29 septiembre 2006

Cólico

Me ha dado un cólico de riñón. El izquierdo. Un cólico de los fuertes. Todavía no las tengo todas conmigo porque persiste un punto doloroso, como un aguijón que quema, y una mala gana en el cuerpo que ni te cuento, pero de momento parece que hay tregua, supongo que debido al cóctel cuya receta consiste en:

-2 Buscapinas.
-1 Voltarén
-1 ampolla de Nolotil (bebida)
-1 protector de estómago (es la guinda del cóctel)

(No te asustes, muskarias, ya sabes que soy un poco yonki para estas cosas)

Hacía años que no me daba un cólico de riñón. Pero esta mañana me he levantado con un ligero dolorcillo en la zona de la ingle y luego me he sentado al piano y cuando he hecho un movimiento brusco para que mi mano derecha socorriera a la izquierda, que se encontraba en apuros en los bajos fondos del teclado, he notado de repente una descarga eléctrica familiar y me he levantado corriendo hacia la cocina entre juramentos y maldiciones porque mira que a mí me ha tocado pasar dolores malos pero es que un cólico de riñón, y sobre todo cuando notas que te viene fuerte, es para desesperarse. Así que mientras preparaba el cóctel farmacológico a todo correr le he pedido a Mari que me trajera del armario, por favor, la manta eléctrica. Y mientras tanto el dolor se ha hecho insoportable y me hacía dar vueltas a la cocina mientras intentaba ingerir galletas como si fuera el monstruo de las idem de Barrio Sésamo para hacer fondo de estómago y que todas esas pastillas no cayeran en vacío y entonces ha venido el sudorcillo frío y las ganas de vomitar. Y el vómito.

Me he instalado en el sofá al calor (cansino) de la manta eléctrica, con la botella de Font Vella al lado y de vez en cuando entraba Mari y se me quedaba mirando con cara de susto y decía:

-Vaya mal rato que estás pasando, hijo.

Mari es muy buena gente.

A mí cuando me da un cólico fuerte lo que más temo es tener que subir al hospital. Me saca de quicio eso de la espera mientras te retuerces de dolor. Se me dispara la ansiedad y aún es peor. Así que pongo todas mis esperanzas en el cóctel anteriormente descrito y en la botella de Font Vella. La última vez que no me quedó otro remedio que ir le dije al médico de urgencias que tenía un cólico de riñón y entonces dejó de escribir, levantó la vista y me dijo: "Eso lo dirá usted". Y yo le contesté: "hombre, pues claro que lo digo yo, no te fastidia". Luego tuve que volver al día siguiente y ese médico ya no estaba, estaba otro, y como los cólicos se repetían sin parar y mi vena neurótica e hipocondriaca estaba descontrolada le solté si había riesgo de fracaso renal (vale, de acuerdo, la noche de antes había visto un capítulo de "Urgencias"). Y dejó de escribir, levantó la vista y le dijo al asistente que me dieran un tranquilizante.

Ahora estoy sentado en el sofá con la manta eléctrica en el costado izquierdo, el portatil en las rodillas, el estómago algo revuelto y entre aburrido y alerta, porque el dolor agudo ha pasado pero queda por ahí un murmullo que me dice que luego nos vemos. Yo sigo bebiendo agua. Resignación.


Despecho

La del videoclub me ha puesto los cuernos.

Sí.

Yo ya tenía mis sospechas, para qué nos vamos a engañar, pero la terrible confirmación se ha producido hoy delante de mis narices. La historia arrancó ayer por la tarde cuando pregunté cuándo salía "Volver", de Almodóvar, y me dijo que mañana. No hace falta ser muy avispado para suponer que pillar esa película va a ser un poco complicado porque tendrá muchos pretendientes así que decidí utilizar mi estrategia para esos casos, que consiste en poner cierta expresión inocente bajando un poco la mirada y tal y dentro de ese tal (importante) está el no olvidar distribuir bien las pausas cuando dices:

-Supongo... que poder alquilarla pronto.... será.... difícil...(y ahora levantas la vista), nooo?

Y entonces haces como que pasas la mano por el mostrador distraídamente, porque se supone que te está costando un esfuerzo mayúsculo arrancar esas palabras desde el fondo de tu timidez.

Ella: Tú tranquilo que a los buenos clientes les tratamos bien. Si te interesa ahora mismo te anoto la reserva en el ordenador y para mañana la tienes.

(Bingo! Pero no, no, no te relajes todavía, termina la estrategia)

Yo: Mujer... pues muchas gracias... pero no quiero ponerte en un compromiso...
Ella: Qué va! Ningún compromiso, tranquilo, al contrario. Yo encantada.

(Pues anda que yo)

Yo: ¿Y cuándo me paso a por ella entonces?
Ella: Cuando quieras, como si quieres pasarte al punto de la mañana. Yo te la guardo, no te preocupes.
Yo: Pues muchas gracias!
Ella: De nada.

Pues tan contento...

...hasta hoy.

Nada más entrar ya me ha escamado que al mirarme haya dejado resbalar la mirada y se le hayan caido las monedas del cambio que le iba dar a un cliente. Mi instinto me ha aconsejado utilizar la estrategia "hazte el tonto para que sienta remordimientos (pero date por jodido)", que consiste en plantarme ante el mostrador, poner una sonrisa de oreja a oreja y decir con profunda satisfacción:

-Vengo a por "Volver"!

Y allí ha empezado el drama.

Ella: Es que...
Yo: ?
Ella: pues que se la han llevado, chico.
Yo: !?
Ella: Es que... sabes lo que ha pasado? Pues que como ayer por la tarde no estuve pues... es que no les puedo dejar solos, hijo, porque en cuando me voy ya no hacen caso y...

(Estrategia número tres: al ataque)

Yo: ...a la tarde? Mmmm, pues yo estuve aquí hacia las siete y media, noooooo? (nótese que al decir el noooooo se arquea una ceja y se tuerce un poco el morro, pose de inquisidor)

Ella: Ya bueno... pero... es que... bueno...

(Estrategia número cuatro: afronta la cruda realidad)

Yo: Quién.
(silencio incómodo)
Ella: Varios.

(Varios! Pero bueno! Que te pongan los cuernos duele pero, leches, con varios...)

Yo (ladeando un poco el rostro e inclinándolo hacia adelante, la ceja como antes): Cuántos!
Ella (la cabeza baja, balbuceante): Tres

(Tres! Tres!!! Está claro que hay que utilizar toda la artillería)

Yo: pues estaba apuntado en el ordenador el primero, no es por nada...
Ella: bah, tú tranquilo que hoy la tienen que devolver. Espera que te voy a mirar en el ordenador quiénes la tienen y te podré decir si suelen ser puntuales en la devolución.

Y se pone a teclear con nerviosismo pero yo por dentro me digo: no te ablandes, no te ablandes!

Yo: ya, pero es que yo estaba... antes.

(a esas alturas la ceja levantada me empieza a doler)

Ella se hace la sorda y se concentra en la pantalla pero de pronto se sobresalta.

-Uf.
Yo: ¿Uf?
Ella: el primero es de los que igual tarda una semana en traerlas!
Yo: vaya, a ver si hay suerte con el segundo.

-Uff!!
Yo: ¿Uff!!?
Ella: este es aún peor. A ver el tercero.
Yo, corrigiéndola: querrás decir el cuarto.
Ella: el cuarto? No, es el tercero.
Yo: No, es el cuarto. Yo estaba el primero.

(toma ya)

Se ha hecho un silencio sepulcral que me ha hecho suponer que el otro tipo era de los que, sencillamente, no devuelven las películas hasta que no te presentas en casa con el cobrador del frac. Quizá por eso ella ni ha contestado sino que se ha limitado a tirar balones fuera:

-Bah, no te preocupes que como estás apuntado en reserva...
Yo: ... claro, me apuntaste ayer, en primer lugar.
Ella: ...pues en cuanto llegue te aviso, vale?

Y sonrisa beatífica.

Y yo mirándola con los ojos entrecerrados y moviendo lentamente la cabeza de arriba a abajo como el que dice: desde luego... no me esperaba esto, no...

Me habré quedado sin película pero al menos mi estrategia ha funcionado porque muy culpable se ha debido sentir para sacar de debajo del mostrador las novedades todavía vírgenes ofreciéndomelas clandestinamente en un gesto que se ha preocupado en hacer notar como excepcional. Pero nada, baratijas. De esas con títulos que suenan a títulos mil veces usados con expresiones como tierra de pasiones o las supernenas de no se qué. Nada.

YO QUERÍA "VOLVER" Y ME VOY SIN SABER SI VOLVERÉ.

Pero al girarme para irme cornudo y herido pero muy digno he visto "Rosario Tijeras" y me he dicho, mira, al menos, me entero de qué hizo Unax Ugalde allende el océano aunque no sé, no sé.

Oye, ha sido poner la película, ver la primera escena, sospechar un poco de algo y antes de saber de qué oirle hablar con acento inverosímil (dónde Unax, ser lunar?) para darle corriendo al "Stop" de la impresión. Casi me da un patatús. A Sean Connery no le puedes poner a hablar como si fuera Manolito de Huerva, ni a López Vázquez como si fuera Laurence Olivier, no?. Pues aquí lo mismo.

Qué día.


28 septiembre 2006

Compás

He vuelto a perder el compás de la frase, requisito imprescindible para poder escribir. Si no siento la cadencia apropiada, enlazar una palabra con otra me resulta literalmente imposible aunque tenga cosas que contar, que las tengo. De todas formas ya me pasó una vez (o dos?) así que no me pilla de susto. Sólo hay que esperar un poco y ya se pasará.


26 septiembre 2006

Ego

Nativel Preciado:
"Los taoístas dicen que la gente sufre más de lo que debe por los esfuerzos que hace para no sufrir. Precisamente me suelo pasar de esforzada. No sé quién me impulsa siempre a dar más de lo que puedo. Al cabo de tanto tiempo conozco con bastante precisión mis limitaciones y, sin embargo, cuando las cosas están funcionando mejor, las abandono para explorar territorios desconocidos y meterme en senderos que no me ofrecen la menor seguridad. Para evitarlo no hay más remedio que entregarse a algo más importante que a tu propio ego. Ir más allá de uno mismo. Mirar más alto y más lejos. Eso me cuentan que hacen los hindúes: se pasan media vida engordando el ego y, cuando ya está fuerte y robusto, empiezan a deshacerse de él. Hay que saber cuándo llega el momento de destruirlo para impedir que te aniquile".

Interrogantes

¿Qué haces cuando vienes de la oficina de correos a mediodía y al doblar una esquina te das de bruces con el protagonista de tu posible novela? Pues te llevas un sobresalto secreto y, secretamente, lamentas no poder formular las preguntas esenciales, a saber:

¿Cuántas veces has dejado impresa la huella de tu mano en la nieve?
¿Te inquietan los nervios del mármol?
¿Tus lágrimas tienen memoria?
¿Sonríes en alguna fotografía borrosa?
¿Para qué es pronto todavía?
¿Te refugiarás en página par o impar?
¿Cuántas palabras necesitaré para decirte quién eres?

Y mientras tanto cruzas la calle.


Etiquetas:

25 septiembre 2006

Album



Glenn Gould habría cumplido 74 años este 25 de Septiembre.


24 septiembre 2006

Carácter

"Debería buscarme a mí misma, perdida en mi trabajo,
sola, intentando sobrevivir..."
(Pilar Miró, 1940-1997)

Pilar MiróMe atrae mucho la personalidad de Pilar Miró, mujer de adjetivos tan numerosos como contradictorios: de ella se ha dicho que fue dulce, agria, terca, áspera, valiente, insegura, generosa, cruel, tímida, osada, déspota, brillante, maniática, cariñosa, borde, frágil. Al final de esta lista Iñaki Gabilondo precisa: "Fue la más fuerte de los débiles y la más débil entre los fuertes. Una mujer insoportable, extraordinaria, importante y profundamente incomprendida".

Un retrato muy complejo y, por lo mismo, muy atractivo.

Acabo de leer con avidez el libro que Diego Galán ha escrito de la Miró, fallecida hace casi diez años. Fue el hijo de la cineasta, el hoy mediático Gonzalo Miró, quien propuso a Galán que le escribiera un libro que le permitiera conocer quién fue su madre. Dijo el chaval: "Ella lo escribía todo. Si aceptas, te dejo todos sus papeles" y Diego Galán se lo pensó mucho porque invocar el fantasma de la añorada amiga se le antojaba tarea harto difícil. No contaba con encontrarse lo que ahora hemos descubierto los lectores: unos escritos personales de apabullante franqueza que muestran a una persona que esconde su vulnerabilidad, su soledad, sus miedos y sus contradicciones tras una armadura de hierro.

Pilar Miró fue una luchadora infatigable empeñada en abrirse camino en un mundo transitado por hombres. Fue directora de cine por vocación y por tentación ocupó importantes puestos políticos de gestión tan controvertida como eficaz. Fue promotora de un polémico decreto como Directora General de Cinematografía y más tarde la mejor Directora General que ha tenido Televisión Española, de donde salió por haberse comprado unas bragas de Loewe con el dinero de las dietas tras haber aireado la casa con insólitas y emprendedoras propuestas: el cine en versión original a diario, la puesta en marcha de la televisión matinal, la renovación tecnológica de los servicios informativos, la recuperación de animales televisivos (Jesús Hermida) y la apuesta en horario de máxima audiencia por una generación transgresora a la que dio alas para sobrecalentamiento de las centralitas de Prado del Rey: Javier Gurruchaga, Terenci Moix...

La Miró tenía mucho carácter. El propio Gurruchaga la parodió haciendo aparecer en pantalla a uno de sus frikis golpeando una mesa con un zapato a lo Nikita Kruschev y vociferando una y otra vez con voz de pito: "Aquí mando yo!, aquí mando yo!". Y es que nada se le ponía por delante, aunque luego en casa le diera la llorera para disgusto del niño Gonzalo. Una vez entró en la sala de realización y cortó la emisión dejando con la palabra en la boca a mitad de noticia a Luis de Benito, presentador del Telediario de las 9 de la noche, por no terminar a la hora. Y a Francisco Umbral le mandaba un ramo de flores con la nota "porque soy un caballero" (!) cada vez que éste la ponía a parir.

Las vacas sagradas de la profesión tampoco escapaban de la quema: un día el ministro Javier Solana estrechó la mano a Berlanga en un ágape y le dijo "hoy he firmado algo tuyo pero no sé qué era" y se volvió a la Miró para preguntarle "oye, Pilar, qué es lo que he firmado hoy de Berlanga?", a lo que la Miró contestó con voz agria: "Su cese!". Hay más: en mitad del éxito de "Mujeres al borde de un ataque de nervios" invitó a Almodóvar a participar en un debate en directo y el manchego se excusó haciéndole llegar una nota: "Pilar, querida: perdona que no acuda pero estoy a punto de superar "el borde" del título de mi película. Estoy muy contento pero bastante destruído. Por supuesto, el éxito de mi película supone un éxito para el cine español, en el que participamos todos. Muchos besos". Ella respondió: "Querido Pedro, me tienes harta. cuando superes "el ataque" me avisas. Que te den dos duros". Hasta el propio Rey sufrió los rigores del temperamento de la realizadora cuando al grabar el tradicional discurso navideño se tuvo que oir "oiga, no lo podría decir un poco más seguidito?".

Pero esa Pilar Miró era la misma a la que le fallaba el corazón y la que mandaba a algunos allegados unas lacónicas notas de estremecedora ternura antes de entrar en el quirófano donde fue intervenida a vida o muerte en dos ocasiones. Por si acaso.

Pilar Miró fue una persona obsesionada con la muerte, que tuvo que aprender la terrible lección de guardarse de los suyos y que vivió angustiada porque el reloj no le concediera los minutos que necesitaba para darle el amor infinito que le suscitaba ese hijo del que se hizo cargo a solas. Nunca pudo imaginar que ese hijo adolescente tuviera que intervenir en la secuencia más dura de su vida: fue él quien la encontró derrumbada en el descansillo de la escalera interior de la casa una fatídica noche de octubre de 1997 y el chaval se puso a hacerle la respiración boca a boca porque así lo había visto en el cine (terrible ironía) aunque nada se pudo hacer porque el corazón se le había roto del todo.

A Gonzalo Miró le queda el retrato de Diego Galán y el consuelo de haber conseguido arrancar ese beso que, según James Barrie, aguarda en la comisura derecha de los labios de las madres y que Wendy nunca pudo alcanzar.


23 septiembre 2006

Otoño

El Otoño es el Verano que, amarillento y arrugado, se ha caído hoy del árbol del calendario.

(bis)


Poema

El siempre "Well Tempered Blog" de Bart Collins ha armonizado el post "Modernismo" con las 3 fotos del crepúsculo mediterráneo que aparecen más abajo y les ha añadido unos versos de Neruda. Se puede ver clikando aquí:



Muchas gracias, Bart!


22 septiembre 2006

Vuelta

Pues eso, que ya estoy de vuelta (¿no se me nota en el tono de voz?) Es broma, lo del tono de voz digo, no lo de que estoy en casa, que estoy, desde ayer por la tarde. Venía cansado del viaje pero tenía que pasarme a última hora por la consulta de la psicóloga. Yo creo que lo hizo adrede para pillarme fresco y aprovechar para darme un buen repaso (entendámonos, claro).

Me tocó esperar. En la sala de espera busqué en la mesita donde se apilan las revistas y vi un número atrasado de "Muy Interesante" confiando que hiciera honor a su nombre para no quedarme dormido. Hablaba de la genialidad y del talento. En un recuadro de color ponía: "La otra cara del talento" y afirmaba que existen evidencias que demuestran que las personas que poseen un gran talento son proclives a desarrollar enfermedades autoinmunes. Pensé que sólo con eso ya tenía la consulta resuelta, la autoestima por las nubes y encima gratis. Pero no. Se abrió la puerta y apareció la sonrisa de la psicóloga.

Una confluencia de tres circunstancias interactuaron entonces (me dí cuenta porque la revista me había mostrado evidencias de que tengo talento y el talento sirve para darse cuenta de las cosas, incluso de tres a la vez). A saber: que yo era el último paciente de la tarde, que ella vio que el viaje me había sentado muy bien y que afuera caía el diluvio universal. El resultado: trabajo a fondo. Machaque. Dijo la psicóloga que toda la vida no he hecho otra cosa que "darme" y cuando lo dijo paró un poco porque me quedé pensativo, la verdad. Luego prosiguió con la precaución de quien quiere decir algo importante con tacto asegurándose de que estás escuchando, de que no estás ausente, y entonces dijo que quizá vaya siendo hora de que me de algo a mí mismo.

(-¿De hostias?, pensé yo.)

-¿De hostias?, dije yo.

Pero ella sonrió y no le dio importancia a esa pregunta porque supo que comprendí perfectamente lo que me estaba diciendo (al fin y al cabo, ella también ha debido leer ese ejemplar de "Muy Interesante").

Luego añadió: "deja de darte de esa forma y verás entonces realmente con quién cuentas, para quién cuentas; además te recargarás por dentro, que es lo que necesitas ahora mismo". Y terminó diciendo que ese "darme" podría ser tiempo, silencio, salir a cenar, decir "ya no", lo que fuera. Durante un tiempo. Y que quizá había llegado el momento de empezar, no?

(Sí)

A la salida tenía una llamada de Belén. Ella creía que estaba cazando colores con la cámara en el horizonte del mar pero yo le dije que acababa de descubrir en una sala de espera que tenía talento, al parecer oculto, pero talento al fin y al cabo. Después de reirse me dijo que me quedara en algún portal que en 5 minutos pasaría a buscarme en coche para acercarme a mi casa. "No te vayas a mojar", dijo. A mi escuchar estas cosas me emociona, de veras (¿vendrá eso en algún número de "Muy Interesante"?) pero le dije que no, que gracias, que después de cuatro horas de coche y de una entrevista tan intensa me vendría bien estirar las piernas y respirar un poco de aire aunque me mojara un poco (ya no llovía tanto aunque de repente me pareció ver pasar flotando un contenedor verde allá a lo lejos). Y ella: pues te acompaño a casa por teléfono. Y yo: pues muy bien. Y nos vinimos juntos.

Por la noche estuve pensando en lo de la psicóloga: darme, mirar por mí. Decidí que esa noche iba a dejar pasar el tiempo sin darme nada y que hoy lo dedicaría a empezar a pensar ¿qué necesito darme? por lo que concluí que, por lo visto, lo que me pide el cuerpo como prioridad es latir a ritmo pausado de segundo movimiento. Las notas del pentagrama ya se irán escribiendo.


21 septiembre 2006

Modernismo

Si te acercas a la villa de Sitges, al pie de una cuesta adoquinada te encontrarás con Cau Ferrat, el refugio mágico de Santiago Rusiñol, una casa que es a trozos castillo medieval, casa de pescadores y, al atardecer, rincón de cuento de hadas que mira al mar de cobalto. Rusiñol se entusiasmó de aquel lugar a finales del XIX y allí celebró sus célebres fiestas modernistas, sus tertulias literarias y hasta coqueteó con la "Escuela Luminista" que por aquel entonces aglutinaba talentos ante lienzos blancos de velero.

Ayer por la tarde, al otro lado de la puerta, en la estancia de la planta baja, ante los ojos de la gente que pasaba por allí, una soprano muy joven cantaba sin afectación "Tres bellos pájaros del Paraíso", la canción de cristal de Maurice Ravel, acompañada por un piano centenario. En la estancia no había una sola luz eléctrica encendida, la escena transcurría en la penumbra y se recortaba frente a la franja del horizonte del mar que proporcionaba el único reflejo que teñía de azul el recinto, y las pocas personas que allí había estaban sentadas alrededor de mesas camilla, entre la generosa abundancia de lámparas de latón, figuras de colores y cajitas de secretos.

Escuchar así la filigrana de Ravel, en ese templo de la estética modernista, te pone los pelos de punta. Ravel depositó en su canción una de sus melodías inolvidables y esparció en el acompañamiento del piano un puñado de quintas paralelas quizá para recordarnos que un poema no entiende de faltas de ortografía o tal vez porque así se trazan en un pentagrama xilografías de oriente, que son las que dan a la obra su perfume dulce y su exotismo delicadamente misterioso. Una vez Alfred Brendel dijo que Maurice Ravel había sido un grandísimo compositor pero que a veces parecía tender a acercarse peligrosamente a la frontera de lo kitsch.

El señor Alfred Brendel no entiende de qué va la cosa, al parecer.

A mí siempre me ha fascinado esa vivencia estética que se dio en aquellos años y que se vivió con particular intensidad poética en esa zona geográfica. Nombres inolvidables como Ricardo Viñes, Santiago Rusiñol, Antonio Gaudí (y Maurice Ravel) cuyas sensibilidades sintonizaron de manera muy singular al compás del mediterráneo. Ellos encontraron sentido profundo al último reflejo de la tarde en un vidrio de ámbar, al murmullo de una fuente en un jardín umbrío, a dos autómatas de hojalata guardando el rincón de una estancia silenciosa, a la escalera de caracol de hierro forjado que se topa con una puerta cerrada, al olor de la madera vieja y húmeda (olor de incienso y silencio, olor a salitre). Y el vuelo rasante de una gaviota ("tres bellos pájaros del paraíso"). Y la luna llena trazando un sendero de plata en la noche del mar.


20 septiembre 2006

Crepúsculo

Estudio cromático: tres tonalidades.







19 septiembre 2006

Autorretrato



Mediterráneo

Ya estoy aquí de nuevo, a orillas del mar. Este Mediterráneo tiene un aspecto distinto tras las aglomeraciones de Julio y Agosto y los últimos temporales cuyas huellas todavía se notan en la textura de la arena. Parece un mar que siente cierto alivio, así lo percibo yo al menos que no hago otra cosa que mirarlo, aspirarlo con fuerza, pasear por su orilla...

El tiempo es espléndido. El cielo está igual de azul que cuando vine en Julio pero hay una diferencia hacia abajo de 15 grados, sopla una brisa de lo más agradable y la humedad ya no parece sacada del trópico, ni mucho menos. En resumen: así sí. Luego la inclinación del sol, que es distinta a estas alturas del año, le da al entorno un matiz especialmente atractivo. Dice el hombre del tiempo que este paréntesis entre temporales durará hasta el jueves. Perfecto.

Ayer hice un descubrimiento inquietante: soy adicto. A Internet. Pero en grado preocupante, en serio. Lo digo porque al llegar al hotel me informaron que la conexión íba a estar caída hasta hoy y lo que en principio fue recibido como un pequeño contratiempo sin importancia se convirtió, a las horas, en un verdadero síndrome de abstinencia. Vamos, que por la noche me escapé a buscar un ciber! Fue una experiencia kafkiana. Me senté entre un señor muy barbudo que escribía con dedos muy gordos mientras dejaba escapar unas risitas agudas y una chica que se insinuaba ante la webcam. Y yo en medio. Y arriba fluorescentes. Era todo un poco cutre y me sentí un poco cohibido, no sé, de repente no me veía yo hablando de la inclinación del sol y del misterio profundo de la línea del horizonte... así que me volví para el hotel un poco compungido.

Hoy me he despertado muy temprano (cosa rara) y me he dado un paseo por la playa antes de desayunar. Para cuando he vuelto el chico de recepción me ha dicho sonriente: "ya tiene conexión a Internet", y eso me ha puesto muy pero que muy contento. Ahora que he llegado de comer estoy todavía más contento porque, de premio al mal rato de ayer, he descubierto que puedo conectarme desde le habitación (cosa que en Julio no pasaba, tenía que bajarme con el portátil a la zona Wi-Fi). De hecho, escribo estas líneas allí, o aquí, según se mire, habitación 110. En el pasillo escucho hablar a dos mujeres de la limpieza, que son un encanto en este hotel, de verdad. Una le acaba de decir a la otra que se ha apuntado a danza del vientre. La otra le ha dicho que a qué santo y eso mismo me he dicho yo y he dejado de teclear un poco poniendo la oreja, pero no se ha oído nada porque entonces una tercera les ha llamado desde el fondo del pasillo. Así que no sabemos a qué santo se ha apuntado a la danza del vientre. ¿Qué razones pueden empujar a alguien a apuntarse a danza del vientre?.

A lo que iba. Que aquí se está muy bien. El sol ya no hace insoportable la estancia en la playa, todo lo contrario. Hay el calorcito justo y la brisa refrescante. Y los atardeceres son para quedarse mirando con la cabeza inclinada un poco hacia la derecha. A mí es que me pasa eso cuando veo algo que me parece precioso, que me quedo mirándolo fijamente con la cabeza un poco inclinada a la derecha y creo que a veces hasta se me pone una sonrisilla en los labios. Otras me quedo como desconcertado, como ausente del tiempo y del día. Y paseamos mucho por la orilla. Lo escribo en plural porque he venido de nuevo con mi hermano y nos estamos riendo mucho. Y riéndonos tontamente, además, que son las mejores risas.


18 septiembre 2006

Viaje

Este lunes, al amanecer, salgo por unos días hacia el Mediterráneo. Me llevo este cuaderno de bitácora en el portátil pero lo más importante es que esta vez no me dejo a mí mismo olvidado en la mesilla del recibidor. Marcho con la tranquilidad de haber hecho los deberes y sin importarme un ápice el resultado de la nota, dispuesto a entregarme a un tiempo de descanso en el que no están excluídos los momentos de reflexión. Después de todo, quizá caer no sea tan malo y sí una puerta que se abre. Lo ha dejado escrito Manuel Vicent hoy y su voz impresa me la llevo en el equipaje:
"Quienes han pasado por esta experiencia cuentan que por un momento se les hizo la oscuridad y en el interior de ella al instante percibieron que su alma había cambiado de sitio. No sólo había desaparecido cualquier dolor sino que, siendo hasta entonces muy cobardes, por primera vez se sintieron liberados".
Nos vemos en esta misma página, desde otro lugar.


17 septiembre 2006

Cabecera


"Anatomía de Grey" (2005-...)

Desconozco si algún certamen tiene establecido un premio en la categoría de mejor diseño de cabeceras para series de TV (pero si no existe, ya tardan)


16 septiembre 2006

Reflejos

"...como si supiera que al otro lado está el joven Malvás".
Sí, yo lo sé. Está esperando.


Este post es consecuencia del anterior.

Efectívamente, yo no sé si algún día llegaré a escribir un relato o una novela. Pero lo que sí sé es que su protagonista ha asistido esta tarde a una clase de matemáticas.

Y así empieza todo.

Yo creo que no sabría construir una ficción que lo fuera absolutamente, como tampoco me veo relatando -qué aburrido- una realidad fotográfica. Más bien me sitúo en medio. Yo necesito partir de algo tangible: una persona que pasa por la calle, un rostro, un acontecimiento, una voz... y a partir de allí voy diluyendo lo real en la olla de lo literario, aderezando los ingredientes, mezclándolos al calor de la imaginación, apartando el jugo sobrante...

Alguna vez he escrito que durante los años que me vi forzado por las circunstancias a pasar largas temporadas sin salir de casa, me habitué a mirar el mundo a través de la ventana del salón. Esa experiencia me marcó porque descubrí muchas cosas: descubrí, por ejemplo, que atrincherado tras ese muro transparente de cristal veía desfilar una interminable humanidad de desconocidos de los que, paradójicamente, terminabas sintiéndote especialmente cercano, sobre todo si te aprendías sus horarios y casi (y sin casi) podías esperar su llegada a diario. Es como si la propia ausencia de toda información sobre esas personas (nombres, biografías, voces, ocupaciones y preocupaciones) te hiciera sentirlos más "verdaderos", valga la expresión. Como si todos los datos que nos identifican funcionaran en realidad como interferencias que no nos dejaran ver con claridad. Como si hasta su propio caminar abstraído fuera revelador de una verdad que no se da en el contacto directo, donde se establece otro código de comunicación que, no por explícito, aporta necesariamente mayor información. Así lo he sentido innumerables veces.

En ocasiones, ves emerger de entre los transeuntes a alguien que destaca entre los demás por alguna razón que no sabrías explicar y que parece ofrecerte una historia, su historia, o quizá sería más exacto decirte que te la pide, te invita a que le pongas palabras, que le deletrees, que le cuentes. Por supuesto, no se trata de hacer un juego de adivinación, sino de revestir ese anonimato desde la mera contemplación. Es ahí donde empiezan a actuar la intuición y la imaginación. Y es entonces, en mi caso, donde puede surgir la literatura. Dudo que suceda antes.

Hace unos meses, un amigo cineasta me pasó el guión de un cortometraje y me pidió que le sugiriera rostros para sus personajes. La tarea no era fácil, sobre todo en el caso de uno de ellos. Sin embargo, apareció de pronto, un mediodía, al otro lado de la ventana. Lo supe al instante: no es otro, me dije. Lo curioso (y lo divertido) del caso es que ves pasar al susodicho delante de tus narices y te das cuenta de que no puedes dar con un desconocido que ya se pierde acera arriba y de quien nada sabes. Y aún teniendo una hipotética forma de contacto (que tampoco la tienes) eso no aseguraría que esa persona pudiera actuar ante una cámara, aunque el director aprobara la elección, aunque tú supieras (con permiso del director) que "es" el personaje sin duda alguna.

