30 junio 2007

Balance

Se acaba Junio y todo resulta un poco más raro que cuando empezó. Este post era en principio algo extenso pero es que lo he releído y he decidido borrarlo. Igual es que Junio no se merece más atenciones.


29 junio 2007

Reposición

El calendario me hace mirar aquí.

P.D: donde dice 10, poner dos más.


28 junio 2007

Vidas

Teresa (III)
12 de Junio, 20:50 h.
Desde que escribí la última frase en este cuaderno secreto que es mi paño de lágrimas han pasado cuatro bizcochos, dos clases de natación con el nuevo monitor (Héctor, muy prominente, todo prominencias), una visita al gimnasio, otra a la clínica a ver a Lourdes (se le complicó lo de la estética porque se le saltó un punto de una teta, la izquierda), seis entrevistas, varias discusiones con mi hijo Oscar y dos llamadas a Manuel, que sigue en pie de guerra en la guerra apareciendo en la tele en las noticias de las nueve siempre con la camisa bien planchada para satisfacción mía y luego de la audiencia patria, que ya le digo yo que la audiencia en lo que se fija es en eso, si la camisa está bien planchada, porque lo demás es siempre repetido. A mí, desde luego, me lo parece.

Han pasado estas cosas (y más, muchas más) desde que escribí la última frase, esa frase atroz: "Vamos a sacar del armario a Anónima Mente". Y si no he escrito durante este tiempo es sencillamente porque no me ha dado la gana. Porque total, para qué volver a rememorar la pesadilla de esa tarde y de los días que vinieron cuando la única que conoce los hechos soy yo y nadie más que yo va a leer estas líneas. No, hay cosas que es mejor no rebobinar, es mejor saltar como hacen los dvds, que no rebobinan ni nada, sólo saltan, y así no ves ni siquiera en cámara rápida lo que no quieres ver, todo ese horror (necesario, lo admito resignada) del pacto con la editorial, y lo del estilismo con aquella asesora de imagen tan ordinaria, y lo del pelucón rubio que me obligaron a ponerme junto a las gafas oscuras para atender a los medios y saciar las miradas ávidas de la presencia de su heroina sin percatarse de la otra mujer que se oculta tras esa piel, asustada. Sí, soy una mujer fagocitada por su propia creación: yo inventé una heroína y ahora yo misma me veo obligada a meterme en el traje de otra heroína de las masas, Anónima Mente, preservando mi identidad para entregarme a mi público en cuerpo y alma. Igual igual que Sandra de la Vega, mi inspiración, mi sustento, mi todo.

Cuando Anónima Mente apareció en la escena pública empecé a saber de verdad lo que era llevar una vida doble. Poca gente se imagina lo que estresa entrar en un taxi siendo Teresa y salir de él siendo Anónima. Los taxistas se siguen llevando tal susto cuando les pago la carrera que para entonces ya no se acuerdan de quién entró y de eso me aprovecho. Por primera vez me vi ante cosas hasta entonces impensables en mi idílica y monótona existencia de residente de una urbanización exclusiva, pero me enfrenté a todas ellas con aplomo y dignidad, como por ejemplo en mi primera entrevista, de la que salí airosa. Era un periodista joven y esbelto que me preguntó por mis referentes literarios. Las mellizas en Santa Clara y Los Hollister, respondí resuelta. El mozo me miró con los ojos muy abiertos, sin duda impresionado por mi bagaje cultural. Me preguntó también por mis heroínas de ficción. Sandra de la Vega, contesté no sin cierto temblor en la voz por la excitación. Ya empezaba a picarme la peluca cuando me preguntó la última, menos mal, y era si en mi novela había algo autobiográfico.

Pues sí. Lo hay.

A mí me enseñaron a no mentir, a ir limpia y a saber comportarme en la mesa, y me debo a los rectos preceptos que las Ursulinas de Burgos me inculcaron con amor, paciencia y algún que otro bofetón. Por lo tanto respondí que sí, que en el capítulo 4 hay un homenaje a la hermana Angelines, mi mentora en macramé. El periodista debía ser muy culto porque se notaba que había leido mi libro. Se notaba porque dijo: se refiere usted a la pobre aspirante a modelo de pasarela que cae en las garras del maromo bigotudo. Pero yo me apresté a corregirle: no, me refiero al maromo bigotudo. En ese momento lamenté con toda mi alma que la entrevista no fuera en la tele para que todos pudieran ver la emoción indisimulada que el apuesto periodista mostró ante mi gesto para con la hermana Angelines, una emoción que le llevó incluso a inclinar su cabeza para ocultar su rostro en su brazo, agitándose sus hombros en señal de sollozo. Yo me levanté y posando mi mano en su hombro le consolé diciéndole: no se apure, joven, le comprendo. Y salí de la redacción en busca de algún callejón donde convertirme de nuevo en Teresa para aprovechar y pasarme por la tienda de Loewe. Encontré un callejón y había un abogado miccionando. Probé en otro.

Comprendí que una mujer bandera debe ponerse al día y en los escasos ratos libres que me dejaba el vivir la vida de Teresa y la de Anónima me puse a estudiar las obras completas de Agatha Christie. En los Diez Negritos me perdí al llegar al tercero, algo natural y disculpable teniendo en cuenta que desde los tiempos de escolar no había ejercitado la enumeración de ríos y afluentes y otras ramas del saber que forman, fijan y dan esplendor a una mente despejada. Inmersa en el estudio de las obras, el silencio se vio quebrado por una llamada telefónica. Una oferta de vértigo de la editorial de Jesús de Moranco como adelanto por la segunda entrega de Domina Men. 600.000 eurejos, osease, 100 milloncejos. Me caí de espaldas.

Tendida sobre la alfombra medité unos instantes. El Padre Emiliano insistía mucho en la fidelidad ante los compromisos y nos prevenía de los tentadores oropeles que utilizaba la avaricia como disfraz para llevarnos al infierno. Cogí el bolso, bajé rauda las escaleras hasta el salón, le dije a mi hijo que grabara a su padre si me retrasaba y fui a mi editorial con los consejos del Padre Emiliano sonando en mi cabeza. Entré en el despacho de mi editor, apoyé mis dos manos en su mesa, incliné mi rostro hacia el suyo y le dije: hasta luego, Lucas.

Sin pensar siquiera dónde iba a meter ese dineral, esa misma noche me puse a escribir como una posesa "Domina Men y el Murciano Eyaculador".


27 junio 2007

Retrato



Ya tengo retratista oficial. Esta mañana he posado para mi sobrina Isabel. Salgo de pianista y no me veo mal, la verdad. Dice que mañana igual lo pinta de colores.


26 junio 2007

Largo

Suena el Largo ma non tanto y, ciertamente, no es tan largo aunque podría sonar infinitamente y aún nos sabría a poco. La frase anterior no deja lugar a dudas de que que lo que suena es el segundo movimiento del Concierto para 2 violines de Bach. Yo descubrí muy pronto este concierto y lo quise tanto, tanto, que en el aburrimiento de una convalecencia al final de mi infancia lo saqué entero de oído, destrozando la cinta de cassette y probablemente el radiocassette entero de tanto rebobinar a poquitos. Eso ya lo conté un día. Lo que no conté es que cuando no convalecía me ponía a dirigirlo, arremangado y descamisado para mejor movilidad de brazos, y lo que hacía al dirigir era dibujar en el aire las prodigiosas líneas del contrapunto. De eso me acuerdo ahora, mientras suena este concierto milagroso, y sigo pensando que en una obra así el director debería hacer eso, trazar con las manos la coreografía de esta geometría poética, para que todos participemos de la fiesta, para que veamos la música y no podamos evitar decir un ahhh muy largo, Largo ma non tanto, y si es tanto mejor.

Y los solistas lo mismo, deberían extender las fronteras de la interpretación y hacerla también con el cuerpo y darse cortesmente el relevo y esto y lo otro; gozarían ellos, gozaríamos nosotros, la música misma gozaría y fluiría mejor ya que ahora sale un poco almidonada. Esta moda nueva acerca de cómo interpretar lo antiguo (qué paradoja) no me resulta simpática. Que hay que tocar con otros instrumentos distintos, pues vale; que la afinación es otra, pues de acuerdo. Pero esas directrices que ordenan que no se puede hacer ésto ni aquéllo, por ejemplo, entendiendo por ésto un rubato quizá y por aquéllo probablemente un suspirar, qué se yo, le hacen a uno decir, oiga y usted cómo lo sabe, eh? Pero los músicos hacen caso, porque los músicos tienden a hacer lo que les dicen en lugar de hacer lo que les dice su yo de dentro, no vaya a ser que sean distintos a los otros clones, y lo que se echa en falta es que alguien se salga de la fila y le eche bemoles, como hacían los Grumiaux, los Milstein, esos caballeros del instrumento cuyo instinto y olfato poético circulaba por las cuerdas del violín como una corriente eléctrica y luego se extendía culebreando desde la punta de la nariz a la punta de los pies. Y daba calambre. Los Milstein y los Grumiaux no necesitaban ni echarle bemoles a la cosa porque lo que hacían directamente era echarle cojones y ya está.

Mientras tanto han pasado, desperdiciadas, esas secuencias por quintas gloriosamente prolongadas que Bach nos regala, ingratos, y ahora suena el tercer movimiento, nos acercamos a ese orgasmo que estalla en el compás cuarenta y cinco para prolongarse un par de compases más pero todo debe estar bien medido, afinado, encajado en su sitio y con eso parece bastar. Ahora los violinistas hacen eso muy bien y por lo general tienen apellidos como de película eslovena subtitulada y en su curriculum pone que han estado en muchos cursos magistrales de verano, algunos hasta de invierno, primavera y otoño. Son gente muy viajada y todo eso. Pero no le echan cojones.


25 junio 2007

Convocatoria



En las paredes de este blog hay un espacio permanente dedicado en exclusiva a publicitar y alentar la labor de estos chavales. Para los lectores que residen en la zona centro y que han mostrado su interés por ellos en anteriores ocasiones les comunico que Kantika Korala de Leioa, la formación que dirige Basilio Astúlez, va a ofrecer esta semana un concierto en Madrid. Será este viernes, 29 de Junio, a las 21:00 horas, en la Parroquia de Santa Cruz (C/ Atocha, Nº 6). La entrada es libre. Creo sinceramente que una de las cosas buenas que podemos hacer a quienes apreciamos es recomendarles acudir a un recital de Kantika, sean asiduos o no a los eventos musicales, cualquiera que sea su edad: la experiencia siempre resulta inolvidable y enriquecedora.

Pero hay más: el pasado día 15 salió a la venta el dvd del "Requiem" de Karl Jenkins, grabado el 21 de Abril en el Palacio Euskalduna de Bilbao en su estreno en España. De él me ocuparé en breve porque me acaba de llegar (Gracias Rafa, Izaskun y Alain, es el regalo más bonito que me hacen desde... la anterior grabación). Tiene una pinta fantástica, con esa escenografía tan sugerente. A ver si me entero de dónde se puede adquirir y lo publico junto con la reseña.

Felicidades por el nuevo dvd, chicos, y felicidades anticipadas por el concierto del viernes, a vosotros y también al público que asista, porque estoy seguro de que va a resultar todo fantástico. Como siempre.


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24 junio 2007

Incidencia

El servidor que aloja las imágenes y el audio de este blog está caído desde primeras horas de esta mañana. Por eso no se ve nada. Ni se oye. Aunque el progreso tecnológico haya avanzado mucho, las personas igual no tanto. Quiere esto decir que, aunque la publicidad de los servidores seduce a los clientes con unas promesas de eficacia dignas de la cámara de seguridad del Banco de Inglaterra, lo cierto es que las personas que le dan al botón no van a la oficina hasta el lunes por la mañana. Ojo, siempre cabe la esperanza de que eso que se llama "dar una vuelta por si acaso" se cumpla. Pero no sé.

Actualización (16:20h): mira qué bien. Parece que alguien ha dado una vuelta por si acaso. Ya podemos ver. Y oir.


23 junio 2007

Album



Fernando. Noche de San Juan, malabarismos con fuego.


Vidas

Teresa (II)
8 de Junio, 17:32 h.
Sí, yo soy Anónima Mente, la enigmática escritora cuyo nombre está en boca de todos y cuya verdadera identidad es cotizadísimo y principal objetivo mediático desde hace meses. Los programas de la tele emplean horas de tertulia haciendo mil conjeturas sobre la identidad pero no hay manera y al final tienen que dar paso a los anuncios y rendirse al Mister Limpio. A veces me entran ganas de llamar al teléfono de aludidos y confesar, sí, confesar como hacíamos con el padre Guzmán en el colegio, aquel santo varón que, según se decía, entraba en éxtasis en la sacristía con los monaguillos delante. Más de una vez descolgué el auricular decidida a confesar, suplicar, lo que sea para que a esa periodista no se le hinchara tanto la vena del cuello, que me da un repelús tal que me tengo que tapar la cara con uno de los cojines que nos bordó mamá como regalo de Reyes junto con el cervatillo de Lladró.

Pero las cosas no son tan sencillas como para quitarme la careta y mostrarles a todos que Anónima Mente es Teresa, Teresa de Burgos y burguesa a mucha honra. Revelar que yo soy la autora de esas fantasías calenturientas tendría unas consecuencias devastadoras para mi estatus y hasta para mi familia. Sí, yo sé cómo se siente Sandra De La Vega haciéndose pasar por mujer de la limpieza todas las tardes a las 5 en la novela de la Fea. La miro manejar el mocho en la tele mientras yo coso en mi máquina Singer a pedales, reminiscencia de mis clases de costura en las Ursulinas, y es todo un ejemplo de entereza a seguir. Dame fuerzas, Sandra De La Vega, necesito de tu coraje!

Cuando gané el concurso de narrativa erótica convocado por "La Cornisa Vertical" me pareció hasta divertido: el premio consistía en 6.000 eurillos y la publicación de la obra, nada por lo que preocuparse. Los eurillos no levantarían sospecha en casa, podían pasar perfectamente por una de esas atenciones de papá hacia algún capricho mío; en cuanto a la publicación, llevaba nombre falso, Anónima Mente y, según me dijeron desde la editorial durante la conversación telefónica en la que se me comunicó el fallo del jurado, mi novela lamentablemente no haría mucho ruído porque el mercado literario estaba fatal. Yo mentí como una bellaca al lamentarlo también pero por dentro me sentí libre, cómoda y segura y colgué el teléfono porque tenía vez en la peluquería.

A los dos meses se habían vendido 55.000 ejemplares.

Nadie se lo explicaba; yo mucho menos, claro. Mi libro era una cosa tonta que había surgido en las solitarias noches de los viernes cuando me picaba el gusanillo y me ponía a ver las películas codificadas del Canal Pus. No es que las viera con rayas, que somos de posibles y aquí se ve hasta el canal de las óperas, un canal estupendo para conseguir conciliar el sueño las noches de insomnio. No, aquí el codificado era mi mano, que me la ponía delante de los ojos y de vez en cuando abría un agujerito entre los dedos para mirar y me entraba el sofoco. Bueno eso al principio. Porque una noche me quité la mano entera al caer en la cuenta de que en esas películas tan vulgares, las mujeres éramos meros juguetes para la satisfacción animaloide del macho (y qué machos, si los viera el padre Guzman seguro que se rasga la sotana!) Y me indigné mucho y pensé en la posibilidad de que los papeles se cambiaran y apareciera una mujer-mujer que fuera el azote de tanta testosterona musculada. Y así surgió una heroína, mi heroína, "Domina Men", que para quienes no estudiaron inglés en el colegio como yo y además perdieron su dinero en Opening y se quedaron sin cash y sin clases, significa "Domina Hombres". Y ella protagonizó mi novela.

55.000 ejemplares.

Y todo un escándalo. Ni esa otra mujer, Sara, Sara Mago, vendía tanto. "Domina Men" pasó a ser, de la noche a la mañana, tema de conversación en todos los lugares. Monseñor Plástez dijo que era una indecencia, sobre todo lo de la página 165, y que él desde luego no pensaba leer ni la primera línea. Ukelele Tronchante salió en la tele diciendo que ya era hora de que la mujer tomara el nabo por las hojas. Yo escuchaba todo eso en silencio sin tiempo para asimilar las cosas, un poco aturdida, pero desperté a la cruda realidad de golpe y porrazo la mañana que el mismísimo Federico se dirigió a mí por la radio llamándome "sociata".

Sociata! Yo!

Recuerdo perfectamente que aquella mañana terrible estaba en la cocina batiendo la masa para un bizcocho, porque una vez vi en un telefilme una cocina monísima, parecida a la mía, y la señora de la casa salía haciendo un bizcocho y el conjunto pegaba con la encimera que no veas así que decidí hacer bizcochos por las mañanas. Pero ese día estaba en casa mi asistenta filipina, que viene una vez por semana a planchar, y para disimular mi profunda turbación batí la masa más fuerte e hice un esfuerzo para confraternizar con los subordinados.

-Oye, Fermina.
-Diga, mi ama.
-¿Por qué te llamas Fermina si eres filipina?
-Ay, mi ama, es que mi mamá tuvo un romance con uno de Huesca.
-¿Y se llamaba Fermina??
-No, mi ama, se llamaba Evelio pero si me llamo Fermina pues mi papá no sospecha de ná.

De pronto sonó el teléfono y llegó lo inevitable: la presión mediática sobre la editorial era gordísima y los editores no estaban dispuestos a dejar de explotar el filón que tenían entre las manos así que tuve que escuchar algo que haría tambalear a la mismísima Sandra De La Vega, algo que retumbó en mis oídos como un ultimatum fatal y que retumbó así:

-Vamos a sacar del armario a Anónima Mente.


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22 junio 2007

Revolución

Hay momentos en los que pienso que no he tenido hijos porque iba a tener sobrinos. Para mis sobrinos yo no soy padre, pero sospecho que tampoco soy tío. "Tío" es una etiqueta que sirve para nombrar pero en el fondo yo creo que no me ven como adulto o, más sugerente todavía, quizá me ven como uno de ellos dentro del cuerpo de un adulto. Me encanta. En los razonamientos, no encuentro dificultades para adaptarme a esa lógica peculiar con la que los niños interpretan el mundo; es más, lo que me divierte es comportarme como alguien que les hace preguntas para aprender de esa lógica. Me divierte por partida doble porque ellos se desconciertan un segundo o dos y acto seguido se enciende su mirada porque han entendido increiblemente el juego sin saber que de un juego se trata y actúan en consecuencia.

Esta tarde han venido a casa mis sobrinos, Isabel y Carlos, hacía tiempo que no venían por casa y tampoco por esta casa de letras. Abres las puerta y te encuentras conm dos pares de ojos muy abiertos y chispeantes que te sonríen desde abajo y antes de que te des cuenta estás debajo de una mesa con una careta de Shrek y contando simultáneamente tres cosas, a saber, el cuento del elefante para Carlos y el del sastrecillo valiente para Isabel, pujando ambos cuentos por ocupar espacio en mi regazo; lo tercero que cuento es hasta catorce mientras ellos revolotean entre carcajadas buscando un lugar para esconderse. Aunque se escondan hay que seguir contando los cuentos porque se esconden en la misma habitación y ay como dejes de contar. A Carlos le interesa saber sobre todo dónde está la mamá del elefante. Lo de contar hasta catorce es porque me piden contar hasta veinte pero yo digo que hasta veinte no sé porque ayer no fui al cole y entonces me dicen que bueno, pues hasta catorce pero hasta catorce, eh.

Cuando se marchan dejándote en ambos lados de la cara un reguero de babas y besos y miras la habitación patas arriba te das cuenta de que la casa ofrece una asimetría que no incomoda, es como si fuera la manera que tiene la propia casa de salir de la rutina, de alegrarse, de desperezarse. Yo creo que mis sobrinos me quieren e incluso puedo atreverme a llenar la palabra querer hasta que tenga mucho y poner ese adjetivo detrás. Puede parecer una obviedad sin importancia. Pero no lo es.


Lugar


Que digo yo que si después de tantas vicisitudes pasadas, presentes y lo que venga todavía estoy aquí, ahora, esta noche, aunque no sea Nochebuena pero tampoco buena noche, digo yo que en algún lugar encontraré mi sitio, algún día, debe haberlo, y no sólo un sitio físico sino también un lugar para crecer y para luchar, un lugar para equivocarme y rectificar, un lugar para sembrar los sueños aunque las manos encallezcan y no llueva, un lugar para el afecto, un lugar donde yo me encuentre, un lugar pequeño si quieres, pero que sea mío: mi lugar.

Digo yo que debe haberlo, tampoco pido mucho, en algún sitio estará, aunque ahora no sepa qué hacer, ni dónde ni cómo buscarlo (que prefiero creer que no sé buscarlo a que no pueda buscarlo, a que sea imposible, a que no haya un sitio para mí). A veces lo pienso y me asusto. Pero sí, tiene que haberlo, aunque el tiempo pase y las cosas se pongan cada vez un poco más chungas, pero qué más da si llegas al trabajo un poco más tarde, luego te quedas y recuperas; que más da que no te acaricien a la una y cuarto del reloj si alguien lo hace a las seis; y qué más dará si no tropiezas a las tres si la piedra te espera en mitad del camino a las diez. Qué más da la hora que sea para charlar; viene a cuento porque a mí lo que me gustaría ahora es hablar, no sé, de lo que sea, o escuchar, o jugar a que me haces una entrevista o al revés, a ver, buenas noches, buenas tardes, también te da miedo el ruido de los aviones, te sueles fijar en la luz de membrillo de septiembre, lees los prospectos, algo así, da igual.

Edward Said habla esta noche sobre Gould en una página sesenta y uno y dice que quizá "su energía verbal ocultaba la profunda crisis personal de alguien que, en realidad, no tenía adónde ir (...) Tras el deje habitualmente alegre de sus palabras acecha algo mucho menos seguro y satisfecho que lo que el tono de Gould permite entrever de forma explícita: de eso puede estar uno seguro."

De eso se está seguro cuando a un blog se le pone un nombre así.


21 junio 2007

Verano

A veces, el verano es una incógnita.


20 junio 2007

Vidas

Teresa
5 de Junio, 10:28 de la mañana.
Acaba de telefonear Ana para recordarme que tenemos que ir a visitar a Lourdes que por fin se ha hecho la estética. No sé cómo se las arregla Ana pero siempre llama en el único momento del día en el que puedo desahogarme de toda esta pesadilla. Me desahogo escribiendo porque ni siquiera Ana sabe lo que sucede. Nadie lo sabe, nadie lo puede saber y eso lo hace todo aún más angustioso. Desde hace unos meses llevo una vida paralela. No puedo decir que al principio fuera divertido porque aquéllo fue tan inesperado que apenas me dio tiempo a reaccionar; lo que sé es que luego ha ido pesando cada vez más. Lo más curioso de todo es que otra persona, en mis mismas circunstancias, estaría feliz en estos momentos, de eso estoy segura. Pero yo no.

Los días se hacen largos en esta urbanización privada de las afueras aunque procuro acudir con Ana a todas las actividades que se organizan. Pronto empezarán los cursos de natación en el club y volveremos a apuntarnos. La natación ayuda a relajar mis tensiones. Dentro de casa parece como si los minutos del reloj transcurrieran más despacio y no es que esté sola, no, pero vivir con un hijo adolescente no proporciona demasiados momentos de diálogo precisamente. En cuanto llega del instituto, Oscar se encierra en su cuarto con la música a todo volumen, la consola, el mess... Pero Oscar es un chico sano, deportista, sale con amigos y la palabra "chicas" está continuamente en su boca, como es normal en alguien de su edad, pero estoy segura de que no ha habido más, es demasiado temprano y mi hijo es un chico sensato aunque a veces la tele me hace dudar de estas cosas. Tampoco tengo queja de su rendimiento escolar: siempre ha sido un chico inteligente aunque no emplea muchas horas de estudio y es consciente de que tiene que sacar una buena nota media en el bachillerato si quiere hacer la carrera en la Universidad.

Por lo demás, mi hijo sabe que en esta casa hay 3 normas de obligado cumplimiento: nada de piercings, llegar a casa antes de las 2 los fines de semana y, de lunes a viernes, estar siempre a las 9 en la mesa para cenar con su padre, dado que es la única vez a lo largo del día que podemos coincidir los tres. Manuel es corresponsal de la tele en Oriente Próximo y siempre sale en las Noticias de las 9 por lo que tengo puesto un televisor junto a la mesa donde Oscar y yo cenamos, como si fuera un comensal más, y así le vemos. Menos es nada. Hablar por teléfono hablamos, claro, pero sólo cuando mira a la cámara y puedo mirarle a los ojos sé con certeza que está bien, porque esa zona es un polvorín y vivo con el alma en un puño sobre todo porque no entiendo quién es el bueno o el malo, la verdad, y mira que me lo ha explicado veces.

Lo de Manuel es pura vocación de reportero porque, en realidad, podríamos vivir holgadamente sin ese dinero. Mi padre nos regaló al casarnos esta casa de dos pisos y jardín en una urbanización exclusiva y desde entonces es generoso mensualmente. Pero entiendo a Manuel y respeto su decisión, nuestras discusiones nos costó, no quería ser un mantenido de nadie. Es mi padre quien no entiende que tenga que jugarse la vida todos los días y encima para una cadena progre. Mis padres es que son muy conservadores y nos dieron una educación muy estricta a mis hermanas y a mí en un colegio de monjas de Burgos. No pude ir a la Universidad porque se nos inculcó que nos debíamos a nuestros maridos y a la casa. Mi hermana Virginia se fue de casa porque siempre fue muy echada para adelante y muy moderna y les recordaba a mis padres que Franco había muerto hacía tiempo pero confieso que yo no hice nada por rebelarme. No tuve una adolescencia rebelde, más bien creo que fui una chica sosa de puertas afuera: mi adolescencia son tardes de domingo en una confitería de Burgos con Amalia y Esther hablando de Los Pecos y cosas así y aunque nunca me atreví a comprar el SuperPop, por dentro yo vivía todo de manera muy distinta a como después lo exteriorizaba.

No sé por qué estoy escribiendo otra vez sobre ésto si ya lo he contado en otros posts, supongo que es el aburrimiento y el silencio de esta casa. Y la necesidad de evadirme de esta tensión que a veces me asfixia. Porque fue precisamente el aburrimiento y las horas lentas del reloj los que me llevaron una tarde a subirme a esta buhardilla que acondicioné para que fuera a la vez un pequeño despacho y refugio, y después de ojear la revista de Ana Rosa (a la que estoy suscrita) ví en el periódico el anuncio de un concurso de narrativa erótica y sentí una punzada en el estómago que me decía que podía ser divertido intentar garabatear alguna cosa. Yo creo que fue más decisivo el carácter clandestino y secreto del acto de escribir más que la escritura en sí, porque yo nunca había escrito nada antes aparte de algunas cartas a Amalia, que ahora vive en Francia. Dejé volar la imaginación (tenía todas las horas del mundo para mí y todo el silencio) y enseguida empezaron a salir páginas y páginas de cosas que me ruborizaban cuando luego las leía por la noche con un poleo menta en las manos pero también me divertían. Creo que fue algo liberador de una manera superlativa aunque, a veces, estando escribiendo sola en la buhardilla, no podía evitar tener la sensación de que en cualquier momento alguien se asomaría por encima de mis hombros a leer y me reprocharía mi desvergüenza y por eso me detenía unos instantes temerosa. Quizá todavía pese en mí la influencia de Sor Venancia y sus enseñanzas de la EGB porque en algunos párrafos me preguntaba a mí misma si lo que había escrito no sería un poco pecado mortal.

Cuando terminé mi obra miré las bases del concurso. Era un concurso de ámbito nacional. Me mordí los labios mientras me decidía qué hacer, si enviarlo o no. Pero lo hice. Y gané.

Jamás imagine lo que se me venía encima a partir de entonces.


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19 junio 2007

Nervios

Cuando el sábado terminaba el post sobre el inminente estreno de "Ladrones" aludiendo a la próxima paternidad de Juanjo Ballesta con 19 años, escribí que habría que esperar a ver cómo se toma eso el duende.

Pues parece que mal.

No deja de ser curioso que la noticia haya coincidido con la primera vez que el actor hace ésto:



Los plantados son los de El Mundo, se nota por la tipografía y por su característica forma de mostrar el despecho, más visceral que diplomática, que siempre me llama la atención porque yo reaccionaría igual, la verdad. Tras explicar que el actor ha tomado la medida aduciendo que en este medio no se le trata bien, el redactor añade que, sin embargo,



Al parecer, anda nervioso Juanjo Ballesta. El día que tirado en el sofá oí por la tele la noticia de la futura paternidad me incorporé un poco y dije uy y mi madre, que estaba en casa concentrada en la maquinita de los Sudokus preguntó ¿me decías? y yo respondí nada, nada y volví a tumbarme en el sofá mirando al techo con las manos entrelazadas sobre el ombligo, que es la postura de pensar. Y, básicamente, lo que pensé fue: uy. A veces, uy está lleno de significados variados y obvios.

Hoy también he dicho uy al leer la noticia y luego me ha dado por pensar que al menos siempre nos quedará "El viaje de Carol", por ejemplo. Pero es que siempre tiendo a ser fatalista y a adelantarme a los acontecimientos un huevo. Soy un caso.


18 junio 2007

Madrigal (II)

(Viene de aquí)

El texto.

El poema que inspira esta composición está escrito por Jesús Mª de Arozamena, prolífico y versátil autor: libretista, guionista, letrista y demás istas. Valga como detalle curioso que casi de manera simultánea a la escritura de esta miniatura, el autor estaba escribiendo el guión de "El último cuplé" para mayor gloria de Sara Montiel. En el momento de escribir estas líneas Sara Montiel es una señora que fuma puros, lleva puestas las medias en las lentes de la cámara y tiene 182 años.

Es de suponer que, a petición de Guridi, Arozamena escribe este pequeño poema y el resultado es una obra que rezuma cierto modernismo tardío y que habla de princesas hechizadas y de reinos remotos. Está estructurado en dos bloques formados por 2 estrofas + estribillo cada uno siendo el estribillo, como es habitual, común en ambos grupos.

El primer bloque dice así:

rase una infanta suave como el lirio,
érase el dominio de no sé qué Rey;
érase una infanta mustia y silenciosa
que lloraba siempre sin saber por qué.

¿Es quizá, infanta, por el caballero
que en las rimas vino de aquel tu juglar?
Nadie sabrá nunca si un hechizo, niña,
te ha enseñado a amar.

Estribillo
¿Dónde estás, mi querido bien,
que con sólo verte me enamoré?
Allí donde vayas, aunque lejos vayas,
rosas de mi vida te llevaré.

En el texto coexisten dos voces, la de un narrador y la de la propia protagonista. La voz del narrador cumple una doble función: por un lado nos sitúa y nos describe los hechos (primera estrofa) y por otro interroga a la princesa (segunda estrofa) aunque ésta no va a contestar, limitándose en el estribillo a lanzar al aire sus ansias amorosas.

Dado que el texto que nos ha llegado como definitivo es el que aparece en la partitura, es posible que la mano del compositor haya efectuado algunas pequeñas modificaciones sobre el original de Arozamena para favorecer que música y texto se acoplen mejor. Me aventuro a apuntar esta posibilidad tras observar el segundo verso de la segunda estrofa:

¿Es quizá, infanta, por el caballero
que en las rimas vino de aquel tu juglar?

Despojado del maquillaje de la música, la sintaxis de este verso resulta forzada, siendo más lógica otra distribución de las palabras sin que los cambios afecten a la rima:

¿Es quizá, infanta, por el caballero
que vino en las rimas de tu juglar?

Todo apunta a que Guridi ha necesitado "aire". En estos casos, entendemos por "aire" espacio, ruido, un relleno que sirva para completar la frase musical. Aquí el relleno vendría dado por la reiteración de la figura del juglar: si ya en el verso original estaba clara la referencia al juglar de la princesa ("de tu juglar"), el relleno pone énfasis en señalarlo ("de aquel tu juglar")

El segundo bloque es más dinámico y en él, a diferencia del bloque anterior, interactúan las dos voces estableciendo un diálogo. Aquí, y ante los requerimientos de la voz narradora (primera estrofa), la princesa responde (segunda estrofa) revelando la verdadera naturaleza de sus pesares:

Todas las estrellas correrán a verle,
deja que le digan que serás para él;
que tendrá palacios, que tendrá tus risas,
y que de tus reinos él ha de ser Rey.

No digáis a nadie lo que nadie sabe:
todos mis amores sólo sueños son.
Mi amor es sin nombre,
por lo que yo lloro es por el amor.

Estribillo
¿Dónde estás, mi querido bien,
que con sólo verte me enamoré?
Allí donde vayas, aunque lejos vayas,
rosas de mi vida te llevaré."

Vista en conjunto, la obra contiene figuras poéticas muy bellas (como el caballero que viene por la senda que forman los versos del juglar de la princesa); unas figuras que, al mismo tiempo, resultan muy sencillas y desprovistas de todo artificio innecesario. Es de suponer que la obra, si no dirigida a un público infantil, sí que es probable que fuera pensada para un coro de niños (recordemos que está compuesta para voces blancas).

Pero lo verdaderamente fascinante, tanto como para músicos como para profanos, comienza en este momento, una vez puesto el poema sobre la mesa. ¿Cómo proceder a la hora de ponerle música? ¿Creando una figura melódica que sirva de hilo conductor a través del poema? ¿Qué criterios seguir? ¿Por dónde empezar? ¿Qué estilo darle, quizá un estilo ligeramente arcaizante, acorde con el título, el contenido y la estética modernista? ¿Cómo corresponder musicalmente a lo que el texto dice? En definitiva: ¿cómo se pone en música un texto (este texto)?

Trataremos sobre ello en un próximo post.


Liga

Gary LinekerAunque parezca mentira, cuando era niño jugaba al fútbol y lo hacía hasta bien. Fue mi padre quien me aficionó viendo por la tele jugar a Johann Cruyff. Cuando Cruyff se llevaba el balón para meter un gol corría mucho y si se lo quitaban a mitad de una carrera en un partido decisivo mi padre se incorporaba del sillón golpeando con los puños en los reposabrazos y nos daba un susto que para qué. Los domingos por la tarde íbamos a un campo que ahora no recuerdo dónde está ni si todavía es campo y jugábamos con el balón. Al balón le llamábamos pelotón y creo que eso era porque yo era realmente muy pequeño pero, a cambio, los domingos en el campo yo metía los goles en color y Cruyff en el blanco y negro de la tele.

Yo me aficioné al fútbol viendo jugar a Cruyff y colgué las botas cuando Cruyff dejó de ser entrenador. Pero a mitad del partido me acuerdo que entró Gary Lineker y le cogimos afecto. Vino desde el Mundial de México del 86 donde fue el mayor goleador y lo trajo Josep Lluis Núñez , presi del Barça, porque así lo quiso Terry Venables. Terry Venables era un entrenador que no tenía cara de entrenador y Núñez era un señor muy bajito que comprimía las palabras y cuando quería decir "quiero decir" decía "quicir, quicir".

Una vez vi a Gary Lineker en Barcelona por la zona del Corte Inglés de Diagonal. Creo que se concentraban en un hotel de 5 estrellas cercano. Fueron unos segundos pero suficientes para darme cuenta de que era un buen tipo, al menos daba esa impresión. Lineker era un astro del balón carismático, simpático y sumamente discreto, en las antípodas del estrellato mediático que se estila hoy en día. En Barcelona tuvo suerte muy poco tiempo porque un día salió Núñez diciendo quicir, quicir y lo que quería decir es que le había cortado la cabeza a Venables, que los presidentes de clubs de fútbol tienen esa potestad, la de cortar cabezas, como la Reina de Corazones pero sin baraja y en metáfora, menos mal. Y al rato volvió a salir Núñez y dijo otra vez quicir, quicir y lo que quería decir esa vez era que venía Cruyff pero para jugar no, que ahora llevaba corbata, sino para entrenar. Y en color. Cruyff jugaba en blanco y negro pero entrenaba en color. Y Cruyff vino y no dijo quicir, quicir, sólo dijo que Lineker no entraba en su esquema de juego, así, sin más. Y el inglés se marchó con la sonrisa en los labios, la misma con la que vino, y el aplauso cariñoso de toda la afición. En el Sport recordaron que jamás se le conoció expulsión alguna de un terreno de juego.

Todo esto viene a que la liga la ha ganado el Real Madrid. No sé entonces qué tiene que ver lo anterior pero ya que está escrito pues así se queda.


17 junio 2007

Móvil

Que se me olvidaba lo del móvil. Tengo un móvil nuevo, qué cosas, yo que soy refractario al teléfono.

(en estos instantes hay tres o cuatro llevándose las manos a la cabeza diciendo que cómo es posible que diga que soy refractario al teléfono, por Dios. Pero es que no me han dejado terminar la frase, qué impacientes)

Decía que tengo un móvil nuevo, qué cosas, yo que soy refractario al teléfono menos con tres o cuatro con quienes, por cierto, me comunico con intermitencias, a rachas, a síncopas, queriendo decir con ésto que, o llamo de seguido, o no hay cobertura durante una temporada. Más bien larga.

Pues tengo móvil nuevo y soy refractario al teléfono.

Y tuve que ir a comprarlo justamente el día que yo estaba poco comunicativo, también es casualidad, así que prácticamente me limité a decir a todo que sí para que el vendedor se quedara tranquilo y yo poder salir de allí cuanto antes. En parte la urgencia viene dada por la mala leche que hace uno cuando a su derecha y a su izquierda ve a clientes venidos de otras compañías llevarse flamantes (y carísimos) móviles a O euros mientras los fieles a los votos del sagrado matrimonio con nuestra compañía somos vilmente engañados con docenas de campañas que por la cara se deshacen en detalles hacia nosotros como señal de gratitud por nuestra entrega mientras que por la cruz lo atan todo para que en caso de divorcio les quede tajada.

Comprar un móvil es una experiencia rarísima. No me extraña que alguien con la capacidad de ver lo extraordinario en los pliegues de lo cotidiano como es Juan José Millás haya elegido este objeto para protagonizar algunos de sus más memorables microrrelatos. Porque entras en la tienda con tu teléfono del Jurásico y dices que quieres cambiar de móvil y el de la tienda pone encima del mostrador tres o cuatro modelos y lo primero que dice, sujetando uno de ellos entre las manos, es que lleva cámara de no sé cuántos megapíxeles, que puede captar vídeo, que lleva reproductor mp3, radio FM, videojuegos... Y escuchas todo eso esperando a que termine para preguntar si también se puede llamar por teléfono, es decir, si ese teléfono es también teléfono.

Parece que sí, pero es dificilísimo porque intenté enviar un sms y casi termino sudando. Pero lo más interesante es que salía de la tienda y no pasaron ni diez minutos cuando recibí una llamada perdida de un teléfono no registrado en mi agenda. Y eso me pareció curioso; extraño no, curioso. Estimulante más bien, porque eso de cambiar de móvil y que te haga una perdida alguien cuya identidad desconoces hace que pongas en marcha la imaginación, como si ese teléfono realmente fuera de otro y al otro lado de la línea se encontraran otras voces que en unas cuantas llamadas te van a poner otro nombre, otro cuerpo, otras costumbres, otra vida. Y todo por la misma tarifa.


16 junio 2007

Juego



Necesidad y juego. Él es un ladrón profesional. Ella una chica en busca de emociones. De la suma de las dos oraciones anteriores sale un pacto: ganancias a repartir. Pero lo que en realidad les ha llevado a hacer negocios es otra cosa: desde el primer instante, se han atraído mutuamente. Y en este trabajo, eso es peligroso.

Se estrena la semana que viene (al fin), "Ladrones", la película de Jaime Marqués que en su presentación en el pasado Festival de Málaga tuvo una notable acogida recompensada con premio e hizo circular una serie de unánimes y prometedores comentarios: química perfecta, eléctricos, esta pareja de ladrones hace saltar chispas... todos ellos variaciones sobre un mismo tema. Son María Valverde y Juan José Ballesta.

Ya sólo la mirada de Valverde en la foto que preside este post, extraída del material promocional, es irresistiblemente seductora y lo poco que he podido ver de ella en esta película tiene ángel. Ballesta es hijo predilecto de este Norte, eso no es nuevo; Ballesta viene de la embarcada en la que le metió Santi Amodeo en "Cabeza de perro" y salió airoso, que eso es mucho y, al mismo tiempo, era de esperar. Ballesta tiene duende y en "Ladrones" ya es mayor y, por lo que cuentan quienes han visto la película, mayor en todos los sentidos. Aquí se juntan el ángel y el duende, casi nada, que son las dos representaciones de lo inexplicable que se manifiesta en una sacudida que estremece al espíritu.

Ballesta es prácticamente la única razón que me empuja incondicionalmente a las salas para ver una película española, casi todo lo demás me lo paso por el dvd. En esta ocasión la película me despierta un mayor apetito todavía por varias razones extras: por la química (orgánica) con la chica de la foto de arriba, porque a Marqués parece que le ha salido la cosa bastante apañada y porque con Ladrones Ballesta se apea del tren. A sus 19 años, Juan José Ballesta va a ser padre. Habrá que ver cómo se toma el duende eso, porque uno no gobierna al duende, es el duende el que le gobierna a uno y nunca se sabe. El viernes, a los "Ladrones".

Trailer de "Ladrones":


María Valverde y Juanjo Ballesta con Mercedes Milá:


Página oficial de la película, click aquí.


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15 junio 2007

Retrospectiva

¿Dígame? ¿Sí? Hola, buenos días. ¿Suárez? Uy, a ver, es que yo era muy joven. Sí, bueno, lo que recuerdo... Es que para mí Suárez era una nariz, sí, una nariz de pendiente perfecta tan cuesta abajo que hasta terminaba más abajo de donde los agujeros de respirar. Y luego lo de las palabras, que a veces decía una palabra tan deprisa que no se le entendía nada y sacaba un poco la punta de la lengua a un lado de la boca y la metía otra vez muy deprisa. Era curioso eso. Y Suárez también era el protagonista del Telediario porque salía en todos los capítulos. En los dibujos animados no salía nunca. Pero ya le digo que sobre todo era lo de la nariz y lo de las elecciones, a ver qué recuerdo... Pues papeles todo el rato y carteles y en la tele me parece que salían unos cantando que se llamaban Jarcha y eran como de Valladolid y cantaban siempre mientras paseaban por un campo como de Badajoz que era igual que cuando salía Curro Jiménez con el caballo.

Cantaban una canción los Jarcha esos, sólo una, así que en la otra cara del disco no sé qué pondrían, pero cuando cantaban la canción por el campo sonaba como si la cantaran en un cuarto. Si cantas en el campo no suena así, imposible. Yo es que desde pequeño me fijaba en cosas así, tenga en cuenta que los días que tenía anginas ya me sentaba delante de la lavadora intentando averiguar el funcionamiento de las leyes que rigen el universo de la colada y para mayor inspiración de vez en cuando destapaba el tapón del Vernel y aspiraba profundamente el frescor de la mañana. Mi madre decía que lo de Jarcha sonaba así porque era de disco. Pues en el campo tampoco se podía poner el tocadiscos. No sé, era raro. Y había uno con barba como de uno que veía por la calle y era electricista y otra que llevaba un poncho o si no lo parecía, desde luego.

Sí, bueno, a los 7 años Suárez era una nariz y las elecciones eran cuando a Don Augusto, el profesor, se ponía de mala leche porque era de Franco y encima habían puesto un cartel en la puerta de la escuela que decía que el viernes echaban la película de "La aveja Maya" y como siempre estaba con la Ortografía el jueves se puso malo y todo pero la película era igual con uve y con be. A mi abuela no sé si le gustaba Suárez, pero a la otra abuela digo, a la que dice jo todo el rato no, a otra que se murió hace mil años. No sé si le gustaba Suárez, la verdad. Pero Paquirri sí. Mi abuela estaba enamorada de Paquirri y cuando yo iba a comer a su casa siempre ponía sopa de arroz de primero y un vaso hasta arriba de una cosa amarilla que parecía cuando llevabas el análisis de pis a Juan Argerich. Pero no era pis, eh? Era sidra. Decía mi abuela que eso era bueno para la sangre y sabía rico pero me mareé y y me puse malo y mi madre se puso como Don Augusto con la aveja y mi padre igual y le llamaron por teléfono y le gritaron. Al otro día había sopa de arroz de primero y un vaso de sidra. Estaba rica pero luego venía el mareo. Pues eso, no sé si le gustaba Suárez pero en los papeles de las elecciones mi abuela apuntaba cosas para no gastar en papeles. De todo eso me acuerdo yo.

Bueno, espere. Después del telediario de Suárez me parece que pusieron Pipi Calzaslargas aunque no tocaba y eso era curioso porque entonces igual Pipi también era algo de las elecciones, no sé. Mi abuela, la de la sidra, la de Paquirri, decía que esa niña era un poco cochina porque a veces se le veían las bragas. Pero no eran bragas como las de mi hermana. Eran como trajes de baño. A mí me gustaba lo de la cola de pegar Konrad aunque un día le dije a mi madre de comprar un frasco y me dijo que de eso no había. Debía ser difícil encontrar y eso la hacía más misteriosa y que me gustara más. La cola de pegar Konrad me recordaba al Vicks Vapo-Rubs, sabe? Es raro también lo del Vicks Vapo-rubs, no? Porque si te lo ponen a los 7 años huele a caramelo de farmacia pero si te lo llegan a poner 7 años más tarde huele lo mismo pero igual es un poco erótico porque estás en la cama por la noche y te desabrochan el pijama y te untan una crema donde las tetillas así como lento y tal. Pero no sé, es que lo hacen las madres. Igual es algo de Edipo o así. O qué? A las madres yo creo que les gustaba Suárez. A la del dentista le parecía muy guapo. Igual que Paquirri a mi abuela. La del dentista no ponía Vicks Vapo-Rubs a sus hijos porque no tenía así que no había Edipo ni nada. Pero dentista sí. ¿Oiga?... ¿Oiga?...


14 junio 2007

Cicatriz

El guardia de seguridad flanquea la entrada del Centro Comercial, un ecosistema perfectamente organizado mediante el trazado de pasillos paralelos y amplias avenidas que recorren una vasta extensión donde tiene cabida la formación de microclimas como el de la región ártica de la sección de congelados o el del Paso del Estrecho de los yogures y las natillas, algo más benigno porque es desnatado. Al otro lado de la frontera se avista una enorme palmera estática bajo un cielo de vidrio a cuya sombra los niños cabalgan a lomos de caballitos eléctricos y los mayores toman refrescos.

En el interior del recinto, las estanterías de chocolates negros, blancos, con leche, almendras, avellanas o menta es siempre un sabroso punto de referencia para saber qué camino tomar para alcanzar la sección de bricolage o papelería. Aún así, a veces uno corre el riesgo de desorientarse porque donde un día residió la sección de informática ahora hay tablas de planchar. Eso mismo me pasó la otra tarde hasta que descubrí que la sección de informática había decidido trasladarse a vivir con la de música y cine, es de suponer que compartiendo gastos de alquiler.

La sección de informática presenta, de momento, un orden impecable, como corresponde a alguien que acaba de deshacer el equipaje y ha procedido a colocar cada cosa en su sitio. Había dejado el mostrador de portátiles y atravesaba el pasillo de los accesorios, con sus bolsitas de plástico conteniendo cables de impresora, conectores USB, otros cables terminados en blanco y rojo, que son los colores del equipo de sonido, cuando, al levantar la vista, me encontré frente a frente con el padre de Malvás. El padre literario, claro, que el verdadero murió. También en el cuento el padre del joven Malvás está muerto como también es verdad que dentro y fuera de él el joven Malvás responde a un mismo nombre si le llamas.

El padre de Malvás se encontraba frente a mí justamente al otro lado del pasillo examinando las especificaciones de la caja de un equipo multifunción con gesto concentrado y algo escéptico, probablemente porque los dos dígitos que marcaban el precio parecían insuficientes para albergar todas las cosas que la caja aseguraba tener en su interior. Me retiré instintivamente a un lado al mismo tiempo que me daba cuenta de lo absurdo de ese movimiento porque no nos conocemos a pesar de que compartimos algo en común y al retirarme, mi campo de visión quedó ocupado por unos cartuchos de tinta para impresora HP, blanco y negro y color, bautizados respectivamente como 336 y 348, de oferta. Mientras miraba esos cartuchos (cómo saber si no que estaban en oferta, y que eran blanco y negro y color, códigos 336 y 342, HP, siglas que en informática de ningún modo sugieren la abreviatura de un insulto feo), empecé a pensar.

Dudé, a la vez que echaba alguna que otra ojeada al otro lado del expositor donde el padre literario del joven Malvás giraba la caja del equipo multifunción en busca de algo, a saber qué páginas saldrán de ese equipo multifunción si finalmente se decide, dudé, como digo, si abordarle educadamente, sacarle el tema, el joven Malvás, sí, ese personaje que salió de las páginas del cuento llevándose el carnet de identidad en el bolsillo para transitar primero las calles andando o en moto y luego los 24 fotogramas por segundo de un cortometraje en otra piel para, finalmente, pasar a ocupar otras líneas, como las de este post y lo que venga, porque está viniendo, eso se sabe; le preguntaría cómo surgió, cuándo, de dónde vino, si apareció de repente o llevaba rato esperando en el margen de un cuaderno de notas, si al deletrearlo en el papel el autor tenía un rostro en el pensamiento, porque el joven Malvás existe, sí, a veces pienso que lo supe y lo ví antes de leerlo en el cuento.

También le preguntaría por qué tuvo que morir el padre, en qué circunstancias (aunque no quede fino preguntarlo) y si quedó una cicatriz profunda, más que nada por si las casualidades siguen haciendo de las suyas. Le preguntaría, en fin, qué le depara a la vuelta de página, pero la caja del equipo multifunción volvía a ocupar su lugar en el expositor, solitaria, y de tanto pensar al final no pregunté nada.

Fuera del cuento, el joven Malvás perdió a su padre a la misma edad a la que yo perdí al mío. Ambos compartimos una cicatriz que es un marcapáginas en un capítulo de nuestra infancia y a veces me pregunto si todo pudo empezar así, reconociendo.


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13 junio 2007

Sentir



Cameo acaba de lanzar en dvd "Shortbus" (2006), de John Cameron Mitchell y pasan dos cosas: una, que a ver cuándo le dan a Cameo el premio que se merece por ocuparse y preocuparse en dar salida a un cine paralelo (que no para lelos) y dos, que al del video-club por poco le queman el negocio (en sentido literal). Pasaba yo la otra mañana por allí cuando presencié una secuencia bastante histriónica, por cierto, a cargo de un señor mayor de los de voz de cuartel y bigotillo inquietante que con el índice erecto le decía al pobre hombre del video-club que qué vergüenza, qué degeneración, qué asssco (con muchas eses), mira que permitir que su señora viera esas cosas, que su señora es una señora, eh, y que por poco vomita y todo viendo esas, esas, esas guarradas, esas pervertidas y esos pervertidos, qué inmoralidad, y así todo el rato el hombre.

Al principio resultaba hasta divertido pero luego te ponía de los nervios. En casos así a mi me entran ganas de actuar a lo Fernán-Gómez (valga el ejemplo ya que estamos dentro del video-club y la cosa va de cine) y mandar al que sea a la mierda; a veces hasta lo hago y todo lo que pasa que me sube la tensión y eso no y, además, cómo le iba a montar una escena añadida al del video-club, bastante tenía ya con una toma única. Afortunadamente el tipo se fue, eso sí, todo digno, con la cabeza bien alta. A mí me dio por pensar en la cantidad de pelis porno que se tragará a escondidas de su señora a buen seguro pero lo pensé poco porque enseguida el del video-club, entre asustado y abochornado, dijo que qué pasaba con esa película, que ya era el tercero que le venía con esas y me preguntó mi opinión. Y yo le dije:

-Preciosa.

Y el del video-club dijo:

-Joer, emejota.

Pero es verdad. "Shortbus" es una película estupenda. Es cierto que antes de que te de tiempo a acomodarte en la butaca ya has visto dos o tres eyaculaciones (una de ellas apuntando a la boca de su legítimo propietario) y también es cierto que esa exhibición de fluidos es sólo el comienzo de un desfile donde hay espacio para todo. Pero ese interés de la cámara por explorar la intimidad de los cuerpos y por mostrar explícitamente la urgencia del instinto y la manifestación del deseo y sus obsesiones actúa de hilo conductor de una trama coral donde una serie de personas de ambos sexos, inmersos en lo que podíamos denominar un trasunto neoyorkino de la movida madrileña, con sus antros y su hambre desinhibida, coinciden en algo comun: la necesidad desesperada de sentir para poder llegar a ser. Son, cada uno con su propia circunstancia a cuestas, personas anestesiadas que lo único que sienten es que no sienten: la sexóloga que fuera de su horario profesional desconoce en su propio cuerpo qué es un orgasmo o el artista que se consume porque se descubre impermeable al amor que le da su compañero, aún amándole, como si la piel fuera por libre, como si fuera sorda o todo el amor del mundo no fuera suficiente.



Y en "Shortbus" las historias y las personas se entretejen como en un vodevil y coinciden en el drama, y son al mismo tiempo divertidas y terribles, que ese es uno de los valores de esta original película: que en lo estrambótico emerge de pronto la ternura, que del dolor descarnado surge la chispa de la sonrisa. Y los actores (no todos profesionales) se salen a la hora de encarnar unos personajes que huyen de los estereotipos y están dotados de una profundidad psicológica admirable.

Por eso le dije al del video-club lo que le dije. Lo que pasa que el resto era muy largo para contarlo.


12 junio 2007

Búsqueda

Digámoslo sin rodeos: el señor de la estadística ha muerto. Así pensaba empezar este post, todavía consternado por lo sucedido este fin de semana con este asunto, cuando no hace ni diez minutos (uno menos en Canarias) ha dado señales de vida.

(qué alivio)

Sí, alivio, porque ha sido todo muy raro. De verdad. A las 10:12 de la mañana del sábado, la silla del señor de la estadística apareció vacía. A veces pasa pero vuelve pronto y todo se queda en un retraso momentáneo de datos. Pero al llegar la noche y ver que este hombre no volvía empecé a inquietarme. Escribí un mail de socorro a la familia (que, por cierto, se desentiende siempre) y mientras tanto estaba yo en un sinvivir (en realidad estaba viendo dos películas, una maravillosa, la otra un tópico interesante porque es curioso comprobar la repetición de patrones y la maner...)

Al grano.

Lo peor vino cuando introduje mi identificación para ver qué pasaba y me contestaron que mi identificación era desconocida. Y mi correo electrónico también. Y por un momento me pareció protagonizar uno de esos guiones de 25 minutos de "Alfred Hitchcock Presenta" donde un pobre ciudadano de repente pasa desapercibido y nadie le reconoce, pero nadie nadie, y se angustia. Luego fue peor porque imaginé que algún capullo había cambiado la contraseña o qué se yo.

El domingo por la mañana seguía sin noticias de este hombre, como el extraterrestre de Eduardo Mendoza, sin noticias de Gurb. Pero conforme pasaba el tiempo me dí cuenta de que no sólo estaba sin noticias del señor de las estadísticas: estaba sin noticias de nadie. Y por primera vez experimenté dentro del blog una sensación extraña: era como estar solo sintiendo al mismo tiempo la certeza de unas presencias. Eso me hizo reflexionar sobre hasta qué punto me condicionan las visitas de este blog a la hora de escribir. Y sería falso decir que poco o nada pero eso no quiere decir que escriba para la galería. Hace unos días leí en un blog de una galaxia lejana, muy lejana, que su habitante estaba cayendo en la cuenta de que abrió su blog para decir lo que quisiera y que, con el paso del tiempo, saber que había conocidos que frecuentaban el blog condicionaba el poder hablar abiertamente de ciertas cosas o de ciertas personas; en resumidas cuentas, que el blog ya no servía para los propósitos iniciales de desahogo y eso estaba empezando a ser un problema. Yo pensé lo mismo pero con una diferencia: para mí eso no es un problema. Dejo el tema abierto (jugoso tema) porque da mucho de sí y todavía no sabemos qué ha sido del pobre señor de las estadísticas.

Nos habíamos quedado en el domingo, pasó el domingo (largo domingo de espera), ha pasado el lunes entero y hace un rato (al fin!) me llega ésto:

"you probably have noticed problems accessing your stats information"

¿Probably? ¿¿Probably?? ¿Cómo que probably? Tendrán morro! Y yo a punto de poner el crespón negro al lado del título!. Para colmo ayer perdí momentáneamente un post de Noviembre del año pasado. ¿Y qué hacía yo en Noviembre del año pasado? Pues buena pregunta, cosas de los nervios de la espera, supongo. El caso es que el fin de semana en este blog ha sido un poco revuelto. Pero es probably que en el próximo post ya pueda centrarme en otras cosas, que las hay, y que el blog deje de ser protagonista y vuelva a ser soporte cómodo para escribir. Escribir. Qué cosa Murakami. Siempre me da la sensación que ese narrador/protagonista de sus novelas te habla. Abres cualquiera de sus libros, lees al azar una frase y sientes que eso va por tí. En la página 81 de "Sputnik, mi amor" dice que "tú todavía eres vulnerable. No lo olvides".

Luego hay una línea en blanco para pensar.


11 junio 2007

Madrugar

Son las 8:30 de la mañana (una hora menos en Canarias).

Eso quiere decir que este es el post más madrugador de "La Idea del Norte" y, quizá por eso, ya he bostezado dos veces. Cuando bostezas es difícil escribir porque cierras por un momento los ojos y te salen las palabras torcidas. Es curioso lo del bostezo. Escribir un post tan madrugador también es curioso porque es algo nuevo. Pero hoy tenía que levantarme temprano y, ya puestos, se me ha ocurrido escribir para sentirme parte de ese perfil mayoritario de personas que, según las encuestas, escriben a estas horas. Digo yo que será cuando llegan a la oficina y disimulan haciendo como si elaboraran informes. Las oficinas son lugares donde se elaboran informes. Cuando vas allí oyes decir cosas como pásame el informe cuando puedas. Cuando puedas es cuando terminan el post. Fijo que sí. Yo no estoy en una oficina y no tengo que elaborar informes pero me pregunto qué escribirá la gente desde la oficina ahora, en este momento. Por eso el reloj ha dado un salto grande, porque me he quedado un rato largo pensando en qué escribirá la gente en estos momentos (también porque he salido a la cocina a comer unas galletas, todo sea dicho). A estas horas se deberían escribir sólo cosas importantes porque si no no merece la pena y hay que volverse a la cama un rato más o ponerse con los informes así que a mí me da un poco de vergüenza escribir tan pronto porque cosas importantes, lo que se dice importantes, pues no tengo ninguna.

Me he dejado barba, por ejemplo.

Hay barbas de un día, de dos días y luego está la barba-barba. Pues yo ni una cosa ni otra. De veinte días no será pero de doce o quince seguro. A Cecilia le gusta. A Rosa, a Anamari, a Tere, a Ana Carmen y a una que no me acuerdo ahora cómo se llama también. Mari está en la lista pero con reparos porque dice hay que ver, lo único es que te hace un poco mayor, hijo, eso dice, y cuando lo dice encoge el hombro izquierdo como con un poco de pena. Yo le digo que ya soy un poco mayor y ella responde que qué cosas tienes y que hay que ver y encoge el hombro izquierdo. Siempre dice hay que ver. Lo del hombro es nuevo. A todas las personas no les gusta lo de la barba, es natural. En realidad, es a una persona a la que no le gusta.

A mi madre.

Es que dice que parezco un poeta arruinao, así lo dice. La expresión no es suya, es adoptada de Caminito que me lo dijo una vez hace muchos años porque llevaba el pelo largo. Por lo visto mi madre se acordaba porque el otro día dijo que con la barba parecía un poeta arruinao y yo le contesté que eso es exactamente lo que soy, más lo segundo que lo primero, igual ni siquiera lo primero porque no me llega ni para eso. Mari estaba presente y dijo hay que ver hay que ver. He observado que según qué cosas, Mari dice hay que ver dos veces. Mi madre, sin embargo, hizo como que mejor no oir y llamó por teléfono a la abuela. Tengo que hablar un post de estos sobre la abuela, me preocupa un poco. También tengo que hablar de más cosas que han pasado este fin de semana, alguna atañe de manera directa a este blog, lo que pasa que son cosas sueltas, como de ensaladilla rusa, y ahora me da pereza. Por si no cuela lo de la pereza pongo que me esperan enseguida. Se puede elegir una opción u otra pero las dos son verdaderas.


10 junio 2007

Disposición

-¿Cuál es el punto clave de esta historia? -me había preguntado Sumire.

-Pues seguramente que hay que estar alerta -contesté-. No tener ideas preconcebidas, sino aguzar el oído con una disposición honesta, amoldándote a las circunstancias, manteniendo la mente y el corazón siempre abiertos a lo que venga.

Haruki Murakami ("Sputnik, mi amor")

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09 junio 2007

Ravel

Ravel/EchenozGeorge Gershwin le pidió a Ravel que le diera clases de composición y Ravel dijo que ni hablar y seguido le preguntó "¿para qué quiere ser un Ravel de segunda siendo un Gershwin de primera?". No sabemos si Gershwin se quedó pensativo pero lo que es muy probable es que Ravel encendiera uno de sus habituales cigarrillos Gauloises esperando que el americano comprendiera que sería un disparate influir en su naturalidad melódica. Antes de eso, Ravel había cruzado el charco, de Francia a Estados Unidos, en un trasatlántico de lujo y una noche el capitán le pidió que tocara algo al piano y lo que sonó fue su Preludio, qué preludio, pues el Preludio, preludio sin más (y nada menos), un misterio insondable de apenas 30 compases que contienen las notas justas y donde se comprende que Ravel no podría enseñarse a sí mismo como tampoco se enseñaba a sí mismo por dentro, aunque por fuera se mostrara siempre impecable, con sus trajes a medida, sus tirantes a juego con sus camisas, los gemelos, los guantes, todo ese atuendo que era la piel de un cuerpo diminuto en estatura y complexión.

