Fin de mes
Quizá tengas razón y Julio siga siendo una bandada de pájaros.
(pero ya no importa)
(tanto)
(...)
... "La Idea del Norte" es en sí misma una excusa, una oportunidad para examinar esa condición de soledad que ni es exclusiva del Norte ni de los que van hacia allí, pero que quizá sí aparezca con un poco más de claridad en quienes hayan hecho, aunque sólo sea en su imaginación, el viaje hacia el Norte.
(Glenn Gould, "La Idea del Norte", 1967)
Quizá tengas razón y Julio siga siendo una bandada de pájaros.
(pero ya no importa)
(tanto)
(...)
El verano pasado puse en el atril una de las "Goyescas" de Granados al volver a escucharla en la entrega de premios del Concurso Internacional de Piano de Santander. Me gustaría aprovechar estos días para anotar algunos aspectos de esta pieza, joya donde las haya, ahora que la he vuelto a escuchar con los ojos así que, de momento, recupero del archivo el post que escribí en su día, le quito el polvo y lo pongo aquí (click) para ir haciendo memoria.
No es muy común en un blog que un post trate sobre los comentarios de otro post pero eso es justamente lo que voy a hacer hoy. Me gustaría referirme a los comentarios que ha recibido el post de ayer y que, a diferencia de lo que ocurre en esta pantalla, pueden leerse de tirón al final del texto correspondiente haciendo click
Ya estoy aquí otra vez. Ahora aquí es mi casa, el hotel ya no. Y ahora viene lo de la avería. Primero se ha averiado mi ordenador portátil. Luego me he averiado yo.
El infierno existe y está en el andén principal de la estación subterránea de Paseo de Gracia de Barcelona. Hoy recogen los medios locales que en el andén hay 34.4 grados húmedos y mal ventilados y que luego entras a los vagones del tren y súbitamente la cosa baja a veintitantos. Yo conozco bien ese infierno. Bajas las escaleras y te adentras en un tunel que es un horno. Es horroroso. Hace unos años, un mediodía de sábado de finales de Julio, sudando por todos los poros del cuerpo y suplicando que el puto tren llegara YA ví con asombro que en el andén de enfrente estaba Eduardo Punset sentado con cara infinitamente triste, maletín negro de los de médico de antes y enfundado en una gabardina marrón. Necesité un Aquarius de la máquina expendedora de bebidas y entonces vino un tren que barrió la imagen de Punset. Cuando el tren arrancó, un minuto después, el andén estaba vacío. El Aquarius era de naranja.
Pocos placeres hay comparables a flotar boca arriba sobre la superficie del mar haciéndote el muerto. El mar te mece suavemente, arriba y abajo, y la vista se pierde en el azul infinito del cielo. Si te haces el muerto boca arriba sobre la superficie mansa del mar y de pronto recuerdas que el Mediterráneo está invadido por medusas, te sacude un calambre que te hace perder la línea de flotación y como que ya no sientes tanto placer. Los lugareños aseguran (yo diría que hasta se jactan) de no haber visto una medusa en todo el verano. Que así sea, sobre todo que dure, porque no quiero ni pensar la reacción que mi desastroso sistema inmunológico tendría ante la picadura de un bichejo de esos.
Ya estoy aquí aunque, bien pensado, una de las cosas que tiene Internet es que estés donde estés siempre es aquí. Ahora, aquí es un hotel que ha resultado tener zona Wi-Fi en la planta baja. Y escribo letras que aparecerán en pantalla igual pero que salen de otro ordenador, el portátil, y lo hacen suavemente, porque las teclas del portátil son muy blanditas. Estoy sentado ante una mesa azul. A mi izquierda estoy viendo el mar y a mi derecha, unos metros más adelante, una recepcionista joven y muy morena me observa y me sonríe cuando levanto la vista del teclado y le dirijo la mirada. (También le sonrío)
Me pareció oir tus pasos por aquí, Pítiri. Encontraste enseguida la puerta. Bienvenido a "La Idea del Norte". Estás en tu casa.
He empezado a hacer la maleta porque este año sí que me voy de vacaciones. La madrugada del domingo al lunes. Me voy al mar con mi hermano. Nada, cuatro o cinco días pero oye, al menos cuatro o cinco días. Me llevo el portátil por si puedo asomarme por aquí a saludar pero todo depende de la conexión... y del mar. Es tal la fascinación que ejerce el mar sobre mí que una de dos: o entro en un estado contemplativo que pone un calderón encima del compás o me inspira (otra cosa es saber qué me inspira). Con el mar se puede intimar sólo en un instante determinado del atardecer, a veces más pronto, a veces más tarde. Hay que esperar con atención hasta que la luz, el color y los reflejos avisan a los sentidos formando un acorde perfecto escrito en el filo de la línea del horizonte. Voy con la esperanza de encontrarlo.
(Diario del 16/XI/2004)
Esta mañana ha caído una fuerte tormenta y como a Sergio le encantan las tormentas fuertes (a su madre le aterran) me ha escrito un sms diciéndome que estaba cayendo una gozada de tormenta pero que su madre estaba negra. Después ha añadido "jeje". Ahora vuelve a caer una fuerte tormenta así que imagino a Sergio contemplando el espectáculo desde la ventana (y a su madre negra). Igual le mando un sms.
La figura del intérprete humanista es una especie en extinción. Hoy en día hay pianistas, violinistas y demás -istas que tocan muy pero que muy bien.
Mira si soy hombre de costumbres que yo ceno los sábados con Ana Mª y Manolo desde el verano de... ¡1983!. Tenía 13 años. No recuerdo muy bien qué me llevó a aparecer por su casa pero sí que me acuerdo que ponían en la tele "El planeta imaginario" y entonces me aprendí la 1ª Arabesca de Debussy porque esa era su sintonía y la tocaba en el blando teclado del Yamaha vertical de Ana Mª. La toqué ni sé las veces y la gente decía: "anda mira, la música del Planeta Imaginario". Con los años toqué otras cosas aunque nunca terminamos hasta el gorro del todo de la Arabesca y ahora ya no toco nada: voy directamente a la mesa porque siempre llego con la hora justa. Sin embargo, el otro día la volví a tocar y nos quedamos un poco mudos, yo creo que porque nos dimos cuenta que han pasado ni más ni menos que 23 años y la Arabesca de Debussy sigue tan fresca pero nosotros no.
Ivo Pogorelich (Belgrado, 1958) irrumpió en la escena internacional a principios de los 80. Tenía 22 años cuando el jurado del Concurso Chopin decidió no darle el primer premio y, mira por dónde, fue lo mejor que le pudo pasar porque entonces Martha Argerich, miembro del jurado en aquella ocasión, puso sus bemoles encima de la mesa diciendo que si no se lo daban iba a tener que repartir un par de corcheas con cada mano, la derecha y la izquierda. "Es un genio", sentenció la Argerich airada cual Reina de la Noche que es, y ese amadrinamiento propició el impulso que Pogorelich necesitaba para que los escenarios le abrieran las puertas y le permitieran demostrar lo mucho que llevaba dentro.
Marcamos este día con una piedra blanca y escribimos en la pared "17:50", que es la hora en la que ha sonado el teléfono desde algún lugar lejano, aunque seguro que esa hora no se nos olvidará nunca.
Esto iba por la noche pero es que el blog se cayó un rato, o se fue a dar una vuelta. Como yo. Porque eso es lo que iba a poner aquí ayer por la noche, que fui a dar una vuelta. Sólo eso. Es lo que tiene el verano, que pasan cosas así, sin más, y tan contentos oiga. Y es que ayer al caer la tarde empezó a soplar una brisilla fresquita a la que el termómetro del otro lado de la calle hizo caso inmediato rebajando la fiebre de sus dígitos al rojo. Y después de estos días de calor es-pan-to-so, me apeteció salir a dar una vuelta para estirar las piernas después de cenar. Llamé por el móvil a Belén con la voz de siempre, que es más o menos así:
Tengo delante de mí una carta. No es una carta cualquiera. Para empezar, ha tardado 4 años en llegar y contiene noticias en primera persona sobre alguien de quien me dije en su momento que no quería volver a saber aunque en realidad no haya pasado un solo día (ni uno siquiera), por la mañana, a mediodía, por la tarde y por la noche, en primavera, verano, otoño e invierno, que no haya dejado de preguntarme "¿qué es de tí?". Soy muy contradictorio.
El señor Joaquín Navarro-Valls, portavoz Vaticano, ha hecho una cosa un poco fea a bordo del avión que traía al Papa a Valencia. Cuando los periodistas le han preguntado a varios miles de metros del suelo (lugar de lo más adecuado, dadas las circunstancias) su opinión sobre la decisión del Presidente del Gobierno de no asistir a la misa de mañana, el señor Navarro-Valls no ha dicho si le parecía bien o si le parecía mal, que eso era lo que querían saber los periodistas; en realidad, como es muy habilidoso con la lengua y no había mucho que hacer en el avión, lo ha dicho más largo y con mayor (y mala) intención al hacer un ejercicio de memoria histórica y responder: "Mire usted, cuando estuvimos en Nicaragua, Daniel Ortega acudió a la misa del Santo Padre; cuando estuvimos en Cuba, el propio Fidel Castro acudió a la misa e incluso cuando estuvimos en Polonia en la etapa comunista, el general Jaruzelski también acudió".
Esta tarde, concretamente a las 16:46, he recibido por parte del coordinador general cultural municipal el correo electrónico de acuse de recibo de la invitación que le hice llegar con motivo de la celebración del Ciclo de Música de Cámara que tuvo lugar... en Octubre del año pasado. Pero lo más divertido de todo (sí, divertido, a estas alturas tomémoslo con humor) ha sido el hecho mismo del acuse de recibo. Quiero decir que si yo soy el jefazo del asunto cultural y 10 meses después se me ocurre abrir el ordenador (los jefazos están muy ocupados para abrir el ordenador de la oficina, seamos comprensivos) y me sale una ventanita diciendo que el remitente ha solicitado confirmación de lectura del mensaje y usted verá si le digo que sí o no le digo nada, que para eso usted es el jefazo, pues lo lógico es darle al botón del "no", siquiera para no quedar en evidencia. No sé, últimamente estoy algo confuso porque me pasan cosas, como ésta de las 16:46, que lo mismo me podían cabrear mucho que enternecerme profundamente. Qué lío.
¿Se puede desarrollar una idea musical confiriéndole un nuevo sentido con una mínima transformación de su identidad original? Interesante cuestión y no menos interesante reto. La respuesta es que sí, que se puede. Un ejemplo extremo nos lo brinda Johannes Brahms en el primer movimiento de su Trío para clarinete, cello y piano Op. 114. Compárese el dibujo sobre el pentagrama del tema principal, que suena a cargo del cello:
Si me pongo a largar las cosas que en este momento me gustaría contar se va a fundir el teclado y me va a subir la tensión, así que mejor lo dejo. Mira que me da rabia pero cuando más tengo que decir, sobre todo según qué cosas, me suele dar ansiedad. O pereza. O qué se yo. Así que voy a replantear el post y a vuelta de punto y aparte sólo diré ésto: