado me ha merecido la pena porque el formato admite pequeñas variantes destinadas a orientarlo a todo tipo de públicos, según la demanda.

Llevo 6 años rodándolo desde capitales de provincia a pueblos minúsculos, dirigiéndome a músicos y a aficionados, a adultos y a chavales. Y siempre experimento la misma emoción renovada cuando doy paso al dúo de niños que entona esa poesía sencilla y preciosa tras el apresamiento de Jesús: "Ya tienen a mi Jesús cautivo,/ya el sol y la luna esconden su vergüenza en el ocaso"; y de nuevo el mismo cosquilleo previo, el placer de ir desvelando el detalle desplegando los planos del arquitecto en busca de respuestas a las preguntas fundamentales: ¿cómo se plantea Bach afrontar el reto de traducir en música algo tan complejo y extenso? ¿qué estructura desarrolla para edificar semejante monumento sonoro? ¿cómo resuelve el reto?.

A pesar del rodaje del formato, ayer hice el repaso pertinente por dos razones: la primera, por un inevitable sentido (¿manía?) de tener todo en orden; pero, sobre todo, en el caso de la Pasión, porque en su recorrido hay que manejar muchos hilos emocionales y soltarlos poco a poco requiere cierta destreza que no te puede pillar despistado. Y en el repaso/ensayo de ayer por la noche ocurrió algo inesperado: la encontré vacía. La Pasión que aparecía en los folios y que durante 5 años había mostrado en público me resultaba, de repente, hueca.

La cosa me preocupó bastante hasta que caí en la cuenta de la razón: había olvidado que lo que tenía delante no era un guión pormenorizado sino un esquema, una guía destinada a conducirme por una senda sin perderme. Y entonces me di cuenta de que en los últimos meses, por una razón que desconozco, he pasado, inconscientemente, de tener el papel como guía de referencia a realizar guiones en los que está detallada hasta la última coma. Es como si hubiera perdido reflejos para la improvisación, como si temiera quedarme sin recursos y buscara refugio en la segura comodidad del renglón antes que en la expansión verbal que surje del instante inspirada por el contexto en el que te encuentras.

Eso me ha hecho reflexionar mucho a lo largo del día de hoy que, por cierto, he dedicado en su mayor parte a retocar el guión llenando huecos, pero únicamente los imprescindibles, aquellos que sientes que no pueden faltar y que tienen que ser dichos así. En el resto me he propuesto dejarme llevar, pero con cautela: sólo un poquito. Me he sentido desentrenado como para atreverme de golpe a más, como un deportista en baja forma que siente que tiene que volver a tonificar los músculos poco a poco antes de recuperar el tono. La enseñanza que he sacado de esta vuelta apasionada a la Pasión de Bach ha sido esa: tengo que volver a acostumbrarme a soltarme de la mano del papel con más frecuencia, a rebajar mi dependencia del mismo. Como antes. No sé qué pudo originar ese proceso pero sí sé que tengo que rectificar esa nueva costumbre que se había acomodado. Si es mejor para mí será mejor para quien me escucha, aunque el cosquilleo de los Corales en la nuca siempre será el mismo.

Me siento muy bien. Y muy agradecido a todos.


24 marzo 2006

Posibilidad

A lo mejor es que me echo de menos.
(Sin más)


23 marzo 2006

Filmoteca

Ultimas adquisiciones:

"Zazie en el metro" y "Un soplo en el corazón", de Louis Malle (estoy redescubriendo con fascinación, nocturnidad y alevosía a Malle, así van mis ojeras) y el esperado pack Leni Riefenstahl que Cameo nos había prometido hace tiempo y que lleva "El triunfo de la voluntad" y "Olympia" con prometedor disco de extras añadido.


Reacción

Hay un proceso lógico que pone en relación la salida de Iñaki Gabilondo de la Cadena SER, el pasado verano, con la cancelación definitiva de la serie "7 vidas" que, según acaban de decir para mayor disgusto y estupor nuestro, tendrá lugar el próximo 9 de Abril.

Me explico.

El mayor error de Jesús de Polanco a lo largo de su reinado mediático ha sido, seguramente, sacar de la radio a Iñaki Gabilondo. Dicen los entendidos del share, que haberlos haylos como las meigas, que al hacerlo puede haber desencadenado el principio del fin de un ciclo de bonanza para una cadena radiofónica que los estudios generales de medios certificarán (como es natural y por su propia mecánica dado que tardan meses en reflejar los cambios) con retardo. SER o no SER. El tiempo lo dirá.

Polanco sacó a Gabilondo de la radio para convertirlo en el buque insignia de su último capricho televisivo, la cadena "Cuatro", pero Gabilondo no funciona en el informativo estrella de la cadena y a pesar de los modestos pronósticos iniciales de audiencia esgrimidos por la propia empresa para infundirse a sí misma tranquilidad por la dificultad que entraña competir de la noche a la mañana con cadenas ya consolidadas y con un perfil de audiencia fiel, lo cierto es que a las pocas semanas ya sonó la alarma en el cuartel general de PRISA. Y es una pena porque la parrilla Cuatro tiene ideas majas e incluso originales, que no es poco para como están las cosas, pero tiende a servir el producto con maneras y medios de televisión local. Y así no se puede.

Ocurre que mientras Cuatro no termina de arrancar (ya han rodado más de cuatro cabezas), la cadena televisiva que vivía una etapa de esplendor en cuota de audiencia, Telecinco, ha empezado a mostrar grietas en las paredes: los estudios ya han arrojado datos que explican que el pellizquito de público que saca Cuatro procede de Telecinco, por semejanza en el perfil del espectador (el perfil de Telecinco es más joven y progre que el de Antena 3).

Eso ha hecho que Telecinco incurra por primera vez en algo que siempre se había jactado de no llevar a cabo, a diferencia de su eternamente desorientada competidora: empezar a mover programas sin dejar tiempo a que echaran raíces. Son los nervios. Por primera vez, un reality de Zeppelin ha pinchado (Zeppelin era hasta ahora la reina infalible del género en la cadena) y hoy, una nota de prensa nos ha dejado con la boca abierta al anunciar la cancelación de una serie que, hace dos semanas, celebraba en directo su capítulo 200 con una marca de audiencia que aupó la emisión al podio del domingo por la noche.

A todo esto, el lunes desembarca una nueva cadena, "La Sexta", formada por un conglomerado de productoras que nutren de los principales éxitos a las respectivas parrillas de las demás cadenas (La Sexta nace con Globomedia a la cabeza, productora por cierto de "7 vidas"), lo que ha llevado a los gurús del medio a pronosticar que las grietas de Telecinco se harán más gordas, que a Cuatro le costará un poquito más, si cabe, llegar a ídem, y las demás ni te cuento. Eso dicen los gurús y también dicen que La Sexta viene bien pensada, al parecer.

Yo me acuerdo que antes de entrar a grabar mi intervención semanal en una emisora local de la SER solía confesar a un compañero a micro cerrado que Polanco me caía fatal a pesar de mi fidelidad al dial (lo de Polanco es para escribir un folletín). Se me dirá entonces que incurría en una contradicción que no me deja en buen lugar precisamente. Quizá, aunque yo no lo viví así: el mundo de las emisoras locales es un mundo aparte; allí no recalas pensando en la empresa sino que lo haces movido por el afecto hacia personas con rostro, nombre y apellidos cercanos. Y yo colaboraba, no trabajaba, es decir, que no cobraba, precisamente por lo que acabo de decir. Y no me arrepiento.

El día que Iñaki Gabilondo salió de la SER ,de donde no debía haberse movido, comenzó una reacción en cadena que ha terminado con la marcha de Gonzalo, Sole, el frutero y demás locos maravillosos que tampoco deberían moverse pero que echarán el cierre definitivo del "Kasi Ke No" en el capítulo 204 de "7 vidas", que saldrá en antena el 9 de Abril. La culpa es de Polanco. Habría que pensar en mandar algún que otro sms para nominar al tipo este, leches.


