Cobijo
(el post de hoy está en los comentarios)
... "La Idea del Norte" es en sí misma una excusa, una oportunidad para examinar esa condición de soledad que ni es exclusiva del Norte ni de los que van hacia allí, pero que quizá sí aparezca con un poco más de claridad en quienes hayan hecho, aunque sólo sea en su imaginación, el viaje hacia el Norte.
(Glenn Gould, "La Idea del Norte", 1967)
Esta mañana me ha pillado Mari con las manos en la masa en un momento muy íntimo pero todo tiene su explicación.
Hay obras que te atrapan, provocan una honda conmoción y, quizá, hasta te transforman. En esa tesitura privilegiada transcurre "Padre e hijo" (2003), de Aleksandr Sokurov, segunda entrega de su trilogía sobre las relaciones humanas.
-Hay dos tipos de personas: los que son capaces de abrir su corazón a los demás y los que no. Tú te cuentas entre los primeros. Puedes abrir tu corazón siempre y cuando quieras hacerlo.
-¿Y qué sucede cuando lo abres?
-Que te curas.Haruki Murakami ("Tokio Blues")
Etiquetas: Murakami
Va una confidencia, que a estas alturas hay confianza: cuando voy a comprar un libro que he esperado largamente y en el que he puesto muchas esperanzas, hago que me lo envuelvan. Por supuesto disimulo diciendo que es para regalar y para darle el toque de verosimilitud definitivo añado aquello de "quíteme el precio, por favor" (luego en casa le quito la pegatina de "Felicidades" porque me hace sentirme un poco culpable). En realidad tampoco estoy faltando del todo a la verdad: lo voy a regalar, más concretamente me lo voy a regalar. Pues eso.
Las personas decimos más con los silencios que con las palabras. Voluntarios e involuntarios, silencios al fin y al cabo, todos proyectamos a lo largo del día infinidad de sombras de palabras y multitud de pensamientos que se ocultan tras un eclipse de gesto. Yo recopilo todos esos silencios en una cajita y luego aprovecho la madrugada, cuando nadie dice nada, para poder escucharlos. Y entonces quizá puedas terminar de perfilar un contorno difuso, o pasar un paño al vaho del cristal de una duda. En ocasiones lo silencios pueden traer una revelación inesperada o el latido de un presentimiento; otras veces son brumas de un eco lejano, o el reflejo de imágenes que se adivinan cerrando los ojos. Hay noches en las que por un instante crees poder rozar con los dedos el calor de un secreto o sentarte a la lumbre reconfortante de un placer ajeno que te estremece. A veces el corazón se te anuda en la garganta y de una manera profunda sientes, y asientes, silente.
Hay un buzón abajo en el portal que me tiene intrigadísimo. Hasta tal punto que me parece que le voy a escribir una carta. Una carta es la excusa perfecta para poder estar dentro un rato y echar un vistazo. Y quién sabe si igual hasta me contestan. Creo que voy a hacer eso, sí.
"Notó que ya era un extraño en ella. Se movía por el pasillo como un intruso y se asomaba a sus habitaciones como un merodeador (...) Una vez recogida la ropa, decidió desayunar en esa casa, pues en la de Manuel no había encontrado nada que no estuviera pasado de fecha. También aquí, los objetos domésticos, que hasta hacía poco le habían sido tan familiares, se le revelaron con un punto de extrañeza. El solo hecho de llevarse una taza a los labios implicaba una trasgresión, porque ya no eran suyas las tazas ni los vasos ni los tenedores, o lo eran, en todo caso, de su fantasma. Sugestionado por aquella idea, se bebió el café y se tomó las galletas como lo habría hecho un espectro (...) Dejó de nuevo las llaves debajo del felpudo y se despidió de sí mismo diciendo un adiós pronunciado en voz baja".Se despidió de sí mismo diciendo un adiós pronunciado en voz baja. No me digas que no es una frase admirable. Cuando un párrafo tiene suerte de que una frase lo culmine de esa manera yo suelo dejar de leer, cierro el libro y para celebrarlo, no sé, me levanto y miro por la ventana o doy una vuelta por el pasillo. Y luego vuelvo, a ver qué más pasa.
"La mujer subió al piso de arriba. Durante los minutos siguientes, Julio la escuchó ir de un lado a otro. Resultaba imposible averiguar qué hacía con aquel ir y venir, pero los ruidos que producía eran los pensamientos de esa casa. Y aquella casa pensaba de manera confusa. Más que ideas, producía obsesiones. El discurso terminó con una descarga de la cisterna que sonó en el salón como si los desagües estuvieran al descubierto".Y tampoco puede faltar esa habilidad de Millás para encontrar la singularidad en lo cotidiano. Millas convierte los cuartos de baño, los taxis y los teléfonos móviles en territorios repletos de misterios por explorar:
"En las paredes del cuarto de baño quedaban aún restos de la condensación del vapor de la ducha, recientemente utilizada. Se asomó a la bañera con las precauciones con las que se habría asomado a sí mismo y luego comprobó la humedad de las toallas recién usadas empapándose de aquella domesticidad sorprendentemente extraña, puesto que era idéntica a la de cualquiera"."Laura y Julio" son el pretexto que nos pone Millás para jugar una vez más -pero mejor- a lo que le gusta, que es salir y entrar, pasar de un lado del espejo al otro y, a veces, observar los dos lados de las cosas desde la misma línea que los separa. En esta novela deliciosamente inquietante, los maridos acompañan a sus mujeres al ginecólogo, en la sala de espera descubren que los libros de los estantes son de mentira y se preguntan si el médico también será de mentira antes de que se les comunique que el embarazo de su señora es falso; los padres se ganan la vida construyendo casas de verdad y los hijos construyéndolas de mentira (Julio es maquetista y decorador de cine) y a los postres de la cena de fin de año ambos se ponen a jugar al Monopoly para levantar imperios urbanísticos con dinero de plástico. Y conforme se despliegan las páginas del mapa de este mundo de paralelismos, imágenes reflejadas e imposturas, descubrimos que en él tienen cabida mecanismos de una lógica caprichosa:
"No había cogido nunca en brazos a una criatura, de modo que le sorprendió lo liviana que era. Más aún, gozaba de un peso inverso, pues cuando la tuvo junto a su pecho sintió que, más que andar, flotaba por el salón y por las escaleras. Sólo tras depositarla en la cama volvió a sentir sobre su cuerpo la acción de la fuerza de la gravedad".A Millás le escucho por la radio algunas tardes y aunque su boca tiene amnesia de las erres siempre dice cosas interesantes hasta que se pone a leer micro-relatos ante el micrófono. Y es que Millás escribe muy bien pero lee fatal. Visto lo visto, cara y cruz, anverso y reverso (doble verso), quizá eso sea lo propio.
Para m, "nada" es el resultado de la suma de 362 palabras. Casi un año de palabras.
EMEJOTA: Buenas noches y felicidades por los 500 posts.
Los probadores de las tiendas de ropa me dan muchísima pena. Yo no sé si eso es muy normal pero, por si acaso, un día se lo pregunté a mi psicóloga y me sonrió de manera tierna y dijo: ¡Cómo eres!. Y yo le contesté que justamente para responder a eso estaba allí sentado y ella se rió aún más.
Hoy se me ha hecho un poco tarde para el paseo que doy a diario pero eso no le ha afectado porque conocido es que tengo un concepto walseriano del paseo (recuérdese aquí). No había prisa. Al volver a casa he oído el timbre del teléfono justo cuando me disponía a introducir la llave por la cerradura y me he apresurado a descolgarlo porque he mirado la hora y me he dicho: mi abuela. Mi abuela llama puntualmente tres veces al día: por la mañana, después de comer y a la hora de cenar. Y si tardas cinco tonos en descolgar el auricular lo primero que oyes es:
Querida Maite:
A veces, sin que ello obedezca a una causa determinada, me quedo sin palabras y me recluyo en mí mismo. En esos casos puedo escribir (y no siempre) pero me cuesta pronunciar más palabras que las imprescindibles, casi siempre reducidas a monosílabos. En ocasiones el ánimo se ve afectado, otras no. Reconozco cuándo va a pasar, los síntomas, ya sea el día de antes o en los instantes previos, mientras cuidas del sobrino porque no ha ido a la guardería o vuelves de comprar el periódico o, simplemente, estás viendo la televisión; los reconozco e intento, muchas veces inútilmente, buscar una causa, una emoción o un acontecimiento que los justifique antes de adentrarme, momentáneamente, en un estado de estupor. Es como si te sobrecogiera algo que ha sucedido pero que, sin embargo, en realidad no ha sucedido. Es extraño pero a veces ocurre, y de nada sirve ofrecer resistencia a ello. Viene y luego pasa. Inmerso en uno de esos paréntesis, he ido a encontrarme a mí mismo en la página de un libro esta tarde, a la mitad de una frase:
Hxy xxxxndo entr xxxxxxxxxhaxxos árboles d xxxxfxxxx . Y omo est c xxxxxxxxxxxin , sint xxue se iba xsvan ciend al fondo , y al atrav s r xxxxxxxxxxxxxxxxxxxl te r de hojas dorad xxxx el suel , xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxodavxx hum xo. Ccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccc si pccc , cccndo me decí xxxxxxxxxxxla bufanda or xxxxxxxxxarganta q e cogerás otra vez anginxs". Pero aún así, tod s ccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccccc, xxxxxxxxxxxxxnces y las ramas bajxxxxxxxxxxxxx, desp xxxxxxxxxxxxxinm rs en aqu l xxxxxxxxxxxxxxxxxxue , vxxxxxxxx por qu , paradxxica xnte al tomar conciencia del paisaje en su aparente invisibilidad, de ma r xxue xxxxías mi xndo al pasar p r entre todas aqu llas s xxxxxxxxxxque otros días te contemplaban ante tu más absoluta indiferencia.
"...quién cada nueve de Noviembre, como siempre sin tarjeta, la mandaba un ramito de violetas..."
Algo no encaja.
¿Cómo hacer para lucir una idea musical de la que te sientes especialmente satisfecho? Pues colocarla allí donde nadie la espera.
"Nada ni nadie puede impedir que sufran,
Si hay algo que me da grima son los políticos. Todos. Fíjate si me dan que en el medio millar de textos que contiene este blog nunca he hablado de ellos (bueno, he hablado del Concejal pero eso es grima aparte) y ahora que se me ha ocurrido hacer una pequeña anotación al respecto me estoy empezando a arrepentir. ¿Qué hago entonces? ¿Borro o sigo? Es que tengo una duda, es más que nada por eso: resulta que el otro día hubo elecciones en Cataluña y ganó uno y perdieron tres. Bueno, más o menos, que ya digo que a mí el tema como que me da cosa. El caso es que acaban de anunciar que el que ganó no va a gobernar y que los tres que perdieron sí porque han sumado los puntos. Y digo yo si eso es muy normal. ¿Para qué sirven entonces las elecciones? Porque si los políticos son los representantes del pueblo y el pueblo designa una cosa y luego los políticos hacen al revés de lo que se les ha dicho ya me dirás.
Sí, tienes razón en tu carta: "en el horizonte no se puede escribir aunque la línea sea perfecta", ni siquiera podemos anotar que esa misma frase es, de por sí, un perfecto verso. La distancia más corta entre un verso y un beso es un espacio en blanco en donde hay barcos que viajan en botellas y permanecen navegando siempre, sí. También hay alfabetos hechos de una sola letra. De eso trata todo. Tienes razón.
Ayer fue el cumpleaños de mi madre y resolví un misterio que me tenía intrigado hace tiempo. Resulta que sus hijos le hacemos llegar una docena de rosas rojas todos los años pero en el florero del salón aparecen once. Todos los años. Y este no ha sido una excepción: le estaba dando dos besos por la mañana y de refilón reparé en el ramo y mientras ella atendía una llamada de felicitación me apresuré a contar: once. Por un momento llegué a pensar que el de la floristería era supersticioso con el número doce o que tenía problemas para llevar las cuentas pero fue colgar el teléfono y decirme lo que había hecho por la mañana hasta ese momento cuando lo entendí todo. Cuando el de la floristería le entrega todos los años el ramo de rosas rojas a primera hora de la mañana con la tarjetita identificativa, mi madre las pone en agua en un jarrón, el jarrón lo coloca en el lugar más visible de la casa y luego coge una y se va al cementerio a dejarla en la tumba de mi padre. No me lo dijo ella pero no hizo falta. "He estado en el cementerio al punto de la mañana", dijo con tono despreocupado porque por estas fechas lo normal es ir al cementerio. Y entonces até cabos. Y me pareció un gesto conmovedor, para qué negarlo, pero creo que sobre todo por su connotación íntima, secreta y discreta. A mí es que ese desfile de auténticos mamotretos florales que lleva la gente con indisimulada ostentación mientras mira a los de la tumba de al lado siempre me ha parecido algo obsceno. Pues mi madre lleva una rosa roja, al punto de la mañana, es lo primero que hace todos los años cuando recibe la docena de rosas rojas que sus hijos le regalan por su cumpleaños. No sé lo que pensará cuando lo haga, los recuerdos que pasarán por su cabeza, si la depositará en un gesto rápido o si lo hará con un cuidado y un mimo seguramente cargado de intenciones. Pero en el florero del salón ayer había once rosas rojas y un misterio resuelto.