Jean Echenoz ha escrito sobre los últimos 10 años de Maurice Ravel y lo ha hecho de una manera que está en las antípodas de la biografía al uso. Se agradece. Pero lo más sorprendente de este librito breve, leve y, sin embargo, caprichoso en los detalles, preciso y precioso, es que donde verdaderamente está el espíritu de Ravel es, más que en el contenido de las frases (que también), en el trazado de las mismas: sutil, elegante, rectilíneo, transparente, todas esas cosas que se dan en la música de Ravel pero que sólo en Ravel dan como resultado ese lenguaje original, hondamente expresivo e instransferible.

Para Ravel, traducir al papel pautado el universo sonoro donde él habitaba suponía empezar jugando a encontrar ideas rítmicas en las máquinas de las fábricas, que tanto le fascinaban, por eso la cantidad de autómatas y artilugios mecánicos que llenaban su casa, una casa que, según la miraras, tenía más pisos a un lado que al opuesto, y que por dentro era minúscula y, al mismo tiempo, lo suficientemente espaciosa para este hombre menudo que podía gastar horas en el camino que le llevaba de la cocina al cuarto de estar reparando en esta o en aquella mínima pero minuciosa tarea. Los ritmos, sí; luego quizá ayudara el canto de los pájaros del jardín o del bosque de Rambouillet, donde se internaba a diario como el protagonista de un cuento; luego venían años de meditación y reflexión, relacionando ideas, estableciendo rutas, planeando estructuras; y, finalmente, una vez sumado todo, proceder a restar lo que sobra. Ya hay obra.

Qué le pasaría a Ravel al final. No lo sabemos. Pero un día empezó a coger el tenedor por la punta, otro a llevarse a la boca el cigarrillo por la parte encendida; unos compases más adelante ya no podía leer música, ni reconocer sus obras cuando sonaban en un concierto y le decía a su acompañante, precioso, precioso, tenemos que felicitar al autor; de ahí a no controlar el movimiento de sus ojos sobre las frases del periódico, que deberían ir de izquierda a derecha pero no, imposible, y la carta, ocho días para escribir una breve nota a sus amigos Delage confesando después haber tenido que buscar todas las palabras en el Larousse para saber cómo se escribían. Y todavía más y siempre dándose perfecta cuenta de que cada día menos.

Todo cambió para mí el día que escuché, flotando en un pasillo, un acorde que resultó ser de Ravel. Y todo sigue cambiando cada vez que escucho a Ravel, mago del sonido, creador de emociones caleidoscópicas, guardián del secreto, músico prodigioso. Ravel llegó a ser una imagen pública aclamada por las masas, aunque no escapa a la sagaz y observadora mirada de Echenoz que se las arreglara para no dejar, a su muerte en 1937, "ninguna imagen filmada ni la menor grabación de voz".


08 junio 2007

Azul



En principio, la foto es la excusa para poner un poco de color al blog, que llevaba días pensando en darle una mano de pintura y siempre me voy hacia el azul, qué cosa, no sé por qué pero desde siempre me voy hacia el azul. Luego viene que me está entrando apetito de mar. Pueden pasar años que no pero ahora me está entrando apetito de mar. Lo mío con el mar es en plan rollo contemplativo, una atracción; como si fuera un alimento interior: es una necesidad.

Eso también viene desde pequeño porque me acuerdo que era todavía un canijo cuando mi padre me compró un tomavistas en Súper 8 y yo no me lo creía pero sí, era para mí. Manipular el celuloide con las manos, sentir su consistencia y el característico olor que venía impregnado en él del laboratorio de revelado, unir con la rudimentaria máquina montadora las distintas tiras perforadas de un brillo viscoso, serpenteantes, que contenían impresas, fotograma a fotograma, las vacaciones familiares, era una actividad absolutamente excitante. Y aunque economizábamos película porque salía muy cara, yo reservaba uno de esos minúsculos rollos Kodak o Agfa, según hubiera uno u otro pero tanto uno y otro concediéndote tan sólo dos minutos de tiempo, para filmar tomas del horizonte del Mediterráneo al atardecer, sólo horizonte, todo el rato horizonte pero con distintas tonalidades, con la paleta de colores que da el Mediterráneo. Luego, en el invierno, podía hacer reaparecer esos mismos atardeceres en la pared blanca del salón y, aunque en vez del ruído de las olas sólo se oía el ruido del proyector, la sensación adquiría una cualidad casi esotérica.

En fin, pues eso, lo del apetito, habrá que empezar a tenerlo en cuenta a ver si es posible y cuándo y cuánto y todo eso. El dónde y el con quién quedan exentos de deliberaciones. Pero aunque sea un poco, lo justo para filmar en la retina la paleta de colores y grabar en los oídos la respiración del mar y aspirar el olor del salitre, que luego todo eso se junta en algún lugar de dentro y obra maravillas, no falla.

Por lo demás, hoy parecía que sí pero no. Eso es bueno.


07 junio 2007

Madrigal (I)

No es frecuente dedicar monografías a obras pequeñas, quizá porque al ocupar poco espacio tienden a pasar desapercibidas en el estante. Sospecho además que, como el lenguaje a veces es muy suyo, se tiende a asemejar "obra pequeña" con "obra menor". Conste que la culpa no es del lenguaje sino de quien lo utiliza. En cualquier caso, confieso mi debilidad por la distancia corta en cualquier disciplina artística siempre y cuando el autor haya sabido sacar provecho de la misma, cosa nada fácil, por cierto: en el mundo de lo breve hay que saber prescindir de toda hojarasca cuidando de no dejar a la obra tiritando a la intemperie; hay que ser capaz de captar la esencia de las cosas en pocos trazos.

Todo ésto viene a que me hubiera gustado dedicar una monografía conmemorativa del 50 cumpleaños del "Madrigal" para 4 voces blancas de Jesús Guridi; en realidad, el cumpleaños es la excusa para sacarle el jugo a esta maravillosa miniatura, una rareza exquisita en el repertorio de la música española del siglo XX. La paleta sonora de las 4 voces blancas (es decir, para voces femeninas o coro de niños) me interesa mucho como oyente pero, sobre todo, como compositor porque supone un reto: la tradicional disposición Soprano, Alto, Tenor y Bajo duplica aquí las dos primeras (Soprano I y II, Alto I y II) para suplir la ausencia de las dos últimas por lo que el rango sonoro se reduce y el timbre resultante es obviamente distinto. Conservar la textura de las 4 voces disponiendo de un rango de sonidos considerablemente menor es un obstáculo que el compositor debe superar, cosa que Guridi consigue aquí con creces aportando ingenio y maestría en el trazado de las líneas melódicas y sacando un inmejorable provecho a los recursos compositivos.

Como las circunstancias impiden por el momento acometer el trabajo en condiciones se me ha ocurrido colgar de manera episódica, entre post y post, algunos apuntes que recojan al menos las ideas esenciales del mismo. De esta manera quedan a resguardo para poder retomarlas en un futuro y, de paso, quedan a disposición de quien pueda estar interesado. Por ese motivo, en vez de limitarme a anotar bocetos esquemáticos, intentaré darles orden y forma adecuada para facilitar su comprensión. En diversos posts y sin una regularidad fija en cuanto a la fecha de entrega, abordaré en primer lugar el poema que inspira la música: nos preguntaremos qué dice, cómo lo dice, qué estructura adopta y si hay rastro de huellas de la mano del compositor en este terreno en lo que a posibles correcciones se refiere (cambio en el orden de las palabras, sustitución de adjetivos, etc) que permitan "calzar" mejor la música. Después nos adentraremos en la música y veremos, entre otras cosas, si ésta subraya el sentido del texto y cómo lo hace.

Al mismo tiempo, tengo previsto hacer una edición nueva de la partitura a partir de la edición publicada en 1956, que necesita un lavado de cara. La colgaré aquí en formato .pdf al final del estudio. Una advertencia relativa al audio: el señor Copyright ha dicho que lo único que se va a oir en esta serie de posts es un sonoro "no", por lo que la tarea se complica un poco antes de emprenderla. Ahora tendría que escribir que soy "inasequible al desaliento" pero dicen los lingüistas que eso está mal dicho. A pesar de todo, en este caso lo soy.


06 junio 2007

Plaga

Ayer por la mañana, en la calle, pasó algo muy extraño que parecía una mezcla entre "Los pájaros" de Hitchcock y el "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago porque poco a poco el asunto en cuestión fue afectando a todos los ciudadanos que transitaban la ciudad causando un amago de histeria colectiva. Entre ellos estaba yo, que iba tan ufano a una tienda de informática (en realidad iba de camiseta clara y vaqueros, lo de ufano es porque es lo que se suele poner por escrito tanto en invierno como en verano y siempre queda bien) y en un momento dado unos proyectiles minúsculos, como si fuera ventisca pero en seco, me acribillaron la cara y hasta hubo alguno que se metió en el ojo.

Lo primero que pensé es que alguna marrana había sacudido la alfombra desde un primer piso (los marranos me da que no sacuden alfombras, no sé) pero se me hizo raro que cincuenta metros después pasara lo mismo pero en más. Tanto que la gente se llevaba las manos a la cara o hacía aspavientos con los brazos y decía madre mía, pero esto qué es por Dios y echaban a correr. Al doblar una esquina empecé a sentirme un poco Tippi Hedren cuando todavía no ha echado a correr y mira de reojo a todas partes pero cuando una señora señaló mi camiseta y bajé la vista y la vi llena, pero llena, de un sarampión negro me sentí protagonista anónimo de una de esas pelis de serie B americanas de los 50 sobre invasiones alienígenas en las que los protagonistas son siempre anónimos porque nadie se acuerda luego de cómo se llaman. Cuando al sacudir la camiseta vi que el sarampión negro se movía, y no precisamente en la dirección que debía, por poco me da un patatús pero esta vez no de los efectos secundarios (increíble pero cierto) sino de asco.

Eran bichos.

En un gesto digno del capítulo primero del ensayo de los ciegos de Saramago, me tapé los ojos con una mano y con la otra iba tanteando no fuera a ser que me chocara con el concejal, que ahora que se ha jubilado igual sale a pasear por las mañanas, y cuando llegué a la tienda de informática el de la tienda de informática me miró de arriba a abajo. El de la tienda de informática es un señor que habla de una manera llamativamente lenta y monocorde, es decir, que lo dice todo en recitativo sobre una misma nota, así que mentiría si escribo que dijo: "vaya, parece como una plaga. Hace media hora no estaba" porque no lo dijo así. Sería más exacto poner: "va-ya-pa-re-ce-co-mo-u-na" y demás. En el fondo, esa voz tiene algo de hipnótico. Yo sé imitarla pero con la voz del pensamiento. Con la de fuera no me sale.

Abandoné la tienda de informática como Rod Taylor en "Los pájaros" con la diferencia que él sale en plan hombretón valiente y yo iba sorteando bichos con una grima tal que hasta llevaba un sarpullido en los brazos. Cuando llegué a casa llegué yo y ochocientos cuarenta y dos bichos pegados a la ropa, los brazos, el pelo. Y Mari dijo hay que ver. Siempre dice eso haya bichos o no.

Por la tarde me llamó por teléfono Anabel desde la librería y sin que dijera nada ya me puse la mar de contento porque llevaba esperando una eternidad de 15 días la llegada de lo último de Jean Echenoz, el maestro del detalle, que no se le ha ocurrido otra cosa que escribir "Ravel", así, centrado en la portada con letras en cursiva. Echenoz/Ravel, casi nada. Me decía Anabel durante esta eternidad de 15 días: "sólo falta que ahora no te guste". Y yo: "imposible. Echenoz nunca disgusta", pero me guardaba para mis adentros lo de "...por ahora". Así que cuando llamó Anabel para decirme que acababa de llegarles el libro bajé pitando para allá, cerciorándome de que ya no había bichos, y les dí hasta besos (a Anabel y a la portada del libro). Anabel se reía. El libro no. Justo cuando salía de vuelta para casa empezó a llover de tormenta y tuve que cobijar al libro debajo de la camiseta, que también es casualidad. Nada más pisar el portal dejó de llover. También es casualidad.

"A veces se arrepiente uno de salir del baño". Así empieza el "Ravel" según Echenoz. Al terminar la primera página yo ya estaba dentro del libro, embelesado. Con Echenoz pasa siempre. Ya contaré cuando salga si no hay bichos.


05 junio 2007

Album



(?)


04 junio 2007

Santoral

La señora Mercedes bajaba toda indignada por el ascensor, lo sé porque bajaba yo con ella esta mañana. Por lo visto ayer oyó por la televisión que ahora resulta que un mexicano a quien Juan Pablo II había hecho santo nunca existió. Y dice la señora Mercedes que con la de trabajos, pruebas documentales, testimonios y demás cosas acerca de las proezas del candidato en cuestión y que ocupan durante años a un montón de señores cultos para decidir primero su veracidad y después si dichas proezas merecen el título, pues que a ver qué va a ser ésto. Es que la señora Mercedes es de misa diaria pero también un poco progre, así que siempre mira el asunto de los curas como de reojo. Para tranquilizarla le he dicho que peor aún es lo de Escrivá de Balaguer, que también es santo pero está demostrado que existió sin ninguna duda. Al llegar a la planta de abajo la señora Mercedes ha dicho que se iba a comprar unas alubias verdes y yo me he quedado abriendo el buzón. Había cinco cartas.


Bonsái

Ayer domingo me encontré con Gloria-hija y me compré un libro.

Primero lo de Gloria-hija. Gloria-hija se llama así para no confundirla con su madre, que es Gloria-madre. Me hizo mucha ilusión verla porque ni sé los tiempos que hacía, ya empezaba a pensar que igual había soñado que existía y todo. Pero no. Yo siento una complicidad especial con Gloria-hija porque es una de las personas que mejor conecta conmigo y, además, Gloria-hija es la persona que mejor escucha del mundo porque te escucha con los ojos. Tú le hablas, no? y entonces cuando enfatizas algo abre mucho los ojos y otras veces los entrecierra como escrutándote desde lejos (llevo muchos posts esperando la oportunidad de poner esa palabra, escrutar, tan crujiente, pero no tanto, como de oblea que se parte). A veces no sabes si los ojos de Gloria-hija reaccionan a lo que dices o si es que esa coreografía ocular marca el compás de lo que tienes que decir. Por si fuera poco, a Gloria-hija le intriga algo de este blog que a mí también me intriga y eso me ha gustado mucho. ¿Que qué le intriga? Ah, eso pregúntaselo a Gloria-hija.

Ahora lo del libro.

Una vez abrí un libro, eché un vistazo al primer párrafo como hago siempre para ver cómo suena, y tuve la convicción de que si algún día me pusiera a escribir un libro lo empezaría justamente así. Yo creo que por eso no escribiré nunca un libro, porque el comienzo ya lo ha escrito otro y ya no tiene gracia. El caso es que como llevaba dos libros gordos en la mano lo dejé para otro día y otro día va y ya no estaba. Eso tampoco tuvo gracia. Y luego se me olvidó hasta que esta mañana lo he vuelto a ver, lo he vuelto a abrir, he vuelto a sobrevolar el primer párrafo y he vuelto a tener la convicción de que si alguna vez me hubiera dado por escribir un libro seguro seguro que habría empezado así. Pero es que ya no tiene gracia porque lo ha hecho otro antes. Viene a decir ésto:

"Al final ella muere y él se queda solo. El resto es literatura."

Los que me conocen asentirían con la cabeza como diciendo: cierto, cierto, así habría empezado emejota un libro. Lo dirían porque me conocen y dicen: cosas así son muy de emejota, sí. Y me gusta que lo digan porque así me ahorro explicaciones.

Es que es un principio genial porque de golpe y porrazo te lo dice todo y te deja mosca. Luego el resto está igual de bien todo el rato, tanto como para reconocer que yo no sabría escribirlo así, el principio sí pero todo lo demás no, las cosas como son. Y yo creo que el principio es así de condensado porque el libro en sí es pura condensación, un resumen, una miniatura. Se lee en unos cuarenta minutos y se titula "Bonsái" (claro). Y el autor es Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975).

Si le preguntas a Gloria-hija si esa frase es muy mía seguro que te dice que sí y además añadirá que "seguro". Si no lo añade es que es otra Gloria y te has confundido. Yo creo que a Gloria-hija le gustaría "Bonsái"; esta mañana me ha dicho que conoció a Unai Elorriaga leyéndome y que le gustó mucho y por la tarde pensaba yo que si Unai Elorriaga supiese la de gente que ha comprado sus libros por recomendación mía igual hasta me regalaba una frase. Me haría una ilusión infinita o más todavía.


02 junio 2007

Ciclo

Estoy regresando de un viaje al polo negativo del ánimo. Una nueva crisis de esta ciclotimia que la administración de los anti-TNF desencadena puntualmente como efecto secundario y que, por primera vez, se presenta ante los muros del tratamiento descrito para modular la intensidad de sus efectos. La ciclotimia es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por oscilaciones que van desde la euforia a la depresión.

Una crisis dura entre dos y cuatro días y no se presenta de repente, se anuncia con pequeños golpecitos que poco a poco te dejan a la intemperie en un estado de absoluta vulnerabilidad sin posibilidad de reacción ni defensa pero sí de plena conciencia de lo que ocurre, lo que acentúa la sensación de impotencia. Esta vez me propuse anotar las incidencias del viaje a pie de ruta para poder estudiarlas con detenimiento una vez pasada la crisis, algo así como quien contempla las fotos de un viaje tranquilamente en el salón de su casa al regreso. Pero no se puede. Esa es la primera conclusión que he sacado. Una vez que cruzas el ecuador del estado de reposo y te internas en la escala del menos uno, menos dos y demás, pronto pierdes la cobertura y no la recuperas hasta que, de vuelta, te encuentras de nuevo con el menos dos, menos uno, que es exactamente lo que está ocurriendo ahora. Sólo entonces empiezas a estar en condiciones de escribir (y todavía con dificultad, escribir este post está resultando como si no hubiera escrito antes ninguno) los detalles esenciales de lo que ocurre allá abajo.

Allá abajo la comunicación con el entorno queda reducida a la mínima expresión y cuando ésta se produce requiere de un gran esfuerzo. Al mismo tiempo, el sentimiento de vulnerabilidad al que antes me refería junto a una percepción de las cosas a través de un amplificador especialmente ecualizado hacia los graves te lleva a replegarte en una trinchera. Al otro lado de la ventana, la vista cotidiana del paisaje urbano resulta intransitable y hostil. Hasta la luz resulta hostil. Y aunque pongas todas tus fuerzas por evitarlo hay algo más poderoso que tira de tí haciendo que delegues, rehuyas o abandones obligaciones y responsabilidades considerando como tales hasta el mero hecho de ir a comprar el pan o el trato con la gente.

Cuando estás allá abajo, es necesaria una luz, siquiera pequeña, para desenvolverte. Esto me intriga y me impresiona a partes iguales: lo de la lucidez en las tinieblas. Porque allá abajo, cuando todo lo ves negro, frío y difícil, la mayor parte de las luces que te salen al encuentro son espejismos, reflejos; fuegos fatuos que se concretan en ideas o conclusiones todas ellas negativizadas. Pero tengo para mí la sospecha de que si aprendes a discriminar entre todas esas luces las que son fuegos de artificio de las que no, puede que des con esa lucidez que sólo se da en lo oscuro y que te permite traer hasta la superficie material para la reflexión.


01 junio 2007

Junio

No sé, Junio siempre me ha parecido algo sospechoso que se esconde tras una aparente insustancialidad. Pero miente. Cuando eres chaval, Junio es el mes más maravilloso del mundo porque te libera del colegio y te hipnotiza para que el tiempo parezca detenerse, dilatarse y los veranos sean gozosamente interminables con sus helados de colores y los melocotones y el cloro azul de las piscinas. Más tarde te haces mayor y deja de hacer efecto y empiezan a pasar desgracias lo menos. Si lo piensas, las desgracias son más desgracias en Junio que si pasaran en, qué se yo, Febrero o así. Piénsalo y verás. De ahí el recelo a Junio. Lo mejor es hacer como que no te enteras pero sin bajar la guardia, eso es lo que hay que aprender. Al principio igual cuesta pero al final lo consigues. ¿A qué viene todo ésto? Pues a que hay teorías que sostienen que el centro del universo está vacío, por ejemplo. A eso viene. Y después se va volando. Pues ya está. No?.