Pero hubo algo más curioso todavía. Tras cerrarse el casting, de repente empecé a encontrarme al personaje por el que yo aposté (y lo sigo haciendo) en los lugares más inverosímiles de la ciudad, a cualquier hora, en numerosas ocasiones, con una frecuencia llamativa, casi te lo podías esperar al doblar una esquina, ahí estaba, hasta el punto de llevarme a pensar la ocurrencia divertida de que sólo eso ya merecía un pequeño guión paralelo, o un breve relato a modo anecdótico. Sobre todo porque el azar, que cuando juega lo hace caprichosamente, ha seguido sumando elementos que han determinado que yo conociera, ante mi sorpresa y de la manera más fortuíta, que esta persona de la que no sé ni siquiera el nombre iba a asistir, esta tarde, a una clase de matemáticas.

Para mí eso es lo suficientemente estimulante como para intuir que ahí hay un material esperando. Mi forma de crear empieza así: un pálpito, una intuición, una casualidad que reincide y un reflejo de la realidad atrapado en un tarro de cristal, aguardando. Y siempre, dándole la vuelta a las convenciones: yo no creo a un personaje desde la nada a partir de las huellas de personas reales que me son cercanas sino que hay una persona a la que no conozco (condición indispensable para re-crearla) asistiendo a una clase de matemáticas a las 4 de la tarde un viernes, y portadora de un misterio y un silencio al que un día pondrá luz y voz su personaje.


15 septiembre 2006

Prólogo

"...como si supiera que al otro lado está el joven Malvás"
(Julio Mazarico/Manuel Arriazu)


Yo no sé si algún día llegaré a escribir un relato o una novela. Pero lo que sí sé es que su protagonista está en estos mismos instantes asistiendo a una clase de matemáticas.

(así empieza todo)


Partitas

A media tarde me ha dado por ponerme al piano a tocar las 6 Partitas de Bach. De tirón y de memoria, después de muchos (8, 10?) años. Unas dos horitas de música. Con un par (de manos).

Por supuesto, el resultado ha sido en líneas generales espeluznante.

Pero también debo confesar, tras este sincero acto de humildad, que ninguna interpretación de ese milagro que es la Partita 3 me ha resultado nunca del todo satisfactoria... excepto la mía. Sí, qué pasa, una cosa por la otra, no? Defender mi visión de la Partita 3 me costó soportar estoicamente 40 eternos minutos de espera en un pasillo mientras un tribunal deliberaba tras mi último examen de piano.

¿Se hace alguien idea de lo que duran 40 minutos en momentos así?

Todavía me estoy viendo en aquel pasillo deprimente, con mi amiga Paola al lado, únicos seres humanos en aquel lugar (yo era el único incauto que se presentaba), escuchando ambos cómo caía una tromba de agua afuera. 40 minutos. 40.

Al final se abrió la puerta y un tipo se fue por la derecha sin levantar la vista (pero dijo adios, buenas tardes) y una tipa se fue por la izquierda sin levantar la vista (pero también dijo adios, buenas tardes). Pues buenas tardes. Pero el presidente del tribunal se acercó a mí sosteniendo una papeleta vuelta para sí a la altura del pecho y dando golpecitos con sus dedos sobre ella. Me dijo: "ha habido una serie de desavenencias en el seno del tribunal sobre su manera de abordar a Bach que ha alargado la resolución notablemente". Y yo pensé: "uy, uy, uyyy" (3 veces uy, como la Partita) y entonces casi me da un patatús al caer en la cuenta de pronto que no era normal que la deliberación durara el doble que la Partita. Entonces me dije: "ay, madre mía!".

Pero el presidente del tribunal todavía no había terminado de hablar, manejaba muy bien el tempo escénico, y entonces añadió: "...sin embargo, finalmente se ha impuesto el criterio que consideraba interesante su interpretación. Felicidades". Y -por fin- dio la vuelta a la papeleta, me la entregó y estrechó mi -dolorida- mano. Y los jodidos de ellos habían puesto un sobresaliente! Sí, digo bien, los jodidos de ellos. Porque 40 minutos de deliberación se supone que los merece un asunto serio, como cuando te deslizas por la cuerda floja del 4,5 y el 5, del aprobado rapadillo al suspenso alto. Te los imaginas decidiendo si pulgar arriba o pulgar abajo. Entre esas 5 décimas hay mucho en juego. Pero semejante debate para un sobresaliente... Seguro que lo hicieron para esperar a que dejara de diluviar, le dije a Paola a la salida. Anda, anda, dijo ella. (Pero seguro que fue por eso: ninguno llevaba paraguas, que me fijé en eso. Siempre me fijo en esa clase de detalles accesorios). En cualquier caso, yo tan contento claro, aunque luego no sirvió para nada porque no pude terminar los estudios. Pero mira, eso que me llevé.

Pues hoy me he puesto a tocar las 6. Me ha dado por ahí, tantos años después. Y un horror, salvo excepciones. Pero a pesar de todo ha sido muy gratificante. Abordar el ciclo es toda una experiencia. De la cristalina Partita 1 a la abstracta y extraña Partita 6, uno descubre que esa música depende en todo momento del color del tono elegido, de la tonalidad. Sí, la Partita 1 sólo puede ser como es estando escrita en Si bemol Mayor y así con todas. En tonos distintos Bach habría compuesto otra cosa. Están dispuestas de manera que flanquean la joya de la corona, esa Partita 3 que sólo pudo nacer de esa hermosa manera a la luz serena del tono de la menor. Cuando Bach recurre a la tonalidad de la menor hay que apresurarse a acercar el oído.

A lo largo de la larga travesía hay momentos para todo. Hay momentos francamente duros, como el Capricho que cierra la segunda Partita (tan exigente como genialmente escrito, da mucho de sí), otros irrepetibles (la Fantasía que abre la Partita 3, bien llamada Fantasía porque siendo en realidad una larguísima Invención a 2 voces la puedes interpretar lenta, rápida, la puedes pulsar suelta, ligada, da igual, es maravillosa bajo cualquier circunstancia por extrema que sea, lo que la convierte, me atrevería a decir, en un caso único). Es una Invención a 2 voces que yo siempre toco más de 2 veces.

Y el ciclo también recoge la que, en mi modesta opinión, es posiblemente la más redonda exposición de fuga que escribiera Bach: los primeros compases de la Giga que cierra la Partita 5, un prodigio de escritura contrapuntística a 3 voces (la textura contrapuntística por excelencia), por cuanto las voces se complementan y al mismo tiempo mantienen su independencia de manera admirable: una calla cuando la otra habla mientras la tercera hace de contrapeso allí donde se necesita. Una exposición ejemplar, una lección magistral de contrapunto.

Y tantas otras cosas.

Ha sido un reencuentro de lo más agradable y, curiosamente, a lo largo de la interpretación ha llovido a cántaros varias veces como en la tarde lejana del examen. Pero esta vez no ha habido que esperar 40 minutos a nadie, aunque Paola no estaba tampoco.

(Qué habrá sido de Paola, por cierto)


14 septiembre 2006

Incidencia

Ayer a mediodía me caí con todo el equipo. Y desde entonces me refugio debajo de una mesa con el portátil en las rodillas y abro una ventanita blanca en alguna parte y me quedo un rato allí.


13 septiembre 2006

Futuro

Esta noche me ha llamado por teléfono la madre de Sergio. Al parecer, ya ha comunicado a su familia la noticia de que prosigue sus estudios universitarios afrontando la superior de Telecomunicaciones. Por un instante he pensado que llamaba para reñirme porque, lo confieso, le he alentado para ello habida cuenta de sus facultades y de sus ganas por seguir estudiando pero no, para mi asombro la buena mujer ha llamado emocionada y agradecida.

La madre de Sergio sigue estando convencida de que detrás de muchos de los momentos más importantes de la vida de su hijo estoy yo, agazapado, alentándole incondicionalmente. Y si me puedo permitir reconocerlo sin rubor es porque mi labor se ha limitado a escuchar. Desde que conocí a Sergio con 9 años y me percaté de que allí había una inteligencia fuera de lo común sólo equiparable a las extraordinarias cualidades humanas que ha desarrollado con el tiempo no he hecho otra cosa que escucharle. Ese es el secreto. Él habla, yo escucho atentamente, ordeno las piezas y vuelvo a exponer lo que me acaba de decir y por alguna razón eso produce el curioso efecto de que se escuche a sí mismo. Es como si yo pusiera delante de él un espejo donde mirarse con cierta perspectiva (en todo caso, a veces, asomo la cabeza a un lado u otro del espejo para apostillar algo, para algo debe servir doblarle casi la edad a alguien, digo yo). Pero poco más. Y así hemos ido sorteando las dificultades, los problemas y los retos que han ido saliendo al paso a lo largo de los años. También hemos celebrado y saboreado los buenos momentos, los ratos felices, y entre medias hemos ido forjando una amistad inquebrantable en la que nos sentimos como hermanos el uno del otro.