22 marzo 2006

Cuento

Hoy a media tarde estaba convocado para hablar sobre "La Flauta Mágica" en un monasterio cisterciense, con su silencio de ciprés y de piedra milenaria. Desde que recibí el encargo, yo me había imaginado la luz de un sol de membrillo proyectándose serena en los muros y así ha sido finalmente aunque en el trayecto en coche nos ha caído un chaparrón primaveral. También me imaginaba un relato a media voz con el sonido suave del canto de los pájaros como fondo ante un público reducido (el pueblo que está a la vera del monasterio tiene 100 habitantes escasos) y nada más bajar del coche hemos visto un autobús escandalosamente grande y un montón de gente apresurándose a coger sitio.

Para nuestra sorpresa, nos hemos encontrado con una sala abarrotada con 250 personas, es decir, una por año mozartiano, más del doble de la población del lugar, de manera que muchas de ellas han tenido que permanecer estoicamente de pie todo el rato en posición incómoda y con la nariz pegada en el cogote del vecino. Al ver semejante revuelo me ha dado por pensar que a ver si me iba a poner nervioso y todo, así que me he ido a pasear por el recinto haciendo hora en busca del reconfortante olor a verde mojado. Me he encontrado con una monja joven que me ha preguntado si entendía de ordenadores y le he dicho que bueno, que un poco pero depende. Me ha explicado que ha hecho un estropicio porque queriendo pinchar la contraseña de una compañera (!) ha borrado la configuración de las cuentas de todo el monasterio. Me ha dejado de piedra, y no precisamente de piedra monacal. Le he dicho que lo sentía mucho pero que mala pinta tenía lo que me decía porque para reparar el estropicio sin que las afectadas se enterasen habría que saber las contraseñas de todas y ella ha respondido resignada que daba igual porque total, como era hombre, pues no podía entrar a la clausura a arreglar el ordenador pero que, en fin, muchas gracias. En ese rincón del patio se había quedado rezagado un pedazo de invierno y durante el rato de la conversación se me habían quedado los pies fríos y la cazadora escasa. La monja se ha adentrado por un portón oscuro y yo me he vuelto a la sala.

Había tanta gente que cuando en ese momento han anunciado mi nombre casi no puedo pasar, intentando abrirme paso con dificultad entre señoras apretujadas y señores vueltos de canto, y cuando tras grandes esfuerzos he conseguido alcanzar el improvisado escenario me he encontrado con un mar de miradas en actitud de quien espera que empiece la función. Ha sido muy divertido. Una vez metidos en harina, cuando Tamino ha encontrado por fin a la princesa Pamina se ha escuchado un suspiro de alivio y cuando la Reina de la Noche ha aparecido con los ojos inyectados en sangre sedienta de venganza y ha terminado de cantar la célebre aria (sí, esa), la sala entera ha roto en calurosos aplausos como si realmente hubiera una soprano en el escenario recibiendo el merecido premio a sus acrobacias vocales en lugar de un canto enlatado. Muy curioso.

Estimulado por la actitud y la entrega del auditorio, he seguido contando el cuento ante un silencio expectante sólo interrumpido ocasionalmente por las risas provocadas por las ocurrencias de Papageno y cuando ha llegado el "colorín colorado, este cuento se ha acabado" ha sonado otro aplauso prolongado y la gente ha venido espontáneamente a saludarme de manera muy cariñosa dándome las gracias por el rato tan entretenido que habían pasado y sorprendidos por haber descubierto que no hacía falta saber el alemán para "ver" con los oídos y entender las escenas, según habían podido comprobar por las audiciones que he puesto. Les he dicho sinceramente que el agradecido era yo. Así que me he venido tan contento.

Volviendo con Eva en el coche ya estaba oscuro y había empezado otra vez a llover pero yo me llevaba en el bolsillo la luz del sol de membrillo y el silencio de ciprés que no parece incomodarse ante el canto suave de los pájaros.


21 marzo 2006

Primavera

La primavera es una trampa. Eso seguro.

Han dicho en el telediario que la primavera entraba a las 19:25 y ese adelanto (hablo de la tarde del 20 de Marzo) ya me ha parecido muy sospechoso. A mí de pequeño me llamaba mucho la atención cuando salía el hombre del tiempo en la tele y decía que mañana hacía su entrada el invierno a las 13:50, por ejemplo, porque me parecía admirable la seguridad y la precisión con la que lo decía. Si la estación que fuera entraba a horas presentables, yo hacía una cosa que entonces me parecía de lo más natural: me asomaba al balcón a la hora justa a mirar, a ver si notaba algo, un cambio, qué se yo. Desde pequeño me ha gustado fijarme en detalles absurdos a los que, sin pretenderlo, asigno una importancia decisiva como, por ejemplo, apreciar que "Casablanca" dura 102 minutos. Saberlo me tranquiliza muchísimo.

A las 19:25 de la tarde de hoy, los pájaros estaban muy chillones y justo en ese instante ha pasado a mi lado, raudo y veloz, un tren de mercancías que me ha traído a la cabeza una metáfora: ahí se va el invierno, ha recogido los bártulos, los abrigos, la nieve, las noches largas, la niebla con su adjetivo imprescindible colgado de un imperdible: persistente (luego vendrá el verano con el adjetivo pertinaz colgando de la sequía) y hasta las bolas del árbol de navidad. Es hora de dar el relevo.

La primavera es una trampa. Seguro. Nos empeñamos en adornarla con tópicos que hablan de la exuberancia de la vida, de enamorados que pasean por el campo lleno de flores y cosas así que son verdad y son muy bonitas pero no nos damos cuenta de que lo hacemos para disimular que no podríamos soportar lo contrario: una mañana cristalina, de cielo rabiosamente azul y pájaros chillones, de olores a dulce y limón, un señor en bata blanca te dice que te quedan tres meses y mirar por la ventana y ver ese fulgor tan grosero debe hacer que te des de bruces con la espantosa verdad: que al universo que estalla en savia nueva le importas un pimiento. Hay que morirse en invierno. Y pon el mismo escenario, con la brisa vivificante y la luz magnífica del mediodía que saca los colores a las flores e imagina que el amor que te ha citado en un rincón del jardín junto a la fuente rumorosa te dice: ahí te quedas. Y los segundos que suceden a esa frase póstuma y demoledora te hacen darte cuenta de que ese decorado que te rodea es una horrorosa pesadilla.

Hay que estar precavidos: que lo que tenga que pasar pase en otro momento, a ser posible. En primavera no, ni hablar. Bastante tenemos ya con las alergias, los granos de los adolescentes, las hormonas poniéndose nerviosas, las euforias, las depresiones y puede que hasta todo eso junto. Y los bichos.

La primavera es el prodigio renovado de un misterio que bosteza, se sacude la pereza y se despierta. Y deslumbra. Pero no bajes la guardia mientras contemplas el espectáculo. Estás avisado.


20 marzo 2006

Precio

"El arte no ha tenido valor mientras no ha tenido precio"
(Manuel Vicent)


19 marzo 2006

Amanecer

Para Eduardo

Hay un instante muy especial en "La Flauta Mágica" en el que descubres que todo va a salir bien antes de que lo sepan los personajes estableciéndose así una preciosa relación de complicidad entre el compositor y el oyente: en el momento más desesperado de la historia, Mozart hace sonar, lejano, el delicado sonido del clarinete y el efecto que consigue viene a ser como la primera luz del alba tras una oscura y fría noche.

En la fría noche mozartiana de sus últimos días, el timbre del clarinete siempre es el trasunto musical de la esperanza, un símbolo de la luz, como lo es también este delicioso cuento de hadas, conmovedor canto del cisne de un ser irrepetible que se empleó a fondo en él para decirnos al oído: "no te preocupes, todo va salir bien", antes de que los tres muchachos hagan su aparición en escena descendiendo en su máquina voladora para cantar que "pronto, el sol brillará en su dorado esplendor para anunciar la mañana". Es un instante especialmente conmovedor que siempre consigue ponerme un nudo en la garganta.

El clarinete es la verdadera flauta mágica de Mozart y su mensaje es la esperanza para todos.



18 marzo 2006

Pasión

Desde hace 6 años, cuando llegan estas fechas, me llaman para impartir una charla que elaboré en la primavera del 2000 sobre la "Pasión según San Mateo" de Bach que titulé en su día "La Pasión según Bach" como declaración de intenciones: es la mirada poética de Bach, que traduce en música el texto del evangelio de Mateo, la verdadera protagonista aquí. El encargo me ilusiona por partida doble: por tratarse de una nueva oportunidad de trabajo y porque pocas cosas hago tan a gusto como este evento.

A pesar de su aparatosa presencia (tres coros y dos orquestas), para mí la Pasión de Bach es una obra intimista que encuentra en los momentos reflexivos y en los silencios sus mayores logros expresivos. Ocurre que, tradicionalmente y sin que no se sepa bien la razón, se ha sometido cada nota de esta obra a un examen exhaustivo en busca de significados ocultos, la mayor parte de las veces de manera forzada, en busca de hallazgos de supuestas citas a tal y cual versículo según el número de notas contadas de arriba abajo si pones la partitura de lado y cosas así. Y el problema no es que al final la Pasión quede reducida de esta manera a un pintoresco y complicado jeroglífico matemático de resonancias esotéricas de esos que excitan tanto a los buscadores de misterios, sino que el resultado de este buscarle tres pies al gato, esta abundancia de "cosas", perjudica aquellos instantes en los que el detalle sutil realmente está presente para subrayar el argumento. El misterio existe en estas ocasiones justamente por pasar desapercibido no obstante haber sido buscado y anotado cuidadosamente por el compositor.

Uno de esos instantes ocurre en el momento es que se presentan falsos testimonios contra Jesús sin que este se defienda. En ese instante la voz del evangelista nos dice: "pero Jesús guardaba silencio", y el fragmento de la partitura correspondiente a estas palabras se nos presenta a la vista de esta manera:


El detalle que consigue extraer toda la fuerza expresiva del instante viene dado precisamente por el calderón sobre el silencio del compás final (esa media circunferencia con un punto en el centro) y que indica una prolongación de dicho silencio: "pero Jesús guardaba silencio", nos dice Mateo. Y es ese silencio, denso y tenso, el que introduce Bach a continuación por medio de ese símbolo básico de la grafía musical, estratégicamente situado. Hay que apresurarse a decir que en las grabaciones el efecto queda casi siempre anulado por el técnico de sonido, que da paso al siguiente fragmento ajeno a la importancia de mantener aquí vivos esos segundos de silencio. Y eso ocurre porque el silencio aquí se anuncia a través de la vista.

Otro momento significativo tiene lugar cuando Judas se arrepiente de su traición y decide ahorcarse. El evangelista dice: "y echándose una soga al cuello, se ahorcó", y la ilustración musical que hace Bach de la palabra "ahorcó" es sorprendentemente la de una nota suspendida literalmente de la "soga" de la ligadura que parte de la nota pequeñita:


Se trata, en ambos casos, de verdaderas "imágenes" musicales cuyo principal y enigmático atractivo reside, como ya he dicho antes, en que pasan desapercibidas para el oyente a no ser que mire la partitura, cosa que en las interpretaciones de la Pasión en los tiempos que vivíó Bach era improbable que sucediera.

La cuestión entonces es: si estas figuras pasan desapercibidas para el oyente, ¿para qué tomarse la molestia de crearlas? Similar pregunta cabría formular a los antiguos constructores de catedrales que solían colocar en un lugar inaccesible, quizá en lo alto de una nave, una piedra tallada con su nombre destinada a no ser vista por nadie. Una posible respuesta la encontramos en la anécdota que protagonizó el célebre arquitecto Edwin Lutyens. Se encontraba supervisando el trabajo de uno de sus ayudantes cuando se percató de un pequeño defecto de simetría en el diseño de una fachada. El ayudante le hizo notar que dicha simetría no podía apreciarse de ninguna manera dado que un muro alto la ocultaba de la vista. "No merece la pena, nadie lo podrá ver", dijo el ayudante. Pero sir Edwin Lutyens insistió en la corrección del defecto afirmando: "Dios lo ve".


16 marzo 2006

Ocio

Esta mañana me he despertado algo abatido, quizá porque me dolía la garganta. Ya lo supuse ayer cuando me quise poner a escribir en el blog y me dio mucha pena la intermitencia del cursor. Y antes me había sentado a ver la tele muy arrimado a la esquina del sofá, como para ocupar poco espacio. Cuando me pasan cosas así es que voy a coger unas anginas o me va a dar un cólico de riñón. Fijo.

Una vez dicho esto, ya no es tan extraño entonces que esta mañana me haya despertado algo abatido y como ya no es tan extraño pues voy a decir que, en realidad, me he despertado bastante abatido. Sentado en la cama me he acordado que ayer, Julio me avisó que pusiera la radio si me acordaba porque en su intervención semanal iba a salir la escalera de este blog desde donde Angelica Huston está en éxtasis permanente. He mirado la hora, he puesto la radio y me he vuelto a sentar en la cama. Todavía no hablaba Julio sino que lo hacían una concejala de algo y una voz de una empresa contratada por la concejala "para arreglar lo del ocio entre los jóvenes". Lo llaman "ocio alternativo" y escuchándolas hablar con tal vehemencia se diría que el ocio a secas únicamente consista en ir de bar en bar agarrándote una cogorza de miedo o que ir al cine sea un delito. Es algo bastante extraño.

El locutor les ha preguntado qué proponían como ocio alternativo y entonces han dicho que había una serie de actividades muy interesantes este año, como el mazabol, la gymkana verdulera y un campeonato pre-deportivo. Mi abatimiento y yo estábamos sentados en la cama cuando han dicho eso y nos hemos mirado encogiéndonos de hombros esperando a que fueran algo más explícitas. ¿Qué quiere decir campeonato "pre-deportivo", por ejemplo? Pues al parecer, "algo que parece deporte pero no llega a serlo del todo". ¿Y la "gymkana verdulera"? Pues "algo muy original e interesante". ¿Sí?, ha preguntado el locutor con cierto escepticismo, haciéndonos un favor a mi abatimiento y a mí. "Pues sí", han respondido con decisión, "porque consiste en ir con unas cámaras de fotos desechables por los bares para fotografiar digamos que una tapa que lleve un espárrago". Mi abatimiento ha llamado la atención sobre el hecho de que eso era una contradicción flagrante porque si el ocio alternativo pretende sacar a los chavales de los bares para qué los metes a los bares a sacar fotos, coño. Para entonces, yo ya me había vuelto a meter en la cama, y yacía boca arriba con el brazo derecho tapándome los ojos.

Estimuladas por el locutor, han nombrado otra actividad cuyo nombre he olvidado aunque tampoco importa porque después de decir que era una actividad muy interesante (todas las actividades eran o interesantes o muy interesantes) no han podido explicar en qué consistía porque desconocían de qué trataba dicha actividad interesante. Una lástima. La concejala, avezada en esto de lidiar silencios incómodos, ha cambiado hábilmente de tercio y con voz de mitin ha dicho que lo esencial era que este año, "los jóvenes no van a tener que acercarse a nosotros; somos nosotros los que vamos a ir a buscar a los jóvenes así que hemos organizado una excursión a Huesca", de lo que parece deducirse que los jóvenes habitan en Huesca.

Digo yo si al ocio no le sobrará algún prefijo y unos cuantos adjetivos, independientemente de que todavía queden plazas para que te enseñen a manejar algo parecido al yo-yo, que es una actividad que se les había olvidado citar antes, por cierto.


15 marzo 2006

Olga

Cuando yo era pequeño, me imaginaba que a los 30 años sería un señor muy serio, casado y con dos niños. También me veía a mí mismo yendo a trabajar a la oficina con un maletín marrón en la mano y llevando barba. Eso era para los 30. Pero ahora tengo 36 años y como resulta que estoy soltero, sin niños, sin maletín, sin oficina y hasta sin barba, salgo al atardecer a pasear en vaqueros y con la camisa por fuera buscando el primer olor de la primavera, que surge en un rincón umbrío del jardín y empieza por el siseo suave de los aspersores, sigue por la visión de las hojas oscuras con su brillo de plata líquida y termina por embriagarte con su esencia húmeda de miel y regaliz.

