Dosis
Este lunes toca la segunda dosis del elixir 2.0 pero antes tengo que comparecer ante el médico para declarar qué ha pasado durante este tiempo. Igual que cuando en la tele dicen que fulanito tendrá que comparecer en los juzgados cada quince días. Eso dijo el médico: antes de ponerte la segunda inyección pásate por aquí y me cuentas a ver qué tal por si acaso. Y yo: ¿por si acaso qué? Y él: no, nada, por si acaso. Y yo: (mmm). Se supone que debería haber apuntado en un papel los cambios habidos estos días pero eso me dio pereza desde el mismo momento que sugirió semejante cosa absurda, a quién se le ocurre, cómo me voy a poner a escribir cosas como "día 3: hoy duele menos; día 6: hoy no duele; día 8: hoy he amanecido con la cara fosforescente y con siete dedos en la mano derecha, preguntarle al médico por si es algún efecto secundario". No, yo no apunto; para apuntar, el blog. Como si uno no tuviera memoria para decirle a los quince días cómo se ha ido encontrando.
Mañana le diré que bien pero raro. Bien porque es evidente (ya me ves) y no tengo dolor (o casi nada) y voy y vengo y eso. Lo de raro es porque desde hace unos días ya ha empezado a asomar la patita la cosa esta de la ansiedad que se presenta sin avisar y sin un motivo que justifique su presencia. Y eso, de confirmarse, me descolocaría y aún me produciría más ansiedad. Es un misterio que, por lo que vengo observando, empieza a traer de cabeza a los médicos de todo el mundo y a los laboratorios: por qué un anticuerpo dirigido a tratar un proceso degenerativo de las articulaciones termina causando problemas de ansiedad de manera generalizada de tal forma que los pacientes, al cabo de un tiempo, terminan tomando ansiolíticos a diario. A mí me preocupan dos cosas: la ansiedad en sí porque no te deja parar y, paradójicamente, te paraliza. Quiero decir que no te centras, ni te concentras; te descentras. Pero lo segundo que me preocupa es que me da a mí que los médicos empiezan a ver como lugar común, como algo de lo más normal, que un enfermo reumático tenga que incorporar a su dieta ansiolíticos y, para colmo, por un problema añadido inducido por lo que debería ser un remedio. Sí, ya sé que suena a lío. Pero si a tí te parece complicado al leerlo imagina a mí al escribirlo y padecerlo.
Por eso tengo que decirle al médico que bien y raro al mismo tiempo. Y va a decir entonces (como si lo viera) que me ponga la segunda dosis del elixir 2.0 porque no se ha producido ninguna mutación de laboratorio de película de terror y que tome ansiolíticos y hasta dentro de quince días, buenos días. Todo es un poco más complicado de lo que parece pero al menos no duele, o va doliendo menos, mucho menos, ya sólo es un murmullo. Existe un murmullo de dolor del que sólo te das cuenta cuando se hace el silencio del bienestar.




El cisma que ha tenido lugar en el asunto de la alta definición va a traer un cisco mayor de lo que la gente cree. Hay quien dice que ya estamos otra vez como en los ochenta, cuando el vídeo doméstico hablaba dos idiomas, VHS o Beta, pero se equivocan. Ahora es peor. Porque antes entrabas a la tienda a comprarte "Los Goonies", por ejemplo, y si tenías Beta te la comprabas en Beta y si tenías VHS pues te la comprabas en VHS. Pero ahora no. Porque ahora las distribuidoras se han alistado en uno u otro bando, HD-DVD o Blu-ray (con la excepción de dos que no se sabe todavía si están en jornada de reflexión antes de votar o si son de los chaqueteros) y eso quiere decir que dentro de poco, antes de lo que creemos, iremos a la tienda a comprar, qué se yo, Spiderman 5, y nos daremos de narices con un fundido en negro. ¿Se ha agotado la peli? No, sencillamente es que ha salido sólo en el formato que tú no tienes en casa. Así que, lo dicho, la cosa es más problemática de lo que parece.
Hoy es el día del libro. Mañana ya no pero yo seguiré, como desde hace cuatro meses, sin querer salir de uno, "Kafka en la orilla", de Haruki Murakami. Fue llegar a la página 584, posar la vista en el punto final y, como si despertara de un trance, me dije a mí mismo que no quería salir de allí. A veces recorres una obra y a la salida sientes que algo ha cambiado dentro de tí. Lo de "Kafka en la orilla" es un fogonazo, una experiencia difícilmente expresable: caes en las redes de ese hipnotizador de la palabra que es Murakami (prestidigitador de la primera persona del singular y del tiempo presente) y, como acertadamente afirmaba Rodrigo Fresán, tienes que entregarte totalmente; es necesario hacerlo, tienes que vencer toda resistencia para poder sumergirte en ese universo en el que la realidad y lo fantástico son como dos transparencias que se superponen. No hay que hacer preguntas a este libro, no hace falta: él te dará todas las respuestas.


Pues a mí me ha dejado mosca, qué quieres que te diga. Resulta que cuando Miguel Angel Valdivieso murió, su viuda recibió una sentida nota de Woody Allen reconociendo el trabajo de su marido como doblador de sus películas. Y a mí ese gesto siempre me gustó porque, realmente, Valdivieso era grande. También era C3PO, por cierto. Y más. Pero sobre todo re-creó con su voz la personalidad del Woody Allen de "Annie Hall" y demás películas de esa época.
Este mediodía, estando en el videoclub devolviendo unas películas, ha entrado una chica joven con acento francés así que el del videoclub y yo hemos deducido que era francesa. Llevaba en la mano un programa del Festival de Cine Español de Nantes. Antes yo no sabía muy bien dónde estaba Nantes; bueno, ni antes ni ahora porque sé que está en Francia pero no sé por dónde cae. En fin, da lo mismo para este post.
Hoy se ha hablado mucho del violinista Joshua Bell y del experimento en el Metro de Washington pero es que lo interesante de un diario personal es que reseñas cosas que han pasado hoy y al tiempo vuelves y dices: anda, si no me acordaba ya de ésto, y a veces puede que recordar éso sea útil y a veces no pero bueno, al menos recogido está.