Este verano hemos compartido muchas madrugadas de conversación. Empezaban con el visionado de una película de terror (por momentos me he sentido el Padre Karras, menuda selección!) y luego venía una larga charla que transitaba las horas cómplices de la madrugada y se prolongaba hasta casi el amanecer hablando de infinidad de cosas con esa intensidad, tranquilidad y confidencialidad que sólo proporciona la noche. Y allí fue donde me encontré, en el transcurso de una de esas veladas, entre comas y puntos y aparte, trocitos de piezas que, juntas, manifestaban el deseo entusiasmado de seguir estudiando. Yo sólo puse el pegamento y, como siempre, todo mi aliento y apoyo y hoy la decisión se ha materializado a los postres de la comida familiar.

Una noche, hará cosa de un mes y medio, el sonido del móvil me sobresaltó. Por la noche el móvil siempre sobresalta, porque suena más y porque suele presagiar malas noticias. Era Sergio. Como me conoce de sobra lo primero que hizo fue apresurarse a decir: "no pasa nada, tranquilo", se sonrió (por teléfono se ven las sonrisas) y dijo que estaba en la puerta. "¿Del portal?", pregunté yo. "No, de tu piso", respondió. Abrí la puerta y nos encontramos frente a frente con sendos teléfonos en la oreja. Le hice pasar, se sentó en el sofá, me senté frente a él y le pregunté el motivo de tan inesperada visita. Y ante mi asombro me dijo que venía a que le contara de una vez lo que me ocurría. Eso dijo: "quiero que me lo cuentes todo porque creo que ya es hora, no crees?". Me quedé de piedra, se supone que yo ejercía de hermano mayor y esas cosas. Vaya. Intenté escabullirme un poco al mismo tiempo que le restaba importancia diciéndole que no podía ayudarme, que era sólo una mala racha pasajera. Y entonces dijo: "¿y no es mejor saberlo aunque no pueda hacer nada a que me vaya sin hacer nada pero con la incertidumbre añadida de que algo pasa?".

Qué puñetero. Está visto que cuando uno es listo es listo para todo, leches.

Está bien, me dije, sea, no puede pasarle nada malo, ya no es un chaval. Y me puse a contarle lo que pasaba por mi cabeza y por mi corazón: que a veces pasan cosas que a uno se le apoderan o le desconciertan. Le hablé de la presencia y del peso de un dolor que no es físico, pero que duele igualmente. Y le hablé de la incertidumbre. Y del cansancio de luchar. Medí mis palabras con todo mi afecto cuidadoso de sus efectos pero ese mismo afecto y respeto hacia él me llevó a mostrarme sincero. Mentiría si dijera que me resultó difícil hablar. Nunca es difícil hablar con el corazón. Me escuchó muy atentamente y cuando terminé dejé caer una frase desenfadada para despejar un poco el ambiente. Por si acaso.

Cuando descubres que aquellas personas que siempre parecieron inmunes también se duelen y se rompen te desconciertas. Ellas fueron tu referencia en un momento determinado. Hay quien entonces se asusta, hay quien se hace el sueco y hay quien se da la vuelta porque ya no sirves para desempeñar el cometido que les llevó a tí. Nadie está obligado a nada. La noche que le conté a Sergio que a mí también me dolían las cosas se me quedó mirando un rato en silencio y entonces se puso en pie, se acercó, me izó por los hombros con su metro ochenta y cinco como si fuera de papel y me dio un abrazo muy largo. Y mientras escuchaba a su respiración mantener un pulso con la emoción me di cuenta, desconcertado y confortado, que los papeles que nos había tocado representar durante los años anteriores se habían intercambiado ese día. A la noche siguiente vimos "Saw II" con un par de coca-colas y los pelos de punta y hoy, Sergio ha dicho en casa que sigue estudiando. Me lo ha dicho su madre por teléfono. Y yo tan contento.


12 septiembre 2006

Retorno

Superman ReturnsVa una manía, que hay confianza: yo dejo pasar un tiempo antes de ver las películas nuevas, sobre todo si vienen con mucho condimento (es decir, si se habla mucho de ellas). Dejo que se posen un poco y cuando ya apenas se oye nada me entrego a ellas, virgen. Por eso cuando se estrenó "Superman returns" lo que hice para animar la espera fue retornar al anterior Superman, el de 1978. Lo mencioné en un post, un momento que lo miro a ver si lo encuentro. Sí, aquí está.

Pues ya ha llegado el momento.

Tenía yo mis miedos, fíjate, porque me preguntaba si la tarea de modernizar la figura de Supermán sería posible. Y es que seamos sinceros: en el firmamento de 2006 un tipo volando con disfraz y capa resulta bastante ridículo. Pues para mi sorpresa, tranquilidad y gozo, Bryan Singer lo ha conseguido aun cuando la estética de la película (de un eclecticismo muy curioso) no duda en recurrir a un look años 30, la década en la que surge el cómic, para mostrar la imaginería principal del mito: la fachada del "Daily Planet", con sus elementos art deco, o el vestuario y el peinado de Lois Lane, que bien podrían salir de una comedia de Gregory LaCava para la RKO. ¿Cómo consigue Singer modernizar al personaje entonces? Humanizándolo. Mucho. Este Supermán tiene corazón y sufre a fondo las pasiones humanas. Sus encuentros con Lois Lane vibran. Ese susurro de Lane al volver a abrazar al héroe al amparo de la noche tras tantos años ("Dios mío, no recordaba el calor que emanas") resulta conmovedor. A este Supermán se le quiere.

Hay un discurso autorreferencial constante que transcurre paralelo a la trama dirigido a hacer las delicias de las generaciones entraditas en años y que se concreta en escenas que, o bien son un calco exacto a modo de guiño de otras tantas que aparecen en el Supermán de Donner o bien las parodian. Ambas son deliciosas. Y remontándonos mucho más atrás en el tiempo, incluso llegamos a presenciar la reproducción literal en imagen de la mítica portada del número uno del cómic original de 1938.

Y hay otros dos elementos que me llaman poderosamente la atención. El primero de ellos tiene que ver con el montaje de las secuencias de acción. Me pregunto, ¿no está saltando por los aires la sintaxis cinematográfica? Me refiero a que se recurre a una pirotecnia visual de cambios de plano vertiginosos desde tropecientos ángulos cuyo deslumbramiento oculta la incoherencia del ensamblado entre planos imposibles (examínese la aparatosa secuencia en la que la amante de Lex Luthor pierde los frenos de su coche llevándose consigo cuanto encuentra a su paso por las populosas avenidas de Metrópolis).

Y luego la música. La pregunta es: ¿para qué hay un compositor? Y la respuesta es: para mostrar (si es que a estas alturas hacía falta) lo enorme que es John Williams. La labor del compositor, de cuyo nombre no es que no quiera acordarme, es que no me acuerdo, consiste en utilizar la memorable música que compusiera el maestro en 1978 y, ocasionalmente, aportar algo de propia cosecha. La cosecha da aquí dos frutos: nuevo material melódico o reorquestación del antiguo. Cuando ocurre lo primero es como si nos volviéramos sordos súbitamente: no se oye aun cuando suena, tan insustancial es. Lo segundo es especialmente interesante: la reorquestación del material de Williams decolora notablemente la textura tonal lo que viene a demostrar que Williams no sólo es un grandísimo compositor sino también un gigante de la orquestación.

Lo más importante de todo es que a este Supermán con corazón es imposible no quererlo. Eso a mí me ha tocado, mira.


11 septiembre 2006

Album



10 septiembre 2006

Tacto

"Hoy son las manos la memoria"

............................................................................(Pedro Salinas)


09 septiembre 2006

Casualidad

Partimos de dos supuestos:

Uno. Estoy en una sala de espera la tarde noche del viernes ojeando una revista científica donde pone que la Voyager II se aleja del sistema solar a la friolera velocidad de 15 kilómetros por segundo. Ese dato ya lo conozco pero siempre que lo recuerdo cierro los ojos y cuento varios segundos (uno, dos, tres...) y me da vértigo pensar en la distancia recorrida por la pequeña sonda. Pero estoy en la sala de espera contando segundos con los ojos cerrados (uno, dos, tres...) y antes de que me entre el vértigo suena el móvil. Belén. Plan de viernes por la noche. Antes era refractario a salidas de fin de semana pero me debo estar haciendo mayor porque ahora el ofrecimiento me parece de lo más estimulante. Vale. Quedamos.

Dos. Hay un tipo por ahí. Veintitantos años. Tiene un rasgo destacable. Habla. Habla mucho. Bueno, eso dicen, porque recuerdo que en un curso de seis sesiones que impartí hace tiempo le dije por seis veces "buenos días, qué tal" y por seis veces "adios, hasta la semana que viene" y él no abrió la boca.

Igual le dolía una muela.

Pero una vez abrió la boca para decir algo de una persona cercana a mí. Dijo que si un día a esa persona le pasaba algo malo lo celebraría con champán. Espero que el champán al menos fuera de marca buena porque lo debió tomar. Las personas a veces tienen mala suerte en la vida y lo pasan mal.

(La persona en cuestión era (es) mi hermano)

Creo que el tipo también toca las maracas, o algo. Habla mucho y toca las maracas.

Bien, partiendo de estos supuestos, salgamos por ahí el viernes por la noche.

Entramos en un chino (sí, ya he superado el repelús de la última indigestión). Acostumbrado a ir entre semana, este viernes por la noche hay algo que me llama la atención. Hay gente. Demasiada. Es curioso que a mí las aglomeraciones me incomoden cuando precisamente mi trabajo consiste en desnudarme emocionalmente delante de mucha gente y eso no me incomoda nada, no me produce ningún pudor. Pero de pie contemplando el rebosante restaurante me doy cuenta de que lejos de sentirme incómodo hasta le encuentro gusto a eso de sentarnos a una mesa rodeados de todas esas personas, con sus respectivos rollitos de primavera y sus respectivos rollitos de finales de verano. Realmente, me debo estar haciendo mayor.

A los pocos minutos de estar sentados a la mesa y mientras me llevo el vaso a la boca, una pareja se sienta a nuestro lado, única mesa que queda libre en todo el restaurante y mi sentido arácnido se pone a vibrar de inmediato. Miro de reojo. No puede ser. Suenan maracas. Cristo!, que diría Chinaski. Evito girar la cabeza y hago intención de hacerle una pregunta de confirmación a Belén que dispone de un ángulo de visión mejor pero sólo acierto a ésto:

-¿...

Porque para entonces Belén ya está haciendo con la cabeza ésto:

(ahora hay que imaginar un gesto de afirmación)

Decido tomarme la cosa con humor porque hace tiempo aprendí que el rencor sólo sirve para envenenarle a uno más. Y eso no. Allá cada cual con su conciencia, aunque la verdad es que esa frase hecha sólo sirve si el cual en cuestión tiene conciencia. En fin. Estaba en que decido tomarme la cosa con humor y sin bajar la voz exclamo:

-¿Pero es posible???

Y Belén se ríe. Al principio tapándose la boca por timidez pero luego abiertamente. Y yo me acuerdo de Bogart en "Casablanca" cuando está sentado a la mesa y dice aquello de "entre todos los tugurios del mundo ha tenido que elegir éste!". Y da un golpe con el vaso en la mesa que viene a sustituir a lo que los guionistas no se atrevieron a poner en 1942: "Joder!".

(Tócala, Sam. Ya sabes lo que no quiero oir: maracas)

Belén se sigue riendo. Me encanta cuando Belén se ríe a carcajadas.

Es muy raro todo. Hacía siglos que no salía un viernes por la noche a un sitio que no fuera la casa de unos amigos y de repente tengo al alcance de la mano al tipo del champán y las maracas, tan al alcance de la mano que si estirara esta mano derecha con la que estoy tecleando las oes, las pes, las eles y las comas de este post, amén de la barra espaciadora, le tocaría en el hombro. Y la Voyager II tan lejos (uno, dos, tres...) Sí, la verdad es que todo es muy extraño.

Terminamos la cena. La casualidad quiere que nos sirvan a ambas parejas a la vez el licorcito raro ese que dan en los restaurantes chinos y que yo nunca pruebo porque me sabe a colonia. Lo que suelo hacer para no hacer un feo es mojar los labios y luego los remojo en coca cola y listo. Nos ponen los minúsculos vasitos sobre la mesa y a mí se me ocurre decir:

-¿y si brindamos con champán???

A Belén le da la tos.

No, no brindamos con champán. Ni falta que hace. Belén dice que brindamos por nosotros y así lo hacemos. Y yo mojo los labios y luego pienso que si brindara por el tipo de las maracas que tengo al lado no sería para desearle nada malo, sino para que algún día le entrara un poquito de eso que se llama "humanidad". Y remojo los labios en coca cola.

Hace una noche extraordinaria y damos un largo paseo y acompaño a Belén a su casa pero encontramos un jardín nuevo (Belén me dice que lleva unos 3 años allí, el jardín, y yo me asombro y me repito que cada vez estoy más convencido de que desconozco por completo mi ciudad) y nos sentamos en un banco a hablar a media voz con el confortable susurro de los aspersores al fondo y el olor del césped. Y la luna arriba. Y hablamos mientras comemos caramelos de colores. Y nos dan las mil. Pero tan a gusto.

Yo guardo un mensaje de Belén en mi móvil desde hace muchos meses. A veces, cuando las noches son oscuras, enciendo la luz de la pantallita y leo: "Estaré siempre". Y me duermo más tranquilo.


08 septiembre 2006

Regalo

Esta tarde, mi amigo Javi me ha mirado a los ojos y me ha dicho lo mucho que significo para él, lo mucho que le importo; que nuestra amistad es un tesoro que no tiene precio y que conjuga en futuro. Que es un lugar de crecimiento continuo. Me ha dicho que está conmigo y estará siempre, a mi lado, muy cerca. Me ha dicho que si pudiera me daría la salud que me falta. Que me necesita. Y me ha dicho que me quiere mucho.

Y a mí se me han saltado las lágrimas.

A veces, las lágrimas ponen la palabra justa en la respuesta. Con Javi, hasta las lágrimas reconfortan.


07 septiembre 2006

Necesidad

A veces uno se emociona,
y se detiene...


Mañana inicio un periodo sabático de duración indeterminada.

Necesito salir del tiempo, olvidarme de la obligación de las horas, dejarlas pasar. Sentarme en la penumbra del salón escuchando el tic tac del reloj y mirar la manecilla del secundero dar vueltas y quedarme muy quieto. Necesito sentir que siento, qué siento, salirme al encuentro. Necesito sentirme y sentiros. Darme el placer de abrir un libro y leer una página impar a la luz amarilla de una tarde de otoño. Y dejarlo así. Contemplar la luz de Noviembre en una botella. Poner la mano derecha sobre el teclado y hacer sonar una tecla blanca y esperar a que el sonido se extinga.

Necesito perderme entre la gente, ver pasar a los escolares desde la ventana, dar los buenos días a la vecina que me sigue llamando José. Necesito llorar y llorarme. Necesito abrazaros y el refugio de vuestro abrazo (Raquel, Sergio, Ana y todos los nombres que representáis). Necesito creer que amar no pudo ser algo tan terrible. Y sonreir. Y reir. Necesito sentarme en mi planeta a ver 43 puestas de sol si es necesario sin que nadie me mire. Necesito la tranquilidad y cerrar los ojos un rato. Y escuchar la voz de mi corazón.