A eso es a lo que he llegado.

Quizá sea hombre de poco provecho y eso lo pensaba yo cuando me he parado a aspirar profundamente ese olor con los ojos cerrados y, por un instante, hasta no me ha importado no tener barba.

Todo ha venido porque después de charlar con mi amigo Julio y despedirnos a la puerta de la cafetería he visto a Olga. La última vez que ví a Olga ambos teníamos 9 años y hoy nos hemos ido a encontrar justamente a las puertas del edificio que hacía las veces de parvulario. Llevaba de la mano a un niño que se empeñaba en alcanzar las bolitas de los arbustos y que tenía las rodillas manchadas de arena. Ella me ha sonreído y me ha llamado por mi nombre y yo le he sonreído y le he llamado por el suyo. La de cosas que pueden pasar por la cabeza en el instante que dura decir un nombre y mostrar una sonrisa. Por ejemplo: cuando tenía 8 años, mi hermana me hacía rabiar diciéndome que Olga era mi novia y eso me daba una rabia que ni te cuento, y yo respondía con mucho énfasis "Ella-No-Es-Mi-Novia". No, no lo era. (¿O sí?). El caso es que años después vi a Kevin Arnold en el capítulo primero de "Aquellos maravillosos años" diciendo "Ella-No-Es-Mi-Novia" de Winnie Cooper con la misma cara y el mismo énfasis y para colmo la voz en off aseguraba que "no, no lo era" y en ese momento me acordé de Olga y descubrí que yo era Kevin Arnold.

¿Ves la de cosas que da tiempo a pensar mientras dices un nombre y sonríes?. Pues todavía hay más: había columpios con la pintura roja descascarillada en el Paseo de Invierno, la bola y el cubo al que te podías encaramar como si subieras por un andamio de colores que estaba siempre muy frío. Había dolor de garganta y pasamontañas por la mañana en invierno y pinturas plastidecor, de 12 y de 24. Todo esto había y también que en aquella cara que me sonreía estaba la Olga de entonces, intacta, pero con gesto y nariz de madre. Y me han dado ganas de decirle que 30 años después yo no tenía barba pero que, a cambio, iba en busca de la primavera escondida en el olor de un jardín del que sería capaz de robar unas flores para ella, si quería.

Pero entonces he oído otra vez mi nombre, esta vez de una voz muy mayor, y al girarme he visto a la madre de Olga, a la que no he tenido que decir los años que habían pasado ni que el edificio que teníamos de decorado de fondo era el parvulario porque ella misma se ha encargado de decirlo mientras me tomaba las dos manos (eso me ha llamado la atención y me ha hecho sentirme bien) y me miraba con esa mirada de madre buena que te mira al ojo derecho y luego al izquierdo y vuelve al derecho, que es un tipo de mirada muy afectuosa con sabor a galletas en lata de metal aunque te marea un poco. Me ha dicho que si me acordaba de ella, y yo que claro que sí, y después que si me acordaba de Olga y yo que cómo no me iba a acordar, mujer.

Y ha empezado a rememorar en la misma frase una abuela desdibujada en el recuerdo, meriendas de trozos de pan con chocolate, nombres olvidados que de pronto tomaban forma de rostro de niños y niñas que ahora ya no serán niños ni niñas... Y entonces se me ha aparecido de golpe la imagen de María Luisa Seco en la tele anunciando "Un globo, dos globos, tres globos", ¿te lo puedes creer? y me ha entrado una tristeza horrorosa, porque Maria Luisa Seco era una chica muy simpática con el pelo muy liso y la boca muy ancha que vivía a las 6 de la tarde en la tele y que se murió de cáncer cuando teníamos 7 u 8 años y en el capítulo siguiente ya no salía. Y eso era incomprensible. Ha sido la mirada de Olga, que no se ha acercado en ningún momento, todo sea dicho (aunque yo tampoco me he acercado, lo reconozco, para que realmente todo sea dicho), la que me ha hecho volver al presente. Me miraba con una sonrisa que tenía un poco de sorpresa, algo de recuerdos que yo habré olvidado, supongo, y una petición simpática de paciencia para con la madre, más o menos. Quizá también había en la sonrisa un gesto de complicidad de quien sabe perfectamente que vas en busca del olor de miel y regaliz del jardín y que no le importa. Sí, ya sé que eso no lo ha podido pensar pero he decidido incorporarlo a su sonrisa antes de que nos despidiéramos todos.

Cuando yo era pequeño, me imaginaba que a los 30 sería un señor muy serio que iba a la oficina con barba y maletín y un día salió en el periódico que la familia de Olga había visto un ovni mientras bajaba del Moncayo. En la tele salían Gloria Fuertes y Maria Luisa Seco y hablaban palabras en blanco y negro con sabor al chocolate de la merienda. Hoy esto es lo que hay. (No me quejo)


14 marzo 2006

Vienen



Estamos de enhorabuena. Después de tocar muchas teclas, hemos conseguido patrocinio para que puedan visitarnos los chicos de Basilio Astúlez, el coro de niños de Leioa, el coro de colores, que tan honda impresión causaron en mí tal y como reflejé en este post. Será el 20 de Mayo, sábado. Los vamos a recibir con los brazos abiertos y estamos convencidos de que ellos nos van a dejar con la boca abierta y el corazón reconfortado. Lo que este grupo lleva consigo es difícil de transmitir con palabras.

Pues eso, que estamos muy contentos. Mucho.


Origami

A Daniel Naranjo (blog).

"(...) Las manos también sirven para que se nos vaya el alma por ellas"
(Rafael Manero, "Divagación sobre las manos")


13 marzo 2006

Directo

7 vidas"7 vidas" es una sit-com que hace justicia a su nombre por méritos más que suficientes. Llegar al capítulo 200 en estos tiempos de turbulencias televisivas es un acontecimiento digno de celebración y esta noche lo han hecho realizando el capítulo en directo. Toma ya. La experiencia se ha saldado con nota y ha permitido al espectador participar, por una vez, de una experiencia inusual: la empatía con el elenco de actores, porque hoy eran actores más que personajes. Hoy no se veía a Sole repartiendo collejas sino a Amparo Baró haciendo de Sole y jugándose el tipo ante una platea de varios millones de personas. Lo mismo es aplicable para los demás, con la excepción de Javier Cámara y Paz Vega, cuyo breve segmento venía grabado al no poder estar presentes por compromisos laborales.

Lo de "7 vidas" tiene mayor mérito porque ha conseguido clavar cada uno de sus personajes y no sólo sobrevivir a la posterior fuga de los actores/actrices que les daban vida sino que ha sido capaz de repetir la operación con idéntico resultado durante años. En las series de televisión (y también en el mundo de la canción), pasa una cosa muy curiosa: en cuanto alguien tiene un éxito grande siente la repentina necesidad de "echar a andar en solitario", esa es la frase socorrida en esos casos pero ocurre que, salvo excepciones contadas, el recorrido posterior es muy breve; parecen no darse cuenta de que el éxito obtenido no reside en ellos como individualidades, sino en ellos como pieza del engranaje de un colectivo. Esta temporada "7 vidas" ha experimentado un descenso de la audiencia porque esta vez no se ha ido un personaje, se han ido varios de golpe y algunos eran verdaderos pilares de la serie (nunca te tenías que haber marchado, Carmen Machi).

Como ya he dicho en alguna otra ocasión que yo de mayor quiero ser productor ejecutivo de una serie de tv (de una serie buena, ya puestos), puedes imaginar el interés con el que he seguido la emisión. Me he fijado en muchos detalles curiosos y he apreciado el fantástico trabajo realizado con precisión de relojero pero sobre todo, me ha llamado la atención que la ficción ha fluido con la naturalidad de lo real mientras que el único desliz apreciable en el ámbito real (la risa no contenida de Carmen Machi interrumpiendo momentáneamente su diálogo con Gonzalo de Castro) ha resultado del todo ficticio. Seguramente lo era, venía en el guión. Qué curioso. Así que en la siguiente pausa publicitaria me he quedado dando vueltas a eso, a la idea de tener que falsear la realidad precisamente para acrecentar su carga de veracidad; teatralizar el directo para recordarnos que lo que vemos no es teatro grabado. Iba a llegar a alguna conclusión sobre el asunto cuando ha empezado el siguiente bloque y ya he perdido el hilo. En cualquier caso, magnífico trabajo. Aplausos.


Maldad

La encarnación de la maldad tiene forma de hombre de aspecto inofensivo con barba canosa y recortada y si tienes un poco de mala suerte puedes cruzarte con él los domingos por la mañana cuando vas a coger la prensa. En casos así tienes dos opciones: volver sobre tus pasos y marcharte o bien seguir adelante, deslizándote sigilosamente a sus espaldas raudo hacia el fondo, más allá de la sección de librería, donde se acumulan las cajas de cartón y donde conviven amontonadas las novedades literarias que se colocarán el lunes junto con aquellos libros condenados a la devolución. Las personas que llevan dentro un alma podrida emanan una especie de halo que distorsiona el ánimo de todo aquel que entra en su radio de acción. Hay que tomar distancia.

Allí al fondo, yo espero a que este individuo, cuya voz pausada suele elevarse sobre las demás para faltarle al respeto a la dependienta por pura diversión y por los motivos más absurdos, termine lo que ha venido a hacer mientras ojeo libros diversos que, las más de las veces, he cogido del revés. Es lo que pasa cuando te hierve la sangre contemplando escenas así sin poder intervenir. Hoy, al menos, he descubierto entre pilas de libros la reedición de la "Poética musical" de Igor Stravinsky (El acantilado, 13 euros), volumen menudo (y menudo volumen) pero enjundioso, que recoge las conferencias dictadas en su día a los alumnos de la Universidad de Harvard. El libro es imprescindible, justo lo contrario que el individuo que groseramente pone en evidencia sin motivo a la paciente dependienta. Qué oscuridades tiene que haber en el fondo de algunas personas para que necesiten joder al prójimo para sentirse realizados cada día. Tanta oscuridad como para no ver su propia desgracia, quizá.


12 marzo 2006

Click

Sonríe.



(click)

Si Kirsten Dunst me hiciera posar para una foto yo pensaría mientras tanto que una vez estuve en casa de un pianista famoso que guardaba con entusiasmo en vídeo una película normalita sólo porque en el minuto 28 aparecía un árbol precioso al fondo del encuadre. Y pensaría eso porque algo así me pasa con "Elizabethtown" (Cameron Crowe, 2005), que si hubiera sido rodada en los años 40 por la RKO a las órdenes de un Garson Kanin con la propia Kirsten Dunst sería recordada como un "clásico amable" de la comedia (que es el eufemismo que se suele emplear cuando una comedia no es redonda pero cae simpática y da apuro decírselo a la cara) y no como la comedia romántica "sin más", o "del montón" que es como habitualmente se la despacha. No es lo mismo ser un clásico amable que una comedia sin más, hay cierta diferencia de grado. Quizá la clave esté en el paso del tiempo, que puede aportar solera, como al vino, o lo puede echar a perder.

En cualquier caso, lo que destaca de manera especial en "Elizabethtown" es el papel de Kirsten Dunst, que se apodera de su personaje y hasta se pone a la música de fondo como perfume para enamorarte. Todos los elementos armonizan en torno a ella. A su lado, no sabemos si Orlando Bloom vale para la comedia o no, pero tampoco importa mucho. Parece que sí en los primeros momentos de la película, cuando todavía no ha subido al avión donde le espera un hada vestida de azafata, pero desde ese instante su función pasa a ser la de acompañamiento de la melodía principal. A mí, que tanto miedo me dan los aviones (sobre todo por el ruído) me tranquilizaría mucho saber que a bordo viaja Kirsten Dunst haciendo su papel en "Elizabethtown". Y seguro que no haría falta que me dijera "sonríe" para sacarme la foto.

(click)


11 marzo 2006

TPs

Llevo días diciéndome: que no se termine la semana sin anotar que tiene narices lo de los TPs de este año, así que voy a ello.

Tiene narices lo de los TPs de este año. Que la emisión de la gala de entrega de los únicos premios de televisión que otorga la propia audiencia haya sido rechazada por la totalidad de las cadenas demuestra un desprecio por los televidentes increíble. Entonces ¿a qué tanta importancia a los shares y a los índices de audiencia? También es una falta de respeto a una revista que lleva la friolera de 40 años informando puntualmente a los sufridos espectadores de la programación de las cadenas. Ya que a las cadenas les sale gratis la publicidad qué menos que un aprecio, ¿no?. Pues ni caso. Con la paciencia que tienen que tener estas publicaciones y el mérito que supone informar por adelantado de una parrilla a sabiendas que no sirve para nada porque se va a cambiar caprichosamente a golpe de contraprogramación para intentar hacerse con una audiencia que luego no es tenida en cuenta. No entiendo nada.

En realidad, ninguna cadena ha querido emitir la gala porque están todas de uñas entre sí y ninguna está dispuesta a decir en sus informativos que la rival se ha llevado 7 premios y aquí sólo 5. Por eso la otra tarde, en Cuatro, se protestó porque cada cadena sólo había informado de sus propios premios, omitiendo los de los demás. Luego dijeron que en Cuatro no iban a ser tan malos y que los iban a decir todos. Fue todo un detalle, las cosas como son, lo que pasa es que luego lo fastidiaron diciendo que "de lo que no cabe ninguna duda es que Televisión Española es la gran perdedora de este año", en alusión al bajo número de premios obtenido. Oiga usted, la gran perdedora de este año ha sido su cadena, leches, que no ha sacado ni uno. Es que llevamos poco tiempo en antena. Pues estaban nominados, oiga.

Pero el trasfondo de todo lo anterior deja entrever un fenómeno emergente que debería empezar a inquietar a las cadenas y al que, sin embargo, no están dando la importancia que se merece, creo yo. La gala fue retransmitida por Internet y ese detalle arroja una luz muy importante sobre un hecho incuestionable: hay otras pantallas, y cada vez adquieren mayor importancia. Cada noche, hay un prime time paralelo a las cadenas que tiene lugar en los propios televisores (el consumo de dvd´s sigue disparado al alza, a la gente le gusta diseñar su propia programación) y en los monitores (hay muchísimos miles de personas navegando por Internet). El contenedor de la audiencia tiene un agujero que se va ensanchando y por el que se va un número cada vez mayor de espectadores. Y por eso están todas las cadenas tan nerviosas y haciendo cosas rarísimas como sembrar un programa y arrancarlo de raíz al segundo día. Ellos sabrán lo que hacen.


10 marzo 2006

Proyecto

Estoy inmerso en el diseño de un ciclo de charlas sobre Mozart que es mi principal proyecto profesional de este año, tanto por razones obvias (los aniversarios mandan, si no fuera por ellos sería difícil poder colocar un proyecto así) como por la naturaleza del evento (que es lo verdaderamente importante: los aniversarios son un pretexto estupendo para llamar la atención sobre determinados asuntos; lo que hace falta es saber aprovecharlos). El reto me resulta tan estimulante como desasosegante; que yo recuerde, el ciclo Bach del año 2000 no me dio tantos quebraderos de cabeza.

Mientras anoto, medito, deshago, relaciono, escucho, voy al armario de la cocina donde está la tableta de chocolate, toco, busco, espero, hago un paréntesis para tomar distancia y mirar desde lejos y retomo el asunto otra vez anotando, meditando y, en definitiva, las mismas cosas que al principio de la frase pero ahora en gerundio, estoy llevando a cabo una especie de making-of mental. Quiero decir que, por primera vez, estoy reparando en el proceso que empieza desde la nada y que conduce, mediante el procesamiento de una gran cantidad de información convenientemente filtrada, seleccionada, traducida en términos precisos, ensamblada y finalmente afinada, a un resultado cohesionado y estructurado en tres sesiones.

El proceso es el siguiente: al principio ves una nebulosa oscura y espesa; ocasionalmente surge un destello aquí y allá que no termina de concretarse. Llega un instante, cuando menos te lo esperas, motivado por la razón más insospechada, en que sientes el pálpito de que ya lo tienes. En realidad, el "ya lo tienes" es muy vago; puede proceder de una frase, de la asociación de dos conceptos, de una melodía, pero es suficiente para tener la certeza de que con ello has conseguido enhebrar la aguja que te va a permitir realizar el cosido.

En este caso el instante fue un mediodía, mirando por la ventana y el pálpito vino al recordar súbitamente una melodía. Supe entonces que todo iba a derivar de esa melodía. Lo curioso es que, desde ese momento, mientras voy incorporando piezas al puzzle, la melodía en cuestión ha pasado de estar en el encabezamiento de la partitura a ser una idea secundaria. Asumo que entra dentro de lo posible que al final no quede de ella rastro alguno. Es algo parecido al andamiaje que rodea una construcción: al final no queda ni rastro de los andamios pero gracias a ellos se ha conseguido levantar el edificio.

Por otra parte, sigo partiendo de la premisa de que el trabajo va a tener como protagonista y objetivo principal la propia materia sonora, la música. A veces la música parece ser la excusa, la banda sonora de fondo al servicio de palabras que la rodean sin adentrarse en ella. Que la música sea la verdadera protagonista no hace que deje de ser consciente en todo momento de que el público al que va dirigido el ciclo no tiene por qué saber de música, no es un público especializado. Ello no quiere decir que nos quedemos en la superficie. La experiencia me ha llevado a desarrollar una metodología destinada a hacer visibles los detalles y comprensibles aquellos aspectos que revierten en una mejor apreciación y un mayor disfrute de la audición con buenos resultados. Esta vez cobra una importancia decisiva tener cerca un piano. El piano es el banco de pruebas. Tengo claro que va a ser una exposición desde el teclado de donde saldrán los motivos, los fragmentos y las ideas que unas veces validarán lo expuesto en palabras y otras plantearán nuevas cuestiones que requerirán respuesta. Lo dicho, un reto tan estimulante como desasosegante.

Así que esto es todo lo que dispongo en estos momentos: una melodía que va cambiando de lugar, las piezas del puzzle ordenándose por colores, ideas que llaman a la puerta sin horario, pálpitos e incertidumbres a dos voces y a veces, y la presencia de un piano. Lo demás son ráfagas, intuiciones, que poco a poco irán concretándose o sustituyendo a otras o disolviéndose ambas ante la presencia inesperada de un nuevo hilo conductor que nos lleve por la senda que nos acerca al enigma Mozart. También tengo claro que cuando escribo "nos acerca" lo hago sabiendo que esa es la meta porque llegar del todo a Mozart no se puede. Yo al menos no puedo, no sé cómo hacerlo. Quien pretenda llegar al fondo de la cuestión mozartiana se adentra, creo yo, en una aventura destinada siempre al fracaso. Pero esa incapacidad es muy emocionante porque nos da la medida exacta del prodigio.


09 marzo 2006

Familia



Hoy ha llamado poderosamente la atención mediática el descubrimiento de que en una remota aldea de Turquía ha aparecido una familia que anda encorvada sobre las manos. La mía habitualmente anda de cabeza pero no nos han llamado del National Geographic ni hemos aparecido en el telediario. La vida es injusta.


08 marzo 2006

Náufrago

A sus 15 años, la vida le ha dado a Pablo un palo muy gordo y un enorme talento y en estos momentos se encuentra hecho un lío. No es poco para tan breve biografía. Aunque todavía no lo sabe, el teclado del piano es para él la tabla a la que se aferra un náufrago para mantenerse a flote. Lo sé porque llevo varios años sentándome a su lado una vez por semana intentando buscarle mientras del barro sonoro donde proyecta su dispersión surge, cuando menos te lo esperas, un instante luminoso que te conmueve profundamente. Yo intento inculcarle un mínimo sentido de la disciplina que le ayude a centrarse y consiga canalizar adecuadamente lo que lleva dentro y para lo que la música actúa como válvula de escape. También intento con todo el tacto y el cuidado del que soy capaz conseguir que adquiera confianza en sí mismo; que empiece a creer en él. A veces me gustaría decirle que no está solo, aunque no sé si eso servirá de algo. Por si acaso procuro no perderlo de vista en las pleamares y en las bajamares y pongo empeño especial en ello sin que se note (él no va a leer estas líneas) que yo también soy un náufrago de otras tempestades.


07 marzo 2006

Medium

Sobre Mozart. Los biógrafos tienden a interpretar los hechos en vez de limitarse a exponerlos y eso dificulta aún más si cabe la ya de por sí complicada tarea de enfrentarse al enigma Mozart. Imposible tarea, diría yo. No pudiendo pedirse más documentación de primera mano (en sentido literal), nada dice ésta sobre su música y nada se encuentra en la música sobre su autor. Por si fuera poco, ni siquiera podemos trazar una evolución clara en su periplo artístico: el Mozart maduro no existe en realidad. La genialidad siempre estuvo ahí, desde el principio, manifestándose en su más absoluta perfección de manera ocasional. A los hechos me remito: escuchamos el movimiento lento del tardío concierto para piano 23 pero ya el mismo movimiento del temprano concierto para piano número 9 emerge, súbitamente, como un milagro cuya factura y calado más bien sugiere pertenecer a la madurez de un genio antes que a un adolescente que está descubriendo e incorporando experiencias. Es una obra culminante al principio de una carrera. Desconcertante.

Quizá haya sido Wolfgang Hildesheimer quien haya dado en el clavo, a propósito de un comentario sobre la Serenata en do menor para instrumentos de viento K. 384a, obra cuya intensidad dramática no parece adecuada para su destino, una amena velada nocturna. A tenor de lo que podemos leer en una carta de Mozart a su padre Leopoldo del 27 de Julio de 1782, el siempre escéptico y prevenido Hildesheimer apunta que "Es factible que él mismo no se diera cuenta del contenido emotivo de la composición, pues no conservaba recuerdo del acto mismo de la creación y la escritura era un desenlace automático durante el cual, justamente, se separaba de su obra. En este fragmento, entonces, un contenido inconsciente se comunica a quien escucha eludiendo al mismo mediador: no sería la única ocasión".

Mozart es un médium.


06 marzo 2006

Llamada

Me dice Mari que nada más bajar a por el periódico me han llamado por teléfono. Un tal Joaquín. ¿O era Alfredo? Hace unos años me sorprendía que Mari dudara entre nombres tan dispares pero ahora ya me he acostumbrado. Hubo un tiempo en que lo de Mari me preocupó un poco, más que nada por mi hipocondria que se proyecta en temores alarmantes sobre la salud de los demás y alguna vez, en la cocina, la sometí a alguna prueba de memoria con sutil disimulo, algo del tipo cuál es el quinto dígito de mi número de teléfono móvil y cosas así que interrumpían su canturreo mientras pasaba la balleta por la encimera y me miraba raro. Pero como digo ya me he acostumbrado.

Lo curioso es que siempre duda entre dos nombres, el primero lo dice con seguridad, el segundo entre interrogaciones, pero lo mejor es que casi siempre, como ha ocurrido esta mañana, yo no conozco ningún Joaquín ni ningún Alfredo. En estos casos en los que llama una voz masculina le suelo preguntar si la voz era joven o de mayor, porque si es joven lo más probable es que sea alguien que llama para que le de unas clases; si es mayor, seguro que no es para eso, porque para esas cosas siempre llaman las madres. Hoy le he hecho esa pregunta a Mari mientras dejaba el pan sobre la mesa y me quitaba el abrigo y me ha respondido textualmente que el que ha llamado tenía voz de banco. ¿Qué es exactamente tener voz de banco? No lo sé, ha dicho Mari encogiéndose de hombros, es sólo que me ha parecido que tenía voz de banco, y se ha ido por el pasillo canturreando agarrada a la escoba. Me he quedado perplejo. Para colmo, los bancos me dan mucho miedo, tanto como los viajantes de la editorial Planeta, el vecino del segundo o las monjas en general. El que sea volverá a llamar, ha dicho Mari desde el fondo del pasillo. Así que estoy esperando con impaciencia para resolver el misterio. Si el que ha llamado eres tú, ya estoy en casa, ¿vale?


Masterclass

Martin ScorseseLos de la FNAC se siguen portando en lo que a cine en dvd respecta, hay que reconocerlo. A la vuelta de estantería me encontré el jueves frente al doble dvd "A personal journey with Martin Scorsese through american movies" que viene a ser una masterclass en tres capítulos de 75 minutos sobre la evolución de la historia del cine americano.

La serie se rodó en 1995 promovida por el British Film Institute dentro de los actos de conmemoración del centenario del cine y aquí fue editada en libro pero el libro era como si te pasaran los apuntes de clase. Ahora es distinto: ahora puedes matricularte y asistir a las clases. La matrícula no es cara (17 euros el doble dvd, 225 minutos de erudición subtitulada y enriquecida con abundante material fílmico) y cuando te dan el temario del curso se te abre el apetito cuando lees cosas como: "El director como contrabandista: la exploración de territorios oscuros (Jacques Tourneur y Max Ophuls)"; "Los ilusionistas y el color: el color, reflejo de emociones"; también figura el capítulo "Raoul Walsh y la disciplina fecunda" sin olvidar el ejercicio práctico: "4 usos del cinemascope".

Aunque desde los créditos y en el mismo prólogo deja bien claro que se trata de un recorrido personal, Scorsese no está solo: ante el estrado de oradores comparecen John Ford (aunque se limita a decir no, no sé, y no de nuevo ante la impotencia de Peter Bogdanovich), Fritz Lang, expansivo y haciendo gala de su habitual desencanto en sus apreciaciones sobre la condición humana, Capra, Sirk, Vidor, Wilder...

Al inicio del recorrido me sorprendió que Scorsese subordinara el análisis técnico a un enfoque sociológico (digámoslo así) de la evolución del cine americano y aunque en los primeros instantes eso me desconcertó un poco porque llegué a pensar que el recorrido se iba a quedar en la epidermis, enseguida aprecié el acierto de la estrategia: la lección de Scorsese nos aporta una herramienta fundamental para colocarnos adecuadamente ante las películas, sobre todo ahora que todo el mundo habla de cine: nos enseña la importancia básica del contexto y del momento. Puede parecer una obviedad pero es el error más común en el que tendemos a caer. No podemos acercarnos a "Código del hampa" o "Los violentos años 20" con la misma mirada con la que nos asomamos a "El Padrino"; si lo hacemos así, fracasaremos, y nuestro fracaso será doble porque al no sintonizar adecuadamente el dial de esas películas de los años 30 perderemos un eslabón importante en la cadena evolutiva que nos conduce ante el señor Corleone con plenos poderes de comprensión.

Interesantísimas también las observaciones de Scorsese sobre la serie B como campo de experimentación y, por tanto, verdadero terreno abonado para el desarrollo del cine al verse sometido el director a una menor presión por parte de los ejecutivos del estudio. En realidad, todo es interesante en estas tres clases que Martin Scorsese efectúa sentado y mirándote fijamente a los ojos entre secuencia y secuencia. Por cierto, me gusta la voz de Scorsese. Hay voces que se escuchan con agrado, independientemente del interés que despierte en tí lo que esa voz te transmite. Y una advertencia: Scorsese tiene una llamativa tendencia a desvelar el desenlace de las películas, se diría que la frase más reiterada es "al final...", aunque ese final, en ocasiones, no sea un elemento imprescindible en lo que se está contando. Vaya esta advertencia para quienes se sientan animados a apuntarse al curso y no hayan visto "El último refugio", de Raoul Walsh, "Duelo al sol", de King Vidor, un buen puñado de las películas de gangsters de la Warner y tantas otras más.

Lo de Scorsese aquí tiene algo de Sagan (tiene muchas estrellas también). Y tan bien.


05 marzo 2006

Sombra



Esta es la sombra de Peter Pan.

La cámara consiguió atraparla con la excusa de un viaje a Noruega. Dijo: me voy de viaje a Noruega unos días. Y yo le dije: ya me mandarás alguna foto, que a mí el Norte me gusta mucho pero me da miedo el ruido del avión. Luego volvió con muchas fotos y todas muy bonitas pero a mí, la que más me gustó es esta. Por los colores azules del cielo y de la nieve, tan nítidos por el frío. Y por la sombra.

A veces miro las fotografías que Barrie sacó a Peter Pan en los Jardines de Kensington y siempre me pregunto cómo es posible que no se le ocurriera sacar una foto a la sombra y claro, luego la sombra se escapa nada más empezar el cuento. Pues en esta foto sale la sombra de Peter Pan, así que ya no se escapa. Si alguna vez pierdes la sombra la tienes aquí, le dije la primera vez que vi la foto. Entonces él la miró con atención y supe que no se había dado cuenta porque lo que él quería sacar era la casita del fondo, y que lo que se ve sobresalir de la nieve a la derecha son las copas de los árboles, tanta nieve había. Entonces fui yo el que miró con atención y descubrí que no me había dado cuenta de ese detalle, el de las copas de los árboles sobresaliendo, y que hubiera tanta nieve me impresionó mucho.

Hoy he recibido otra foto desde Noruega porque Peter ha vuelto a irse unos días y ahora con lo de Internet ya no hace falta esperar a la vuelta. Dijo: me voy unos días a Noruega. Y yo dije: ya me mandarás alguna foto, que ya sabes que a mí el Norte me atrae mucho. Lo del avión no se lo dije esta vez, ahora que caigo, pero me siguen dando el mismo miedo. Sobre todo el ruído. La foto que he recibido hoy no es la de arriba, la de arriba es del año 2000. La que me ha mandado hoy también es una foto muy bonita y azul pero no sale la sombra proyectada en la nieve porque se quedó en la otra foto. Normal.

Abrígate, Peter, y feliz viaje de vuelta.


04 marzo 2006

Ingenio

En vísperas de los Oscar la gente hace sus quinielas y la mayoría sigue empeñada en llamar western a la película de Ang Lee sólo porque salen dos tipos con sombrero de vaquero. Esta tarde alguien ha dicho por la radio que ni siquiera son vaqueros, cómo van a ser vaqueros, que son pastores y mientras yo embadurnaba una magdalena con Nocilla en la cocina a la hora de la merienda, una voz femenina ha comentado con cierto escepticismo que en su pueblo los pastores no tienen esa pinta. Entonces se ha escuchado por teléfono la voz de Boris Izaguirre sentenciando: "chica, tienes que cambiar de pueblo".

Pero a lo que voy es que por estas fechas yo siempre me acuerdo de lo sucedido en el transcurso de la entrega de los premios de 1992 cuando Billy Crystal, maestro de ceremonias, sorteó con matrícula de honor un imprevisto que hizo tambalear por unos interminables segundos el siempre perfecto engranaje del show. Aquel año cumplía 100 años Hal Roach, uno de los grandes pioneros de la industria, nombre mítico, y con tal motivo se le tributó un homenaje. Tras la larga ovación que siguió a la mención de su nombre sucedió algo inesperado que a nadie en los concienzudos ensayos, planificaciones y valoraciones previas se le había pasado por la cabeza que pudiera suceder: el señor Roach se levantó tambaleante de su butaca y empezó a hablar.

Y no había micrófono.

Esto puede parecer una tontería pero para quien conozca la milimétrica organización de cada uno de los segundos del evento que la televisión norteamericana pone en marcha cada año con la presión de los más de mil millones de almas que la contemplan, podrá hacerse una idea del pánico que debió desatarse en la cabina de realización. Fueron unos breves segundos pero se hicieron eternos. Allí estaba el anciano señor Roach moviendo los labios y gesticulando mientras un silencio denso y tenso se apoderó de la atmósfera del auditorio. Pero entonces, justo entonces, cuando la tensión era insoportable, Billy Crystal puso en marcha sus neuronas manteniendo una admirable sangre fría y basándose en que Hal Roach había sido uno de los reyes del cine mudo improvisó una genialidad: "parece que el señor Roach sigue siendo fiel a sus principios". Una enorme carcajada colectiva evaporó de golpe el silencio y a la carcajada se sumaron unos aplausos rabiosos de admiración (el señor Roach seguía hablando como si nada) y entonces la cámara enfocó un plano medio del rostro de Crystal que miraba con la ceja levantada y una sonrisa burlona sin que le temblara un músculo. Recuerdo perfectamente que Carlos Pumares, que por aquel entonces era Carlos Pumares y retransmitía aquel año la ceremonia para Antena 3 cuando todavía era Antena 3, cayó rendido a la ocurrencia de Crystal con estas palabras: "realmente, se es genio por algo".

Desde entonces nadie ha vuelto a superar el listón, ni siquiera el propio Crystal, que se ganó el puesto de sobra por unos años. A ver qué pasa esta vez.


03 marzo 2006

Hora

Quede constancia aquí que eran exactamente las 13 y 11 minutos cuando, entre los transeuntes que iban y venían, ha surgido una figura que me ha producido un sentimiento de sorpresa primero, una agitación en el pecho, un instante de euforia después y finalmente una sensación de profundo bienestar que me ha puesto en los labios un trocito de sonrisa tonta, y que dicho estado se mantenía intacto a las 16:32, a las 20:47 y todavía lo hace en estos momentos, mientras escribo estas líneas.

Lo más curioso de todo es que de la persona causante de esta amalgama de sensaciones no conozco ni siquiera el nombre, ni si viene o va, si está casada o no, qué pensamientos ocupan su cabeza, cuándo es su cumpleaños, si cuando contesta al teléfono dice "dígame" o "si", tal vez con la interrogación colgando levemente de la i. La única certeza que tengo es que la última vez que la vi, fugazmente, desencadenando la misma secuencia de sentimientos y en el mismo orden, primero de súbita sorpresa, una agitación en el pecho, un instante de euforia después y finalmente una profunda sensación de bienestar fue el 6 de Agosto pasado a las 19 horas y 8 minutos. De lo que se deduce que el tiempo pasa muy rápido y muy despacio al mismo tiempo y que, a pesar de eso, mi reloj funciona muy bien y mi memoria también (aunque a veces se me olvida que he quedado con alguien a las diez y media).


02 marzo 2006

Reina

Martha ArgerichSiento por la pianista Martha Argerich veneración y temor a partes iguales y en proporciones mayúsculas. En ella encuentro la más pura encarnación del duende que he experimentado en mi vida. Brutal diría yo. Cuando Argerich se sienta a tocar el piano te da una bofetada. Argerich enduendada, Reina de la Noche, piel blanca de luna vestida siempre de negro, mente atormentada y relámpago en la mirada, trueno que descarga una energía rabiosa y torrencial pero capaz de transmutarse en apasionamiento contenido en la cumbre de un rubato que corta el aliento. Todo en ella superlativo.

Como todos los enduendados, Argerich afirma con extrañeza que no sabe cómo hace lo que hace; ni siquiera sabe bien lo que hace. A la edad en que un niño se pone a tocar su primer arpegio, Argerich ya devoraba el Gaspard de la Nuit de Ravel, significativa elección: hay algo diabólico en el piano de Martha Argerich que hace que la palabra "virtuosismo" resulte insignificante e intrascendente. Lo de Argerich es otra cosa: es electricidad y fuego, dentellada y zarpazo, presencia apabullante y ardiente aguijón, sagaz intuición y verso. Y sufrimiento. Sufre Argerich (pánicos, cóleras, fobias, huídas) como sufren los poseídos por el duende que aúlla de ayes en el trance del éxtasis. De ese dolor sale el diamante. "Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende", dijo Lorca. Tan sólo dos muestras de su abundante discografía son suficientes para hacerla inmortal: su registro de la Sonata en si bemol menor de Chopin de 1975 y el Concierto en Sol mayor de Ravel bajo la dirección de Claudio Abbado, de 1988, ambos para Deutsche Grammophon. Pura y terrible belleza.


01 marzo 2006

Pudor

PudorHace muchos años que dejé de creer en los premios literarios pero de vez en cuando se lo dan alguien y va y te alegras. No sé, te da por ahí, por alegrarte. Ayer se falló el Premio Alfaguara de Novela y la elegida fue "Abril rojo" de Santiago Roncagliolo (Lima, 1975). No sé si la novela será merecedora de un premio, en estas cosas nos tenemos que fiar del jurado que se supone que se ha leído todas las presentadas a concurso. Digo yo que para saber si una novela es merecedora de premio no sólo hay que leerla sino que habría que leer también las tropecientas que han quedado detrás. Y aun así. Pero la cosa es que ya que le han dado el premio yo me he alegrado porque Roncagliolo me cae simpático.

Hoy, en el periódico, me ha hecho gracia leer un artículo del crítico Miguel Mora que se titula "Para llevárselo a casa". No se refiere al libro, se refiere al autor. Ya no soy el único a quien Roncagliolo le cae simpático. Dice que "Santiago Roncagliolo es uno esos tipos infrecuentes que aparecen en la vida de la gente y que, apenas se le conoce, tiene uno ganas de llevárselo a casa." Y más adelante cuenta que hace unos días, en Lisboa, tuvo ocasión de hacerlo: "(...) a los dos minutos, el joven Roncagliolo tocó el timbre. Llovía a mares, venía hecho una sopa, se metió en el baño a secarse las gafas, salió del baño, se metió las gafas en el bolsillo, se sentó, empezó a hablar y ya no paró (...) Menudo pesado, dirán algunos. ¡Justo al revés! Roncagliolo lo cuenta todo con tanta gracia, tanta contención y tanta sabiduría, que parece que en vez de 30 años tuviera 60, o que fuera de la familia desde siempre."

Me ha hecho gracia el artículo porque mi conocimiento de Roncagliolo (literario, que no personal, no he tenido esa oportunidad) también fue algo singular. Acababa de publicarse su novela "Pudor" y estaba yo en la librería examinando un ejemplar con cierta curiosidad cuando encontré algo que terminó por convencerme para llevarmela a casa: su foto. Sí, sí, su foto, lo reconozco, pero ponte en mi situación: tienes en las manos un librito pequeño, con el atractivo que tiene de por sí su levedad; lees una sinopsis tan parca en palabras como estimulante (quizá estimulante por ser parca en palabras): "un hombre que va a morir, una mujer que recibe anónimos pornográficos, un niño que ve cadáveres, un gato que quiere sexo, esa clase de gente" y te sonríes un poco al volver a leer lo de "esa clase de gente", como si esa clase de gente fuera de lo más común, y de pronto te encuentras en la solapa interior con esta cara mirándote así:


Entonces tienes que llevartelos a casa: a la novela y al autor. No me digas que no.

"Pudor" es una novela ecléctica, de esas que están hechas con un trocito de ésto y de aquéllo, un retal de sit-com hilarante, otro de culebrón venezolano y cierto reflejo de realismo mágico en los botones. En fin, todas esas cosas que sacan un poco de quicio a los gurús de la cosa literaria porque parece que ahora hay que componer siempre una novena sinfonía y los divertimentos no cotizan, pero que si aquí huele a fresco y no a manido es porque todo está cosido con hilo del bueno y contado con las palabras justas y adecuadas por el tipo de la foto, a quien tienes que echar un ojo entre capítulo y capítulo para que lo que leas te suene mejor o para que la ocurrencia que te sale al paso cobre sentido definitivo (eso hacía yo sin pudor cuando leí Pudor: volver de vez en cuando a echarle un vistazo a la foto).

Termina Miguel Mora su artículo de hoy diciendo que "ahora, en casa, todos estamos leyendo "Pudor". Es lo que tiene Roncagliolo. Te lo llevas a casa, y él ya no se va". Tengo que decirles a Patricia y a Raquel que si ya se han bajado del tranvía, se animen a tirar del hilo de palabras que empieza por "El primer fantasma apareció el día en que murió la abuela, en el hospital...".