Necesito sentir en el rostro la lluvia de Octubre, aspirar el olor a tierra mojada y dejar el rastro de mis pasos en la nieve de Diciembre. Necesito estremecerme sintiendo el silencio de la nieve al caer y emocionarme con el verso que me escribas a las 3:15 de la madrugada en la blanca nieve de la pantalla. Necesito imaginar lo que se debe sentir cuando alguien te acaricia el rostro. Necesito silencio. Y el susurro. ...y la penumbra de no sentirme solo... Y daros las gracias, siempre. Necesito mirar mis cicatrices, las de dentro y las de fuera. Necesito disponer de tiempo para que las heridas duelan lo que tengan que doler y luego sanarlas. Necesito mirarme al espejo y reconocerme, y quererme. Y perdonarme. Necesito necesitarme.

Y os necesito.

Necesito todo eso y más si fuera necesario porque, si no, creo que me voy a morir.

Y no lo quiero. Y os quiero.


06 septiembre 2006

Pregunta



05 septiembre 2006

Resfriado

Pues al final he pillado un resfriado bien gordo. No sé si serán efectos residuales de la radiactividad o de los disgustos, o una combinación de ambos, pero el dato objetivo es que he pillado un resfriado notable. De hecho, escribo intermitentemente entre toses, estornudos y moquiteos que me hacen dejar de escribir para coger el pañuelo. Lo que pasa es que en el blog no se me oye. La que me oye es Mari que va por el pasillo con la balleta y a cada estornudo dice: "pues sí que lo has cogido bueno", o "vaya catarro, desde luego, hay que ver", o "a ver si me acuerdo que hay que comprar suavizante para la lavadora".

Yo cuando toso me doy mucha pena, sé que es absurdo pero así es, me doy mucha pena.

Ayer por la tarde estuve toda la tarde tirado por el sofá, moqueando y con la cabeza como un bombo. El típico abatimiento catarral. Me debí de quedar dormido y cuando abrí los ojos estaba en una posición tal que vi casi boca abajo un primer plano de Karmele Marchante vociferando. Dios, qué despertar. Debía vociferar porque se le ponían las cejas de punta pero el volumen de la tele estaba enmudecido.

Como eran cerca de las 8 de la tarde decidí armarme de valor y bajar a la farmacia a por Couldina. Por la calle debía hacer unos 73 grados (más o menos). Al entrar en la farmacia hacía unos 14 (más o menos). Lo mejor para el resfriado. Fui al grano: "Couldina". Pero a continuación me asaltó una duda importante y le pregunté al farmacéutico si era la Couldina la que ponía de mala leche o si eso pasaba con el Frenadol porque entonces la Couldina era la que ponía tristón. Y lo que faltaba. Esto de los efectos secundarios es muy raro. Lo que no entiendo es por qué cuando expreso esos temores la gente se sonríe, véase si no la expresión del farmacéutico. Es como cuando te dicen: "pero hombre, dónde te has pillado un resfriado así" y yo contesto: "es la radiactividad y el disgusto". Y se sonríen.

La gente no me comprende. Yo a la gente tampoco.

(Mari dice que se va, que hasta mañana, que menudo catarro, que tome vitamina C, que eso, ya sabes, sigue su proceso, a ver si me acuerdo del suavizante para la lavadora, dice. Hasta mañana, Mari)

Estábamos en la farmacia. La Couldina. El farmacéutico me miró fijamente y me dijo: "¿emejota, te duele un poco la cabeza, a que sí?" Y yo le respondí: "un poco, sí". "Pues trae", dijo, y ante mi asombro, dejó la caja de Couldina encima del mostrador y me cogio con las manos de las muñecas y empezó a dar un masaje extraño con los pulgares. Al principio era un poco incómodo porque me estaba mirando fijamente a un palmo de distancia y yo me hice un poco el distraído mirando un poco a la derecha y un poco a la izquierda. A la derecha había un expositor de preservativos. Ponía algo de fresa. A la izquierda había un montón de cepillos de dientes de complicadísimas formas aerodinámicas.

Pero de repente, de verdad, de verdad que pasó, el dolor de cabeza empezó a desinflarse, como si fuera un globo, y una sensación de cierto bienestar se fue apoderando de mí. Me pareció lo más honesto mirar de frente al farmacéutico, a fin de cuentas el hombre vela por mi salud desde que tengo 10 años y al pensar eso casi me emocioné y todo, y entonces me dijo: "¿a que ahora ya te duele menos?" Y yo: "pues sí" (léase con tono de cierto estupor en mi voz). Y él: "claro, me lo has pasado a mí". Y entonces me sentí desconcertado y hasta culpable, oye. Pero el hombre sonreía, satisfecho.

Hoy estoy un poco mejor así que podré asistir a una reunión que tengo a las 4. Es importante que esté mejor y que pueda ir a la reunión porque además de llevar alivio a alguien, que de eso es de lo que se trata, espero no pasarle el resfriado de regalo.

La Couldina no pone de mala leche, eso debe ser con el Frenadol. La Couldina vale 5 euros con 50.


03 septiembre 2006

Efecto

Para qué negarlo: desde la madrugada del viernes me siento triste por algo que venía del jueves por la tarde.

(soy de efectos retardados)

Y no sé si tendrá que ver algo ese disgusto pero desde entonces me suben unas décimas de fiebre por la tarde.
Y las mañanas, y las tardes y las noches se hacen especialmente largas.

Al menos me siento tranquilo.

(pero entristecido)

Así que el horno no está para blogs.

(hoy no)


02 septiembre 2006

Septiembre

Septiembre es un otoño de membrillo en una cesta de mimbre.


01 septiembre 2006

Padre

Kevin Arnold ha sido padre.
La noticia saltó a la prensa y fue toda una sorpresa aunque ya nos lo avisó él mismo al final del episodio 115: que de mayor se casaría y tendría un hijo. Lo que no sabíamos es que sería niño, que se llamaría Oliver y que nacería el 5 de Agosto de 2006. También nos dijo que, para entonces, Winnie Cooper sólo sería un recuerdo dulce fijado para siempre en aquellos maravillosos años de la infancia. Vamos, que se iba a casar con otra. Cuando lo anunció se nos encogió un poco el corazón, la verdad, después de haber asistido a 115 ternuras, besos y afectos, encuentros y desencuentros. Luego hubo un fundido en negro y apareció en los créditos, por última vez, la tarjeta de visita del mago: Bob Brush, producción ejecutiva, y entonces se nos escapó un suspiro. Ay. Ahora Kevin Arnold ha sido padre. Aquel chaval que soportaba largos primeros planos subrayando asombrosamente con el rostro las emociones que dictaba la voz en off ya tiene 30 años y ha hecho muchas cosas desde aquel episodio 115. Se licenció en la Universidad de Stanford, se casó con su amor de la niñez, Jennifer Stone y cuando hizo sus pinitos tras la cámara invitó a la verdadera Winnie Cooper, Danica McKellar, para que apareciera fugazmente en un episodio de la igualmente fugaz sit-com "Working". Eso también nos lo había advertido: que Winnie Cooper y él no se casarían pero que tan amigos de por vida.

Cómo pasa el tiempo: este post es una voz en off que recuerda aquellos maravillosos años en los que nos emocionábamos viendo "Aquellos maravillosos años". Del episodio piloto va a hacer pronto la friolera de 20 años y yo recuerdo perfectamente su primer visionado, muchas veces después revivido, con esa preciosa fotografía que captaba a la perfección la atmósfera de un verano de finales de los 60 en la cocina de una familia de clase media. A partir de ahí vendrían los monosílabos gruñones de Jack Arnold, la confortable presencia de Norma Arnold, y Karen, Wayne, los Bosques de Harper, Joe Cocker, Paul Pfeiffer, el señor Collins (implacable e inolvidable profesor de matemáticas que se marchó a los sones de Linda Ronstadt, "Good bye, my friend"), la señorita White, Judy Collins, el coche familiar y así todo el rato.

Fred Savage ha tenido un hijo porque sigue siendo Kevin Arnold y ya avisó que eso iba a pasar. Luego pusieron unos anuncios.


Etiquetas: